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Capitulo 14 - Curiosidad oculta

—Ya estoy lista para irme al trabajo, flojaza — le dijo Megan a su amiga Karen.

—Ja, ja, ja. Día de descanso, ya le he avisado a mi jefe.

—¿Cómo lo ha tomado?

—Solo dijo que espera que me recupere pronto porque el desfile está cerca.

—Es un cerdo, lo único que le importa es el mismo — gruñó Megan, furiosa.

—El solo es un hombre práctico, Megan, está pendiente de lo que debe estar y eso es de su empresa.

—No hay duda de que lo que tiene de guapo lo tiene de imbécil, pero ya no gastaré mis energías hablando de él —gruñó Megan, molesta.

—Ja, ja, ja. Es lo mejor, mi gruñona favorita — dijo Karen mientras sonreía.

Las dos comenzaron a reír y en ese momento la madre de Karen tocó la puerta de la habitación. Se le hacía bastante raro que su hija aún estuviera allí; por lo general a esa hora ya estaba desayunando para marcharse a la empresa. Megan quitó el pestillo de la puerta y esta entró.

—Buenos días, niñas, ¿cómo están hoy? —Hija, ¿qué haces aún en pijamas? — le preguntó Marta, preocupada.

—Hola, mami, me siento indispuesta, hoy no iré a la empresa, ya le avisé a mi jefe y me dijo que estaba bien — le respondió Karen a su madre.

Marta, totalmente sorprendida, se acercó hasta donde estaba su hija y le tocó la frente; necesitaba saber si tenía calentura, porque a simple vista no se veía enferma.

—Cariño, gracias al cielo no tienes calentura.— ¿Te duele algo?

—Si el corazón — pensó Karen, pero no dijo nada.

—Sí, mami, me duele un poco la cabeza; hoy quisiera quedarme en mi cama todo el día. Ya mañana estaré mejor.

Marta, que conocía muy bien a su hija, sabía que todo iba más allá de un simple malestar. Vio la tristeza en sus ojos y supo que no se trataba de ninguna enfermedad; su hija estaba pasando por un problema emocional, pero para no lanzarle más leña al fuego, prefirió callar. Si algo había aprendido a lo largo de los años era a respetar el espacio de sus hijas.

—Lo entiendo, mi amor, lo mejor es que descanses; tú trabajas mucho y el cuerpo siempre termina pasando factura.—Voy a la cocina y te prepararé una sopita de pollo; estoy segura de que con eso tu malestar se va a aliviar un poco.— Megan, cariño, ¿vas a desayunar aquí o te lo empaco para que te lo lleves?

—Me lo llevaré, querida Marta, muchas gracias — le respondió Megan con cariño.

Marta era el tipo de madre atenta y no solo con sus hijas, también con los amigos de estas; procuraba que todos se sintieran a gusto en su casa y sí que lo lograba.

—Muy bien, hermosa, me voy a la cocina; allí te espero — le dijo Marta a Megan y salió de la habitación.

—Tu madre es un encanto, Karen — espeto Megan.

—Sí, ella es maravillosa, siempre busca agradar y lo logra.—Por cierto, Megan, ¿te quieres llevar mi auto? —Hoy no pretendo moverme de mi cama.

—No, bonita, me iré en un taxi; recuerda que mi auto está guardado en la empresa y si me llevo el tuyo, mañana se me complicará salir — le respondió Megan mientras aplicaba un poco de máscara en sus pestañas.

—Mmm — vale, está bien.

—Karen, ¿no te gustaría ir a visitar a mi amiga la gitana hoy?

—¿Te has vuelto loca? —Ya sabes que ese tipo de cosas no me gustan en lo absoluto — le respondió Karen, ofendida.

—Yo lo sé, tontita, es solo que sería bueno saber qué puedes hacer para sacarte a Daryl Ferrer de la cabeza.—No entiendo cómo no sientes curiosidad por saber qué es lo que puede llegar a pasar.

—Porque muchas veces es mejor no saber, no te niego que muchas veces he querido saber más, pero… — Megan la interrumpió y no le permitió terminar la frase que iba a decir.

—Yo pienso que tú solo sientes miedo de que te digan que el hombre que tanto idolatras jamás será para ti o tal vez sí pueda llegar a serlo. Debes dejar de minimizarte y darte el valor que tienes tú misma — le respondió Megan.

Karen se quedó bastante pensativa; su amiga en parte tenía razón, aunque la verdad detestaba todo lo que tuviera que ver con ocultismo, si sentía una gran curiosidad por saber, así que sin pensarlo mucho tomó una decisión.

—Hagamos algo, yo voy a aceptar ir, pero con la condición de que tú me acompañes en todo momento.

Megan la miró sorprendida; ese tipo de temas jamás habían sido del interés de su amiga, lo que la hizo pensar en lo mal que se debía estar sintiendo por dentro.

—Por supuesto, yo te acompañaré en todo momento.— ¿Estás segura, Karen?

—Ja, ja, ja. Tú eres de lo que no existe, me has pedido en distintas ocasiones que vayamos al lugar y hoy que he tomado la decisión me preguntas si estoy segura.—A ti no hay quien te entienda, Megan.

—Ja, ja, ja.—Lo siento, es que me has sorprendido, mujer de Dios.—Entonces, si estás completamente decidida, llamaré a Gilda para que nos atienda hoy por la tarde; apenas salga de mi trabajo, paso a recogerte.

—¿No podría ser un poco antes? — le preguntó Karen, ansiosa.

—Déjame ver qué puedo hacer; si mi adorado jefe me lo permite, me escaparé nuevamente. Recuerda que ayer pedí un permiso para salir antes.

—Tienes razón, mejor vamos a dejarlo para cuando salgas de tu trabajo; no quiero que te metas en problemas con tu jefe.

—Ya veremos, igual te estoy avisando para que te prepares. Con suerte hoy nos pueda atender Gilda, ya sabes que siempre está ocupada.

—Vale — respondió Karen, pensativa.

—Ahora me marcho, no quiero que el tráfico de Madrid me haga comenzar mal mi mañana.— Megan se acercó y le plantó dos besos en la mejilla a Karen.

—Que tengas un bonito día, yo seguiré en mi cama hasta más tarde.

—Te lo mereces, descansa todo lo que puedas.

Megan salió de la habitación y se fue directo a la cocina; allí Marta le tenía listo el desayuno. Lo guardó en su bolso, se despidió de ella y se marchó; ya buscaría la manera de escaparse nuevamente del trabajo.

En su habitación, Karen pensaba en si estaba haciendo lo correcto. Nunca antes había aceptado que alguien le dijera nada sobre su futuro, pero tal vez su amiga tenía razón; nunca estaba de más saber que podía pasar más adelante.

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