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Capitulo 7 - Tarde de chicas

A las afueras del edificio Fuller donde trabajaba Megan, Karen esperaba a que su amiga llegara a su encuentro. Estaba ansiosa por ir de compras; aún no recordaba la última vez en que había comprado algo bonito para ella y no lo hacía no por ser una tacaña, sino porque tenía que ayudar con la gran cantidad de gastos que había en su casa.

—Ufff, qué gran carrera he dado. —Pensé que ibas a tardar más, amiga —le dijo Megan a Karen.

—No había tráfico y estamos bastante cerca, ¿estás lista? —le preguntó Karen.

—Más que lista, debemos ir a un lugar que tenga cosas lindas, pero a bajo costo —dijo Megan y Karen sonrió.

—Ja, ja, ja, me gusta la idea, entonces ¿a dónde vamos? —preguntó Karen.

—Podemos ir a Primark Gran Vía, allí se consiguen unas ofertas increíbles y creo que podamos conseguir lo que estamos buscando.

—Perfecto, entonces vamos —respondió Karen emocionada.

Karen arrancó su auto y se encaminaron a la Gran Vía. Esta es una de las principales calles de la ciudad española de Madrid. Comienza en la calle de Alcalá y termina en la plaza de España; es un importante hito en la ciudad desde su construcción a principios del siglo XX, sin contar que es una zona muy comercial.

—Hable con Alejandro y nos va a acompañar —le contó Karen a su amiga.

—Ufff, genial, el Alejo va a alegrar mi vista. Está demasiado bueno —respondió Megan y luego soltó un gran suspiro.

—Ja, ja, ja —ya te habías tardado en decirlo, Megan.

—Tú eres la única que no lo nota, tontita —lo peor es que él babea por ti.

—Yo solo puedo verlo como un gran amigo, así que no me fijo en esos grandes atributos que me estás diciendo, además mi corazón es de otro hombre —ahora fue Karen quien soltó un suspiro.

—Ya lo sé, tu corazón lo tiene. Daryl Ferrer, un CEO más pesado que un saco de patatas

—No seas pesada, tú no lo conoces, él es muy amable conmigo; hoy nos ha invitado a la gala benéfica y adicional me ha dicho que tengo una sonrisa bonita.

—¡Oh! —te lo tenías bien guardado —¿crees que ya se esté fijando en ti? Le preguntó Megan emocionada y Karen sonrió.

—No lo sé, pero es la primera vez que tiene esos gestos conmigo; con suerte ha visto algo diferente en mí —comentó Karen.

—Tú eres una mujer hermosa y es como muchos pudieran fijarse en ti, amiga.

—Gracias, se nota que me ves con ojos de amor. — Ja, ja, ja

—Deberías trabajar un poco más tu autoestima, tú eres una mujer maravillosa y si no es Daryl Ferrer te apuesto que más adelante llegara una persona que te de él valor que mereces —espetó Megan. No le gustaba ver cómo su amiga se menospreciaba por culpa de un imbécil que no merecía la pena.

Las dos se quedaron en silencio; ese tema en muchas ocasiones les había traído más de una discusión. Karen sabía que su amiga tenía razón, pero al mismo tiempo se resistía a escucharla y seguir sus consejos. La atracción que sentía por Daryl sobrepasaba cualquier otra cosa. Lo peor de todo es que sabía que si seguía en lo mismo iba a sufrir más de lo que estaba sufriendo.

—Sé que tienes toda la razón, pero prefiero que no hablemos del tema; hoy quiero que la pasemos bien —le dijo Karen con voz suplicante a su amiga.

—Está bien, lo siento, sabes lo que odio verte mal.

—Lo sé, pero tranquila que todo está bajo control —¿te apetece escuchar un poco de música?

—Es una idea maravillosa —vamos a bailar con la música de la Shaki —propuso Megan.

Ambas adoraban la música de la cantante colombiana, de hecho, uno de sus grandes deseos era poder asistir a uno de sus conciertos y verla, poder corear todas sus canciones. Megan encendió el reproductor de música y por los altavoces comenzó a sonar la canción La tortura de Shakira y Alejandro Sanz. Como locas comenzaron a cantar y a mover los hombros al ritmo de la música.

—Esta es mi parte favorita —gritó Megan.

Ay amor me duele tanto.

Me duele tanto.

Que te fueras sin decir a donde.

Ay, amor, fue una tortura perderte.

Yo sé que no he sido un santo

Pero lo puedo arreglar, amor.

No solo de pan vive el hombre.

Y no de excusas vivo yo.

Solo de errores se aprende

Y hoy sé que tuyo es mi corazón.

Mejor te guardas todo eso.

A otro perro con ese hueso.

Y nos decimos adiós…

Entre risas y bailes llegaron a un parqueadero cercano a la tienda donde iban a buscar la ropa que usarían por la noche. Bajaron del auto y con la mejor energía se encaminaron al lugar. Cuando entraron había varios dependientes locos por atenderlas; se notaba que las comisiones por ventas eran importantes. Las chicas para no ser pesadas pidieron la atención de un chico y una chica, muchas veces funcionaban mejor por separado y también ayudarían a dos de los jóvenes que allí estaban trabajando.

—Hay ropa preciosa en este lugar —dijo Megan emocionada.

—Sí, aunque no veo nada que se parezca a mí —respondió Karen un poco decepcionada.

—No empecemos, Karen Gutiérrez, ya viene siendo hora que uses algo diferente, más juvenil, una prenda que te haga ver más bonita de lo que ya eres —respondió Megan.

—Me siento cómoda con mi ropa —dijo Karen ofendida por lo que su amiga acababa de decir.

—No te lo tomes a mal, bonita, solo pienso que deberías verte diferente —le susurró Megan a su amiga.

Karen la miró y sonrió. Ella tenía razón, más de una vez había sentido la necesidad de verse de otra manera, pero sentía miedo de cambiar, estaba llena de tantos prejuicios y todo era a causa del fracaso amoroso que ya había tenido. Santiago le dijo tantas veces que se veía mal que ella se lo creyó.

—Está bien pesada, tú ganas, vamos a probar otras cosas —le respondió Karen a su amiga y colocó los ojos en blanco.

—Genial, ¡gracias Dios! —gritó Megan— y los dependientes de la tienda sonrieron.

Después de Karen aceptar a su amiga, le pidió al dependiente que la ayudara con unos vestidos y a la chica con los zapatos, así ambos podían ganar las comisiones.

Le trajeron varios vestidos, entre ellos uno rosa pálido, largo, con encajes en las mangas, totalmente impresionante y sobre todo discreto.

—Karen, ese me encanta para ti —dijo Megan mientras observaba el vestido.

—¿Crees que me quede bien? —le preguntó Karen confusa.

—No lo creo, ¡estoy segura! —pruébatelo.

—Vale, tú ganas —respondió Karen y se metió a los probadores.

Al entrar se miró en el espejo y no le gustó lo que vio; no había duda que por ella hablaban sus inseguridades. Sin pensarlo más se quitó la ropa y se probó el vestido.

Karen no era una bomba sexy, pero tenía un cuerpo aceptable, su figura era bonita, tenía unos senos de buen tamaño, su cintura era fina y su trasero tenía un buen tamaño. Por lo general usaba ropa un poco ancha con lo que no permitía que se apreciara. La razón principal era pasar desapercibido, odiaba ser centro de atención.

La joven seguía viéndose en el espejo y se sentía bastante rara. No era su estilo.

—Karen, ¿estás bien? —gritó Megan preocupada.

—Sí, ya voy —respondió Karen sintiéndose incomoda.

—Si no sales voy a entrar por ti —volvió a gritar Megan—. Karen sonrió.

Pasados unos minutos, las puertas del vestidor se abrieron y Karen salió. La cara de Megan fue un poema. Sé que quedó impactada, pocas veces había visto a su amiga vestida de esa manera y era una belleza total.

—Ya quita esa cara, sé que me queda fatal —dijo Karen afligida.

—Nooo, por el contrario, te ves demasiado hermosa, Karen —respondió Megan sorprendida.

—¿De verdad? —preguntó Karen mientras miraba el vestido que llevaba puesto.

—Te lo juro, te ves preciosa, ese vestido fue hecho para ti; déjame hacerte una foto —respondió Megan y sacó su móvil.

Sin dejar que su amiga reaccionara, Megan tomó la foto; en primer momento pensó que Karen iba a reaccionar mal, pero nooo… Por el contrario, Karen comenzó a hacer distintas poses. Se rieron y disfrutaron el momento; sin duda hoy sería un día especial.

—      ¡Dios! — me duele el estómago de tanto reír — Ja, ja, ja — ¿Te llevarás el vestido? — pregunto Megan

—Sí, me siento cómoda, ahora necesito unos zapatos que me queden bien y vayan a tono con el vestido —respondió Karen.

—Señorita, aquí están unas sandalias que quedarían muy bien con el vestido que lleva puesto —dijo la dependiente que la estaba atendiendo.

La chica le pasó unas sandalias transparentes de tacón cuadrado. Karen pidió su número y se las probó. Le gustó cómo le quedaban, por suerte su hermana Alexa le había arreglado las uñas de pies y mano. A la chica le encantaba hacer todo lo que tuviera que ver con temas de belleza.

—Me encantan, se ajustan muy bien a mi pie —dijo Karen emocionada.

—Sí, señorita, le quedan muy bien —respondió el joven que también las atendía.

—Gracias, me llevaré el vestido y también las sandalias —le respondió Karen.

—Una buena lencería también nos vendría bien, ¿Nos pueden mostrar alguna? —preguntó Karen.

Los chicos asintieron y comenzaron a mostrarles diferentes tipos de lencería; por lo general las que Karen elegía eran un poco más recatadas que las que elegía su amiga.

—      Ja, ja, ja — ya deja a un lado esas tangas de abuelita Karen —¡Por Dios! —le dijo Megan muerta de risa.

—Son las más cómodas, pero está bien —voy a elegir unas más modernas —no puedo creer que me estés haciéndome cambiar hasta mi ropa interior —Ja, ja. Por cierto, ¿tú qué vas a elegir?

—Ya tengo algo en la mira, solo quería que tú eligieras primero. —¿Qué te parece aquel vestido negro? —dijo Megan mientras señalaba un hermoso vestido negro corto, de mangas largas y una pequeña abertura en el pecho.

—Está bastante corto, ¿no crees? —dijo Karen sorprendida.

—No es corto, abuelita, va cerca de la rodilla, además no es nada vulgar, fíjate en las mangas espectaculares que tiene.

—Tienes razón, está muy bonito —pruébatelo y dile a la dependiente que te busque unos zapatos que vayan con él.

Esta vez fue Megan la que entró a los probadores. Allí se desvistió rápidamente y se colocó el hermoso vestido. Le quedaba perfecto, la hacía ver bastante sexy, pero no vulgar. Sin tiempo que perder salió y comenzó a desfilar. Ella no era nada tímida así que se lo disfrutó.

Una vez escogieron todo lo que necesitaban y unas cuantas cosas para la madre de Karen y para su hermana, pasaron por la caja, allí pagaron la cuenta y se marcharon. Todavía les faltaba arreglarse.

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