—¿¡Clara?! ¿¡Estás loca?!
Le advierte devuelta Martin cuando dura un momento fija en las personas que siguen transitando en la recepción. Pasa el teléfono hacia la otra oreja.—Tienes los contactos necesarios para entrar a la secretaría nacional —responde, sin dejar de ver con fijeza la misma puerta en la que salen la mayoría de personas. Observa su carnet y suspira. Ya no es Clara Salvatore, sino Clara D'Alessio. Además, no sabe porqué razón Martin está tan alterado.Trabaja en la secretaría del estado en la capital del país hace un año ya, y es fácil para ella comprender el movimiento. Es una de las secretarias del director del departamento de defensa. Su idea es bastante sencilla, y por los momentos, su única condición es subir de puesto.Cuatro años. Cuatro años donde los McGrey y su familia creen que está muerta. El presidente es el padre de sus hijos y aún así, por lo que está enterada, ya tiene una familia. Sin embargo, no sabe quién es su esposa y mucho menos le interesa.Sólo un plan: reunir las pruebas necesarias para hundir a la familia McGrey de corrupción y de difamación, y a su paso, hundir al presidente del país. Consigo, también a los Salvatore.Tan sólo espera la llegada de su jefe, que en cualquier momento entrará por esa puerta y estará lista para comenzar tanto con su trabajo como investigar lo que por años se ha convertido en la razón para levantarse por las mañanas.—No sé qué tanto te sorprende —le deja saber en claro lo que piensa a Martin. Se ve en el espejo, y toca su labial rojo con suavidad. Ahora es una mujer que poco llora. Se ha vuelto fría, astuta, leyendo cada gesto de las facciones a su alrededor y conociendo si alguien está jugando sucio con ella o no. Pero eso no quiere decir que haya pérdido el rostro de niña buena porque es lo que la ha ayudado a escalar a donde está—. Necesito seguir, comenzaré a trabajar en cualquier momento.—Me parece que te estás adelantando mucho —Martin se oye serio del otro lado—. Sí, trabajas para el gobierno, pero trabajar para la posición cercana del presidente es mucho peor.—Aparte de secretaria, soy abogada, Martin. No me subestimes —se concentra en las caras conocidas y sonríe. Se da la vuelta a su carnet y se levanta. Existe mucha más gente que trabaja para el jefe del departamento de defensa aparte de ella, y ve que ya se dirigen hacia las oficinas. El trabajo es recibir a su jefe y comenzar el día con el conocimiento que depara para esa jornada y los acontecimientos del país en el ámbito de los crímenes. Ve su reloj—, voy a colgar.—Clara —Martin la detiene, lo que hace que arrugue el ceño y alce las cejas—, aún falta mucho para acusar…—Tengo lo necesario guardado en una carpeta. Lo único que estoy esperando es tener el momento necesario para cobrarlas —dice, caminando—. Es hora de que, con mucho pesar, este país sepa la clase de gobierno que eligió. Igual tengo que buscar a los periodistas que publicarán los informes.—De todas maneras, hay que estar preparados para salir del país. Nunca sabremos…—No huiré como una cobarde —su voz es fuerte una vez enfrenta a Martin—. Te dejo. Dale un beso a Liam y dile a Ronalda que no me espere despierta.Y cuelga sin más.No deja que el tono preocupado de Martin afecte su rostro, porque al fin y al cabo, pertenece a una de las familias con más renombre del país, que se caracterizan por mantener siempre en alto su rostro, pese a que no sea considerada ahora una Salvatore.—Señora D'Alessio —oye Clara a su lado y sólo gira sus ojos hacia el llamado, sin mover la cabeza—. Todo listo como pidió, aunque el señor secretario estará aquí en unos poco minutos. ¿Quieres que algo más sea buscado?Vuelve sus ojos hacia la entrada, ya ve los carros negros acercándose entre la vista que ahora parece deleitarte. Le niega a Danielle, la mujer que está a su lado, un poco más joven que ella, del departamento de administración.—Deniego. Lo único que quiero ahora son los papeles que tiene que firmar el señor Robinson —le deja saber, mientras le entrega la carpeta. La señala—. Aquí están todos los reportes que el departamento de defensa tiene que evaluar, mientras los llevas me quedaré aquí, esperando al secretario.—Como ordene, señora —Danielle le sonríe y se da la vuelta.Una vez la pierde de vista, observa su télefono.9:46AM.Se acomoda el cabello negro que cae por su hombro y se acerca hacia el círculo de hombres que una vez al verla, saludan sin distinción.—Espero se preparen en la puerta —señala la entrada rodeada apenas por vidrios transparentes que dejan ver el trajín que comienza desde la parte de afuera. La astucia en sus ojos comprende que, tarde o temprano, no sólo el secretario llegará.—Supongo, señora, que estará bien que se rodee el carro del secretario —uno de los guardias de seguridad se abre entre los demás para dar a entender que falta un poco más para salir.Asiente.—Por supuesto —Clara stá de acuerdo y fija la mirada en la mujer que se tropieza con alguno de ellos, que usa lente y trae una gran carpeta que llama su atención—. Saben qué hacer —deja saber a los hombres.Cuando vuelve la vista hacia ella, la sostiene del hombro y sonríe.—¿Qué sucede, Amalia? ¿Por qué tanta prisa?—¡Señora D'Alessio! —la nueva mujer enfrente de Clara lleva gafas grandes, cabello corto hasta los hombros y un flequillo desordenado al igual que sus ideas, por lo que ve. No obstante, continúa viéndola con una sonrisa—. El senado quiere que el secretario parta de inmediato mañana mismo a reunirse con el jefe de la policía nacional, para el desfile del nombramiento de coroneles y generales.—Oh, bueno. Eso no es un problema. Yo me encargaré de las citas del señor Robinson. Ahora vuelve a tu trabajo antes de que esto se vuelva un caos. Te esperaré allá en la oficina.Amalia desaparece. Y oye por el altavoz del auricular el llamado del jefe de guardia de seguridad del secretario que ya es hora de que lo espere. Confirma mientras se apresura hacia la entrada.—¿Cerca de la entrada? —le pregunta el jefe de seguridad.—Sí, ya casi —y Clara sale de hacia la entrada. Varios periodistas ya están en la espera de la llegada del secretario, como un montón de policías. Lo común en estos casos. Recupera el aliento—. Atentos —cuelga.Clara mira detrás de su hombro para encontrar el carro blindado de negro que ya se acerca, como muchos otros más. Se arregla sublazer negro. Será la primera en recibir al secretario una vez salga del carro y se haga paso entre la gente. Ve el reloj. La hora exacta se aproxima.Aparte de ese carro, se consiguen otros muchos que bajan por la calle y giran hacia el edificio. Está atenta y sin mover ningún gesto.Cuando la camioneta frena delante de todos comienzan los micrófonos de los periodistas a estirarse lo tanto que puedan, y las cámaras de los flashes empiezan a protagonizar un poco su vista. Vuelve la mirada y asiente a los de seguridad para que estén atentos.Sin embargo, hay algo que la deja pensando y es que no es el mismo equipo del secretario quienes rodean la camioneta para estar atento y abrir la puerta. Aún así se acerca.Gira hacia el edificio, la mayoría consigue estar atento al igual que ella, pero mantiene el rostro frío.Y…pierde las fuerzas.El rostro que ve no pertenece a las capas arrugadas del secretario de defensa Wilson Robinson que ha visto cada día desde hace meses y se había vuelto costumbre en su vida.No: y saberlo es peor para Clara porque se congela en su sitio.—¡Presidente! ¿Cómo van las negociaciones con China?—¡Señor presidente! ¿Usted sabe del rumor que hay en oriente sobre una nueva guerra?—¡Presidente! —las voces se oyen con fuerzas y los flashes comienzan de una vez hacia el hombre al que, sin querer, Clara ha ofrecido su mano como muchas otra veces para caminar y rodear a todas estas tropas que impiden el camino.Sus ojos son unas entradas abiertas de par en par. No hace falta estar desprevenido para saber que en el rostro de Clara corre la palidez, y el congelamiento que por instantes, le arrebatan cualquier índice de cordura y peor, no tiene escapatoria.Y no sólo es ella, porque los ojos ámbares, tan nítidos que la observan, son el reflejo de la consternación, la impresión y peor aún, la preocupación.—¿Clara…?Su nombre sale de sus labios. El mundo colapsa a su vez, porque no había nada en aquel mundo capaz de hacer que las piernas flaqueen a excepción de aquella voz.El presidente del país está frente a frente a sus ojos. El padre de sus hijos…su ex-prometido...su…Sin embargo, todo lo que alguna vez pensó queda a la deriva cuando, sin pensarlo y repentinamente, el sonido de los disparos atraviesan la multitud y todos se agachan al suelo, mientras los hombres de la seguridad nacional encargada de proteger al presidente los toman tanto a él como a Clara y los cubren.—¡Protejan al presidente!Clara oye alrededor mientras los disparos se siguen escuchando y los gritos de conmoción arrasan con lo que ocurre.Cada vez que se encaminan hacia el edificio, siente que el aire va a dejar su cuerpo o la asfixiará, pero Clara está siendo rodeada no sólo por los hombres que disparan de vuelta y cubren, sino por la propia persona que ha venido a cambiar su mundo.—No te detengas —escucha, de pronto, frente al zumbido que no es capaz de hacerla sentir menos y de hacer algo a menos que quiera perder la vida. Su voz es la perdición ahora para Clara—. Vamos, camina junto a mí.Y así lo hace, sin detenerse mientras los cubren.No obstante, es tan rápido cada segundo que ni siquiera siente la bala que llega a su lugar. El jadeo que sale de su boca confirma el horror.El brazo de Clara se llena de sangre al mismo tiempo que trata de tapar la herida.Y antes de poder desmayarse o siquiera gritar de dolor, Ryan McGrey la carga entre sus brazos sin siquiera pensar en algo más mientras sus hombres cubren detrás de ambos.—¡No quiero que nadie se atreva a acercarse a ésta mujer! —y oye su voz exigiendo con fuerza—. ¡Nadie!Su vida ya no volverá a ser igual.Las puntadas que recorren su brazo una vez siente el ardor, el escozor de la sangre que mancha su blusa y se desborda por su piel, comienza a pasarle factura conforme es guiada.Las voces se aglomeran en su entendimiento, mientras los pasos se vuelven torpes y el bullicio, al igual que los disparos, se apoderan del alrededor. No basta simplemente con ser muy inteligente para saber que un infierno se ha desatado, y siendo el peor de los casos, recibió un disparo justo en el brazo. Sus posibilidades de sobrevivir son casi nulas si cualquiera se gira a verla, desprendiéndose el líquido rojo de su cuerpo, tratando de caminar lo más lejos posible y decirle a su propia mente que no va a estar completamente segura de morir sin antes haber cumplido su meta y de haber dado las buenas noches a su hijo que espera en casa. Es inevitable que no sienta como su vida sigue desvaneciéndose por la debilidad. Aprieta la herida con la mano, pero en vano, sigue perdiendo sangre. Sus ojos comienzan a sen
Mientras Clara se da cuenta que el lugar donde está es nada más ni nada menos que la oficina oval, traga saliva, comprendiendo que el hombre frente a ustedes dos es Ryan McGrey, el presidente y el hombre más rico e importante de todo un país entero.Juliete incluso siente la tensión con la que éste hombre se presenta, pero lo hace a solas y el guardia se pone en posición de saludo cuando lo ve entrar. Viste un traje de dos piezas pero no está interesada en él, sino en su expresión: fría, oscura.—Necesito hablar con ésta mujer a solas.—Señor, es necesario que guarde reposo porque recibió-—Cinco minutos —interrumpe el señor presidente, sin dejar de verla—, en cinco minutos volverán. Tanto el guardia y Julieta se observan, y asienten, sin ya nada qué decir, por ende, salen de la oficina antes de que el presidente incluso parpadee. La tensión que la recorre entera es abismal y no hay nada en esta vida que puede disipar todos los pensamientos que Clara tiene ahora y que ni siquiera va
Clara necesita respirar para que su vida no se desmorone por completo, y vea que delante de sus ojos hay una niña que la mira con unos hermosos ojos ámbar que la hacen creer de algo que no puede ser cierto. Por un pequeño instante su mente colapsa, y son casi unos segundos donde no puede admirar otra cosa que ésta hermosa niña delante de sus ojos. Incluso puede creer que ha visto un ángel, que ha venido a buscarla porque no sobrevivió a la herida y su vida acabó de la forma más trágica. Pero no puede permitirse creer de esta manera cuando en realidad su vida está en peligro de todas formas.Pero de pronto balbucea, y tiene que apartar la mirada de la pequeña de pie al lado suyo mientras oye que Julieta le indica al Fabio que abra la puerta conforme avanzan hacia él. Y así Febo lo hace. Una vez Clara nota que está a punto de entrar al carro, tiene que girar hacia atrás, por última vez, una última vez que dolerá desde el instante que salga de este sitio y lo que creía que era lo corre
Esto debe ser quizás la peor manera de reaparecer después de tantos años muerta, y antes de poder escuchar lo que las noticias tienen que decir sobre el atentado contra el presidente hace horas en la mañanas como “Breaking News,” jala la cortina azul y dejar salir un aliento seco que desgarra su garganta. La enfermera delante de ella también se queda impresionada pero continúa escribiendo cuando vuelve a verla. —Señorita, ¿Cuál es que era su nombre? Pero Clara no va a contestar si es que de eso se trata de que no la conozca ahora como la amante de un hombre como él. ¿¡De dónde diablos salió ese rumor?! Alza la mirada hacia la enfermera para sonreírle. —No se preocupe. Yo esperaré a salir de aquí —medita un poco para ver si es capaz de decir otra cosa. Lo consigue—, pero quiero que le diga a la señorita Julieta que si puede venir… —¿Julieta? ¡Oh, sí! Por supuesto —la enfermera carraspea, tapando el lapicero y dando un paso hacia atrás—, de inmediato la llamó. Cuando se da cuenta q
—Virginia —Clara pronuncia su nombre, sin entenderlo. Ésta actitud, inesperada y tan distante, es para Clara como una daga en su corazón. Virginia Edevane fue una de sus mejores amigas de la infancia, y luego de su adolescencia. Incluso estuvo ahí cuando fue acusada injustamente por los McGrey. Y no pareció molesta cuando Clara le expresó lo tan contenta que estaba por casarse con Ryan. “—Estoy tan feliz por ti —había dicho Virginia al saber la noticia—, estoy realmente muy feliz." Y Clara la había abrazado con fuerza. “—Gracias por estar a mi lado —le había susurrado con sinceridad—, eres de las pocas personas que considero mi amiga, mi hermana. Te quiero, Virginia.” “—También te aprecio como la hermana que nunca tuve, Clara.” Se había enterado después por Martin que de hecho, las familias de Virginia y de Ryan eran tan amigas hasta el punto de comprometerlos desde niños, pero ni siquiera lo sabía y jamás Virginia mostró índice de reproches contra ella. Entonces…¿Virginia estaba
Nunca antes había visto a Ronalda tan pálida como en estos momentos, porque siempre la creyó una mujer por caracterizarse ajena a los miedos o al terror del mundo. Mantener la cabeza fría se lo debe a ésta mujer enfrente suyo que sólo observa las noticias como si el mundo se hubiese acabado, como si se estuviera acabando. No sólo la palidez inunda a Ronalda porque antes de mencionar algo más, Clara da unos pasos mientras todavía el nombre de Virginia está plasmado en su mente. —Ronalda, explícame —pide Clara, entre la sorpresa y la preocupación—. ¿Por qué has mencionado el nombre de Virginia…?—¡No! —y Ronalda comienza a limpiarse las manos con el vestido que lleva puesto, expresando esa rotunda negativa tal cual viese a un espanto frente a sus ojos—. ¡No! No, no. Escuchaste mal, querida. Yo no mencioné nada. ¿De qué hablas?—Nombraste una mujer que conozco. ¡¿Cómo me dices que no dijiste nada?! ¡¿Por qué dices que van a matarte?! ¿Quién va a matarte?—Es un error lo que digo y lo e
El sonido atronador contra el vidrio es lo que vuelve una tropelía seguir conduciendo por la calle pero a la primera esquina que observa, Clara gira con fuerza el volante y el carro estuvo a metros de estrellarse con la calle próxima. Aún así, sigue conduciendo.—¿Mami?—Está bien amor, estamos a punto de llegar —Clara le sonríe a Liam mientras sigue conduciendo.¿Los habrá perdido? Las marcas de las balas están tatuadas en el vidrio de atrás. Las balas debieron haber caído en el maletero. ¿En donde pararás, Clara? ¡Piensa!Cuando creyó que tenía la suerte de haberlos perdido, otro disparo hace que finalmente el vidrio que protegía la parte de adentro se quiebre y Clara ahora debe buscar la manera de que la segunda bala que se acerque no acabe con su vida. Sigue acelerando mientras la gente que se entromete se tira hacia los lados para dejarla pasar, y gracias a Dios no observa que ninguna está ahí por desgracia. Un segundo disparo hace que el plumaje del asiento del copiloto se des
La voz de Liam es quizás el más hermoso sonido que ha escuchado Ryan desde que oyó el llanto de su hija la primera vez que Virginia se la entregó en sus brazos. Había dudado de la paternidad porque sólo estuvo con Virginia una vez después de que daban a Clara Salvatore por muerta; dolido, traicionado, con un corazón roto e inundando en el alcohol en su casa llegó Virginia para decirle que estaba junto a él en esos momentos tristes y trágicos para todos. Ryan estaba bastante dolido para no caer en la tentación del dolor, que lo cegó por completo y no midió ninguna consecuencia después de eso, porque cometió el error de confesarle a Virginia en su estado de ebriedad lo tanto que amaba a Clara, que ella falleció creyendo que él la odiaba. Estaba vuelto loco buscándola porque Jasmine, la hermana de Clara, confesó que la familia de los Salvatore odiaba a su hija, y que creía que los McGrey la habían culpable injustamente. Ryan no tuvo la opción de demostrar que Clara era inocente porque