Al día siguiente, Elizabeth se despertó con pereza, sintiendo como si cada músculo de su cuerpo estuviera pegado a la cama. Sabía que tendría que enfrentar su primer día laboral en la prestigiosa empresa junto a su compañero de trabajo y jefe, Santiago, a quien había apodado de forma afectuosa como su «prostitirugolfo» favorito. Cristen, notó su actitud desanimada e intentó motivarla. —¡Ánimo, Elizabeth! Sé que no estás entusiasmada por ir a trabajar hoy, pero no puedes llegar tarde. Piensa en las oportunidades que te brinda esta empresa, en el crecimiento profesional y en las personas que has conocido.Elizabeth suspiró con indignación. —Sí, lo sé, es solo que... preferiría que la tierra me tragase en este momento. Me siento atrapada, como si estuviera en un juego donde solo hay reglas y expectativas.Decidida a enfrentar el día, Elizabeth se levantó de la cama y se dirigió directamente hacia su armario, pero se dio cuenta de que no tenía nada adecuado para la empresa. —¿Por qué
—No puedo creer lo hermosa que es mi oficina —pronunció en voz alta Elizabeth mientras echaba un vistazo alrededor. Su oficina contaba con un enorme ventanal que ofrecía una vista increíble, a pesar de que desde el piso 24 no se podía ver la calle en sí. Logró divisar el mar a lo lejos y se quedó parada un momento, admirando el encantador paisaje. Estaba empezando a enamorarse de su nueva oficina. Al lado se encontraba la oficina de su jefe Santiago, como si compartieran el espacio, pero estuvieran separados por una puerta. Estaba tan absorta mirando por la ventana que no se dio cuenta cuando la puerta de su oficina se abrió.Mientras tanto, Santiago pensaba: «¿Dónde habré dejado mi libreta de citas? Tal vez la dejé en la oficina de esta mujer. Iré a ver si está allí», mientras buscaba frenéticamente entre las cosas de su escritorio.Se dirigió hacia la puerta que dividía su oficina de la de ella y vio que ella estaba de espaldas frente al ventanal. Realmente, ese vestido le quedab
Elizabeth esperaba impacientemente a que Santiago bajara del edificio. Su reloj marcaba varios minutos desde que ella descendió al estacionamiento y la impaciencia comenzaba a consumirla. Finalmente, él apareció en la entrada principal y se acercó con una sonrisa burlona en los labios. —¿Me extrañaste mucho, Elizabeth? —bromeó Santiago, provocando una mueca de desdén en su rostro.El retraso de Santiago se debía a que antes de bajar con ella había pasado a lavarse la boca. —¡Ni en tus sueños! —respondió ella rotundamente, dejando en claro que había pasado el tiempo sin pensar en él.Santiago, sin embargo, no se dio por vencido y se apresuró a abrirle la puerta del copiloto. —Mis modales siempre intactos, ¿no crees? —dijo con un tono de autosuficiencia mientras se acomodaba en su asiento.Rodeó el auto elegantemente y abrió la puerta del conductor. Una vez dentro, Santiago lanzó una pregunta intrigante a Elizabeth.—¿Te gustan las emociones fuertes? —confundida, ella respondió. —¿A
El día en el calendario apuntaba que era lunes. Santiago se levanta temprano y realiza sus ejercicios matutinos. Sale a correr y, al regresar, se dirige a bañar, siempre toma un licuado verde para desayunar después de su rutina de ejercicio. A medida que camina por su amplio departamento en el último piso de un lujoso pen hause, siente que algo le falta. La soledad invade el ambiente y eso le incomoda.Después de un rato, Santiago toma su celular y revisa sus correos. Su mirada se dirige inmediatamente a uno que le ha enviado Elizabeth, con el asunto: «Hola jefe, buenos días. Te envío este mensaje para avisarte que no podré asistir al trabajo debido a un asunto familiar. Atentamente, Elizabeth.»Santiago, parecía molesto ya que ella no asistiría a molestar y por alguna razón si cercanía parecía comenzar a agradarle. «Hola, ¿cómo estás? Cuéntame qué sucede, o de lo contrario, no te daré permiso. Atentamente, tu enfadado jefe.»Elizabeth no se d
Santiago se encontraba conduciendo hacia la ubicación que Elizabeth le había enviado por mensaje de texto. Había logrado llegar antes y estacionó su auto frente al lugar acordado. Mientras esperaba pacientemente, pudo ver a Elizabeth acercándose con un conjunto deportivo que resaltaba su belleza. Parecía estar nerviosa, pero también decidida.—¡Hola, Santiago! —saludó Elizabeth, con una sonrisa tensa en su rostro—. Gracias por venir.—Hola, Elizabeth —respondió Santiago, devolviéndole la sonrisa—. ¿Puedo saber qué te trae por aquí?Elizabeth suspiró antes de responder.—Necesito que finjas ser mi novio —dijo en voz baja—. Mi padre es muy controlador, y no me permite tener una vida como quiero. Creo que si ve que estoy en una relación, tal vez afloje un poco.Santiago frunció el ceño, sorprendido por la petición. Sabía que no era algo común, pero también entendía lo importante que era la libertad para Elizabeth.—Está bien, lo haré —afirmó, asintiendo con la cabeza—. Haremos esto juntos
Santiago caminó lentamente hacia el departamento de Elizabeth, inmerso en sus pensamientos. Al entrar, el ambiente cálido y acogedor de la sala lo invitó a sentarse en el cómodo sofá de cuero. Sus ojos se posaron en una fotografía enmarcada que descansaba sobre la mesita de café. En ella, Elizabeth sonreía radiante junto a su hermano Juanito. La imagen transmitía una conexión especial entre ellos, reflejando la complicidad y el cariño que se tenían.Mientras Santiago admiraba la foto, Elizabeth, con su típico rubor en las mejillas, se sentó a su lado en el sofá. Tomó un momento para disfrutar la tranquilidad del momento antes de comenzar a hablar.—Juanito y yo siempre hemos sido muy unidos. Somos como uña y carne, siempre juntos en las buenas y en las malas —dijo Elizabeth, mirando con nostalgia la imagen frente a ellos—. Pero nuestra historia familiar no ha sido fácil. Nuestra madre nos abandonó hace cinco años y no hemos sabido nada de ella desde entonces. Mi padre se refugió en la
—Deberían irse a un hotel —dice Cristen con tono divertido y sorprendido, mirando a Santiago y a Elizabeth, quienes se separan rápidamente de su apasionado beso, exaltados al escuchar la voz de Kristen. Santiago se levanta y se sienta a su lado, ayudándola a tomar asiento.—Amiga, no es lo que crees —responde Elizabeth, visiblemente nerviosa.—Bueno, no te pongas nerviosa... Hola, me llamo Kristen, ¿y tú? —pregunta Cristen a Santiago, tratando de mantener la compostura.—Hola, soy Santiago —responde él, intentando disimular su incomodidad ante la presencia de Kristen.—¿Santiago? Espera, Elizabeth, él es tu jefe arrogante y mujeriego —comenta Cristen sorprendida y al mismo tiempo hace sentir a Elizabeth apenada.—El mismo... Así que hablas de mí. Dime, ¿qué hablas de mí a mis espaldas? —pregunta Santiago, con curiosidad y desafío hacia Elizabeth.—Ya basta, y tú, ya vete —interrumpe Elizabeth, corriendo a Santiago del departamento.—¿Ahora me corres, novia mía? —pregunta Santiago con i
Santiago se levanta temprano como de costumbre, realiza su ejercicio matutino, se baña y se dirige a la oficina. Al entrar, es recibido por un coro de —Buenos días, señor Santiago— por parte de las secretarias. Responde con un saludo amistoso y se adentra en su oficina, observando el bullicio de las personas que trabajan en sus cubículos.Revisa su celular y ve que son las 7:50. Le sorprende que Elizabeth no haya llegado aún. Decide enviarle un mensaje de texto. —Novia falsa, espero que no te hayas pegado a las cobijas o que tu sueño conmigo haya sido tan emocionante que no quieras levantarte. Pd. ¡Date prisa! No pasa mucho tiempo y ella le contesta. —Lo siento, ya voy en camino. Es que hay mucho tráfico y no avanzaba muy rápido... Sí, soñé contigo, pero no fue nada agradable... Pd. Ya voy, no seas ogro.Santiago sonríe divertido al leer su respuesta.—Ok, la próxima vez iré a buscarte. Me encanta molestarte... Dime, ¿qué soñaste? Pd. Apúrate, que me estoy aburriendo.Mientras esp