Un par de meses atrás…
Alexander había llamado a Clara, su novia, varias veces a lo largo de la tarde sin respuesta. Deseaba verla, hablar con ella; por lo cual insistió hasta que consiguió que su asistente le dijera donde se encontraba.
Ambos había decidió mantener su relación en secreto, por el bien de sus carreras. Ella era una importante modelo, su carrera iba en ascenso. En tanto que él era el Ceo de una de las empresas de construcción más importantes del país.
Llevaba varios días sin verla, así que en contra de todos sus acuerdos decidió buscarla en público.
Según su asistente se encontraba en el hotel, The Gwen. Tenía una reunión hay con un cliente y pretendía sorprenderla.
Por desgracia, al arribar no encontró rastro alguno de ella en el restaurante o el bar; por lo cual dio por hecho que debía encontrarse en alguna de las salas de reuniones. No tenía otra opción más que esperar y no encontró una mejor forma de hacerlo que tomando una copa en el bar.
Apto por dirigirse hacia la barra y pedir un wisky seco. Fue entonces que se dio cuenta de la presencia de alguien conocido al otro lado de esta, alguien que tenía mucho tiempo sin ver y cuya presencia no le alegraba en lo más mínimo.
Se trataba de Emilia Crawford; la mujer más exasperante, fría y dura con la que había tenido la desgracia de encontrarse. La conocía desde que eran niños; sus familias habían sido muy cercanas desde siempre y por ende habían crecido juntos.
No deseaba arruinar con su presencia una noche que pretendía fuese maravillosa y aun así no pudo simplemente ignorarla, jamás había podido sin importar cuanto lo intentara.
Emilia había tenido un muy largo día en la oficina. Siempre había soñado con que llegara el día en que se encarga de la empresa familiar, solo que no espero que fuese en las condiciones en que lo hizo.
Su padre había sufrido un infarto hacia cerca de 5 años. Los médicos insistieron en que debía alejarse de las emociones fuertes como el estrés o los disgusto. Por ende, ella se vio en la necesidad de tomar las riendas de la empresa, aun cuando era muy joven.
Muchos pensaron que se trataba de una locura, que era demasiado joven como para ser capaz de hacerle frente a tal responsabilidad. Por lo cual, había pasado cada día desde entonces intentando demostrarles lo contrario. Había sido de ese modo hasta el grado que se había vuelto una de las Ceos más poderosa e importante no solo de la ciudad, sino del país.
Aquel había sido un día especialmente duro para ella. Había asistido a un par de reuniones interminables, en las cuales no dejo de ser subestimada solo por el hecho de ser mujer. Odiaba con todas sus fuerzas que eso sucediera y aun así se vio obligada a soportarlo, pero sobre todo demostrarles lo contrario.
Necesitaba de un buen trago después de un día como ese y aquel bar se encontraba muy cerca de la oficina.
Tomaba su tercera copa de burbon, sin sentir el más mínimo efecto del alcohol; cuando al voltear a su alrededor noto la presencia de Alexander.
Su día solo parecía ir a peor, por lo cual considero que su mejor opción sería retirarse a su hogar. Por fortuna, pronto reconsidero tal idea y es que no tenía por qué huir ante la presencia de un individuo como ese.
Era después de todo, solo un viejo conocido y debía tratarlo como tal. Decidió pues levantar un poco la copa en su dirección, dedicándole un leve asentimiento de su cabeza como saludo.
Para su infortunio, vio como este se levantaba y comenzaba a caminar en su dirección hasta sentarse en el lugar vació a su lado.
—No creí que tomaras mi cortesía al saludarte como una invitación a acercarte —admitió sin ocultar en ningún momento su disgusto.
—Qué raro, porque había dado por hecho que eso era lo que deseabas —argumento Alexander.
—¿Qué demonios te ha hecho pensar algo como eso? —intento comprender.
—A decir verdad, hay varias cosas; pero lo más importante es lo paletica que te vez bebiendo sola —respondió de forma cruel.
No midió sus palabras, pues sabía que no era necesario hacerlo y es que, a pesar de su apariencia delicada, sabía que era la mujer más fría y severa que hubiera conocido.
—No me ofende, en especial viniendo de alguien que está en este bar tan solo como yo —refuto sin demora y sin dejarse afectar por sus palabras.
—Te equivocas, no estoy solo. Espero a mi novia —se jacto con aparente superioridad.
—¿Y quién es la desafortunada? Porque hasta donde sabia estabas soltero desde que tu antigua novia te dejo hace un par de años. ¿Cuál es que era su nombre?, ¿Sofia, Martha, Carolina? No lo recuerdo —se burló de forma descarada.
—No sabía que estuvieras tan interesada en mí y en mi vida amorosa —respondió con cierta suspicacia.
—No te emociones tanto, tu padre tiene la costumbre de contármelo siempre que me ve. Por lo que parece no tiene idea de tu relación, porque justo hace un par de días me dijo lo triste que esta debido a tu soltería —le conto con cierta gracia al respecto.
—No tengo idea de porque mi padre hace algo como eso, pero es verdad; no sabe nada de mi relación y deseo que continúe siendo de ese modo —le advirtió.
—No te preocupes, la próxima vez que lo vea escuchare en silencio como intenta venderte a mí. No tienes ideas de las fantasías tan locas que él y mi padre tienen —revelo mientras terminaba su trago.
—En efecto; no la tengo, pero me imagino. Por cierto, escuche que tu padre tuvo una revisión hace un par de semanas. ¿Cómo se encuentra? —se interesó de forma genuina.
—Bien, por fortuna. Aunque los médicos insisten en sus recomendaciones y eso no lo tiene nada contento —le conto.
—Imagino, conociéndolo seguro causo todo un drama —afirmo Alexander con cierta gracia al respecto.
—Claro que si —admitió mucho más afable.
Entonces de pronto, levanto el rostro y la expresión de su rostro se tornó molesta.
—Mierda, m****a… ¡Mierda! —exclamo con exasperación.
Alexander no tenía idea de lo que estaba pasando y es que no era típico en ella el actuar de ese modo. —¿Qué es lo que te sucede? —le cuestiono extrañado.Por desgracia Emilia no contesto, sino que tan solo se acercó un poco más a él; lo cual le sorprendió de inicio. Sin embargo, pronto se dio cuenta de lo que pretendía y es que se ocultaba tras suyo, mismo que solo causo su mayor desconcierto. No lograba entender lo que pudo hacerla actuar de ese modo. —¿Qué diablos te sucede Emilia? —deseo entenderlo. —Cállate y no te muevas —respondió de forma cortante. —Lo are si no me dices lo que ocurre —advirtió, mientras comenzaba a hacer girar el banco sobre el que se encontraba sentado. Emilia no pretendía dejar que eso ocurriera, así que lo retuvo con firmeza. —Hablo en serio, si te mueve te lastimare —lanzo un ultimátum en su contra.Alexander en cambio le presto poca atención a sus palabras, soltándose de su agarre para comprobar de lo que se trataba. En cambio, a sus espaldas
Emilia no tenía la menor idea de lo que le ocurría; pues la actitud relajada de antes había desaparecido. Parecía molesto, exaltado y totalmente fuera de sí. Estaba claro que algo había sucedido, solo que no tenía la menor idea de lo que se trataba. Tampoco parecía que él se encontrase dispuesto a revelarlo, por lo cual solo le resto seguirlo al menos hasta el exterior y es que eso era justo lo que deseaba. Una vez se encontró fuera, se liberó de su agarre; aun cuando eso no le resulto nada sencillo. —¡Loco! —lo llamo con desprecio mientras se alejaba.Alexander apenas era consciente de lo que estaba haciendo, al igual del hecho de que Emilia se alejó de él furiosa. Vio entonces como al otro lado de la calle Clara subía a un auto, acompañada de aquel hombre. No podía permitir que se marcharan, necesitaba detenerlos y obtener respuestas de su parte. Por desgracia, el tiempo se terminaba. Ellos se marchaban y no dejaría que eso ocurriera. Infortunadamente su auto se encontraba en
Cuando Emilia comenzó a despertar, lo hizo sintiéndose confusa y es que no recordaba lo sucedido o al menos fue así en un principio. Pronto observo todo a su alrededor, se encontraba en una habitación pintada en su totalidad de color blanco, lo cual, acompañado aquel característico aroma a alcohol y desinfectante, le hizo dar cuenta del sitio en el que se encontraba. Estaba en una habitación de hospital y ser consciente de eso le hizo recordar los acontecimientos de esa noche, mismos que terminaron en un coque de auto. Apenas fue consciente del todo de si misma, se dio cuenta de que por fortuna no parecía encontrarse gravemente herida. Portaba un collarín, sentía un liguero sabor metálico en su labio inferior y usaba una clase de cabestrillo en una de sus muñecas. Fuera de eso se sentía bien, tan solo se sentia levemente dolorida. Sin embargo, eso no mermaba su furia y es que tenía en claro quién era el culpable de que se encontrara ahí. Su molestia no radicaba tanto en el daño s
—¿De qué están hablando? —trato de entender Emilia, intentando no parecer demasiado alterada ante semejante afirmación. —No finjan más, lo sabemos —declaro su padre con una radiante sonrisa en los labios.—¿Fingir? En verdad, no tenemos idea de a lo que se refieren —le aseguro Alexander, quien de igual manera no había podido evitar preocuparse.—Nos entregaron sus pertenencias cuando llegamos y hemos encontrado esto — explico Martha, la madre de Alexander, mostrándoles de forma orgullosa el anillo de compromiso que se encontraba en su mano.—¿Eso es…? —intento entender Emilia, pues le parecía una locura que algo como eso hubiese aparecido en sus pertenecías; por lo cual solo se podía tratar de una equivocación.—Es claro de lo que se trata —le interrumpió Lucas.—Solo que no entendemos porque no nos lo habían dicho —continuo enseguida Paul, igual de extasiado que el resto.Al escuchar aquello todo cuanto ambos pudieron hacer fue voltear a verse el uno al otro, intentando entender lo