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4. Me disculpo por mi presencia.

Rachid no había dejado de pensar en la mujer que había visto desde el balcón. La futura esposa de su hermano representaba una belleza radiante, y en su mente, se concebía como un trágico desperdicio que tal esplendor se marchitara al lado de un hombre que no la apreciaría como debía. Él, que había conocido a muchas mujeres y que solía cambiar de compañía con frecuencia por su tendencia a aburrirse rápidamente, no recordaba haber quedado jamás tan impresionado por la belleza de una mujer. Aquella visión lo perseguía, marcando un contraste sombrío con la realidad que enfrentarían tanto ella como su hermano en un matrimonio sin amor ni pasión.

Mientras su hermano, su padre y el futuro suegro debatían las condiciones del matrimonio, sellando el compromiso, Rachid prefirió escabullirse hacia los jardines. Absorto en sus pensamientos y sin darse cuenta, se encontró en la parte del jardín destinada a las mujeres. Observó la ventana de su futura cuñada iluminada y se acercó, atraído por las voces que resonaban desde el interior.

Escuchó a Layla y su prima reír y hablar de sus futuros. “Ya le gustaría a ella comprometerse con alguno de nosotros”, pensó, imaginando la vida de Layla junto a su hermano. Pero su sonrisa se desvaneció al darse cuenta de que él era el hermano que quedaba soltero, el que estaba libre para casarse.

Se quedó blanco al visualizar un futuro en el que podría ser quien estuviera comprometido, y le dio escalofríos que fuera con su prima. Pero rápidamente desechó la idea, sacudiendo la cabeza como para liberarse de esos pensamientos, a él nadie lo obligaría a comprometerse, no era un heredero, no podían imponer su voluntad en él.

Rachid se alejó rápidamente al observar a su prima marcharse y a su futura cuñada acercarse a la puerta que daba al jardín. El corazón le latía a un ritmo frenético en el pecho, mientras las sombras de la noche lo envolvían, permitiéndole desaparecer en la oscuridad. Sus pasos eran rápidos y silenciosos, esperando que Layla no lo hubiera visto espiar desde el jardín.

Layla pidió a Basima que informara que ella no iría a cenar, alegando que estaba cansada y necesitaba dormir. Aunque en realidad, se sentía llena de energía y vida. Quería evitar las presentaciones formales y la mirada inquisitiva de todos, al menos por una noche más.

"Una noche adicional de libertad no debería causar molestias", pensó mientras se acercaba a la ventana de su habitación y observaba el jardín bañado por la luz de la luna. El espectáculo era simplemente sublime, con las flores brillando bajo el resplandor lunar, como gemas esparcidas sobre un manto de verde terciopelo.

Atraída por la belleza y la tranquilidad del jardín, decidió aventurarse al exterior. Se deslizó silenciosamente fuera de su habitación, su corazón palpitando con la emoción de un pequeño acto de rebelión. Llegó a la puerta que daba al jardín, y con un suspiro de anticipación, la abrió.

Fue en ese momento que sus ojos se encontraron de nuevo con una mirada oscura y penetrante que la hizo temblar desde la cabeza hasta los pies. Pero no era miedo lo que sentía, sino un calor que se extendía por su piel, avivado por la intensidad de esos ojos profundos.

—Perdón, no sabía que alguien más estaba aquí en el jardín —se disculpó, bajando la mirada, el corazón golpeándole el pecho al darse cuenta de que estaba frente a frente con Amir, su futuro esposo. Aunque había oscurecido, el resplandor de la luna iluminaba su rostro, destacando sus facciones fuertes y atractivas.

Rachid, con su corazón latiendo con fuerza en el pecho, estaba deslumbrado por la belleza de Layla al verla tan de cerca. Ella era incluso más hermosa bajo el resplandor de la luna que desde la distancia del balcón. Sabiendo que debía disculparse por su presencia en esta parte del jardín reservada para las mujeres, buscó las palabras adecuadas mientras su mente se arremolinaba en un mar de emociones.

—Me disculpo sinceramente por mi presencia aquí —Habló él con suavidad — Soy consciente de que este jardín es exclusivamente para las mujeres y no debería pasear por aquí.

Layla se sorprendió ante las palabras del hombre sobre todo porque ella no era consciente de que esa parte de la casa era solo para mujeres.

—La verdad soy yo quién debe disculparse, porque no sabía que hay lugares a los que no pueda ir, yo solo baje sin ponerme a pensar que no está no es mi casa — trató de disculparse ella, esperando en el fondo que él no se marchara, y al mismo tiempo desilusionada al no escuchar de él lo que en el fondo deseaba escuchar. Por lo que mordió su labio inferior nerviosa. Más al verlo alejarse para después observar cómo regresaba hacia donde se encontraba ella de nuevo.

Rachid se giró con intención de marcharse pero había algo que lo impulsaba a seguir hablando con ella, a conocerla un poco más, sabía que no debía hacerlo, que se trataba de la futura esposa de su hermano, pero quería hablar con ella solo un poco más así que volvió a girarse y caminó de vuelta hasta ella.

—La verdad es que deseaba verte —continuó él, sosteniendo su mirada — Quería conocerte sin la rigidez de los protocolos y las formalidades. Al fin y al cabo, pronto serás mi esposa, y creo que es importante conocernos un poco.

Rachid, sintió un nudo en el estómago al hacerse pasar por Amir, pero sabía que no podía revelar su verdadera identidad en ese momento. Decidió seguir adelante, sin saber muy bien porque, esa mujer tenía algo que no era capaz de explicar con palabras.

Ella no podía creerlo, él había dicho exactamente lo que deseaba escuchar de los labios de su futuro esposo. Qué deseaba conocerla al igual que ella a él.

—¿Te gustaría dar un paseo por el jardín? —preguntó, extendiendo su mano hacia ella para invitarla a acompañarlo.

—Sí, por supuesto que acepto dar ese paseo. Debo confesar que yo también deseaba conocer a quien será mi futuro esposo —dijo con sinceridad Layla, extendiendo su mano para que él la tomara—. Un gusto, mi nombre es Layla, sé por mi padre que el tuyo es Amir.

Layla no pudo evitar volver a bajar su mirada, no porque él la intimidara con su presencia, sino para ocultar el sonrojo que en ese momento estaba segura tenía en sus mejillas. Fue tocarlo y sentir una especie de electricidad recorrer su cuerpo, y un suave calor expandiéndose a través del toque de sus manos al ser sujetada por la mano de su prometido.

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