Clara Salvatore está muerta. Dejó de existir desde el momento que aquel sanatorio mental dónde su familia la envío se incendió por completo, dejando un rastro de mancha en su vida para siempre: la traición. Ha vuelto para cobrar todo el daño que le hizo su familia, también para dejar en la ruina y sacar a la luz la verdad de la famila McGrey y para que Ryan McGrey, el hombre más importante y rico del país, pida su perdón. Ryan McGrey es el presidente del país, el hombre más buscado y la vez más protegido. No creyó en ella cuando era su prometida, pensó que lo había traicionado, y nunca más quiso volver a verla. Su mayor revancha es no decirle la verdad una vez que vuelva: estaba embarazada de él y tuvo mellizos. Pero vuelve a la vida, a cumplir la venganza que lleva planeando cuatro años desde su falsa muerte. Ya no es Clara Salvatore, sino Clara D’Alessio, y está casada con Martin D’Alessio, el único hombre que se ofreció ayudarla, y quien también tiene deudas que saldar con la familia McGrey. Todos los secretos, engaños, mentiras, ambiciones, el ansia por el poder, y las ganas de venganza llegan a su vida desde el momento en que el presidente la mira a los ojos y pregunta. “¿Clara?” “Viva, señor presidente. Estoy viva.” ¿Acaso podrá lidiar con toda la verdad una vez sepa quién realmente la traicionó? ¿Acaso…realmente perdió a su hija? Tendrá que saberlo, tendrá que sacrificar muchas cosas para proteger a las personas que más ama. ¿O es que la llama de un amor pasado no la deja en paz porque sigue, en el fondo y aunque siempre lo niegue, enamorada de Ryan McGrey y su recuerdo?
Leer másSon niños: los gemelos son dos hermosos niños. Clara dio a luz en el hospital central. Fue cesárea aquella vez. Pesaron tres kilos cada uno y todavía no comprende cómo fue que esos tan gordos bebés preciosos crecían dentro de ella. Una nación estaba bastante pendiente por el nacimiento de los gemelos del presidente, al igual que Reino Unido lo estaba con sus descendientes a la corona, o así lo sentía Clara cuando vió a mucha gente rodeando la casa presidencial para saludar a la próxima primera dama con sus recién nacidos. Las cosas se apaciguaron, y ahora se encuentran en casa después de un largo día extenuante. Ryan siempre se la mantiene ocupado en sus obligaciones pero prometió que estaría al lado de su mujer para cuidar a los cuatro niños que ahora rondaban por la casa. En estos momentos, tan sólo con una bata y siendo las 3:00AM, Clara sigue meciendo al único gemelo que no se ha dormido frente a su corral. —Calma, mi amor. Calma…—susurra Clara al sostener a tan hermoso niño
——Ocho meses antes—— Todavía recuerda lo impactada que estaba cuando escuchó nuevamente la propuesta de matrimonio de Ryan: saltó de la cama y lo tumbó mientras lo abrazaba y le decía una y mil veces: —¡Sí! ¡Sí quiero ser tu esposa! ¡Acepto ser tu esposa! ¡Sí quiero! Decía entre lágrimas junto a los mellizos que de una vez volvieron a saltar en la cama y ,de esa manera, volver su vida una dicha mucho más grande, más de lo que era. Lo que sucedió en todo su embarazo fue exactamente lo mismo que con los mellizos. La diferencia: ahora tenía a Ryan a su lado las 24 horas del día cuando podía ya que todavía siguieron la disconformidad de la gente desde que se hizo público el informe de la familia McGrey, porque el escándalo salpicó a la casa presidencial, el gobierno de Ryan y los negocios de Román, y durante meses estuvieron los dos hermanos enfrentándose cara a cara con los negocios sucios de Peter que llevó casi a la ruina la compañía de la familia McGrey: una franquicia de servicio
Ryan se queda en silencio unos segundos. Segundos donde cree que cada palabra que sale de Clara pertenece a un sueño y por lo tanto, está soñando y no deambulando en la realidad. Su mirada cambia por completo, sus cejas se doblan en la impresión y Clara por fin nota un gesto que cubre el pasmo de Ryan: sus ojos comienzan a inundarse de lágrimas.—¿Qué has dicho…?Cuando Clara se lleva la mano a su vientre, da unos cuantos pasos para llegar hasta él, y como si nunca antes hubiese experimentado el toque de sus manos contra las suyas, esa mirada que siempre la volvió loca y el tono de su voz que la vuelve una tonta, busca una de sus manos, también busca su mirada y encierra en su palma la mejilla de Ryan. Coloca la mano de Ryan en su vientre.—Vamos a ser padres…—murmura Clara en este mundo que sólo le pertenece a ellos. Donde ya no existe más el odio, ni la guerra, ni los secretos. Sólo ésta vida repleta de amor que nunca se acabó entre ellos. No quiere llorar así que pese a que sus l
—¡¿Embarazada?! Por Dios —Clara parece bastante impresionada, casi con los ojos desorbitando ya fuera de sus cuencas y comienza a caminar otra vez hacia donde antes se encontraba. Se sienta. Luego se levanta. Y vuelve a sentarse. —¡Julieta! —Oye, oye. Calma. Todo está bien, es que tienes los síntomas y si me dices que no has tenido tu mestruación, tengo que dudar. Escucha —Julieta toma sus manos—, vamos hacer un examen de sangre y luego una ecografía de una vez, si me dices que es de hace un mes que no ves tu período ese niño —se ríe Julieta—, puede estar creciendo y tú ni siquiera lo sabes. —Ah, Dios mío —Clara une las manos delante de sus labios—, dios Mío. Julieta, tengo que salir de ésta duda. —Vayamos de inmediato al hospital. —De acuerdo, eh, dejaré a los niños con Emily y luego —balbucea Clara mientras toma su cartera—, y por Dios, no le digas nada a Ryan, no hasta que estemos bastante seguras. —No te preocupes. Pero hoy mismo salimos de esa duda. Clara se siente d
Estar frente a Virginia una vez más significa recordar todo lo que ha vivido, desde el instante en que puso un pie en el sanatorio y creyó haber muerto, desde que creyó que su hija había muerto, desde que creyó que Ryan la había engañado…Virginia no es la misma mujer que se crió junto a ella hace tanto tiempo atrás. Su mirada está enrojecida, sus pómulos están acentuados y su rostro tiene la misma oscuridad que siempre. La tensión en su cuerpo la siente Ryan y baja la mirada hacia Clara.—Todo saldrá bien —le murmura—, mientras yo esté aquí nadie te hará daño —con ese color ámbar en sus ojos puede perder las fuerzas y tenerlas al mismo tiempo.Clara vuelve la mirada hacia el frente. —Señora Edevane —comienza el abogado—, se le acusa de secuestro de menores, de intentos de homicidios, de falsificación de ADN, de homicio, de complicidad en el complot contra la señora Salvatore, y de agravación física hacia quien la acusa —deja el abogado el papel en el escritorio—, su señoría, me gust
Clara duró un día más en el hospital de Estocolmo antes de subir al avión privado del Ryan junto con un centenar de escoltas y con los mellizos sanos y salvos. Aún debía recuperarse de la herida en la pierna pero no resultó ser nada grave. Volvería a caminar dentro de unas semanas sin ningún problema. Cuando pisaron tierra, Ryan debía continuar con sus deberes y mientras tanto, quien se quedaría a cargo de ella y los niños cuando no estuviera sería Martín.—Ryan me ordenó quedarme aquí —dijo Martin cuando volvieron a verse en la casa presidencial—, porque las sospechas decían que tenían a Sarah aquí-—Por Dios, ¡Mi tía! —Clara trató de levantarse de la cama pero de una vez Martín la detuvo—. ¿¡Dónde está Sarah, Martin?! ¿¡Qué sucedió con…?!—Ella está bien —Martin pudo sentarla y tranquilizar con sus palabras—, Virginia la tenía secuestrada aquí mismo en la capital, y —suspiró—, Grace confesó que es cómplice de Virginia, Clara. Y nos dijo exactamente donde estaba Sarah. —¿Pero está
Ya no es la única que se desangra en medio de todo este caos, la que no tiene esperanza o escapatoria, la que no puede respirar debido al miedo, al terror. Ya no es ella.Si se sigue desangrando debido a la bala en su pierna perderá las fuerzas y se debilitará, pero aún así sigue estando de pie frente a frente a la mujer que se lleva la mano hacia su brazo y ahoga un grito de dolor cayendo al suelo y por ende, soltando el arma.El movimiento repentino de Clara alzó las armas de los soldados hacia Virginia. Sin embargo, la sóla idea de tener a Virginia de ésta manera pone a su mente a maquinar toda la venganza por la que vivió meses atrás, sumergida en un odio que nada en el mundo cambiaría.Hasta que llegó Ryan: hasta que volvió a ver a su niña. Vuelve a recargar el arma, herida. Herida dentro de su alma. Y la apunta.Virginia aprieta el sangrado de su herida arrastrándose lejos de Clara, quien sigue apuntandole. Y cuando oye que vuelve a recargar el arma, tan sólo se echa a reír.—P
De una vez el mundo se detiene. No hay un peor debarajuste que éste, donde por un pequeño instante siente que lo pierde todo, como creyó infinitas veces en el pasado, o es que quizás está dentro de un mundo donde no puede permitirse ver con claridad. No cuando Virginia tiene sólo un deseo y es hacerla miserable otra vez.El sonido del helicoptero comienza a escucharse porque aparte de Virginia y Frederick, hay alguien más que vuela el transporte. Pero eso no le interesa. Apenas con la luz de sus ojos siendo eclipsada por los rayos del sol Clara mantiene la vista, angustiada, sobre sus hijos.Da un paso hacia ellos otra vez.—¡No te muevas! —de pronto Virginia escupe casi con vigor, dandole a entender que si se llega a mover un centímetro más pagará las consecuencias—, no te atrevas a moverte. ¡Y tú tampoco, Ryan! —conforme lo dice va alejándose hacia atrás sin prestarle atención a las quejas que hacen tanto Liam como Naia al momento de divisar a sus padres—, dile que bajen sus armas
La sangre sale de la boca de Virginia como cascada una vez trata de levantarse apoyada en sus antebrazos.Clara la agarra del pelo para alzarle el rostro.—No sabes lo tan gustosa que me hará destruirte —Clara también tiene el labio partido y lleno de sangre, y su rostro tiene ligeras manchas de sangre causadas por los trozos de vidrio. Aún así, prosigue aumentando la presión de su agarre—, pero no voy a matarte —Clara se acerca a su rostro—, vivirás con la lástima de saber que si vives ahora por mí es gracia a que yo te estoy dejando vivir. Y lo harás no en una cárcel, sino en un maldito manicomio.—¿Y piensas que voy a dejar que tengas a Naia como tu hija? Si no me matas tú te mato yo —Virginia vuelve a escupir el fluido rojo hacia el suelo—, y no querrás saber de lo que soy capaz.—Ya sé lo que eres capaz de hacer. Eres tú quien no me conoce a mí —y Clara azota su rostro a la mesa con fuerza. Cuando le vuelve a subir la cara la nariz de Virginia tiene un torrente de sangre—, no me q