Mientras Layla y su padre llegaban a la imponente residencia Al-Farsi bajo el brillante sol del día, en otro ala de la vasta mansión, Amir se encontraba en su estudio personal, absorto en sus pensamientos. La luz del día inundaba la habitación a través de las grandes ventanas, arrojando patrones de luz y sombra sobre el elegante mobiliario.
La puerta de su estudio se abrió suavemente, y su hermano, a quien todos llamaban Rashid, entró con una expresión de preocupación en su rostro.—Hermano, necesitamos hablar —dijo Rashid, cerrando la puerta tras de sí y acercándose a Amir.Amir se giró para enfrentar a su hermano, su gemelo, nacido apenas minutos después de él. Los dos compartían la misma apariencia apuesta, pero mientras Amir había sido educado para llevar la carga de ser el heredero, Rashid gozaba de una libertad que a Amir a veces envidiaba—Lo sé, Rashid. Lo sé —murmuró Amir reflejando la angustia en su voz.Rashid se sentó junto a él, intentando apoyarlo y prestarle su comprensión.—Amir, no puedes seguir con esto. No puedes casarte con esa mujer. No es justo para ti, ni para ella.Amir bajó la cabeza, sus ojos estaban llenos de lágrimas no derramadas. Sabía que su hermano tenía razón, pero las tradiciones, las expectativas, el honor de su familia pesaban sobre él como una montaña.—No tengo elección, Rashid. Debo hacerlo por papá, por nuestra familia. Pero tú sabes que... —Amir no pudo terminar la frase, el dolor en su pecho era demasiado agudo.—Lo sé, hermano. Sé que eres gay, y está bien. Pero esto... esto no está bien. Debes ser honesto contigo mismo y con Layla. No puedes construir una vida feliz sobre una mentira, lárgate de aquí o administra los negocios de la familia desde otro país, hay tantas cosas que podrías hacer para que esto no te condene por el resto de tu vida.Amir se secó una lágrima rebelde que había escapado de su ojo.—Temo las consecuencias, Rashid. Temo lo que pueda hacer papá, lo que la gente dirá, lo que me harán... —su voz temblaba — Pueden condenarme a muerte por esto.Rashid tomó la mano de su hermano entre las suyas, dándole un apretón reconfortante.—Estoy aquí para ti, hermano. Siempre estaré aquí para ti, sin importar lo que pase. Juntos enfrentaremos cualquier tempestad. Pero por favor, piensa en ti, en tu felicidad. No puedes sacrificarte de esta manera.Amir miró a su hermano a los ojos, tenía una idea que no le gustaría, Rachid lo sabía solo por el brillo en su mirada.—Rashid, tengo un plan. Solo necesito tener un heredero. Luego simplemente seré un buen esposo que le dará a Layla lo que ella quiera y no la tocaré más. Ella me servirá de tapadera, aunque suene cruel, y yo le proporcionaré cualquier comodidad que ella necesite simplemente por criar a mi hijo. Pero también necesito tu ayuda...Rashid frunció el ceño, sin entender a qué se refería Amir.—¿Mi ayuda? ¿Para qué?Amir respiró hondo antes de continuar.—Quiero que tú... que tú la embaraces. Tú puedes hacerlo. Tú puedes darle un hijo, y nadie tiene por qué saberlo. Tú y yo somos idénticos, Rashid. Nadie sabrá la diferencia. Nadie, excepto nosotros.Rashid retrocedió sin saber del todo si se sentía confundido o más bien enojado por la propuesta, era cierto que solía cambiar de parejas, amantes, amigas con derechos varios pero acostarse con alguien que no sabía que era él rayaba en cierto modo en abuso.Un abuso que no estaba dispuesto a cometer.—Amir, no. Eso no está bien. No puedo hacer eso. No puedo traicionar a Layla de esa manera, ni a ti, ni a mí mismo. Eso es... eso es inimaginable, hermano. No puedes pedirme que haga eso.Amir bajó la mirada, su expresión de derrota. Sabía que era una petición descabellada, pero estaba desesperado.—Lo siento, Rashid. Estoy desesperado. No sé qué hacer. No puedo vivir una mentira toda mi vida, pero tampoco puedo deshonrar a nuestra familia.Rashid se acercó a su hermano, poniendo una mano en su hombro con compasión.—Lo entiendo, Amir. Pero esa no es la solución. Juntos encontraremos otra manera, una manera que no cause dolor y traición. Te prometo que te ayudaré en todo lo que pueda, pero eso... eso no puedo hacerlo.Amir, con una expresión angustiada, agarró las manos de Rashid, mirándolo directamente a los ojos, como buscando la solución en su reflejo.—Rashid, por favor, entiende... si descubren lo mío, me matarán. Lo sabes tan bien como yo. Nuestra cultura, nuestra familia, nunca lo aceptarán. Temo por mi vida todos los días, y esta parece ser la única solución que garantizaría la seguridad tanto para mí como para Layla y el niño.Las palabras de Amir pesaban como plomo en el ambiente, su desesperación era palpable, haciendo que Rashid se sintiera atrapado en una encrucijada de emociones y lealtades.—Amir... —Rashid comenzó, buscando las palabras correctas, pero la verdad era que no las había. La propuesta de su hermano lo había puesto en una posición imposible. Sabía que Amir enfrentaba un peligro real.Rashid salió al balcón. Sentía su corazón pesado por la conversación con Amir, su mente girando mientras buscaba alguna solución que pudiera salvar a su hermano sin causar más dolor a los demás.La lujosa limusina negra que había llegado un momento antes, estaba ahora detenida frente a la entrada principal. Rashid, sumido en sus pensamientos, no notó inicialmente la figura que emergía del vehículo. Fue solo cuando Layla bajó del coche y alzó la mirada hacia el balcón que Rashid sintió una extraña conexión. Sus ojos se encontraron y, en ese instante, el mundo pareció detenerse.Layla, con su cabello oscuro fluyendo suavemente con el viento, parecía una aparición, hermosa y etérea. Sus ojos llenos de curiosidad y un toque de rebeldía, se clavaron en los de Rashid, y en ese momento, el corazón de él, latió con una fuerza sorprendente.Ambos se quedaron inmóviles, observándose mutuamente, mientras el ruido de fondo de los criados que se apresuraban por recoger el equipaje y las voces de sus padres se desvanecía en un murmullo indistinto.Rashid se perdió en la mirada de Layla, un hilo invisible los unía a través del espacio que los separaba. Sintió un tirón en su corazón, una sensación que no era capaz de explicar con palabras, como si ambos compartieran un secreto silencioso en ese breve encuentro de miradas.El momento se rompió cuando Layla fue conducida hacia el interior de la mansión por su padre, y Rashid se quedó allí, todavía en el balcón, el corazón todavía le latía descontroladamente en el pecho, tan fuerte que tuvo que apretar las manos alrededor de la barandilla y centrarse para intentar volver a la realidad.—Sun, dejemos que tu hija descanse. Una de las sirvientas la llevará a su nueva habitación.El padre de Layla asintió a su amigo acercándose a su hija.—Hassan tiene razón, debes ir a descansar un poco antes de la cena —le dijo a su hija, acariciando de manera fraternal su rostro.No había nada que ella pudiera decir o hacer más que asentir a las palabras dichas por su padre.—Es lo que haré. Señor Hassan, padre — se despidió Layla de ambos, justo en el momento que una de las sirvientas se acercaba a ella para indicar que la siguiera.—Por aquí por favor, señorita.Layla había experimentado un cambio radical en su vida, uno que no podía atribuir únicamente a la voluntad de su padre. Había disfrutado de una vida de lujos gracias a la ayuda del padre de su futuro esposo, y ahora se encontraba en una situación que no había imaginado. La palabra "esposo" resonaba en su mente, causando un estremecimiento en su cuerpo. Sin embargo, en este momento, no era por esa en especial que temblaba, s
Rachid no había dejado de pensar en la mujer que había visto desde el balcón. La futura esposa de su hermano representaba una belleza radiante, y en su mente, se concebía como un trágico desperdicio que tal esplendor se marchitara al lado de un hombre que no la apreciaría como debía. Él, que había conocido a muchas mujeres y que solía cambiar de compañía con frecuencia por su tendencia a aburrirse rápidamente, no recordaba haber quedado jamás tan impresionado por la belleza de una mujer. Aquella visión lo perseguía, marcando un contraste sombrío con la realidad que enfrentarían tanto ella como su hermano en un matrimonio sin amor ni pasión.Mientras su hermano, su padre y el futuro suegro debatían las condiciones del matrimonio, sellando el compromiso, Rachid prefirió escabullirse hacia los jardines. Absorto en sus pensamientos y sin darse cuenta, se encontró en la parte del jardín destinada a las mujeres. Observó la ventana de su futura cuñada iluminada y se acercó, atraído por las v
Rachid sintió que el timbre de voz de Layla era como un regalo para sus oídos, delicado y dulce, capaz de hipnotizarlo como si de una sirena se tratara. Cada palabra que salía de sus labios parecía envolverlo en un encanto que no podía, ni quería, resistir.Tomó con delicadeza su mano, sintiendo una extraña electricidad que le atravesó en el contacto de sus dedos. La ayudó a bajar los dos escalones que separaban el pequeño patio de la habitación y el jardín. Y, en un impulso que ni él mismo entendió, llevó su otra mano al mentón de Layla, alzando su rostro para que sus ojos se encontraran. Se quedaron así, muy cerca el uno del otro, el aire entre ellos parecía cargarse de una energía especial, tuvo que resistirse a besarla recordando que ella era la prometida de su hermano.Observó el sonrojo en el rostro de Layla y pensó que, en ese momento, ella era la definición misma de perfección. Sus ojos brillaban como dos hermosas esmeraldas verdes en medio de la noche, y él sintió el impulso
Amir contemplaba su reflejo en el espejo, percibiendo un inusitado temblor en sus manos. Los nervios se le anudaban en el estómago, en unos minutos se encontraría cara a cara con Layla, su futura esposa. El aire de la habitación parecía más denso, ahogando ligeramente su respiración mientras se intentaba preparar emocionalmente para el encuentro.La puerta de la habitación se abrió suavemente y Rachid, su hermano gemelo, entró en la habitación con una expresión contemplativa. Se acercó, percibiendo la tensión que empapaba cada poro del ser de Amir.—Te ves nervioso, hermano —murmuró Rachid con un tono suave y amigable, apoyando una mano tranquilizadora sobre el hombro de Amir.Amir dejó escapar un suspiro, girándose para enfrentar a su hermano, sus ojos denotando la turbulencia interna que lo asolaba.—Lo estoy, Rachid —admitió con honestidad—. Hoy conoceré a Layla y siento que mi mundo está a punto de cambiar por completo.Amir pausó por un momento, sus ojos buscando la familiaridad
A medida que el coche avanzaba hacia el centro comercial, Amir luchaba por mantener su postura, su fachada de frialdad y control. A pesar de la corta distancia entre él y Layla, se sentía como si hubiera un abismo entre ellos. Había sido su decisión dejar a las mujeres en el asiento trasero, no solo por razones culturales sino también para poner una barrera física entre él y sus sentimientos.El miedo a ser descubierto, a que la verdad sobre su homosexualidad saliera a la luz, era una sombra que lo perseguía constantemente. Pero peor aún era el pensamiento de condenar a Layla a una vida sin amor, a una existencia vacía junto a un hombre que, por mucho que la respetara y quisiera protegerla, jamás podría amarla de la forma que ella merecía, se sentía culpable y a la vez no quería que ella pudiera ver eso en sus ojos y anular el matrimonio que le serviría de tapadera.Al llegar al centro comercial, Amir se adelantó para abrir la puerta del coche, ayudando primero a su prima y luego a La
Amir observó la tensión entre las dos mujeres. Notó el enrojecimiento de Layla y su respuesta firme, lo que le hizo admirar aún más su fortaleza y autenticidad.—La elección de una joya no siempre debe basarse en su precio, Basima —intervino Amir con voz tranquila pero firme—. A veces, el verdadero valor de una pieza radica en cómo resuena con el corazón de quien la elige. Y si Layla siente que esa joya es la indicada para ella, entonces eso es lo que importa.Aún así su obligación era proteger siempre a su esposa y en ese momento le daría una lección a Basima haciéndole saber que no permitiría que intentara desprestigiarla de ningún modo frente a él.Layla se sintió sumamente halagada y valorada por las palabras de Amir. Esto no solo hizo que su corazón latiera con más fuerza, sino que también reforzó la conexión que habían sentido la noche anterior, aunque no era tan intensa como la de esa noche.Por su parte, Basima tenía el rostro enrojecido, pero no por sentirse halagada, sino má
El atardecer caía sobre la mansión, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa. Las sombras se alargaban en el jardín, y Rachid, el hermano gemelo de Amir, caminaba inquieto, tratando de despejar su mente. Siempre había sido el más impulsivo y temerario de los dos, pero este nuevo sentimiento que lo atormentaba era algo que jamás había experimentado.Aunque conocía el secreto más profundo de Amir, y sabía que Layla jamás podría llenar el vacío que existía en el corazón de su hermano, no podía evitar la corriente eléctrica que recorría su cuerpo cada vez que pensaba en ella. ¿Cómo era posible que en tan poco tiempo, Layla hubiese causado tal impacto en él? Cada recuerdo, cada mirada compartida, cada risa, lo atormentaba, especialmente el recuerdo de la noche anterior, cuando había sucumbido a la tentación y la había besado. "¡Maldición, Rachid!", se regañó a sí mismo. No era solo el hecho de que Layla fuera la prometida de Amir, sino que él, Rachid, nunca había creído en el amor. S
Layla se despertó con una mezcla de nerviosismo y emoción que hacía latir su corazón con fuerza. Hoy era el día de su fiesta de Henna, una celebración tradicional para marcar su compromiso con Amir, su futuro esposo. Al levantarse de la cama, se miró al espejo y vio su cabello castaño ligeramente revuelto y sus ojos miel brillando con anticipación. Lavó su rostro y cepilló sus dientes mientras pensaba en la larga lista de tareas que debía completar antes de la noche.Tenía una cita en el salón de belleza con la madre de Amir y su prima Basima, donde recibiría una manicura, una pedicura, un maquillaje y un elegante peinado. Además, tendría que elegir entre los muchos vestidos que le habían regalado familiares y amigos para esta ocasión especial. Layla deseaba lucir espléndida y elegante, digna de ser la futura esposa de Amir.Después de vestirse con un sencillo vestido, bajó a la cocina donde su padre disfrutaba de un desayuno típico que incluía pan con mantequilla y mermelada, zumo de