🎉📚NOVELA COMPLETA Y CORTA📚🎉 Elizabeth se acercó a él y retiró su camisa, dejando su cuerpo expuesto. Su respiración estaba agitada y se preguntaba qué estaba sucediendo con su razón y emociones. Santiago observó cómo el rostro de ella se sonrojaba y su p3n3 comenzaba a endurecerse. De repente, ella se acercó y lo abrazó por los hombros mientras le reclamaba furiosa.. —Maldito, eres un promiscuo que cree que puede tener a cuantas mujeres quiera. ¡Sabes qué, púdrete junto con tu maldito puesto! No me interesa acostarme con alguien tan superficial como tú. Deberías revisarte, tal vez tengas alguna enfermedad ya que eres capaz de abrirte de piernas con una desconocida —dijo, y le dio un golpe en su p3n3 con la rodilla. Él se inclinó, llevando su mano hacia su miembro mientras ella tomaba la ropa se Santiago y su bolso y abandonaba la oficina. Santiago estaba enfurecido y se preguntaba cómo se atrevió ella a hacerle eso. Prometió que la haría pagar cuando la volviera a ver, deseando que desapareciera de su vida. Cuando finalmente recuperó el aliento, se dio cuenta de que, a pesar del dolor en su p3n3, no había perdido su 3xc¡tación. Sabía que necesitaba tener relaciones con alguien o no se calmaría. --- 🔆 Elizabeth enfrenta su atracción y repulsión hacia Santiago, mientras él lucha contra su propio deseo y rabia. 🌟 Una confrontación intensa en la oficina desata una serie de eventos que cambian sus vidas. Elizabeth, furiosa, enfrenta a Santiago y lo deja herido tanto física como emocionalmente, mientras él intenta recuperar su control y se pregunta por qué no puede sacarla de su mente. ¿Qué pasará cuando el odio y la atracción se mezclen?
Leer másSantiago esperaba impacientemente la llegada de Elizabeth al aeropuerto.«¡Qué lenta es esta mujer!», pensaba Santiago para sí mismo, sintiendo el estómago rugir de hambre.Decide aprovechar el tiempo y se dirige a una tienda cercana para comprar un jugo y unas galletas, esperando calmar su apetito voraz.Al salir de la tienda, ve a una Elizabeth visiblemente angustiada, buscando a su alrededor con expresión preocupada.Parece que, al no encontrarlo, ha perdido las esperanzas y se resigna a sentarse en una banca cercana.Santiago, decidido a sorprenderla, se acerca por detrás, cambiando su voz para hacerle una pequeña broma.— Señorita, ¿le interesaría comprarme una paleta? — le dice a Elizabeth, quien no se da la vuelta para verlo.— Ahora no, joven — responde ella con cierto tono de incomodidad—. No tengo dinero.— Pero tengo mucha hambre, no he comido en todo el día — insiste Santiago, jugando con ella.— Ya le dije que no, no traigo dinero — responde ella, un poco exasperada.— Ent
Hace un año y medio atrás, Santiago arribó a Canadá con un nudo en la garganta tras la emotiva despedida de Eli. Aunque difícil, sentía que alejarse era necesario para abordar los problemas que enfrentaba la empresa en Canadá y su situación. Seis meses después, decidió llamar a Estados Unidos para conocer la situación allí.—Hola, Mil, ¿me podrías enlazar con Eli? —pidió Santiago.—Sí, señor, enseguida —respondió Mil, diligente.La secretaria, Mil, lo conectó con Eli, quien respondió al teléfono con su característica energía.—¿Quién habla? —inquirió Eli al otro lado de la línea.—Soy yo. ¿Qué estás haciendo? —preguntó Santiago con curiosidad.—Aquí terminando unos pendientes. ¿Y tú, jefe? —respondió Eli, mostrando su disposición para charlar.—Solo llamaba para ver cómo está todo por allá —explicó Santiago, preocupado por el rumbo de la empresa.—De maravilla. Acabo de cerrar un proyecto nuevo y hay mucho trabajo en la oficina. Acabo de descubrir que soy buena en esto de reuniones y
Santiago se aferra a Elizabeth con un gesto de desesperación en su rostro.— No me quiero ir!! —pronuncia con pesar.Elizabeth lo mira con ternura, sintiendo la angustia palpable en sus palabras.—Santiago... —susurra, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para consolarlo.—Quiero quedarme aquí contigo siempre —continúa Santiago, con anhelo.El corazón de Elizabeth se acelera ante la declaración, pero sabe que la realidad es más complicada de lo que desearían.—Sabes, yo tampoco quiero que te vayas —confiesa, temblorosa con emociones encontradas. —Santiago, te amo!! —exclama Elizabeth, dejando al descubierto sus sentimientos más profundos.El silencio pesa en la habitación mientras Santiago procesa las palabras de Elizabeth.—Eli, yo... —comienza Santiago, pero es interrumpido por la voz de Elizabeth.—No digas nada, San. Sé que no me recuerdas, sé que necesitas este viaje. Quiero que vuelvas cuando me recuerdes —dice Elizabeth con una mezcla de tristeza y extrema.—¿Quizá nunca
Mientras tanto, en la tranquila oficina de Elizabeth, ella se sumergió en la tarea de reagendar las citas para el día siguiente. El silencio se rompió solo por el suave murmullo de la ciudad que se filtraba por la ventana abierta, creando un ambiente sereno y apacible.Durante la comida, Elizabeth se encontró perdida en sus pensamientos, reflexionando sobre el breve momento en el que sintió que el verdadero Santiago, el hombre por el que se había enamorado, había resurgido ante ella. Recordó su sinceridad, su calidez y su valentía, preguntándose si algún día volvería a ser así.Estaba a punto de levantarse e ir a la oficina de Santiago cuando la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos. Isabel irrumpió en la habitación con un aire de arrogancia y desdén, emanando una energía tensa que llenó el espacio.—Ya me enteré de que tú eres la novia legítima de Santiago — dijo Isabel con voz fría y cortante, su mirada con fija en Elizabeth con intensidad.Elizabeth mantuvo la c
Santiago salió de la oficina, dejando a Elizabeth dormir plácidamente.Se sentía exhausto, a pesar de que apenas eran las 2 de la tarde. Apoyó la cabeza sobre el montón de papeles que cubría su escritorio, intentando dejar todo preparado para su partida al día siguiente.Al abrir uno de los cajones con llave, encontró una foto familiar. En ella, Elizabeth sonreía radiante en un parque, con Santiago a su lado, su brazo rodeando sus hombros.—¿Por qué no puedo recordarte? —se preguntó en voz baja, sintiendo una punzada de frustración.Decidió salir de la oficina en busca de aire fresco, y se encontró con Cristian en el recibidor.—¡Cristian, has vuelto! —saludó Santiago con sorpresa.—Así es, Santiago. ¿Quieres ir a comer? —propuso Cristian.—Tú solo piensas en comida, amigo mío —bromeó Santiago, tratando de ocultar su pesar.—Ya no estás tan de malas, Santiago —observó Cristian, notando el cambio de ánimo de su amigo.—Ya no hables... vámonos —respondió Santiago, decidido a cambiar de a
Santiago se encontraba sumido en un mar de pensamientos confusos mientras la puerta de su oficina volvía a recibir un golpe. La secretaria anunció la presencia de un joven llamado Marcos.—Hazlo pasar —ordenó Santiago, sintiendo un intenso dolor de cabeza que parecía empeorar con cada momento que pasaba.El joven ingresó con cautela y saludó a Santiago, quien le devolvió el saludo con una expresión sombría.—Hola, Santiago —dijo Marcos, buscando una señal de bienvenida.—Hola, Marcos. Por favor, toma asiento —respondió Santiago, invitándolo a sentarse mientras trataba de mantener la compostura a pesar de la tormenta de emociones que lo invadía.—Gracias. ¿Para qué querías verme? —preguntó Marcos, mostrando cierta curiosidad.—Sabes, he escuchado varias veces rumores sobre Isabel y tú... —comenzó Santiago, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar su preocupación.—¿Acaso no lo recuerdas? —interrumpió Marcos, sorprendido por la aparente falta de memoria de Santiago.—P
Elizabeth temblaba ante la simple pregunta de Santiago, preguntándose cómo podía afectarle tanto una simple interacción.«Te amo, Santiago. Realmente te amo» pensó para sí misma, sintiendo un nudo en la garganta por tener que ocultar sus sentimientos. Deseaba desesperadamente que él la besara, pero sabía que debía mantener las apariencias.—¿Eli, estás bien? —preguntó Cristian, notando la angustia en los ojos de Elizabeth.—Sí, Cristian, estoy bien. Santiago me preguntó si me había acostado con él y no supe qué responder. No sé si ser honesta o mentir —confesó Elizabeth, luchando por controlar las emociones que amenazaban con desbordarse.—Ya verás que poco a poco las cosas se irán acomodando. No pierdas la esperanza —le aseguró Cristian, colocando una mano reconfortante en su hombro.—Eres un gran amigo. Volveré a mi oficina —respondió Elizabeth, forzando una sonrisa mientras se alejaba, llevando consigo el peso de sus emociones.Cristian reflexionó sobre la situación mientras se diri
Cristian, con el corazón apretado ante las lágrimas de Elizabeth, la rodeó con sus brazos con ternura, sintiendo el temblor de su cuerpo mientras la sostenía firmemente.—No llores, Eli, estoy aquí contigo —susurró, su voz era suave y reconfortante, mientras acariciaba suavemente su cabello, tratando de calmar su angustia, temiendo que se desmoronara en cualquier momento, especialmente frente a Isabel.—¿Por qué, Cristian? No es para tanto. Solo le pedí que tratara con respeto a su jefe y que no se pasara de confianzuda con mi novio, o le mostraré su lugar —intervino Isabel, con su tono de voz cargado de autoridad.A pesar de la ira que hervía en su interior hacia Isabel, Cristian se aferraba con más fuerza a Elizabeth, como si temiera que si la soltaba, todo se desmoronaría a su alrededor.—Eli... Así que tú eres Elizabeth —comentó Santiago, observando la escena con curiosidad y un dejo de confusión en sus ojos.—Sí, y parece que tu memoria me ha jugado una mala pasada —respondió Eliz
Santiago, con un gesto de desdén, pronunció: —Otra vez esta m*****a comida de hospital, realmente odio estar aquí —arrugando la frente al contemplar el desalentador plato frente a él, carente de cualquier atisbo de apetito.—¿Cómo estás hoy, Santiago? Hoy te darán de alta —dijo Isabel con una sonrisa forzada, tratando de infundir ánimo en la situación.—Sí, amor. Hoy regresamos a Estados Unidos —respondió él, tratando de sonar más convencido de lo que realmente está.—Sí, amor... Oye, me da mucho gusto que estés bien —pronunció Isabel mientras se acercaba y lo besaba, sus labios presionados contra los de él con una frialdad que no pasaba desapercibida para Santiago.«¿Por qué sus besos no me saben bien? Saben amargos», reflexionó Santiago mientras se separaba de ella, con una extraña sensación de vacío en el pecho.—Amigo, ya recogí tu alta, ya puedes irte a cambiar. No me gusta estar viéndote el trasero —dijo Cristian, bromeando como siempre, intentando aligerar el ambiente con su hu