Capitulo 3

Emilia no tenía la menor idea de lo que le ocurría; pues la actitud relajada de antes había desaparecido. Parecía molesto, exaltado y totalmente fuera de sí. 

Estaba claro que algo había sucedido, solo que no tenía la menor idea de lo que se trataba. Tampoco parecía que él se encontrase dispuesto a revelarlo, por lo cual solo le resto seguirlo al menos hasta el exterior y es que eso era justo lo que deseaba. 

Una vez se encontró fuera, se liberó de su agarre; aun cuando eso no le resulto nada sencillo. 

 —¡Loco! —lo llamo con desprecio mientras se alejaba.

Alexander apenas era consciente de lo que estaba haciendo, al igual del hecho de que Emilia se alejó de él furiosa. 

Vio entonces como al otro lado de la calle Clara subía a un auto, acompañada de aquel hombre. No podía permitir que se marcharan, necesitaba detenerlos y obtener respuestas de su parte. 

Por desgracia, el tiempo se terminaba. Ellos se marchaban y no dejaría que eso ocurriera. Infortunadamente su auto se encontraba en el estacionamiento y esperar a que a poder sacarlo de ahí no era una opción, no cuando para entonces ellos se habrían marchado desde hacía mucho.   

Se encontraba desesperado y al ver el auto de Emilia esperando frente al hotel, no lo pensó siquiera.

Emilia había llevado a un chofer con ella, pues pretendía beber y no le agradaba la idea de subir a un taxi en estado de ebriedad. Solía ser muy cuidadosa en esas cosas, además de que le parecía lo más práctico. 

Lamentaba que lo que pretendía ser una noche para relajarse y olvidar un poco del estrés que vivía día con día, hubiese terminado de aquella forma. Se encontraba decepcionada y molesta; aunque al menos se había librado de la conversación insustancial y aburrida de Oscar. Eso era una verdadera fortuna.

Se encontraba sentada cómodamente en el asiento trasero, en espera de que el chofer emprendiera el camino. Decidió mientras tanto encender el teléfono, habían pasado un par de horas y como era de esperarse no dejaban de sonar llamabas perdidas, mensajes, correos. Tenía en claro que aquella noche aún estaba lejos de terminar. 

Sin demora, comenzó a responder un par de mensajes totalmente concentrada; cuando de pronto sintió como se cerraba la puerta del conductor. 

 —Vamos directo a casa y no te preocupes, que tengo tiempo —le indico al conductor, sin separar la vista de la pantalla.

Tenía cosas de las que ocuparse, así que prefería que el trayecto fuese en calma. Sin embargo, el auto pronto arranco con rapidez y de forma abrupta, proyectándola hacia tras sin que pudiera evitarlo; causando que el teléfono en sus manos se callera.

No tenía la menor idea de lo que ocurría; pues Carlo, su chofer, siempre había sido un hombre cuidadoso y responsable. Aquella no era una actitud típica de él y ser consciente de eso le asusto.

 —¿Qué diablos te ocurre Carlo? —le cuestiono con molestia, mientras trataba de sentarse correctamente de nuevo. 

Por desgracia, no fue a Carlo a quien vio tras el volante; sino a Alexander. Aquello le desconcertó en verdad y es que no tenía la menor idea de lo que sucedía. 

 —¿Qué demonios? —le cuestiono molesta.

Sin embargo, aquel sentimiento pronto dio paso a la furia y miedo. Vio como Carlo corría tras el coche, intentando alcanzarlos; por supuesto que no lo lograría y en especial cuando Alexander acelero aún más el auto. 

 —¿Qué estás haciendo Alexander? —le interrogó cada vez más alterada.

Este, en cambio no dijo palabra alguna. Ni siquiera, la volteo a ver.

 —Alexander hablo en serio. ¿Qué es lo que pretendes? —continuó exigiendo y para su desgracia él no contesto.

Alexander si le escuchaba, pero no pretendía detenerse. El auto en el que viajaba Clara se encontraba demasiado cerca como para permitir que se le escapase.

 —Detén el maldito auto de una vez —exigió, cansada de aquella situación.

 —Lo siento, pero no lo are —se dignó a responder al fin.

 —¿Me estas secuestrando acaso? —le acuso, pues así lo parecía; aun cuando en el fondo sabía que no sería capaz de algo semejante.

 —Por supuesto que no, jamás aria algo como eso —se apresuró a asegurarle.

 —En ese caso, detén el auto de una buena vez y déjame salir o te aseguro que te are parar yo misma —advirtió, más que exasperada. 

 —Eso no pasara, lo siento mucho. No puedo detenerme, esto es demasiado importante —afirmo sin perder de vista al auto que perseguía. 

 —En ese caso no me dejas otra opción —respondió como una clase de advertencia. 

Se quito los altos tocones que usaba y sin importarle en lo más mínimo el decoro, los buenos modales o que alguien pudiera verla comportarse de ese modo. Se levanto la ajustada falda que usaba, dejando al descubierto sus largas piernas mientras saltaba al asiento del copiloto. 

Alexander vio con sorpresa como aquellas largas y torneadas piernas aparecían a su lado, para luego aparecer el resto de Emilia. 

 —¿Qué demonios crees que hacer? —fue él quien la cuestiono en esa ocasión, sorprendido por su conducta.

Fue tanto así que por un momento perdió el control del auto, haciendo que zigzaguease. El movimiento casi causo que Emilia cállese sobre él, de no ser porque fue hábil y logro sentarse a tiempo en el asiento del copiloto. 

 —¡Estas loca! ¿Es que acaso quieres que suframos un accidente?, ¿acaso deseas que sea mi rostro lo último que veas? —le cuestiono con molestia por tal imprudencia.

 —Por supuesto que no, jamás querría algo semejante. Tan solo deseo que te detengas de una vez —reconoció.

 —No puedo hacerlo, ya te lo he dicho. Tengo un motivo muy importante para actuar de este modo —repitió, aun sin entrar en detalles.

 —Mas vale que lo sea; porque pagaras el precio por lo que haces, ten por seguro que te are lamentarlo —afirmo.

 —Lo vale, te lo seguro —respondió con toda seguridad al respecto.

Se encontraba convencido de que era de tal modo, solo tenía que darle alcance a aquel auto. 

Para su desgracia; apenas lo hizo, vio algo que hubiese preferido no presenciar jamás.

En el asiento de atrás se encontraban Clara y aquel hombre, se besaban de forma apasionada. En aquel momento; le quedo claro que era verdad lo que suponía, que ella le traicionaba.

Semejante descubrimiento le causo tal dolor que olvido que se encontraba conducido. El auto pronto perdió el control, dirigiéndose de forma peligrosa hacia los autos que andaban en dirección contraria. 

Por fortuna, Emilia se dio cuenta de lo que pasaba justo a tiempo para tomar el control. Se apresuro a sujetar el volante, intentando que el auto regresara a su carril. 

Sin embargo, sus intentos fueron en vano y es que terminaron por estrellarse y ambos perdieron el conocimiento a causa del impacto.

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