Santiago se levanta temprano como de costumbre, realiza su ejercicio matutino, se baña y se dirige a la oficina. Al entrar, es recibido por un coro de —Buenos días, señor Santiago— por parte de las secretarias. Responde con un saludo amistoso y se adentra en su oficina, observando el bullicio de las personas que trabajan en sus cubículos.Revisa su celular y ve que son las 7:50. Le sorprende que Elizabeth no haya llegado aún. Decide enviarle un mensaje de texto. —Novia falsa, espero que no te hayas pegado a las cobijas o que tu sueño conmigo haya sido tan emocionante que no quieras levantarte. Pd. ¡Date prisa! No pasa mucho tiempo y ella le contesta. —Lo siento, ya voy en camino. Es que hay mucho tráfico y no avanzaba muy rápido... Sí, soñé contigo, pero no fue nada agradable... Pd. Ya voy, no seas ogro.Santiago sonríe divertido al leer su respuesta.—Ok, la próxima vez iré a buscarte. Me encanta molestarte... Dime, ¿qué soñaste? Pd. Apúrate, que me estoy aburriendo.Mientras esp
Elizabeth sabía que Santiago estaba interesado en ella. Aunque él siempre se mostraba como un mujeriego sin compromiso, ella podía ver más allá de esa fachada. Santiago, consciente de su reputación como un casanova, decidió confesarle sus sentimientos a Elizabeth. Ella lo miró con curiosidad, intrigada por ver si realmente él podría cambiar y tener una relación comprometida. —¿No lo sabes? —preguntó Santiago.—Santiago, la verdad es que tú me gustas. Por lo que he conocido de ti, nunca tomas a ninguna mujer en serio —dijo Elizabeth con calma y nerviosismo en su voz.Santiago se acercó lentamente a ella, rodeándola con ternura. —Ely, sé que no soy la mejor persona. Soy un patán, como tú sueles llamarme. Un prostipirugolfo —dijo Santiago con un poco de autodesprecio y diversión —pero creo que también te gusto y me estás volviendo loco. Quiero que seas mi novia de verdad. Sólo dame una oportunidad. Elizabeth, sintiendo una mezcla de emoción y miedo, buscó la mirada de Santiago. —Pro
Santiago tocó suavemente a la puerta de la elegante oficina de Elizabeth, esperando una respuesta. El lugar estaba decorado con muebles de madera oscura y paredes adornadas con obras de arte moderno. Sin embargo, no obtuvo ninguna respuesta. Decidió abrir la puerta con cuidado y encontró a Elizabeth, con la cabeza recostada en el escritorio de cristal, profundamente dormida. Su cabello castaño claro caía suelto sobre su rostro sereno. Con delicadeza, Santiago levantó a Elizabeth en sus fuertes brazos y la llevó al sofá que se encontraba en un rincón acogedor de la oficina. La acostó suavemente y la tapó con su saco para asegurarse de que estuviera cómoda. Luego, se acercó al escritorio de Elizabeth, donde se encontraban diversos documentos y apuntes sobre su trabajo, tomó la hoja de pendientes y apagó la luz antes de abandonar la oficina.Mientras tanto, en la luminosa sala de juntas, la secretaria Mil se acercó rápidamente a Santiago, con su cabello castaño oscuro recogido en un el
—¡Elizabeth , despierta! —le dice Santiago, tocándole el hombro. Ella abre los ojos lentamente, sorprendida por su repentina interrupción.—¿Me dejaste dormir? ¿Por qué? Tengo tantos pendientes por hacer —pregunta confundida, tratando de comprender la situación.—¿Acaso no dormiste bien anoche, Elizabeth ? —inquiere Santiago, buscando alguna señal de insomnio en su mirada.—Me quedé pensando, por eso no pude conciliar el sueño. Mi mente daba vueltas y no lograba encontrar la tranquilidad necesaria — ella confiesa con un suspiro.Santiago responde con un tono irónico.—¿Acaso pensabas en mí? No me digas que fui yo quien te robó el sueño.Elizabeth frunce el ceño, molesta por su comentario.—No, claro que no pensaba en ti. Mis pensamientos estaban ocupados en otro chico.Aquellas palabras hieren un poco a Santiago, provocando un aguijón de celos en su interior. Sin embargo, decide abordar el tema con autoridad y frustración.—¿Qué te pasa, Elizabeth ? No tienes derecho a pensar en nadie
Tras las palabras de Santiago, Elizabeth se conmovió y él se acercó a ella depositando un beso en los labios un sus labios.El beso en sus labios era suave y dulce, sus brazos se entrelazaron con ternura. Ella le correspondió con la misma intensidad, sintiendo mariposas revoloteando en su estómago. No podían evitar mirarse a los ojos, perdidos en ellos, y sus sonrisas eran reflejo del profundo amor que sentían el uno por el otro.—¿Qué estás haciendo conmigo, mi dulce Ely? —preguntó Santiago, con una expresión de admiración y cariño en su rostro.Elizabeth suspiró, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para describir la magnitud de sus sentimientos. En cambio, acarició suavemente el rostro de Santiago, dejando que sus manos transmitieran todo el amor que llenaba su corazón.—Tenemos que regresar a la oficina, tenemos mucho trabajo pendiente —respondió ella, aunque no podía evitar sentir la atracción y el deseo que había despertado su beso.Santiago asintió, pero sus ojos seguían
Santiago se giró hacia Elizabeth, confundido por sus palabras.—Elizabeth, ¿qué dijiste? —preguntó, notando la preocupación en su mirada mientras ella comenzaba a responder.Sin embargo, antes de que Elizabeth pudiera terminar, el sonido estridente de su celular interrumpió sus palabras. Santiago contestó la llamada y la puso en altavoz, llevándolos en silencio todo el camino hacia la convención.Elizabeth, decidida a mantenerse reservada, optó por no decir nada más y bajó del auto al llegar, sin dirigirle siquiera la palabra a Santiago.Desconcertado, él la siguió.—Elizabeth, ¿qué pasa?.Mientras Santiago intentaba hablar con Elizabeth, los paparazzi se acercaron como moscas atraídas por la presencia del famoso empresario en la convención. La multitud de cámaras y flashes creó un muro invisible que separó a Elizabeth de Santiago. Desde la distancia, ella lo observó sonreír y tomarse fotos con sus admiradores antes de decidir entrar al recinto.Dentro del recinto, Elizabeth se sentó e
Santiago se acercó a Elizabeth, su voz cargada de urgencia.—Elizabeth, lo que viste no es lo que parece. La encontré en el bar bastante ebria y la traje a casa para asegurarme de que estuviera bien.La respuesta de Elizabeth fue fría. —No necesitas darme explicaciones. Ya puedes irte.—Al salir del cuarto de Cristen , el aire estaba espeso de tensión, como si las emociones mismas estuvieran revoloteando a su alrededor.—¿Por qué no confías en mí? —suplicó Santiago.—Porque creo que he visto suficientes partes oscuras de ti, y ya no quiero ver más —replicó Elizabeth.—Me niego rotundamente a dejarte ir —insistió Santiago.—Por favor, solo vete —rogó Elizabeth.—No... no me iré —prometió Santiago.Entonces la atrapó por la cintura y la acercó a él. Sintió el calor de su cuerpo, pero también su resistencia, como si estuviera intentando escapar de algo más que de su abrazo.—Déjame ir, Santiago —dijo ella, irritada, apartándolo. Su voz era firme pero temblaba ligeramente, revelando una v
Beso sus labios con ansiedad, mientras ella percibe la tensión palpable en su cuerpo, como si estuviera conteniendo un torrente de emociones. La suavidad de sus labios contrasta con la urgencia que él siente en su interior.—¿Por qué te detienes? —pregunta Elizabeth, con un tono entre ansioso y curioso.—¿Estás segura de que quieres continuar? —responde Santiago, su voz cargada de deseo y preocupación.—¿Dolerá? Bueno, no importa si quiero ser tuya —cuestiona Elizabeth, sus ojos buscando los de él en busca de confirmación y consuelo.—Si quieres que pare, lo haré. Abre la boca —añade Santiago, su aliento cálido rozando la piel de su rostro.Mientras ella obedece y abre la boca, Santiago introduce dos dedos humedecidos en su interior, deslizándolos hacia su vagina con delicadeza. Un suave beso en sus labios precede a su descenso lento por su cuerpo, explorándolo con devoción hasta alcanzar su centro más íntimo. Cada centímetro de piel que toca se enciende bajo sus caricias, creando una