Rachael, es hija de unos de los empresarios mas codicioso y millonario, busca a toda costa revelarse frente a su familia. Pasando asi, por cincuenta y seis citas totalmentes fallidas. Pero... la Cita Cincuenta Y Siete ¿Podria cambiar algo?
Leer másMinutos...Largos y enteros minutos espere a que alguna palabra saliera de sus labios.Temi, mucho, de lo que podria decir. Temi que su respuesta sea positiva, que se levantara sin mas y Kelly ganara otra vez mas. En mis oidos, podia escuchar como en un susurro la irónica risa de aquella pelinegra se burlaba de mí, donde sus ojos se clavan en lo mios en busca de analizarme y para prepararse. Porque si, siempre uno esta en defensa o como atacante.-No quiero que me dejes, no quiero dejarte. No quiero nada de eso, Rachael.Sus hombros cayeron hacia abajo y su mirada se perdio en el espacio verde del lugar, mi respiracion volvio a normarlizarse y algo dentro de mi salto rebosante de alegría al escu
- ¿No crees que estas muy tenso últimamente?Jani y yo permanecimos a un lado en silencio mientras Evans y Mark se miraban fijamente. El semblante del pelinegro era eufórico, casi colérico, sus fosas nasales se expandían al igual que levantaba su barbilla mirándolo desde arriba.-Tu más que nadie sabes por qué las cosas están tensas, Mark. ¿O no crees que tengo motivo para estarlo?Pronunciaba firmemente sus palabras y ninguna de las dos entendíamos la situación. De estar entre palomitas y animales terminamos en un ring de boxeo sin siquiera darnos cuenta.Mark me miro de soslayo y una gran sonrisa burlona se surco en su rostro, sus
El tic tac del reloj junto al bullicio de la gente pasar de forma tan alborotada me estresaban. Sin embargo, no habia algo mas extresante que estar a lado de alguien que no pronunciara palabra alguna.La pelinegra de Jani, se encontraba sentada a lado mio, sus piernas a penas lograban tocar el suelo y su mirada estaba puesto en ellos. Su actitud era cabizbaja y desde anoche parecia que no habia nada que le emocionara, sus orbes negros siempre estaban hacia abajo o clavaba su mirada en algo u alguien.Evans tampoco menciono nada, para él era natural y al momento que quise preguntar mientras lavabamos los platos, sus respuestas se volvieron toscas y cortartes. Afilaba su mirada y sabia que no debia indagar mucho más. Sin embargo, no me quede de brazos cruzados.
Mark dobló la esquina y las luces del departamento resplandecian por si solas. Entre la oscuridad, observe un cigarro prendido y reconocí su figura. Evans salió hacia nuestro encuentro, al parecer había estado corriendo,por lo cual, estaba toda su espalda y frente completamente sudados.- ¿Qué tal, primito?Ross apoyo sus brazos sobre la ventanilla y sonrió viéndome, se acercó lentamente a mi y dejo un pequeño beso.-¡Ay, por favor! no hagan estas cosas en mi coche. - se quejó Mark mientras simulaba arcadas en su lugar.La ronca risa de Evans se resonó y yo rei en silencio mientras me sentía enrojecer. La puerta fue abie
- ¿Y él como tomo la noticia?Nos adentramos al ascensor y Alice se apoyo sobre la pared metálica. Ambas estábamos muy sensibles y su mano se aferraba a mi antebrazo.-Lo tomo por sorpresa. Cuando llegamos a casa se tomó de la cabeza y me imploro que cambiara de decisión; se arrodillo, Rachael. Jamás pensé verlo así.- Así que esta cambiando...La puerta se abrió y encaminamos hacia la puerta de vidrio, el vehículo negro estaba estacionado frente a la entrada y la ventanilla del mismo estaba abierta un par de centímetros.-Él esta allí, quiere hablar contigo
La Cita Cincuenta Y Siete. -¿Estas segura de llevarlo allí?- era la quinta vez que el Señor Ross me preguntaba mientras los bartelleros trataban de guardarlo bajo prisión en el extenso vehículo. -Muy segura.- los muchachos suspiraron de alivio al terminar de colocar el cuadro y cerra la puerta. Me acerque aplaudiendo y Bernardo les ofreció una proponía ante su gran ayuda. Me senté en el asiento copiloto y observe como la felpa roja me hipnotizaba por el espejo, ansiaba de ganas de verla reluciendo en la pared de alguna habitación de la casa. -Mark te tiene mucho aprecio para hacerte una obra exclusiva.- menciono desairadamente mientras encendía el motor del vehículo.- El no suele regalar obras tan fácilmente. -Estaba en falta conmigo.- dije y sonreí al recordar su rostro fruncido en un dulce puchero.- Es un pedido de disculpa mas que un regalo. -Lo se.- musito y emprendimos viaje sobre la carretera. El silencio
Los finos tacos de mi zapatos negros resonaron al subir los tres escalones de piedra blanca, alise mi pollera acuadrille y comencé a avanzar por la blancura del cerámico. Atravesé las costosas puertas francesas, donde las cortinas color crema remolineaban sin parar producto a la brisa de afuera, dos ballestero de chaqueta roja me sonrieron y abrieron las inmensas y antiguas puertas del salón. Sonreí de gusto al sentir el delicado olor de flores naturales, una melodía clásica resonaba por el salón a un nivel muy mínimo y agradable. La galería era extensa, y variados cuadros y esculturas se expandían en el. - Me alegra que estés aquí.- gire y Bernardo estaba en su impecable traje azul a mi lado.- ¿Todo bien? -Perfecto... Es decir, estoy perfecta.- moje mis labios y trate de tranquiliz
La Cita Cincuenta Y Siete. Me removí en mi posición y sus brazos estrecharon mas mi cuerpo, comencé a despabilarme al sentir como sus dedos se movían inconscientemente detrás de mi nuca. Abrí mis ojos y a pesar de estar en la plena oscuridad, aprecie sus relajadas expresiones, sus labios estaban entreabiertos que dejaban escuchar sus respiraciones profundas, y de vez en cuando, uno que otro ronquido. Las sabanas azules cubrían nuestros desnudos cuerpos y me sentí bien al estar rodeada de su caluroso cuerpo, lo había extrañado mucho. Deslice mis manos por su cintura abrí completamente a el, sin dejar un mínimo de espacio. -¿A qué se debe tanta fuerza?- su adormilada y ronca voz me tomo por sorpresa.- Te aferras como si pensara irme.
La música del ascensor era lo único que se escuchaba entre nosotros y cada uno se mantenían en cada esquina de la caja metálica.De reojo miraba a Evans, desde que habíamos salido del restaurante no ningún comentario ni objeción. Su semblante parecía tranquilo y despreocupado.-¿Vienes?- pregunto y me avergoncé al saber que me había sumido en mis propios pensamientos.Entramos al departamento y la calidez de la calefacción nos envolvió. Deje mi bolso en el sofá y, acostada desde allí, podía ver un breve espectáculo que estaba dándome el azabache desde la cocina.Apretaba con fuerza el vaso y tomaba con prisa un