—¿De qué están hablando? —trato de entender Emilia, intentando no parecer demasiado alterada ante semejante afirmación.
—No finjan más, lo sabemos —declaro su padre con una radiante sonrisa en los labios.
—¿Fingir? En verdad, no tenemos idea de a lo que se refieren —le aseguro Alexander, quien de igual manera no había podido evitar preocuparse.
—Nos entregaron sus pertenencias cuando llegamos y hemos encontrado esto — explico Martha, la madre de Alexander, mostrándoles de forma orgullosa el anillo de compromiso que se encontraba en su mano.
—¿Eso es…? —intento entender Emilia, pues le parecía una locura que algo como eso hubiese aparecido en sus pertenecías; por lo cual solo se podía tratar de una equivocación.
—Es claro de lo que se trata —le interrumpió Lucas.
—Solo que no entendemos porque no nos lo habían dicho —continuo enseguida Paul, igual de extasiado que el resto.
Al escuchar aquello todo cuanto ambos pudieron hacer fue voltear a verse el uno al otro, intentando entender lo que pensaban. Después de todo, la presencia de aquella joya no significaba nada y en especial no lo que parecían creer.
—Tu secretaria dijo que tenías una cita con tu novia. Prácticamente tuvimos que obligarla a decirnoslo cuando nos enteramos del accidente, no teníamos idea de lo que te había sucedido —explico Martha, viendo a su hijo con cierto alivio.
—En cuanto a ti, ahora entendemos tu reticencia cada vez que tratábamos de armarte una cita. Lo cierto es que comenzabas a preocuparnos; pero el darnos cuenta de que solo no deseabas que superamos la verdad, valla que nos alivia —intervino Sonia, la madre de Emilia.
—Conociéndolos, seguro no querían que nos enteráramos hasta que fuese algo en serio. La verdad es que lo entiendo, pues seguro no habríamos dejado de molestarlos para que se casaran cuanto antes; los habríamos artado y arruinaríamos todo. Al final ha ocurrió de forma natural, se casarán —admitió Paul visiblemente fascinado.
Ambos dedeaban con todas sus fuerzas poder explicarse, sacarlos del gran error en que se encontraban cuanto antes. Por desgracia todos sus intentos por tomar la palabra, por llamar a su atención parecían ser en vano y es que sus padres no dejaban de hablar. Estaban extasiados, causando un escándalo tal que sus voces se escuchaban con estridencia y al parecer no fueron los únicos en darse cuenta de eso.
Antes de lograr llamar a su atención para aclarar la verdad de lo que estaba pasando, apareció un médico.
—Señores, señores. ¿Qué es todo este escándalo? —les cuestiono llamando a su atención no solo con la potencia de su voz, sino por la importancia de su presencia.
—Lo sentimos, es solo que hemos recibido una excelente noticia. Los jóvenes se van a casar —se disculpó Martha, aunque no si dejar de lado la gran noticia que tenían.
Emilia en cambio, apenas podía creer que estuviesen divulgando tal tontería sin antes asegurarse al menos de que en efecto fuese verdad.
—Entiendo su alegría, pero no pueden hacer este escándalo aquí. Les recuerdo que se encentran en un hospital, hay personas que necesitan descansar y entre ellos se encentran estos jóvenes —les hizo ver con cotensia, aunque sin olvidar ese toque de severidad que tuvo desde el primer momento.
—Perdónenos, usted tiene toda la razón. ¿Como se encuentran? —se disculpó Lucas, recordando al fin el motivo que los había llevado ahí para iniciar.
—Solo sufrieron de algunos golpes menores. Los daremos de alta mañana mismo, solo los mantendremos en observación esta noche por mero protocolo —explico mientras le daba un vistazo al informe que tenía en sus manos.
—Que alivio doctor —Paul lanzo un profundo suspiro mientras lo decía, tal como si la preocupación lo hubiese estado matando; aun cuando solo un momento antes había estado más que feliz.
—Ahora por favor deben salir de aquí lo antes posible, no son horas de visita —pidió mientras les mostraba la salida.
—Pero... —intento negarse Lucas y es que aun tenían mucho de qué hablar.
—Por favor, señores —insistió de forma cortes, pero sin olvidar su tono firme.
Aun cuando ninguno deseaba marcharse, no tuvieron más opción que obedecer al médico y salir de ahí, despidiéndose con un movimiento de sus manos. Sin embargo, mientras se alejaban por el pasillo seguían hablando de lo felices que se encontraban por la boda y ellos lograban escucharlos.
—Señorita, usted también debe regresar a su habitación —le hizo saber.
—En momento doctor, nosotros… —trato de negarse.
—No se preocupe, volverá a ver a su novio mañana. Ahora ambos deben descansar —le interrumpió mientras la tomaba por el brazo con gentileza y le hacía comenzar a caminar a la salida.
—Nosotros no somos... —deseo aclarar las cosas, pero una vez mas no pudo hacerlo.
—Ande vámonos.
El doctor la saco de ahí sin que pudiera decir o hacer algo al respecto. Lo cierto es que lo ocurrido le tenía tan desconcertada que no logro reaccionar como le hubiese gustado y fue guiada de regreso a su habitación.
Se suponía que tenía que descansar, pero la verdad no podía conciliar el sueño. No entendía que serie de extraños sucesos la habían llevado a esa situación, a sus padres a creer que se casaría con Alexander; pues a ella no le entraba en la cabeza la sola idea de algo semejante. No paraba de pensar al respecto; por lo cual, un par de horas después cuando la puerta de su habitación volvió a abrirse, aún se encontraba despierta.
Vio como entraba Alexander cojeando, mientras andaba con la ayuda del soporte de su suero.
—¿Qué diablos ha ocurrido? —le cuestiono sin más, mientras se incorporaba en la cama.
—Créeme que me encuentro tan confundido como tu —afirmo con rapidez.
—El anillo es claro que no era para mí —dio voz a lo que había estado pensando desde que lo vio
—No, no lo era —admitió, aun cuando no fuera necesario y es que jamás le entregaría un anillo como ese.
—Supongo que le pertenece a tu novia —se aventuró a conjeturar.
—No deseo hablar de eso —corto el tema de tajo y eso no pasó desapercibido para Emilia.
—Me temo que tendrás que hacerlo, teniendo en cuenta que nuestros padres creen que era a mí a quien planeabas pedir matrimonio —le hizo ver.
—No entiendo cómo es que se les pudo ocurrir algo semejante, que yo me casara contigo es, es absurdo —afirmo, sin responder aun a la pregunta de Emilia.
Si bien era cierto que Emilia había estado pensando lo mismo, no pudo evitar molestarse ante la forma en que lo dijo, el desprecio que demostró.
—¿Qué quieres decir con eso? —le cuestiono disgustada.
Había pensado que con su comentario podría evitar una conversación que no deseaba, para su desgracia este solo le guio a otra igual de difícil.
—Por favor, tú lo sabes —respondió tratando de zafarse del asunto.
—Supongamos que no, así que ilumíname —pidió, sin dejarse engañar por su estrategia y es que era demasiado lista como para permitirlo.
—Como quieras. Yo jamás me casaría con una mujer como tú, no eres mi tipo —revelo sin más, notando como Emilia se le quedaba viendo con severidad.
—Que alivio saberlo, porque tampoco eres mi tipo de chica —respondió de forma sarcástica luego de un momento de cierta tensión.
—Que graciosa, pero supongo que está decidido.
—Claro, les diremos la verdad mañana mismo. Se molestarán, pero terminarán entendiéndolo —afirmo Emilia aparentemente convencida de que sería de ese modo.
—Lo harán —concordó Alexander.
Un par de meses atrás…Alexander había llamado a Clara, su novia, varias veces a lo largo de la tarde sin respuesta. Deseaba verla, hablar con ella; por lo cual insistió hasta que consiguió que su asistente le dijera donde se encontraba. Ambos había decidió mantener su relación en secreto, por el bien de sus carreras. Ella era una importante modelo, su carrera iba en ascenso. En tanto que él era el Ceo de una de las empresas de construcción más importantes del país.Llevaba varios días sin verla, así que en contra de todos sus acuerdos decidió buscarla en público. Según su asistente se encontraba en el hotel, The Gwen. Tenía una reunión hay con un cliente y pretendía sorprenderla. Por desgracia, al arribar no encontró rastro alguno de ella en el restaurante o el bar; por lo cual dio por hecho que debía encontrarse en alguna de las salas de reuniones. No tenía otra opción más que esperar y no encontró una mejor forma de hacerlo que tomando una copa en el bar. Apto por dirigirse hac
Alexander no tenía idea de lo que estaba pasando y es que no era típico en ella el actuar de ese modo. —¿Qué es lo que te sucede? —le cuestiono extrañado.Por desgracia Emilia no contesto, sino que tan solo se acercó un poco más a él; lo cual le sorprendió de inicio. Sin embargo, pronto se dio cuenta de lo que pretendía y es que se ocultaba tras suyo, mismo que solo causo su mayor desconcierto. No lograba entender lo que pudo hacerla actuar de ese modo. —¿Qué diablos te sucede Emilia? —deseo entenderlo. —Cállate y no te muevas —respondió de forma cortante. —Lo are si no me dices lo que ocurre —advirtió, mientras comenzaba a hacer girar el banco sobre el que se encontraba sentado. Emilia no pretendía dejar que eso ocurriera, así que lo retuvo con firmeza. —Hablo en serio, si te mueve te lastimare —lanzo un ultimátum en su contra.Alexander en cambio le presto poca atención a sus palabras, soltándose de su agarre para comprobar de lo que se trataba. En cambio, a sus espaldas
Emilia no tenía la menor idea de lo que le ocurría; pues la actitud relajada de antes había desaparecido. Parecía molesto, exaltado y totalmente fuera de sí. Estaba claro que algo había sucedido, solo que no tenía la menor idea de lo que se trataba. Tampoco parecía que él se encontrase dispuesto a revelarlo, por lo cual solo le resto seguirlo al menos hasta el exterior y es que eso era justo lo que deseaba. Una vez se encontró fuera, se liberó de su agarre; aun cuando eso no le resulto nada sencillo. —¡Loco! —lo llamo con desprecio mientras se alejaba.Alexander apenas era consciente de lo que estaba haciendo, al igual del hecho de que Emilia se alejó de él furiosa. Vio entonces como al otro lado de la calle Clara subía a un auto, acompañada de aquel hombre. No podía permitir que se marcharan, necesitaba detenerlos y obtener respuestas de su parte. Por desgracia, el tiempo se terminaba. Ellos se marchaban y no dejaría que eso ocurriera. Infortunadamente su auto se encontraba en
Cuando Emilia comenzó a despertar, lo hizo sintiéndose confusa y es que no recordaba lo sucedido o al menos fue así en un principio. Pronto observo todo a su alrededor, se encontraba en una habitación pintada en su totalidad de color blanco, lo cual, acompañado aquel característico aroma a alcohol y desinfectante, le hizo dar cuenta del sitio en el que se encontraba. Estaba en una habitación de hospital y ser consciente de eso le hizo recordar los acontecimientos de esa noche, mismos que terminaron en un coque de auto. Apenas fue consciente del todo de si misma, se dio cuenta de que por fortuna no parecía encontrarse gravemente herida. Portaba un collarín, sentía un liguero sabor metálico en su labio inferior y usaba una clase de cabestrillo en una de sus muñecas. Fuera de eso se sentía bien, tan solo se sentia levemente dolorida. Sin embargo, eso no mermaba su furia y es que tenía en claro quién era el culpable de que se encontrara ahí. Su molestia no radicaba tanto en el daño s