En la opulenta y tradicional Arabia Saudita, dos hermanos gemelos, Amir y Rashid Al-Farsi, enfrentan un dilema que amenaza con despedazar la frágil tela de sus vidas y la de Layla, una joven de ascendencia árabe criada en Estados Unidos. Amir, el heredero del imperio Al-Farsi, está atrapado entre su verdad más íntima y las rígidas expectativas de su cultura. Homosexual en un mundo que no lo acepta, está destinado a casarse con Layla, una mujer a la que apenas conoce, un enlace arreglado por sus familias años atrás en un pacto nacido de la deuda y la gratitud. Temiendo por su vida si su secreto es revelado, Amir concibe un plan desesperado: que su hermano Rashid, un joven conocido por su vida licenciosa y libre, lo sustituya en la alcoba hasta que Layla quede embarazada. Pero cuando Rashid y Layla se encuentran, una conexión inmediata y profunda nace entre ellos, un lazo que los confunde y al mismo tiempo parece inevitable. Rashid, que ama a su hermano profundamente y quiere protegerlo, se encuentra en una encrucijada de lealtad, amor, deber y mentiras.
Leer másLayla y Amir se encontraban con el doctor nuevamente había llegado a la casa a revisarla. Ambos estaban llenos de emoción por descubrir más sobre sus bebés. Mientras el doctor preparaba el equipo, Amir tomó la mano de Layla, brindándole un apoyo silencioso y reconfortante que sabía que ella necesitaba en ese instante.—Estás nerviosa —dijo Amir, esbozando una sonrisa tranquilizadora.—Un poco —admitió Layla, devolviéndole la sonrisa—. Pero más que nada, estoy emocionada.El doctor se acercó con una sonrisa amable.—Bien, vamos a ver cómo están esos pequeños —dijo, aplicando el gel en el vientre de Layla y encendiendo el monitor de ultrasonido.Mientras el doctor movía el transductor sobre el vientre de Layla, la pantalla cobró vida, mostrando las primeras imágenes borrosas de los gemelos.—Aquí podemos ver a uno de los bebés —explicó el doctor, señalando una pequeña forma en la pantalla—. Todo parece estar en perfecto estado.Layla y Amir observaban fascinados, sus corazones latian al
La oscuridad de la noche había envuelto la mansión, y Rachid caminaba por los pasillos, sumergido en los recuerdos de sus momentos con Layla. Cada pensamiento era un recordatorio de lo que había sido y lo que nunca podría volver a ser. Armándose de valor, sabía que no podía seguir evitando el inevitable encuentro. La cena familiar lo esperaba, y con ella, la necesidad de mantener las apariencias.Al entrar al comedor, Rachid vio a sus padres, tíos y Amir ya sentados. Había un lugar vacío que, supuso, sería para Layla. Saludó con una cortesía distante, evitando cualquier muestra de emoción.—Buenas noches a todos —dijo, con un tono controlado.—Rachid, hijo, ven, siéntate —indicó su padre, Hassan, señalando la silla junto a Amir.Rachid asintió y tomó asiento al lado de su hermano, manteniendo su mirada fija en la mesa.—¿Cómo ha sido tu día? —preguntó Amir en voz baja, consciente de la tensión que su hermano debía estar sintiendo.—Igual que cualquier otro —respondió Rachid secamente,
Basima irrumpió en su habitación, llevando consigo una tormenta de furia que podía hacerlo estallar todo si no tenía cuidado. Cerró la puerta con un golpe fuerte y, sin poder contener su ira, empezó a lanzar los objetos que encontraba a su paso. Los cojines volaron por el aire, las fotografías enmarcadas se estrellaron contra el suelo, y los libros que decoraban el estante cayeron en un desorden caótico. Cada movimiento era un reflejo del tumulto que agitaba su interior.Mientras la habitación se transformaba en un escenario lleno de cosas rotas, Basima trataba de darle sentido a sus emociones. "¿Qué está pasando entre Layla y Rachid?", se preguntaba una y otra vez. La escena que había presenciado en el pasillo, aunque breve, había sido suficiente para encender un fuego de celos y sospechas en su corazón.Respirando con dificultad por la rabia, Basima se dejó caer en la orilla de su cama deshecha mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Necesitaba una estrategia, un plan para des
El corazón de Layla latía con fuerza, un eco resonante que pareció llenar toda la estancia. Tal vez había estado latiendo así desde que Rachid la había agarrado, pero en ese momento, la proximidad y el contacto inesperado habían acaparado toda su atención, dejándola sin aliento y sin capacidad para centrarse en nada más que esos brazos y ese hombre al que no podía estar deseando.Por suerte él no hizo durar demásiado el momento y se marchó haciendo que ella pudiera recuperar el aliento.Justo cuando Rachid se alejaba, Layla sintió algo que la detuvo en seco. Un movimiento sutil pero inequívoco en su vientre, como una pequeña onda que se extendía desde su interior. La sorpresa y la emoción la embargaron al instante, y sin poder contenerse, dejó escapar un grito, no de dolor, sino más bien de asombro y alegría.—¡Oh! —exclamó, llevándose las manos al vientre con los ojos muy abiertos por la sorpresa.Rachid, que ya había dado unos pasos hacia la habitación de su madre, se detuvo en seco
El sol se había alzado alto en el cielo cuando Amir y Rachid, tras un viaje tenso y silencioso, llegaron a la imponente mansión familiar. Apenas cruzaron el umbral, su padre, Hassan, los esperaba con una urgencia apenas disimulada.—Rachid, Amir, acompáñenme al estudio. Necesitamos hablar —dijo Hassan, caminando en esa dirección sin esperar respuesta.En el estudio, los muebles antiguos y los libros forrados en piel daban testimonio de generaciones de historia familiar. Hassan se sentó detrás de su gran escritorio de caoba, mientras sus hijos se acomodaban frente a él. Los tres hombres se observaban esperando que alguno empezara a hablar.—Rachid, he decidido que es hora de que te comprometas y ya he tomado esa decisión por ti, te casarás con Basima —anunció Hassan, directo al grano.Rachid se quedó callado, escuchando la noticia que caía sobre él como un peso inesperado. Amir, sin embargo, no tardó en reaccionar.—Padre, ¿es realmente necesario? Rachid no tiene por qué casarse solo p
Amir se sentía atrapado en una red de mentiras que él mismo había tejido, consciente de que no podía revelar el engaño que había perpetrado junto con su hermano Rachid. "No puedo decirle la verdad a Layla", pensaba, sintiendo una culpa que evitaba que fuera capaz de seguir mirándola a los ojos. "Ella y Rachid... ellos tienen sentimientos el uno por el otro, y todo se complicará aún más cuando él regrese".Amir se acercó a ella, observando su rostro lleno de preocupación y le acarició la mejilla con cariño, sabía que ella era inocente de todo, que ellos se la habían jugado pero lo único que importaba en ese momento era que estuviera tranquila, esos dos bebés que esperaba eran su prioridad.—Amir, puedo sentir que algo no está bien —dijo Layla viendo como su esposo desviaba la mirada para evitar verla —. Basima intenta provocarme, lo sé, pero hay algo más que me está afectando. ¿Qué está pasando?Amir suspiró volviendo a levantar la mirada para encontrarse con sus ojos y tomó su mano co
Amir observaba la puerta por la que Basima había salido tras Layla con una expresión de molestia y preocupación. Estaba a punto de protestar en voz alta por la insinuación de un compromiso entre su hermano Rachid y Basima, pero se contuvo. Sabía que no era el momento adecuado para entrar en ese tipo de discusiones, especialmente no en medio de la cena familiar. “Esto es lo último que necesitamos ahora”, pensó Amir, frustrado. “ Debo hablar con Rachid antes de que esto vaya más lejos.”Con esos pensamientos agitándose en su mente, Amir se puso de pie, excusándose de la mesa.—Disculpen, necesito ir a ver cómo está mi esposa — su tono de voz era decidido y sin chispa de duda, por lo que su padre asintió dándole permiso de que se marchara a consolar a la joven.Justo cuando comenzaba a alejarse de la mesa, Basima regresó al comedor. Su entrada fue dramática, y no perdió tiempo en expresar su descontento.—¡Qué falta de educación! —exclamó la mujer, claramente molesta—. Realmente no ent
Rachid estaba sumido en sus pensamientos, mirando distraídamente las calles de Nueva York desde su ventana, cuando su teléfono comenzó a vibrar. El nombre de su padre apareció en la pantalla, y un sentimiento de ansiedad se apoderó de él. Con cierta renuencia, deslizó el dedo sobre la pantalla para responder.—Hola, papá —saludó, intentando mantener su voz neutral.—Rachid, necesito que vuelvas a casa —la voz de su padre era directa y con un tono que no admitía réplica—. Hay cosas que debemos discutir, y es mejor hacerlo en persona.Rachid sintió como la desesperación lo llenaba todo al escuchar la solicitud de su padre. La idea de regresar y ver a Layla con su vientre creciendo, con sus hijos dentro de ella, sabiendo que no podía tocarla, era más de lo que creía poder soportar.—Papá, ahora no es un buen momento —intentó argumentar—. Tengo asuntos que resolver aquí, y...—No es una sugerencia, hijo. — lo interrumpió el patriarca de los Al- Farsi —Es una cuestión de familia y un asunt
Layla estaba sentada en su banco favorito del jardín, con un pequeño montón de prendas tejidas para sus futuros bebés a su lado. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, dándole un brillo dorado a su cabello mientras sus manos seguían tejiendo con habilidad. La madre de Amir, que había estado compartiendo la tarde con ella, se había retirado hacía unos minutos, dejándola sola con sus pensamientos y su labor.Fue entonces cuando Basima, la prima de Amir, se acercó con pasos medidos. Layla levantó la vista, percibiendo la tensión apenas disimulada en la figura de Basima.—Layla, ¿te encuentras aquí? —preguntó Basima, su voz teñida de una falsa dulzura que no lograba ocultar la envidia subyacente.Layla, consciente de la animosidad velada de Basima, respondió con cortesía:—Basima, qué sorpresa verte. Sí, aquí estoy. —Su respuesta fue tranquila y amable, aunque no perdía de vista la mirada astuta de la otra mujer.Basima se aproximó al rosal de flores negras, el símbolo del amor