En segunda persona, en un solo tiempo, cuenta la historia de una joven prostituta que busca desesperadamente salir de ese mundo, y terminar la abrumadora carga de la inmundicia de esa vida, y convertirse tan solo en una joven que empieza su vida, y la única ayuda con la que realmente cuenta es la valentía de su hermoso corazón.
Leer másPara hacerlo fácil, Candy prefería llegar poco antes de sus citaciones, de esa forma si acaso algún aspirante no llegaba o llegaba tarde ella tomaba ese lugar, este día incluso llegó minutos antes de abrir la empresa, y como lo hacía para cada entrevista se acicaló con las mejores prendas que su disminuida economía le permitía, vestida con recato formal, sin perder el toque juvenil y alegre de su edad, esperaba nerviosa que se abrieran las puertas de acceso; mezclada en medio de los trabajadores, ella trataba de diluirse en el contexto, apartada a un lado recargada en un pilar veía los cristales que a manera de pared transparente ella podía observar el interior del edificio, al fondo logro ver que entre recepcionistas e intendentes lentamente se incrementaba el movimiento, y si, en punto de las nueve se abatieron los cristales que como compuertas permitieron el flujo de trabajadores al interior. Casi al final como una sombra
Un día, quizá mañana, quizá hoy sin saber el cómo, o tal vez con premeditación, cuando a nosotros se cruza un insignificante destello, el dulce aroma de una infusión, el monótono estribillo de una canción, el escozor del frio, la brisa del roció, sin querer, sin pensar, estamos de frente al futuro, y nos dejamos invadir por la emoción; empezamos el proyecto de vida, de nuestra vida, de tú vida; un proyecto tan grande que raya en lo descomunal, la hazaña que significará la razón de ser, lucharemos a sangre y fuego por la meta, pero sólo aquellos con la tenacidad de ser seguirán. Ungidos por la vida con la tozuda perseverancia del valor se levantarán una y otra vez; de nuevo renacerán de la ceniza, aprendiendo del error, cicatrizando la más profunda herida durante la batalla, y caminando de frente, solo al frente. Cuando al fin sucede llegamos a la meta, descubrimos que esa brutal ofensiva solo fue el principio, y pides más, quieres más. &n
El asombro y la felicidad detonaron en Candy, de un intempestivo salto, se levantó y abrazó a Alejandro, colgándose de su cuello obligándolo prácticamente a cargarla. —¿Estás bien? —preguntó al tiempo que soltándolo palpaba su pecho y sujetaba su mano —¿te sangró? La vista del chico perdida, inmerso en felicidad parecía extraviada. —No... ¡estás casada! La contestación del todo fuera de lugar pareció más una pregunta que una afirmación, claro, la incongruencia y el tono errático sorprendieron a Candy. —¿Qué? Extrañada por la sorpresa de la respuesta, parecía absurda y sin querer apretó su mano. —¡Ay! —gritó al tiempo que en arrebato se soltaba, de inmediato regresaba la vista a Candy —¡tienes novio! Una vez más ella que no podía comprender lo que a vistas parecían preguntas absurdas y un poco preocupada por la integridad
Adrián echó ligeramente la cabeza hacia atrás, sorprendido y ahora además de intrigado, sintió que ella jugaba con él, sin saber qué otra cosa a hacer, tomó la única ruta que conocía, la verdad. —Hou —reclamó haciendo la cabeza atrás —pues, en realidad no estoy seguro, me parece que es la combinación de las infusiones de café y el cacao —respondió con calma rastreando en su memoria —como resulta un poco amargo le ponen algún lácteo, como crema o directamente leche. La respuesta a Candy al principio le pareció desconcertante, después retorció la boca con repugnancia. —¿Caca? —dijo asqueada mirándolo con admiración —¿pero por qué hacen eso? Adrián extrañado la vio por un segundo, comprendiendo de inmediato, y sonrió complaciente. —Hou no —dijo alegre al tiempo que se levantaba —no, el cacao es una semilla, como el café, se usa para preparar chocolate. —¿Chocolate? —requirió c
Es lunes temprano, excepcional sobre todo para la época esta nublado y hace un poco de frio, tolerable pero incómodo, en un escalofrío de tedio, la ciudad en pequeños pasos despierta, se prepara a una jornada, en sonidos cotidianos, se despereza, en un caótico ritmo de amorfos merolicos, que igual aúllan en la sirena de un claxon, que instruyen a gritos en medio de chanzas para levantar ánimo y así comenzar, los saludos de los desconocidos que en fingida cortesía festejan el inicio de la jornada. Si nos fijamos, tornamos la vista y prestamos atención, podremos encontrar en puntual fijación una a una la historia íntima de cada persona, así dibujando un camino entre dulces viandas, tibias y aromáticas infusiones, insulsas pláticas, con adustos rostros de preocupación que en indiferente casualidad, pasan sin ver, en silencioso tránsito nos llevan al fondo, donde en medio de la caótica inercia los primeros alumnos suben los
Indefensos a merced de la vida, vulnerables, y sin más protección que aquellos que por conexión se designaron como tutores, así nacemos, a partir de ese día y a pesar de la absoluta dependencia podremos decir sin restricción, somos, a merced de los placeres y miedos, hablaremos sólo con llanto y risa. Bajo la custodia que en ocasiones serán más de una persona, en un mundo aislado seremos aleccionados, sin voluntad seremos ahí una retorcida imagen de nuestros centinelas, estos son nuestros padres, sujetos a sus gustos y reglas sin departir opinión, nos acercarán primero a los que por línea sanguínea comparten el mal llamado parentesco, a veces un innumerable hato, a veces ninguno, serán ellos nuestros hermanos, después una vorágine incontable de parientes, nuestro primer contacto con el mundo fuera del que para entonces entendemos como hogar, y en su regazo creceremos, conociendo y olvidando excepto aquellos que desde el principio fueron y son a fuerza de con
Inmersa en una caótica paz, su mente se difuminó hundida en una oscura vacuidad, se detuvo sin poder reaccionar, no sintió dolor, ni miedo, ni enojo, parada en un limbo donde sólo ella y la retorcida aldaba existían, la contemplaba con fría indiferencia, quizá si pudiera y reaccionara, alguna emoción abría acudido a rescatarla, para traerla de regreso. —Eran dos. Dijo una voz a su lado, que en medio del estridente silencio pareció un desgarrador grito, aun así, ella apenas y reaccionó, volteó para encontrar a un par de metros a su izquierda, la mirada lejana de una obesa mujer –la cual se apoyaba en un bastón trípode para minusválidos que le servía para mantener el equilibrio que extrañamente adusta y mal encarada parecía disfrutar del momento. —Golpeaban las puertas, y si no les respondías rompían los cerrojos con una varilla y se metían. Agregó otra voz, al igual a un par de
Un día sin una mínima señal, solo sucede, de la nada tomamos el primer arbitraje moral, y sentenciamos, así empezamos el camino por el maltrecho sendero de la vida; ahí en el umbral donde es el arranque, sin otra experiencia que haber elegido el sabor del cono para el helado, tomaremos las decisiones que a nuestra vida convenga desde el inicio cada una de las decisiones será una bifurcación, en la primera, por un lado, con evidentes escollos, afiladas piedras, más largo y siempre de subida, pero sabemos por memoria genética que ése es el camino, lleva por descontado al destino, y por la otra con adoquinadas calzadas, donde el tránsito es fácil, sin laceraciones, ni miedos, pero esa, nunca llega al destino, termina en una vacua y perenne soledad. en los caminos, en ambos, sin aviso, la vida nos devela vertientes, ligeros desvíos, son decisiones, que tomamos sin pensar, tan insignificantes que se difuminan en la memoria, y olvidamos, para aquellos que tomaron
¿Quiénes somos?, ¿somos lo que hicimos?, ¿lo que haremos?, ¿lo que hacemos?, en un reclamo de la vida estamos en perenne incordia con el deber y el hacer; sin importar estatus, condición, sexo, edad, en una bizarra combinación de ética y moral, siempre en la orilla, balanceándonos entre el deber y el ser, en una eterna lucha entre lo que debemos y hacemos, con el resultado del soy, con el pesado fardo de fui, y la arrogante esperanza de seré. En esta sutil línea en un precario equilibrio, Candy vive cada día sintiendo su soy. Buscando no ser el odioso monstro que en incómodas miradas le reprochan o que en lastimera compasión la ignoran, por eso en escapada, prefiere con énfasis trabajar en la biblioteca, donde en el peor de los casos perdida en el contexto, simplemente la desconocen; bien cierto que la indiferencia apática era refrescante, prefería sobre ella la mirada de aquel joven, que desde que la dejó con la palabra en la boca