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Capitulo 6 - "La locura es un rico placer que solo los locos conocen"

Una voz detrás de ella la sacó de sus pensamientos y le pegó un gran susto. Era Julieta, la secretaria de Gerard, quien había llegado en silencio.

—¿Hablando sola, Karen? —preguntó mientras se miraba en el espejo y se acomodaba sus grandes senos.

Julieta era el tipo de mujer a la que le encantaba sobresalir; por lo general iba vestida de manera sexy, enseñando las grandes pelotas de silicona que se había mandado a hacer años atrás. Era la atracción de más de uno y según las malas lenguas, en más de una ocasión había pasado por la cama de su jefe, a quien trataba con más confianza de la que se debía tener con un superior, ella era una pesada, arrogante e hipócrita, desde que Karen llego a la empresa había sido víctima de su mala lengua, en frente de ella la trataba como una buena amiga, pero por la espalda se burlaba y la llamaba la mustia por su apariencia física, Karen era un mujer discreta para vestirse, podía decirse que hasta rayaba en lo anticuado y eso le molestaba a más de una, sin contar que por ser la asistente personal del gran CEO de la empresa por muchos era vista como lo peor, ya que Daryl Ferrer muchas veces se comportaba como el ser más déspota del universo

—Sí, ja, ja, ja —respondió Karen mientras miraba cómo esta se subía un poco más la minifalda que llevaba puesta.

—Cuidado querida, mira que dicen que hablar solos es de locos, ¿no estarás perdiendo la cordura? —dijo Julieta con maldad.

Cada palabra que salía de su boca estaba llena de veneno; la envidia la hacía soltar los comentarios más ácidos. No perdonaba que Karen sí tuviera acceso a las juntas y reuniones importantes de la empresa, cuando ella llevaba más de cinco años trabajando en ese lugar.

—Tal vez la estás perdiendo, por si no lo sabías: "la locura es un rico placer que solo los locos conocen" —dijo Karen citando una frase que había visto en Internet.

Juliana no se esperaba semejante respuesta; no había duda que la asistente del gran jefe era más astuta de los que les hacía creer, pero para quedar bien con ella comenzó a reír y respondió de manera amable.

—Tienes razón, querida; muy acertada tu frase, ya la agregaré a mi diccionario personal; fue bueno verte, porque por lo general estás ocupada haciendo el trabajo de tu jefe —dijo Julieta con maldad.

Al escuchar aquello, Karen se tensó; si eso llegara a oídos del CEO, podía pensar que era ella misma quien estaba sacando esos rumores a relucir y seguramente le traería más de un dolor de cabeza, así que debía cortar ese absurdo comentario que seguramente lo había sacado la misma Julieta.

—Julieta, te agradezco que no vuelvas a repetir ese mal comentario, yo solo cumplo con hacer mi trabajo, no ando haciendo las cosas que le competen al presidente de esta empresa, créeme que si eso llegara a sus oídos tú y yo tendríamos más de un problema, así que por favor evita repetirlo —dijo eso y sin esperar a que esta respondiera salió del baño. Si había algo que detestaba era perder el tiempo en chismes y rumores de pasillo.

La secretaria malintencionada se quedó perpleja con lo que acababa de escuchar.

—Mira a la mojigata, ha sacado las garras —dijo mirándose en el espejo—. Ya te veré caer, m*****a insípida —sonrió con maldad, arregló su ropa y salió del lugar.

Pasadas las dos de la tarde, llegó a la oficina Mateo, el chofer de Karina Ferrer, un hombre de unos cuarenta años, bastante bonachón y amable. Karen lo conocía puesto que en más de una ocasión había tenido que hacer unas cuantas diligencias a su lado.

—¿Cómo esta señorita Karen? —le preguntó Mateo.

—Ya sabes que puedes llamarme por mi nombre —respondió Karen y sonrió.

—Ja, ja, ja, ya lo sé, solo te estaba molestando; he venido a traer unos pases de cortesía para ti; el señor Ferrer me dijo que te los entregara —le respondió y al mismo tiempo le entregó tres sobres.

Por lo general a las galas benéficas a las que asistían los Ferrer solo iban personas de la alta sociedad de Madrid, hombres y mujeres llenos de dinero y acostumbrados a grandes lujos. Solo con ver los pases de entrada se podía apreciar lo lujoso que sería el evento.

—Muchas gracias, Mateo, están muy bonitas las invitaciones —dijo Karen alucinada con lo que tenía en sus manos.

—No hay de qué, guapa, no sabía que te gustaban ese tipo de reuniones.

—La verdad, nunca he ido a una gala de esta magnitud, pero el señor Daryl me insistió tanto que no quise hacerle el feo y rechazarlo; ya sabe cómo se pone cuando recibe un no por respuesta.

—Ja, ja, ja, sí que lo sé, bueno, llegó la hora de irme, que disfrutes esta noche, Karen —dijo con sinceridad.

—Gracias, tal vez nos veamos allá.

—Es lo más probable, aunque si te soy sincero este tipo de eventos no me agradan mucho. Por lo general está lleno de personas que te miran arriba del hombro por no tener su mismo estatus social, pero ya lo verás por ti misma.

—Ya me estoy asustando —respondió Karen nerviosa.

—No te agobies, Karen, además, por lo que vi vas acompañada.

—Si voy con mis dos amigos —dijo Karen gustosa.

—Entonces no hay de qué preocuparse —que sigas teniendo un buen día, ya debo irme —dijo esto y se marchó.

Karen se quedó nerviosa con lo que acababa de escuchar; sin duda debían esmerarse en buscar un buen vestido y con ello pasar desapercibido ante tantos encopetaos.

Minutos después llamó a su amiga y le dijo que ya estaba lista. Solo le avisaría a su jefe y se marcharía de la empresa. Esta inmediatamente le dijo que pasara a recogerla, guardó su móvil y se fue directo a la oficina de Daryl. Tocó la puerta y escuchó cuando este la hizo pasar.

—Señor, vine a avisarle que ya tengo los pases y me voy a marchar —le dijo a Daryl mientras se apretaba las manos. Aun se sentía rara pidiendo ese tipo de permisos.

—Perfecto, Karen, puedes irte, yo me marcho en unas dos horas, quiero pasar por mi casa a cambiarme —le comentó él con confianza.

—Muy bien, señor, hasta más tarde.

—Ponte guapa, con suerte te consigues un novio —dijo Daryl en tono de broma y repitiendo la frase que horas antes le había dicho.

Como quisiera que ese novio fueras tú —pensó Karen y sonrió.

—No lo estoy buscando, pero uno nunca sabe —le respondió Karen con una sonrisa guasona.

— Deberías sonreír más seguido. Karen, tienes una bonita sonrisa.

Cuando Daryl terminó de decir aquello, la cara de su asistente se puso de color rojo. Ella no estaba acostumbrada a recibir ese tipo de cumplidos por su parte. Él al verla sintió pena, notó que la chica era poco experimentada y hasta se arrepintió de lo que había dicho.

—Gracias, señor, ahora me voy, si me necesita estoy por el móvil.

—Perfecto, que tengas buenas tardes —dijo Daryl y comenzó a revisar unos papeles.

Karen salió disparada de la oficina; podía sentir como su cara ardía. Maldijo para sus adentros, ¿por qué le costaba tanto controlarse cuando él estaba cerca? La razón era sencilla: ella no solo lo veía como su jefe; sus pensamientos con él iban más allá.

Recogió sus cosas, respiró y se fue directo al ascensor. Al llegar a planta baja varios empleados la saludaron y al mismo tiempo se sorprendieron por verla salir a esa hora. No era costumbre que ella pidiera algún permiso. Al ver las caras de muchos Karen pudo darse cuenta de lo que estaban pensando y sonrió. Tal vez creían que ella era un extraterrestre o también la veían como la esclava del CEO.

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