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Capitulo 13 - Ya es hora de que todo cambie

Al llegar al parqueadero de su casa, Karen bajó del auto en silencio. Qué noche tan terrible le ha tocado vivir. Se colocó los lentes y volvió a sentirse como siempre se sentía, una mujer insípida, que hiciera lo que hiciera jamás le gustaría a Daryl Ferrer. Sus gustos eran otros y ella ni queriendo encajaba en ellos.

—Debo dejar de ser tan ilusa — se repitió Karen varias veces.

Las imágenes que había visto en el cuarto de servicio donde se celebró la gala las recordaba a cada momento y sentía como su corazón se rompía en mil pedazos. ¿Hasta cuándo iba a resistir? —Lo peor de todo es que ella sabía que Daryl no era culpable de nada; la culpa la tenía ella misma por haberse creado una falsa ilusión, un amor no correspondido.

—¿Estás bien, hermosa? — le preguntó Megan a Karen.

—Para ser sincera, ni siquiera sé lo que siento, mi mente va a millón y solo quiero descansar un poco.

Alejandro, que ya había estacionado su auto, se acercó hasta donde estaban ellas y comenzó a disculparse. Justo eso era lo que quería evitar Karen; no quería saber por qué se había ausentado, solo necesitaba llegar a su casa, quitarse la ropa y acostarse a dormir para no pensar más. Megan, que sabía muy bien cómo se estaba sintiendo su amiga, sin pensarlo mucho le dijo a Alejandro que hablarían los tres al día siguiente. este al ver la actitud de Karen, supo que lo mejor era marcharse, así que se despidió, cogió su auto y arrancó. Sabía que la había embarrado esa noche, pero también estaba consciente de que lo que sentía su amiga no era su culpa.

Megan y Karen entraron en silencio; sabían que las cosas no estaban bien y que la mejor opción era tener un espacio para pensar y sobrellevar la situación tan desagradable que estaban viviendo.

Karen entró al baño, se desnudó y se metió a la ducha. El agua fría caía por todo su cuerpo y era como un bálsamo que aliviaba el dolor que sentía su alma. La vergüenza, la humillación y la decepción eran los protagonistas del momento; los recuerdos de su jefe teniendo intimidad con aquella mujer eran peores que las palabras que le había dicho la madre de este. Las lágrimas caían por sus mejillas, se sentía como el ser más miserable del universo; había puesto los ojos en quien no debía y lo estaba pagando con creces.

Cuando sintió que ya era suficiente, salió de la ducha, se envolvió en una toalla y regresó a la habitación. Allí Megan la esperaba en silencio, hasta que, ya más calmada, Karen habló.

—Lamento lo que has vivido por mi culpa, Megan — susurró Karen.

—No ha sido tu culpa, cariño. — ¿Estás bien? — Le pregunta Megan, preocupada.

—Me siento mejor, pero todo esto ha sido un verdadero desastre. Me siento tan avergonzada, vi a mi jefe follando con una mujer en plena gala y luego por andar sin mis lentes me tropecé y caí sobre el mesero. Para completar, llega la madre de Daryl y me insulta de una manera poco sutil, me humillo, me hizo sentir como una cucaracha — respondió mientras las lágrimas comenzaban a salir nuevamente de sus ojos.

Megan se acercó y la acunó en sus brazos. No era la primera vez que le tocaba secar sus lágrimas, pero sabía que lo que había pasado era mucho más fuerte que las tristezas anteriores.

—Lo lamento tanto, amiga, no mereces este sufrimiento. Tú eres tan buena persona que no se me hace justo. En cuanto a esa vieja encopetada y al imbécil de su hijo, que se jodan. No permitas que personas con un corazón tan mezquino te hagan sentir mal. Daryl es un sinvergüenza mujeriego y eso ya lo sabías, por eso es hora de que ya pases la página y aceptes que él jamás será para ti, y no porque tú no seas como las mujeres que le gustan, porque bastante hermosa que eres, pero los hombres como él solo están pendientes de unas grandes tetas y un gran trasero, no ven más allá de ello. — Espetó Megan con sinceridad.

Karen se quedó muda con lo que había escuchado; sabía que Megan tenía mucha razón en todo, no era justo lo que estaba viviendo, pero ella sola se lo había buscado. Aunque Daryl era todo lo que ella decía, él no tenía la culpa de nada, porque no conocía sus sentimientos.

—Tienes razón, Megan, ya es hora de que todo cambie. Necesito sacarme este sentimiento de mi corazón, necesito dejar de pensar en él y sobre todo necesito matar esta ilusión; si no lo hago, no sé qué pasará más adelante.

—¡Esa es la actitud! Tú puedes, preciosa, vales demasiado y mereces a alguien que te dé el valor que mereces como mujer.

—Creo que ya es hora de irnos a dormir. La vida continúa y mañana debemos regresar al trabajo. No sé con qué cara llegar, pero debo enfrentarlo.

—Tienes razón, además mañana será otro día y las cosas se verán de otra manera. Sé que después de esta noche tu perspectiva hacia él cambiará.

—Eso espero, porque ya esto sobrepasa mis límites.— Karen se levantó y caminó hasta el armario; de allí sacó dos pijamas limpios, uno para ella y otro para su amiga.—Toma para que te cambies — le dijo a Megan.

Ella hizo lo que Karen le pedía y se fue al baño a asearse y cambiarse. En la habitación, Karen se cambiaba y, al agarrar sus lentes, los miró y se prometió a sí misma no dejar de usarlos jamás. Se sentía tan culpable de no haberlos llevado puestos esta noche.

—Estoy lista. Ahora a la cama, mañana se trabaja — bromeó Megan, queriendo alivianar el momento.

—A descansar entonces — respondió Karen y sonrió.

Las dos se fueron a la cama. Megan cayó profunda; estaba cansada, el día había sido bastante largo. Por el contrario, Karen no podía pegar los ojos; sus propios pensamientos no la dejaban. En un momento dio gracias al cielo porque su madre no las había esperado despierta; que la hubiese visto mal no era lo más acertado.

Horas después, sin darse cuenta, Karen cayó en los brazos de Morfeo. 

***

A la mañana siguiente…

El sonido del despertador atormentaba a las chicas; Megan lo tomó y lo apagó. Al mirar la hora, vio que ya era momento de salir de la cama; ambas debían ir a sus trabajos.

—Karen — despierta, es hora de salir de la cama — le dijo Megan, aún adormitada.

—¿Qué hora es? — respondió Karen abriendo sus ojos.

—Son poco más de las siete, ya debemos levantarnos, cariño.

—Mi cabeza va a explotar — no me apetece ir al trabajo hoy— respondió Karen y se tapó la cara con su almohada.

—Karen, pero tú nunca faltas a tu trabajo — dijo Megan, sorprendida.

—Lo sé, pero hoy no quiero ir. Ya le enviaré un mensaje a mi jefe; apuesto que él tampoco va hoy, debe estar descansando de su gran noche — gruñó Karen furiosa.

—Está bien, voy a ducharme. Yo sí debo asistir; hoy mi jefe tiene una reunión importante y no me lo puedo perder.

Megan se fue directo al baño; necesitaba ducharse para irse a su trabajo. Karen ya estaba despierta, pero se negaba a ir a la empresa. La razón era simple: ella no quería encontrarse con el CEO Daryl Ferrer y enfrentarlo. Estaba segura de que su madre ya le había contado lo que había pasado, así que decidió buscar su móvil y enviarle un mensaje al W******p. En cualquier momento lo leería.

Pensó mucho en qué escribir, hasta que decidió mentir: le diría que había amanecido indispuesta, tal vez lo entendería y, si no lo hacía, era lamentable por él.

De ahora en adelante las cosas van a cambiar. Voy a cumplir con mi trabajo y nada más; la esclavitud fue abolida hace muchos años, así que yo también debo tener mi propia liberación — se dijo Karen a sí misma.

Después de quitarse la almohada de la cara, se levantó y agarró su móvil, buscó el número de contacto de su jefe y comenzó a escribir el mensaje.

< Buenos días, señor Daryl, he amanecido bastante mal del estómago; hoy no podré asistir al trabajo, lo lamento mucho. Cualquier novedad, estaré atenta al móvil.>

Karen

Lo leyó varias veces y, decidida como nunca antes, presionó la tecla enviar.

Daryl ya estaba despierto desde hacía más de una hora; quería llegar temprano a la empresa para trabajar en el próximo desfile. En la gran mesa de su casa, Crisol, su empleada de servicio, servía el desayuno. Escuchó que había llegado un mensaje a su móvil y se sorprendió cuando lo leyó. Por lo general, Karen nunca faltaba. — ¿Estaría tan mal de verdad? — se preguntó antes de enviarle una respuesta.

<Buenos días, Karen, lo entiendo, mejora pronto, ya sabes que el desfile está cerca Daryl.

Envío el mensaje y, como si nada pasara, siguió comiendo; la verdad a él poco le importaba lo que pasara con Karen, lo más importante para él era que todo le saliera bien y nada más.

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