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     Indefensos a merced de la vida, vulnerables, y sin más protección que aquellos que por conexión se designaron como tutores, así nacemos, a partir de ese día y a pesar de la absoluta dependencia podremos decir sin restricción, somos, a merced de los placeres y miedos, hablaremos sólo con llanto y risa. Bajo la custodia que en ocasiones serán más de una persona, en un mundo aislado seremos aleccionados, sin voluntad seremos ahí una retorcida imagen de nuestros centinelas, estos son nuestros padres, sujetos a sus gustos y reglas sin departir opinión, nos acercarán primero a los que por línea sanguínea comparten el mal llamado parentesco, a veces un innumerable hato, a veces ninguno, serán ellos nuestros hermanos, después una vorágine incontable de parientes, nuestro primer contacto con el mundo fuera del que para entonces entendemos como hogar, y en su regazo creceremos, conociendo y olvidando excepto aquellos que desde el principio fueron y son a fuerza de con

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