xii

     El asombro y la felicidad detonaron en Candy, de un intempestivo salto, se levantó y abrazó a Alejandro, colgándose de su cuello obligándolo prácticamente a cargarla.

—¿Estás bien? —preguntó al tiempo que soltándolo palpaba su pecho y sujetaba su mano —¿te sangró?

    La vista del chico perdida, inmerso en felicidad parecía extraviada.

—No... ¡estás casada!

 La contestación del todo fuera de lugar pareció más una pregunta que una afirmación, claro, la incongruencia y el tono errático sorprendieron a Candy.

—¿Qué?

     Extrañada por la sorpresa de la respuesta, parecía absurda y sin querer apretó su mano.

—¡Ay! —gritó al tiempo que en arrebato se soltaba, de inmediato regresaba la vista a Candy —¡tienes novio!

     Una vez más ella que no podía comprender lo que a vistas parecían preguntas absurdas y un poco preocupada por la integridad

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