3. Esta es su habitación.

—Sun, dejemos que tu hija descanse. Una de las sirvientas la llevará a su nueva habitación.

El padre de Layla asintió a su amigo acercándose a su hija.

—Hassan tiene razón, debes ir a descansar un poco antes de la cena —le dijo a su hija, acariciando de manera fraternal su rostro.

No había nada que ella pudiera decir o hacer más que asentir a las palabras dichas por su padre.

—Es lo que haré. Señor Hassan, padre — se despidió Layla de ambos, justo en el momento que una de las sirvientas se acercaba a ella para indicar que la siguiera.

—Por aquí por favor, señorita.

Layla había experimentado un cambio radical en su vida, uno que no podía atribuir únicamente a la voluntad de su padre. Había disfrutado de una vida de lujos gracias a la ayuda del padre de su futuro esposo, y ahora se encontraba en una situación que no había imaginado. La palabra "esposo" resonaba en su mente, causando un estremecimiento en su cuerpo. Sin embargo, en este momento, no era por esa en especial que temblaba, sino por el hombre que había visto en el balcón momentos antes.

“Ese hombre pronto será mi esposo”. Reflexiona para sí misma mientras caminaba por los largos corredores del castillo que pronto sería su hogar, no pudo evitar suspirar al recordar la imagen de aquel hombre y la forma en que su corazón había empezado a latir con fuerza. Sus pensamientos se detuvieron cuando se detuvo frente a una puerta.

—Señorita Layla, esta es su habitación. Por favor, pase —dijo la voz de la sirvienta, devolviéndola al presente.

—Gracias —respondió Layla, adentrándose en la habitación que, como era de esperar, rebosaba de lujo y opulencia. Era exactamente lo que uno podría imaginar en las habitaciones de una princesa árabe.

Los colores cálidos y ricos dominaban la decoración: cortinas de terciopelo dorado adornaban las ventanas, mientras que las paredes estaban decoradas con intrincados patrones de arabescos en tonos de oro y azul profundo. Una alfombra persa cubría el suelo; su diseño era una obra de arte por sí misma.

El mobiliario era igualmente impresionante. Una cama con dosel, con sábanas de seda, ocupaba el centro de la habitación. Cojines decorativos adornaban el sofá y las sillas. Una mesa de madera finamente tallada se encontraba junto a una ventana con vistas a un hermoso jardín.

Layla se sintió abrumada por la belleza y la opulencia de su nueva vida, pero también se dio cuenta de que había mucho por descubrir en este lugar. A medida que se adentraba en la habitación, sabía que su vida ya no volvería a ser la misma; ahora era como un pequeño pájaro atrapado en una hermosa jaula de oro.

—Será mejor que aceptes de una vez por todas, Layla, que tu vida y tu destino ya no están en tus manos —se dijo en voz baja mientras caminaba hasta la enorme cama y se dejaba caer en ella. La suavidad de las sábanas la hizo momentáneamente olvidar sus preocupaciones, como si estuviera recostada en una nube esponjosa en el cielo.

Layla era una joven de gran imaginación y un espíritu soñador, lo que la convertía en una romántica empedernida. Creía en el amor apasionado y en las conexiones especiales que iban más allá de la imaginación. Esto lo había sentido cuando se encontró con la mirada del hijo del amigo de su padre.

"Quizás no sea tan malo estar comprometida con él", pensó Layla para sí misma mientras se abrazaba a uno de los cojines de plumas de ganso que decoraban la enorme cama. Esa forma de pensar la hizo suspirar profundamente, cerrando sus ojos con la esperanza de poder descansar y prepararse para las nuevas aventuras y desafíos que le deparaba el empezar a vivir en ese lujoso castillo.

Sin embargo, justo cuando estaba cayendo en los brazos del dios Onírico Morfeo, el sonido de golpes en la puerta la hizo despertar de golpe, levantándose de la cama para averiguar quién era.

Cuando abrió la puerta, se encontró con una joven sonriente de aproximadamente su misma edad.

—Siento interrumpir tu descanso. Soy Basima, la prima de Amir, tu futuro esposo —dijo la joven con una sonrisa amigable que de inmediato le cayó bien a Layla. Un placer conocerte, Layla.

—El placer es mío —respondió Layla a Basima.

—Debo admitir que no esperaba que fueras de mi edad, ni que fueras tan hermosa. Cuando el tío Hassan dio la noticia de que muy pronto vendría la prometida de Amir y que esta era muy hermosa, debo admitir que no lo creí del todo; sin embargo, eres muy hermosa.

Layla sintió que se enrojecía ante las palabras de Basima, sobre todo al escuchar que era hermosa.

— Bueno, soy hermosa gracias a mi madre, mi padre dice que soy igual a ella.

—Pues con tu belleza, no creo que tengas ningún problema en conquistar el corazón de mi primo Amir. Él no tendrá objeción alguna en casarse contigo. Eres muy hermosa.

Layla escuchó atentamente las palabras de Basima, quien parecía ser una joven amigable y sincera. Las palabras de elogio sobre su belleza la hicieron sonrojar aún más, y aunque se sentía incómoda con la idea de un matrimonio pactado, al menos encontró algo de consuelo en la conversación con Basima.

—Espero que tengas razón y que Amir no me odie —respondió Layla con sinceridad—. Aunque este compromiso no es lo que habría elegido para mí, entiendo que es parte de nuestras tradiciones y responsabilidades familiares.

—Por supuesto que él no lo hará, su deber como heredero es hacer lo que su padre dice. Además tu belleza lo cautivará, al igual que a todo aquel que te vea. Debo confesar que estoy un poco aliviada con tu llegada, porque eso significa que mis padres dejarán la tonta idea de tratar de emparejarme con Amir.

—¿Pero ustedes son primos? —dijo Layla con algo de sorpresa en su voz.

—Eso no importa, lo importante es que Amir se case y sea con alguien de buena cuna, y no hay en toda Arabia familias más importantes y antiguas que las nuestras. Aunque claro, mis padres no sabían que tío Hassan ya había comprometido a mi primo con la hija de su mejor amigo.

Las explicaciones de Basima sobre la dinámica familiar y las expectativas de sus padres arrojaron luz sobre la situación. Layla comprendió que su unión con Amir era un asunto importante y que la belleza y el estatus social desempeñaban un papel importante en ello.

—Me alegra que estés aliviada con mi llegada, Basima. Parece que has sido salvada de un compromiso no deseado —dijo Layla con una sonrisa—. Quizás, con el tiempo, pueda llevarme bien con Amir y encontrar la manera de hacer que funcione entre nosotros. Después de todo, ambos estamos en la misma situación.

La charla con Basima le dio a Layla un poco de esperanza y la tranquilidad de que no estaba sola en ese extraño castillo. La joven prima de Amir parecía una aliada inesperada en su nueva vida como futura esposa de su primo.

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