Elizabeth se acerca a él y retira su camisa, dejando su cuerpo expuesto. Su respiración está agitada y se pregunta qué está sucediendo con su razón y emociones.
Observa cómo el rostro de ella se sonroja y su pene comienza a endurecerse. Se pregunta si está poniéndola nerviosa y anhela saber qué está pasando por su mente. De repente, ella se acerca y lo abraza por los hombros mientras le reclama furiosa. —Maldito, eres un promiscuo que cree que puede tener a cuantas mujeres quiera. Sabes qué, pudrete junto con tu maldito puesto. No me interesa acostarme con alguien tan superficial como tú. Deberías revisarte, tal vez tengas alguna enfermedad ya que eres capaz de abrirte de piernas con una desconocida,—ella dice y le da un golpe en su pene con la rodilla. Porque ya está erecto y endurecido, el golpe es muy doloroso. Se inclina, llevando su mano hacia su miembro mientras ella toma su ropa y su bolso y abandona la oficina. El hombre está enfurecido y se pregunta cómo se atrevió ella a hacerle eso. Promete que la hará pagar cuando la vuelva a ver, deseando que desaparezca de su vida. Cuando finalmente recupera el aliento, se da cuenta de que, a pesar del dolor en su pene, no ha perdido su excitación. Sabe que necesita tener relaciones sexuales con alguien o no se calmará. Traga saliva y grita a Mil, su secretaria, molesto. Pero en el fondo, se pregunta si en realidad está enojado o si esto es lo que realmente quiere. Mil entra a la oficina, tartamudeando y mirando hacia el pene del hombre, que ahora está aún más erecto y desarrollado. A pesar de haber sido rechazada por él, sigue sintiendo atracción hacia él. A pesar de ser una desconocida, él no puede olvidar esa sensación cuando la besó. El hombre le ordena ponerse de rodillas y ella intenta besarle, pero él la detiene y le ordena hacer otra cosa. Odiando que le besen después de lo sucedido con otra mujer, él la utiliza para su propia satisfacción. Aunque Mil solía ser buena en el sexo oral, él la encuentra aburrida ahora y sólo la usa en caso de emergencia. A ella no le importa, ya que su prometido la dejó y se fue con su hermanita, por lo que ambos se están utilizando mutuamente. Llega el momento de ver hasta qué punto puede resistir, Mil empieza a jugar con su miembro y él, cansado de los juegos, la introduce bruscamente en su boca. Toma su cabello y comienza a mover su cabeza rápidamente, sin importarle que ella parezca estar asfixiándose. Después de un rato, la levanta y la coloca de espaldas en su escritorio. Le baja la falda y las bragas y mete sus dedos en la intimidad de ella, sintiendo lo mojada que está y eso hace que su miembro se vuelva más duro y grueso. La inclina sobre su escritorio y la penetra por detrás mientras sigue acariciando su vagina hasta llegar a su punto G. Ella llega al clímax mientras él la embiste con fuerza. Después de terminar, él le dice a Mil que se cambie y se vaya de su oficina, pues ya le ha quitado las ganas. Aunque tuvo que pensar en Elizabeth para llegar al orgasmo. Santiago se lamenta de que las mujeres siempre lo busquen por su dinero y estatus, revelando que todas ellas son interesadas y terminan traicionándolo, incluso su ex novia Isabel. Recordarla le hace odiar su existencia y se pregunta cómo pudo enamorarse de ella. Siente que esta mujer ya no lo satisface y piensa en cambiar de secretaria, ya que todo esto se ha vuelto aburrido para él. Al principio disfrutaba teniendo relaciones sexuales con su secretaria, pero ahora la encuentra aburrida y ancha. De repente, en su mente aparece Elizabeth, esa mujer que le causó problemas. Ella le debe un coche y dañó su ropa de diseñador. Pone su mano en sus labios al recordar su beso y toma la ropa de emergencia que guarda en su armario. De repente, alguien llama a la puerta de su oficina y él le permite entrar. Mil le informa que su padre ha llegado y él se sienta en su escritorio preparado para enfrentar la próxima tragedia que traerá consigo.Elizabeth estaba harta de aquel hombre engreído que creía que su dinero le daba derecho a tener a todas las mujeres a su disposición. Pero lo que ocurrió ese día fue algo que ni ella misma podía creer. Ansiaba llegar a casa para contarle a su amiga Cristen lo sucedido. Al llegar a casa, Elizabeth encontró a Cristen esperándola con curiosidad. El apartamento estaba decorado con tonos cálidos y acogedores, con un aroma a velas perfumadas que llenaba el aire. Cristen estaba sentada en el sofá, su lugar favorito para disfrutar de largas conversaciones entre amigas.—¡Hey, Elizabeth! ¡Qué emoción verte, ¿cómo te fue en tu entrevista?Elizabeth, con cierta aprehensión, respondió:—Tuve un incidente en el camino. Choque con un hombre desagradable y para colmo, tú auto fue llevado por la grúa.La expresión en el rostro de Cristen pasó de la curiosidad a la ira.—¡No me digas! ¿Qué pasó exactamente?Sorprendida por esta reacción, Elizabeth se disculpó y le prometió hacer lo que ella quisiera, p
Santiago estaba decidido a encontrar una solución junto a su padre. —Muy bien, padre, algo se nos ocurrirá —respondió con determinación. Su padre, por otro lado, le informó sobre una reunión importante que su tío tendría al día siguiente con una mujer que era conocida de la familia, pero que había nacido fuera del matrimonio, en el hotel Klimt. Sugirió que Santiago fuera a conocer a su prima en ese momento. —Muy bien, padre, será un buen momento para conocer a esa...bastarda —respondió Santiago, confiado pero con cierta reserva en su voz.Mientras tanto, Cristen intentaba consolar a su amiga Elizabeth, quien se veía sumida en la tristeza. —Elizabeth, ¿por qué tienes esa cara tan larga? Ya te dije que te perdono. No te preocupes, amiga mía, encontraremos la forma de salir adelante —expresó Cristen con ternura, tratando de levantarle el ánimo. Elizabeth, disculpándose, explicó que se sentía abrumada por las dificultades que había estado enfrentando en el día. Entonces, Cristen le
Santiago contestó la llamada que le hizo su padre, informándole que la cita de su tío con su hija se había cancelado. Él sonrió, pero no pudo evitar pensar que había mandado a alguien a seguir a su tío, no podía fiarse de su padre. Desde lejos, escuchó a su tío hablar por teléfono sobre una cita con una chica a las 5 de la tarde en el mismo hotel. Decidió acercarse para saludar y ver qué más podía averiguar.Las horas pasaron y en el restaurante del hotel se encontraban Dominic y Elizabeth, quien acababa de llegar. Ella se disculpó por llegar tarde y se presentó como Elizabeth. Dominic se levantó, ofreciéndole su mano y respondió: —Mucho gusto, Elizabeth. Yo soy Dominic. Cristen me había comentado sobre ti y quiso que te ayudara en tu búsqueda de empleo.Elizabeth agradeció la honestidad de Dominic y le comentó: —He tenido un mal día buscando trabajo. La mayoría de las oportunidades requieren una maestría y parece que eso me limita. Dominic asintió comprensivamente y dijo: —Entien
Al día siguiente, Elizabeth se despertó con pereza, sintiendo como si cada músculo de su cuerpo estuviera pegado a la cama. Sabía que tendría que enfrentar su primer día laboral en la prestigiosa empresa junto a su compañero de trabajo y jefe, Santiago, a quien había apodado de forma afectuosa como su «prostitirugolfo» favorito. Cristen, notó su actitud desanimada e intentó motivarla. —¡Ánimo, Elizabeth! Sé que no estás entusiasmada por ir a trabajar hoy, pero no puedes llegar tarde. Piensa en las oportunidades que te brinda esta empresa, en el crecimiento profesional y en las personas que has conocido.Elizabeth suspiró con indignación. —Sí, lo sé, es solo que... preferiría que la tierra me tragase en este momento. Me siento atrapada, como si estuviera en un juego donde solo hay reglas y expectativas.Decidida a enfrentar el día, Elizabeth se levantó de la cama y se dirigió directamente hacia su armario, pero se dio cuenta de que no tenía nada adecuado para la empresa. —¿Por qué
—No puedo creer lo hermosa que es mi oficina —pronunció en voz alta Elizabeth mientras echaba un vistazo alrededor. Su oficina contaba con un enorme ventanal que ofrecía una vista increíble, a pesar de que desde el piso 24 no se podía ver la calle en sí. Logró divisar el mar a lo lejos y se quedó parada un momento, admirando el encantador paisaje. Estaba empezando a enamorarse de su nueva oficina. Al lado se encontraba la oficina de su jefe Santiago, como si compartieran el espacio, pero estuvieran separados por una puerta. Estaba tan absorta mirando por la ventana que no se dio cuenta cuando la puerta de su oficina se abrió.Mientras tanto, Santiago pensaba: «¿Dónde habré dejado mi libreta de citas? Tal vez la dejé en la oficina de esta mujer. Iré a ver si está allí», mientras buscaba frenéticamente entre las cosas de su escritorio.Se dirigió hacia la puerta que dividía su oficina de la de ella y vio que ella estaba de espaldas frente al ventanal. Realmente, ese vestido le quedab
Elizabeth esperaba impacientemente a que Santiago bajara del edificio. Su reloj marcaba varios minutos desde que ella descendió al estacionamiento y la impaciencia comenzaba a consumirla. Finalmente, él apareció en la entrada principal y se acercó con una sonrisa burlona en los labios. —¿Me extrañaste mucho, Elizabeth? —bromeó Santiago, provocando una mueca de desdén en su rostro.El retraso de Santiago se debía a que antes de bajar con ella había pasado a lavarse la boca. —¡Ni en tus sueños! —respondió ella rotundamente, dejando en claro que había pasado el tiempo sin pensar en él.Santiago, sin embargo, no se dio por vencido y se apresuró a abrirle la puerta del copiloto. —Mis modales siempre intactos, ¿no crees? —dijo con un tono de autosuficiencia mientras se acomodaba en su asiento.Rodeó el auto elegantemente y abrió la puerta del conductor. Una vez dentro, Santiago lanzó una pregunta intrigante a Elizabeth.—¿Te gustan las emociones fuertes? —confundida, ella respondió. —¿A
El día en el calendario apuntaba que era lunes. Santiago se levanta temprano y realiza sus ejercicios matutinos. Sale a correr y, al regresar, se dirige a bañar, siempre toma un licuado verde para desayunar después de su rutina de ejercicio. A medida que camina por su amplio departamento en el último piso de un lujoso pen hause, siente que algo le falta. La soledad invade el ambiente y eso le incomoda.Después de un rato, Santiago toma su celular y revisa sus correos. Su mirada se dirige inmediatamente a uno que le ha enviado Elizabeth, con el asunto: «Hola jefe, buenos días. Te envío este mensaje para avisarte que no podré asistir al trabajo debido a un asunto familiar. Atentamente, Elizabeth.»Santiago, parecía molesto ya que ella no asistiría a molestar y por alguna razón si cercanía parecía comenzar a agradarle. «Hola, ¿cómo estás? Cuéntame qué sucede, o de lo contrario, no te daré permiso. Atentamente, tu enfadado jefe.»Elizabeth no se d
Santiago se encontraba conduciendo hacia la ubicación que Elizabeth le había enviado por mensaje de texto. Había logrado llegar antes y estacionó su auto frente al lugar acordado. Mientras esperaba pacientemente, pudo ver a Elizabeth acercándose con un conjunto deportivo que resaltaba su belleza. Parecía estar nerviosa, pero también decidida.—¡Hola, Santiago! —saludó Elizabeth, con una sonrisa tensa en su rostro—. Gracias por venir.—Hola, Elizabeth —respondió Santiago, devolviéndole la sonrisa—. ¿Puedo saber qué te trae por aquí?Elizabeth suspiró antes de responder.—Necesito que finjas ser mi novio —dijo en voz baja—. Mi padre es muy controlador, y no me permite tener una vida como quiero. Creo que si ve que estoy en una relación, tal vez afloje un poco.Santiago frunció el ceño, sorprendido por la petición. Sabía que no era algo común, pero también entendía lo importante que era la libertad para Elizabeth.—Está bien, lo haré —afirmó, asintiendo con la cabeza—. Haremos esto juntos