El sol se había alzado alto en el cielo cuando Amir y Rachid, tras un viaje tenso y silencioso, llegaron a la imponente mansión familiar. Apenas cruzaron el umbral, su padre, Hassan, los esperaba con una urgencia apenas disimulada.—Rachid, Amir, acompáñenme al estudio. Necesitamos hablar —dijo Hassan, caminando en esa dirección sin esperar respuesta.En el estudio, los muebles antiguos y los libros forrados en piel daban testimonio de generaciones de historia familiar. Hassan se sentó detrás de su gran escritorio de caoba, mientras sus hijos se acomodaban frente a él. Los tres hombres se observaban esperando que alguno empezara a hablar.—Rachid, he decidido que es hora de que te comprometas y ya he tomado esa decisión por ti, te casarás con Basima —anunció Hassan, directo al grano.Rachid se quedó callado, escuchando la noticia que caía sobre él como un peso inesperado. Amir, sin embargo, no tardó en reaccionar.—Padre, ¿es realmente necesario? Rachid no tiene por qué casarse solo p
El corazón de Layla latía con fuerza, un eco resonante que pareció llenar toda la estancia. Tal vez había estado latiendo así desde que Rachid la había agarrado, pero en ese momento, la proximidad y el contacto inesperado habían acaparado toda su atención, dejándola sin aliento y sin capacidad para centrarse en nada más que esos brazos y ese hombre al que no podía estar deseando.Por suerte él no hizo durar demásiado el momento y se marchó haciendo que ella pudiera recuperar el aliento.Justo cuando Rachid se alejaba, Layla sintió algo que la detuvo en seco. Un movimiento sutil pero inequívoco en su vientre, como una pequeña onda que se extendía desde su interior. La sorpresa y la emoción la embargaron al instante, y sin poder contenerse, dejó escapar un grito, no de dolor, sino más bien de asombro y alegría.—¡Oh! —exclamó, llevándose las manos al vientre con los ojos muy abiertos por la sorpresa.Rachid, que ya había dado unos pasos hacia la habitación de su madre, se detuvo en seco
Basima irrumpió en su habitación, llevando consigo una tormenta de furia que podía hacerlo estallar todo si no tenía cuidado. Cerró la puerta con un golpe fuerte y, sin poder contener su ira, empezó a lanzar los objetos que encontraba a su paso. Los cojines volaron por el aire, las fotografías enmarcadas se estrellaron contra el suelo, y los libros que decoraban el estante cayeron en un desorden caótico. Cada movimiento era un reflejo del tumulto que agitaba su interior.Mientras la habitación se transformaba en un escenario lleno de cosas rotas, Basima trataba de darle sentido a sus emociones. "¿Qué está pasando entre Layla y Rachid?", se preguntaba una y otra vez. La escena que había presenciado en el pasillo, aunque breve, había sido suficiente para encender un fuego de celos y sospechas en su corazón.Respirando con dificultad por la rabia, Basima se dejó caer en la orilla de su cama deshecha mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Necesitaba una estrategia, un plan para des
La oscuridad de la noche había envuelto la mansión, y Rachid caminaba por los pasillos, sumergido en los recuerdos de sus momentos con Layla. Cada pensamiento era un recordatorio de lo que había sido y lo que nunca podría volver a ser. Armándose de valor, sabía que no podía seguir evitando el inevitable encuentro. La cena familiar lo esperaba, y con ella, la necesidad de mantener las apariencias.Al entrar al comedor, Rachid vio a sus padres, tíos y Amir ya sentados. Había un lugar vacío que, supuso, sería para Layla. Saludó con una cortesía distante, evitando cualquier muestra de emoción.—Buenas noches a todos —dijo, con un tono controlado.—Rachid, hijo, ven, siéntate —indicó su padre, Hassan, señalando la silla junto a Amir.Rachid asintió y tomó asiento al lado de su hermano, manteniendo su mirada fija en la mesa.—¿Cómo ha sido tu día? —preguntó Amir en voz baja, consciente de la tensión que su hermano debía estar sintiendo.—Igual que cualquier otro —respondió Rachid secamente,
Layla y Amir se encontraban con el doctor nuevamente había llegado a la casa a revisarla. Ambos estaban llenos de emoción por descubrir más sobre sus bebés. Mientras el doctor preparaba el equipo, Amir tomó la mano de Layla, brindándole un apoyo silencioso y reconfortante que sabía que ella necesitaba en ese instante.—Estás nerviosa —dijo Amir, esbozando una sonrisa tranquilizadora.—Un poco —admitió Layla, devolviéndole la sonrisa—. Pero más que nada, estoy emocionada.El doctor se acercó con una sonrisa amable.—Bien, vamos a ver cómo están esos pequeños —dijo, aplicando el gel en el vientre de Layla y encendiendo el monitor de ultrasonido.Mientras el doctor movía el transductor sobre el vientre de Layla, la pantalla cobró vida, mostrando las primeras imágenes borrosas de los gemelos.—Aquí podemos ver a uno de los bebés —explicó el doctor, señalando una pequeña forma en la pantalla—. Todo parece estar en perfecto estado.Layla y Amir observaban fascinados, sus corazones latian al
Los motores del jet privado rugían suavemente mientras cortaban el cielo azul, llevando a Layla hacia un destino que no había elegido. Miraba por la ventana, deseando que las nubes que veía abajo pudieran detener el tiempo, que el océano que brillaba al sol pudiera lavar la decisión de su familia y darle la libertad que tanto anhelaba.—¿Por qué tengo que hacerlo, papá? ¿Por qué yo? —La voz de Layla temblaba mientras buscaba en los ojos de su padre una respuesta que pudiera calmar esa sensación de angustia en su pecho.Su padre, un hombre de rostro serio y marcado por los años, suspiró. Sus ojos, que solían estar llenos de calidez cuando miraba a su hija, ahora reflejaban la resolución de una promesa hecha años atrás.—Layla, yo... nosotros te debemos mucho a la familia de Hassan. Cuando estábamos al borde del abismo, nos extendieron la mano y nos salvaron de la ruina. Hicimos una promesa y ahora debemos cumplirla. Es cuestión de honor.—Pero papá, no tiene sentido. Fui criada aquí,
Mientras Layla y su padre llegaban a la imponente residencia Al-Farsi bajo el brillante sol del día, en otro ala de la vasta mansión, Amir se encontraba en su estudio personal, absorto en sus pensamientos. La luz del día inundaba la habitación a través de las grandes ventanas, arrojando patrones de luz y sombra sobre el elegante mobiliario.La puerta de su estudio se abrió suavemente, y su hermano, a quien todos llamaban Rashid, entró con una expresión de preocupación en su rostro.—Hermano, necesitamos hablar —dijo Rashid, cerrando la puerta tras de sí y acercándose a Amir.Amir se giró para enfrentar a su hermano, su gemelo, nacido apenas minutos después de él. Los dos compartían la misma apariencia apuesta, pero mientras Amir había sido educado para llevar la carga de ser el heredero, Rashid gozaba de una libertad que a Amir a veces envidiaba —Lo sé, Rashid. Lo sé —murmuró Amir reflejando la angustia en su voz.Rashid se sentó junto a él, intentando apoyarlo y prestarle su compren
—Sun, dejemos que tu hija descanse. Una de las sirvientas la llevará a su nueva habitación.El padre de Layla asintió a su amigo acercándose a su hija.—Hassan tiene razón, debes ir a descansar un poco antes de la cena —le dijo a su hija, acariciando de manera fraternal su rostro.No había nada que ella pudiera decir o hacer más que asentir a las palabras dichas por su padre.—Es lo que haré. Señor Hassan, padre — se despidió Layla de ambos, justo en el momento que una de las sirvientas se acercaba a ella para indicar que la siguiera.—Por aquí por favor, señorita.Layla había experimentado un cambio radical en su vida, uno que no podía atribuir únicamente a la voluntad de su padre. Había disfrutado de una vida de lujos gracias a la ayuda del padre de su futuro esposo, y ahora se encontraba en una situación que no había imaginado. La palabra "esposo" resonaba en su mente, causando un estremecimiento en su cuerpo. Sin embargo, en este momento, no era por esa en especial que temblaba, s