"En un giro del destino, la vida de Emilia Crawford y Alexander Russell, dos CEOs exitosos y amigos de la infancia, se ve alterada por un malentendido que los lleva al matrimonio. Todo comienza cuando un encuentro casual en un bar y compartir una copa, toma un giro inesperado. A medida que mantienen la fachada de un matrimonio feliz, descubren que su hostilidad inicial esconde un secreto: una atracción profunda y apasionada. Emilia se resiste, sabiendo que su matrimonio tiene una fecha de caducidad. Alexander, por su parte, está decidido a conquistarla y demostrar que su amor es real. Pero justo cuando comienzan a encontrar la felicidad, el pasado de Alexander regresa para amenazar su unión y la verdad sobre su matrimonio se ve amenazada trayendo consigo terribles consecuencias. En un juego de amor, poder y familia. Emilia y Alexander deben apostar todo para descubrir si su matrimonio de conveniencia puede convertirse en un amor verdadero. ¿Podrán superar sus diferencias y encontrar la felicidad, o será su unión solo una fachada?
Leer másEl anuncio de la fusión entre sus dos empresas estaba a punto de darse a conocer. Los detalles faltantes eran mínimos y como era de esperarse, deseaban hacerlo por todo lo alto y con la algarabía que se merecía.Estaban felices por lo que pasaría; así que organizaron una gran fiesta, misma que tendría lugar en ambas cedes. Por el día se llevaría a cabo una rueda de prensa, en la que darían a conocer su nueva imagen, la estrategia que manejarían en adelante y sus planes a futuro; además de presentar a sus ceos. Esta se realizaría en la sede de la empresa Crawford, quienes tenían instalaciones de punta.En tanto, que por la noche tendría lugar una gala para celebrar la fusión; misma que se realizaría en la sede de la empresa Russell. En esta se festejaría a lo grande la noticia y se entablarían nuevas relaciones para neg
Alexander se sorprendió al darse cuenta de que tan bien lo conocía, de todos los detalles importantes que conocía de su persona; pero en especial le sorprendió lo último que menciono.—No estoy enamorado de ti —se defendió sin demora—Nadie hablo de amor. Solo digo que te sientes atraída por mí, que me deseas sexualmente —aclaro, siendo muy abierta al respecto.Este apenas podía creer lo que estaba escuchado y es que le resultaba una locura.—Yo no... —trato de asegurarle.—No intentes de negar lo que esta tan claro; además descuida y es que no tiene nada de malo. No hay de qué avergonzarse —le tranquilizo, actuando con naturalidad.—¿Estás hablando en serio? —deseo constatar.—Por supuesto; después de todo somos jóvenes, atractivos y al menos en
Emilia trato de mantener la calma durante aquella desagradable reunión, pero basto con que aquella mujer abandonase su oficina para que dejara salir todo el mal humor que le había ocasionado. Golpeo el escritorio con todas sus fuerzas, deseando desahogarse.La verdad es que si la creía capaz de cumplir con su amenaza, capaz de intentar desbaratar su matrimonio. No porque creyera ni por un momento que Alexander fuera capaz de traicionarla, porque sabía que no era de ese modo. Al igual que también era consciente del resentimiento que le tenía, mismo que no desaparecía con solo una caricia y de eso estaba perfectamente consciente. Sin embargo, si angustiaba el hecho de lo que pudiera hacer para intentarlo, de que tan lejos estaba dispuesta a llegar.Sabía que la situación en que se encontraban era precaria, que hasta un pequeño desliz podía desboronar el castillo de naipes en
Un par de semanas después…Emilia se encontraba en su oficina, concentrada en el montón de trabajo que tenía por delante; cuando de pronto su secretaria entro.—Disculpe señora, pero hay alguien que desea verla. Dice que es urgente —le informo sin demora.—¿De quién se trata? No tengo ninguna cita programada —reconoció un tanto extrañada y es que era bien conocida por no tomar a bien interrupciones, lo cual todos sabían.—Su nombre es Clara Brown y a decir verdad parece bastante insistente —admitió.Emilia no tenía la menor idea de lo que podría desear, de lo que podría tratar con ella y la duda solo le hacía desear averiguarlo cuanto antes.—Está bien, que pase —accedió, intrigada al respecto.En ese momento solo dejo los papeles que revisaba a un lado y se preparó para recibirla.No paso más de un minuto para que la puerta volviera a abrirse. En esa ocasión, entrando Clara por esta. Vestía un ceñido vestido en color azul, el
La luz era escasa a excepción de los ocasionales relámpagos que surcaban el cielo y que hacían que la luz entrase por las ventanas, cuyas cortinas no estaban del todo cerradas. Aquello le permitía ver su rostro en calma y es que parecía tan pacífica que casi no parecía ser ella misma. Se permitió entonces verla con cuidado; deleitándose con su gran belleza, aquellos carnosos labios, sus largas pestaña y su respingada nariz. Aunque trato de evitarlo, no pudo evitar ver el resto de su cuerpo y es que no hacerlo resultaba imposible sin duda.La parte alta de sus senos se asomaba por el escote de la delicada prenda que usaba, misma que en esa posición se ajustaba aún más a su cuerpo. Bajo entonces aún más la vista, viendo como esta se encontraba aún más corta de lo que recordaba, lo cual era mucho decir. Aquello había dejado al descubierto una mayor porción de la piel de sus piernas, misma que pretendió observar con mayor detalle.No obstante, pronto se
Cuando salió del estudio un par de horas después, se encontró a su madre sentada en el pequeño recibidor fuera de la oficina con un libro en las manos.—¡Al fin han terminado de hablar! —exclamo con alivio y es que había comenzado a pensar que tendría que entrar para interrumpirlos.—Si, hablamos mucho —reconoció con una sonrisa; mientras revisaba el reloj en su muñeca, mismo que le dijo que pasaba de la media noche.De igual modo se dio cuenta de que en el exterior una gran tormenta se desataba con fuerza.Al voltear a su alrededor no voy a Alexander por ningún sitio, por lo cual su primer pensamiento fue que se había marchado sin ella. Lo cierto es que no podía culparle por eso, no cuando había pasado tanto tiempo hablando con su padre.—Esta arriba— le dijo su madre aun antes de que preguntara.—&
Tuvo que esperar un par de horas para que ambos al fin se decidieran a retirarse. Apenas escucho sus pasos por el pasillo, se ocultó en el closet a tiempo para evitar que Emilia la viera al entrar en la habitación. La vio quitarse los accesorios que usaba, limpiarse la cara para deshacerse del maquillaje y dirigirse al baño; apenas escucho como la regadera se abría supo que era el momento de huir y salió de ahí a hurtadillas.Se encontraba a punto de salir del apartamento, cuando vio algunos documentos en la sala. La curiosidad pudo más que ella, así que los tomo y apenas los leyó le quedó en claro lo que pasaba.La cena con los padres de Emilia trascurrió con normalidad, la comida era maravillosa al igual que la compañía; pues ambos eran personas muy agradables. No obstante, Emilia estaba segura de que en cualquier momento iniciarían con el interrogatorio, mismo que era el motivo real de aquella cena. Sin embargo, eso no llego a suceder, lo cual sin duda agradecía. Se sentía terrible
Tan solo algunos minutos después Emilia arribo al apartamento. Apenas abrió la puerta, dejo sobre la mesa a un lado de esta su bolso, maletín y llaves; además de deshacerse con un suspiro de los altos tacones que solía usar.—Alexander —lo llamo desde ahí.—En la cocina —respondió este a la distancia. Sin demora comenzó a caminar hacia haya descalza, encontrándolo junto a la barra de la cocina con todo preparado. Las ordenes de tacos se encontraban en un platón en el centro; sin duda acababan de salir del horno, porque podía ver como despedían vapor. Este iba acompañado por el delicioso aroma al bistec y pastor. El color verde del cilantro y blanco de la cebolla, resaltaban en las tortillas de maíz y a un lado un pequeño recipiente con salsa verde y cebolla azada. Para Emilia, era como ver el paraíso y no pudo evitar que una gran sonrisa se formase en sus labios por eso. —¡Lo más bello que he visto en mi vida! —exclamo con alegría.—Gracias. Sabía que era guapo, pero no creí que tan
Varios días después…La noche había caído hacia un par de horas, cuando Alexander regreso a casa luego de un muy largo día en la oficina. —Emilia —la nombro, cuando contesto a su llamada.—¿Que sucede Alexander? —indago un tanto de extrañada por su llamada y es que habían hablado apenas un par de horas antes. —¿Dónde estás? —pregunto en su lugar con aparente relajación.—Aun en la oficina, no le podido terminar de revisar los documentos que nos enviaron los abogados. ¿Acaso sucede algo? — cuestiono y es que no pudo evitar pensar que así era.—En absoluto; tan solo es que pensé en comprar algo de cenar, así que pese por ese restaurante de comida mexicana que tanto te gusta —respondió, sabiendo bien cuanto es que le gustaría la noticia.—¿Estas bromeando? —deseo asegurase antes de poder emocionarse por eso.—En lo más mínimo, de hecho, en estos momentos tengo conmigo un par de ordenes de tacos e incluso pedí de esa salsa picante que te gusta —le conto.—Sabes que jamás he podido resis