—¿Tú qué demonios haces aquí? ¿Acaso has venido a pagarme? —pregunta el rey de los idiotas, con una expresión de desdén en su rostro.
Ella oculta su cara de vergüenza al verse de rodillas frente a él, recordando que dijo que nunca se arrodillaría. —No... ¿tú qué haces aquí? —responde con voz temblorosa. —Yo trabajo aquí. Aunque te arrodilles, jamás te perdonaré si no me pagas —dice burlándose de ella, luciendo una sonrisa de satisfacción en su rostro. —¡Ya quisieras! Vine a una entrevista de trabajo —responde, poniéndose de pie y tomando asiento con determinación. ★ Entrevista ★. Santiago toma asiento en frente de su imponente escritorio. La habitación refleja el poder y la ostentación, con detalles lujosos y una decoración que denota su estatus. —¿Edad? —dispara su primera pregunta, con un tono autoritario. —Tengo 23 años —responde ella con sinceridad, tratando de mantener la calma aunque su voz se quiebra ligeramente. «Quién lo diría, esta mujer que me saca de mis casillas es una polilla, esto se pondrá interesante» piensa Santiago, mezclando sorpresa y curiosidad. —¿Cuál es tu nivel educativo? —continúa indagando, mientras sus ojos recorren la figura de ella con cierto desprecio. —Cuento con estudios universitarios en administración de empresas y mercadotecnia —responde con firmeza, tratando de ganarse su respeto. —¿Has obtenido algún certificado de tu maestría? —interrogante con un dejo de sarcasmo en su voz. —No, todavía no he terminado con los estudios básicos. Sigo estudiando mi licenciatura —responde, notando una media sonrisa en el rostro de Santiago. Se pregunta qué es tan gracioso para él. —Así que, según veo, no tienes mucha disponibilidad en tus tiempos y tus estudios no son tan destacados —comenta, condescendiente. —No lo diría de esa manera. Primero, estudio los fines de semana y me ha costado mucho esfuerzo —responde, sintiendo que no le gusta que menosprecie su dedicación. Pero sabe que no puede contarle sobre su situación personal, sobre cómo la muerte de su madre y la adicción de su padre han complicado su vida. A pesar de vivir con su amiga Cristen, ella todavía siente la responsabilidad de ayudar a sus hermanos. Todo esto ha sido increíblemente duro para ella, pero sabe que él nunca lo entendería. —Siguiente pregunta... —hace una pausa—. ¿Qué estarías dispuesta a hacer por el puesto? Había escuchado muchas propuestas indecentes ese día, y ahora quería saber qué ofrecía ella. Esperaba algo convincente, ya que no era precisamente bonita. Ella frunció el ceño, confundida y sorprendida. No entendía a qué se refería con «propuestas indecentes». Sin embargo, sus palabras revelaban una actitud ofensiva y despectiva por parte de aquel hombre. —¿De qué rayos hablas? ¿Propuestas indecentes? —Su voz denotaba indignación. Recordó las historias que había escuchado de hombres que creían que podían obtener favores sexuales a cambio de un trabajo, pero ella se negaba a cruzar esa línea. —Si tu carrera universitaria es mediocre y no tienes experiencia laboral, ¿por qué debería contratarte? Su tono era condescendiente, dejando claro que no le veía ningún mérito. Ella respiró hondo, tratando de mantener la compostura en medio de la tensión creciente. Sabía que debía responder de manera asertiva para defenderse. —Deberías ir al grano. —Respondió con cierta firmeza, pero procurando no perder la calma. —Si es lo que quieres, demuéstrame por qué debería contratarte. No creo que los «encantos» físicos sean la única manera de convencer a alguien. Él soltó una risa burlona, complacido con el desafío que ella le presentaba. —Eres un verdadero patán prostipirugolfo —dijo ella, disgustada y decepcionada por su comportamiento. Se levantó de su asiento, decidida a abandonar la habitación. —¿Ya te vas? ¿No vas a intentar convencerme de que te dé el puesto? —La tomó bruscamente del brazo, impidiendo su escape. Los rostros quedaron a escasos centímetros de distancia, y la tensión entre ellos se intensificó. Ella forcejeó, tratando de liberarse, pero su determinación no menguaba. En un arranque de ira, él la besó a la fuerza, mientras su mano se dirigía hacia su pecho. Ella reaccionó con furia y comenzó a golpearlo, logrando alejarse finalmente. —¡¿Qué te pasa, reverendo idiota?! Debería matarte. Su voz reflejaba su enojo contenido y la incredulidad ante la misoginia desplegada por aquel individuo. —¿Qué te sucede, eh? Nadie te había besado ni tocado antes, ahora eres la virgen. Deberías agradecer que te toque, apuesto a que no cualquiera se acercaría a una mujer tan poco atractiva como tú. Las palabras hirientes resonaron en el aire, provocando un silencio incómodo. Ella tomó una respiración profunda para calmarse, sintiendo el fuego de la ira arder dentro de ella. —Así que eso es lo que quieres... Bueno, tengamos sexo. Su tono fue sarcástico y desafiante. Quería demostrar que no se dejaría subyugar por sus comentarios ofensivos. Él sonrió satisfecho, creyendo que había conseguido hacerla ceder a sus demandas degradantes. Se acercó a ella y la tomó entre sus brazos, buscando su sumisión. —Si vas a tener relaciones conmigo, deberías quitarte la ropa primero para poder inspirarme y ver qué tan grande tienes... ya sabes. Su voz era cargada de lascivia, revelando sus verdaderas intenciones. Él, decidido a desafiarlo hasta el final, aceptó su desafío con determinación en los ojos. —Muy bien, si eso quieres, te diré que la tengo muy grande y gruesa. Cuando te penetre, te haré llorar de placer. Sin titubear, él desabrochó su pantalón y su bóxer, y los depositó sobre el escritorio. Observó rápidamente la reacción de ella, notando su incomodidad y consternación. La habitación quedó sumida en una tensión palpable, mientras ella sopesaba sus opciones y decidía qué hacer a continuación.Elizabeth se acerca a él y retira su camisa, dejando su cuerpo expuesto. Su respiración está agitada y se pregunta qué está sucediendo con su razón y emociones. Observa cómo el rostro de ella se sonroja y su pene comienza a endurecerse. Se pregunta si está poniéndola nerviosa y anhela saber qué está pasando por su mente. De repente, ella se acerca y lo abraza por los hombros mientras le reclama furiosa. —Maldito, eres un promiscuo que cree que puede tener a cuantas mujeres quiera. Sabes qué, pudrete junto con tu maldito puesto. No me interesa acostarme con alguien tan superficial como tú. Deberías revisarte, tal vez tengas alguna enfermedad ya que eres capaz de abrirte de piernas con una desconocida,—ella dice y le da un golpe en su pene con la rodilla. Porque ya está erecto y endurecido, el golpe es muy doloroso. Se inclina, llevando su mano hacia su miembro mientras ella toma su ropa y su bolso y abandona la oficina. El hombre está enfurecido y se pregunta cómo se atre
Elizabeth estaba harta de aquel hombre engreído que creía que su dinero le daba derecho a tener a todas las mujeres a su disposición. Pero lo que ocurrió ese día fue algo que ni ella misma podía creer. Ansiaba llegar a casa para contarle a su amiga Cristen lo sucedido. Al llegar a casa, Elizabeth encontró a Cristen esperándola con curiosidad. El apartamento estaba decorado con tonos cálidos y acogedores, con un aroma a velas perfumadas que llenaba el aire. Cristen estaba sentada en el sofá, su lugar favorito para disfrutar de largas conversaciones entre amigas.—¡Hey, Elizabeth! ¡Qué emoción verte, ¿cómo te fue en tu entrevista?Elizabeth, con cierta aprehensión, respondió:—Tuve un incidente en el camino. Choque con un hombre desagradable y para colmo, tú auto fue llevado por la grúa.La expresión en el rostro de Cristen pasó de la curiosidad a la ira.—¡No me digas! ¿Qué pasó exactamente?Sorprendida por esta reacción, Elizabeth se disculpó y le prometió hacer lo que ella quisiera, p
Santiago estaba decidido a encontrar una solución junto a su padre. —Muy bien, padre, algo se nos ocurrirá —respondió con determinación. Su padre, por otro lado, le informó sobre una reunión importante que su tío tendría al día siguiente con una mujer que era conocida de la familia, pero que había nacido fuera del matrimonio, en el hotel Klimt. Sugirió que Santiago fuera a conocer a su prima en ese momento. —Muy bien, padre, será un buen momento para conocer a esa...bastarda —respondió Santiago, confiado pero con cierta reserva en su voz.Mientras tanto, Cristen intentaba consolar a su amiga Elizabeth, quien se veía sumida en la tristeza. —Elizabeth, ¿por qué tienes esa cara tan larga? Ya te dije que te perdono. No te preocupes, amiga mía, encontraremos la forma de salir adelante —expresó Cristen con ternura, tratando de levantarle el ánimo. Elizabeth, disculpándose, explicó que se sentía abrumada por las dificultades que había estado enfrentando en el día. Entonces, Cristen le
Santiago contestó la llamada que le hizo su padre, informándole que la cita de su tío con su hija se había cancelado. Él sonrió, pero no pudo evitar pensar que había mandado a alguien a seguir a su tío, no podía fiarse de su padre. Desde lejos, escuchó a su tío hablar por teléfono sobre una cita con una chica a las 5 de la tarde en el mismo hotel. Decidió acercarse para saludar y ver qué más podía averiguar.Las horas pasaron y en el restaurante del hotel se encontraban Dominic y Elizabeth, quien acababa de llegar. Ella se disculpó por llegar tarde y se presentó como Elizabeth. Dominic se levantó, ofreciéndole su mano y respondió: —Mucho gusto, Elizabeth. Yo soy Dominic. Cristen me había comentado sobre ti y quiso que te ayudara en tu búsqueda de empleo.Elizabeth agradeció la honestidad de Dominic y le comentó: —He tenido un mal día buscando trabajo. La mayoría de las oportunidades requieren una maestría y parece que eso me limita. Dominic asintió comprensivamente y dijo: —Entien
Al día siguiente, Elizabeth se despertó con pereza, sintiendo como si cada músculo de su cuerpo estuviera pegado a la cama. Sabía que tendría que enfrentar su primer día laboral en la prestigiosa empresa junto a su compañero de trabajo y jefe, Santiago, a quien había apodado de forma afectuosa como su «prostitirugolfo» favorito. Cristen, notó su actitud desanimada e intentó motivarla. —¡Ánimo, Elizabeth! Sé que no estás entusiasmada por ir a trabajar hoy, pero no puedes llegar tarde. Piensa en las oportunidades que te brinda esta empresa, en el crecimiento profesional y en las personas que has conocido.Elizabeth suspiró con indignación. —Sí, lo sé, es solo que... preferiría que la tierra me tragase en este momento. Me siento atrapada, como si estuviera en un juego donde solo hay reglas y expectativas.Decidida a enfrentar el día, Elizabeth se levantó de la cama y se dirigió directamente hacia su armario, pero se dio cuenta de que no tenía nada adecuado para la empresa. —¿Por qué
—No puedo creer lo hermosa que es mi oficina —pronunció en voz alta Elizabeth mientras echaba un vistazo alrededor. Su oficina contaba con un enorme ventanal que ofrecía una vista increíble, a pesar de que desde el piso 24 no se podía ver la calle en sí. Logró divisar el mar a lo lejos y se quedó parada un momento, admirando el encantador paisaje. Estaba empezando a enamorarse de su nueva oficina. Al lado se encontraba la oficina de su jefe Santiago, como si compartieran el espacio, pero estuvieran separados por una puerta. Estaba tan absorta mirando por la ventana que no se dio cuenta cuando la puerta de su oficina se abrió.Mientras tanto, Santiago pensaba: «¿Dónde habré dejado mi libreta de citas? Tal vez la dejé en la oficina de esta mujer. Iré a ver si está allí», mientras buscaba frenéticamente entre las cosas de su escritorio.Se dirigió hacia la puerta que dividía su oficina de la de ella y vio que ella estaba de espaldas frente al ventanal. Realmente, ese vestido le quedab
Elizabeth esperaba impacientemente a que Santiago bajara del edificio. Su reloj marcaba varios minutos desde que ella descendió al estacionamiento y la impaciencia comenzaba a consumirla. Finalmente, él apareció en la entrada principal y se acercó con una sonrisa burlona en los labios. —¿Me extrañaste mucho, Elizabeth? —bromeó Santiago, provocando una mueca de desdén en su rostro.El retraso de Santiago se debía a que antes de bajar con ella había pasado a lavarse la boca. —¡Ni en tus sueños! —respondió ella rotundamente, dejando en claro que había pasado el tiempo sin pensar en él.Santiago, sin embargo, no se dio por vencido y se apresuró a abrirle la puerta del copiloto. —Mis modales siempre intactos, ¿no crees? —dijo con un tono de autosuficiencia mientras se acomodaba en su asiento.Rodeó el auto elegantemente y abrió la puerta del conductor. Una vez dentro, Santiago lanzó una pregunta intrigante a Elizabeth.—¿Te gustan las emociones fuertes? —confundida, ella respondió. —¿A
El día en el calendario apuntaba que era lunes. Santiago se levanta temprano y realiza sus ejercicios matutinos. Sale a correr y, al regresar, se dirige a bañar, siempre toma un licuado verde para desayunar después de su rutina de ejercicio. A medida que camina por su amplio departamento en el último piso de un lujoso pen hause, siente que algo le falta. La soledad invade el ambiente y eso le incomoda.Después de un rato, Santiago toma su celular y revisa sus correos. Su mirada se dirige inmediatamente a uno que le ha enviado Elizabeth, con el asunto: «Hola jefe, buenos días. Te envío este mensaje para avisarte que no podré asistir al trabajo debido a un asunto familiar. Atentamente, Elizabeth.»Santiago, parecía molesto ya que ella no asistiría a molestar y por alguna razón si cercanía parecía comenzar a agradarle. «Hola, ¿cómo estás? Cuéntame qué sucede, o de lo contrario, no te daré permiso. Atentamente, tu enfadado jefe.»Elizabeth no se d