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Capitulo 12 - "¿Por qué tiene que ser así?"

Daryl estaba sentado junto a sus padres, Gerard, Clara y la familia de su exnovia, cosa que no le agradaba mucho, pero su madre se empeñaba en querer juntarlos. Ella aún no superaba la ruptura de su hijo y su sueño más grande era que pudieran regresar para que Daryl volviera a ser el hombre centrado de antes, no el mujeriego que todos los días andaba con una mujer distinta.

— Daryl, ¿ya viste quién está en la otra mesa? —preguntó Gerard sin ningún tipo de decoro; no le importaba que Clara lo escuchara, estaba tan acostumbrado a que ella lo perdonara que parecía que hacía las cosas a propósito.

Daryl miró hasta donde él le decía y vio a Amanda Duque, una presentadora de televisión con la que había querido salir desde hacía un tiempo, pero nunca se le había presentado la oportunidad de hacerlo. Tal vez hoy era el día, pensó y sonrió.

— Esa mujer es una preciosidad, la necesito en mi vida — dijo Daryl emocionado.

— Será en tu cama, canalla — respondió Gerard y soltó una carcajada, cosa que llamó la atención de todos.

—Chicos, por favor, hagan silencio y dejen escuchar — los regañó Karina, quien había escuchado perfectamente lo que ellos hablaban.

—Lo siento, madre — le dijo Daryl y siguió mirando a su objetivo.

Amanda Duque era la típica mujer que a él le gustaba; tenía muchas cualidades. Desde que la había visto en la presentación de una colección, había quedado flechado, pero Gerard tenía razón: él solo la quería para meterla en su cama y ya después se aburriría y la desecharía como lo hacía con todas.

Treinta minutos después la subasta terminó, logrando recaudar la cantidad de ciento cincuenta mil euros; adicional a esto había ventas de prendas, artesanía y una que otra cosa más que tendría el mismo destino del dinero obtenido mediante la subasta.

Daryl, sin perder tiempo, se fue a la mesa donde estaba Amanda y la saludó con el pretexto de hablar sobre el desfile que tendría su empresa próximamente. Ella, que sabía de la atracción que tenía el CEO por ella, se lo disfrutó; también le gustaba y por qué no sacar partido de ello.

—¿Te han dicho que eres la mujer más hermosa de la noche? — le preguntó Daryl a Amanda.

— La verdad, eres el primero que me lo dice; tú también eres el hombre más guapo del lugar. — ¿Ya te lo habían dicho?

—No, pero con que me lo digas tú me basta. Estoy seguro de que haríamos una buena pareja.

—Yo también lo estoy — respondió ella de manera coqueta.

—¿Qué harás después de la gala?

—Irme solita a mi casa — respondió Amanda e hizo un puchero, con lo que enloqueció a Daryl.

—Si quieres te puedo acompañar, preciosa, o tal vez quieras ir a otro sitio conmigo.

—Me encanta la idea, guapo Daryl.

Las cartas ya estaban en la mesa, el gran CEO nuevamente estaba logrando sus objetivos; Karen, alertada por Megan, los observaba. No tenía duda de que su jefe ya había encontrado con quién pasar la noche. Se sintió estúpida, se había arreglado de esa manera para él, sentía un gran nudo en la garganta.

"¿Por qué tiene que ser así?", se preguntó más de una vez.

Megan, que conocía bien a su amiga, tomó su mano y la apretó para que sintiera que ella estaba allí para apoyarla.

—Si quieres nos podemos marchar, Karen — le dijo Megan a su amiga.

—No, ¿por qué hacerlo? —La noche es joven y venimos a pasarla bien — le respondió Karen, tragándose sus emociones.

—Pero, no te veo bien, amiga, sé que te afecta ver a tu jefe con esa mujer.

—Son cosas que debo superar; ya va siendo hora que asuma mi realidad. Hoy ha sido mi último intento.

Dejando a su amiga sin palabras, Karen se tomó su cóctel de un solo trago; sin duda la cosa no pintaba bien. Megan se sentía tan impotente de no poder hacer nada y las ganas de arrancarle la cabeza a Daryl eran cada vez más grandes.

Karen, fuera de control, pidió otro cóctel y se lo tomó de la misma manera.

— Amiga, ya para, tú no estás acostumbrada a tomar de esa manera, no vale la pena — le dijo Megan suplicante.

—Tienes razón, yo no soy así; debo calmarme.

En ese momento sonó el móvil de Karen y era Alejandro quien la estaba llamando. Apenas ella atendió, él le dijo que estaba afuera, que salieran a darle el pase para poder entrar.

—Alejandro está afuera, ¿puedes ir por él, Megan?

—Sí, ya voy a buscarlo, dame el pase, por favor.

Karen hizo lo que ella le pedía, le entregó el pase y esta se marchó.

Karen miró nuevamente en dirección a dónde había visto al CEO, pero este ya no estaba allí. ¿Se habría marchado? —Suspiró fuerte y pensó en ir al baño, pero al mismo tiempo tenía miedo de caerse; no llevaba sus lentes y algo malo podía pasar. Decidió esperar a Megan, pero esta estaba tardando demasiado. Sin aguantar más, se levantó y se fue directa al baño.

Al llegar allí, pasó rápidamente y botó todo el líquido que llevaba rato buscando salir. Sintió un gusto increíble. Apenas salió, se miró en el espejo y aún se veía bastante guapa. Lavó sus manos y salió del lugar; no había dado cinco pasos cuando escuchó unos gemidos que provenían de un cuarto de servicio. La curiosidad pudo con ella y se acercó; el sitio tenía suficiente luz para observar lo que allí estaba pasando.

En silencio se asomó y se quedó sin habla con lo que vio; allí estaba su adorado jefe con la mujer que lo había visto hablando minutos antes. Ellos estaban teniendo sexo en plena gala benéfica. Las lágrimas corrían por las mejillas de Karen; no podía creer lo que sus ojos veían. Salió corriendo y regresó al baño; necesitaba respirar y salir del asombro. Más calmada, decidió que la fiesta ya había terminado para ella; debía salir de ese lugar lo más rápido posible.

Salió rápidamente del baño y se vio tentada a entrar al cuarto de servicio nuevamente, pero no… eso ya no era sano para ella. Iba metida en sus pensamientos cuando de repente tropezó con un mesero y solo se escuchó el sonido de los cristales rompiéndose en el piso. El mundo de Karen se paralizó; escuchaba la voz de los presentes.

—¡Lo lamento! Fue mi culpa — susurró Karen.

—No se preocupe, señorita, ¿está bien? — le preguntó un guapo hombre de unos treinta años; él había llegado para ayudarla.

—Gracias, señor — le respondió Karen al extraño.

—Soy Ángel Fuenmayor. ¿Y tú?

—Yo soy Karen Gutiérrez. — Un gusto, señor.

—Puedes llamarme por mi nombre; eso de que me digan señor me hace sentir más viejo — le respondió sonriente.

—Está bien, Ángel.

Los dos se miraron y a ella se le hizo conocida la cara del hombre que la estaba ayudando. ¿Dónde lo había visto?

—Pero, ¿qué ha pasado aquí? —preguntó furiosa Karina Ferrer.

—Lo siento, señora Ferrer, yo me he tropezado y perdí el equilibrio — le respondió Karen, temerosa.

—¡Oh! —Si eres la asistente de mi hijo, por poco no te reconozco. Ahora entiendo la torpeza que acabas de cometer; ese es tu hobby. No sé por qué Daryl te ha invitado a este lugar, pero este no es sitio para ti, señorita —gritó Karina, furiosa.

—Señora Ferrer, la señorita no ha tenido la culpa, no la trate de esa manera — espetó Ángel, lleno de furia.

Karen no podía creer lo que estaba viviendo; estaba enfrente de una de las personas más importantes para su jefe y está la estaba tratando como la m****a, sin un ápice de respeto.

—La señora Ferrer tiene razón, yo no debería estar en este lugar. Terminó de decir la frase y salió corriendo del lugar.

Daryl, que acababa de regresar, al escuchar a su madre se acercó. Iba a decir algo cuando vio que Karen salía como una flecha del lugar. — ¿Qué le habría dicho su madre?

—¿Qué sucede, mamá? —preguntó Daryl, desconcertado.

—Tu asistente que ha causado un desastre — respondió Karina de manera altiva.

Ángel se había mantenido en un segundo plano, pero no estaba dispuesto a permitir que Karina Ferrer le hiciera más daño del que ya le había causado con sus palabras.

—Daryl, amigo, ¿cómo estás? —saludó Ángel.

—Ángel, muy bien, tanto tiempo sin verte — no sabía que habías regresado.

—Pues aquí estoy, ahora ven y dame un abrazo.

Ángel y Daryl habían ido juntos al colegio; aunque ambos se habían dedicado a profesiones distintas, se llevaban muy bien. Se dieron un gran abrazo y, dispuesto a aclarar lo que había pasado, comenzó a hablar.

—Daryl, ¿es tu secretaria la chica que se ha tropezado? — le preguntó Ángel.

—Sí, es Karen, no alcancé a ver qué pasó con ella — respondió Daryl confundido.

—Ya le he comentado a mi hijo lo que ha pasado, Ángel — dijo Karina, más calmada.

—Con todo respeto, señora Ferrer, usted no le ha dicho a su hijo la manera en que humilló a la pobre chica. —¿Usted nunca se ha tropezado? — espeto Ángel, molesto.

Karina, apenada por la situación, prefirió callar; no quería enfrentarse al hijo de su adorada amiga Susana.

—¿Es eso cierto, mamá? — le preguntó Daryl, molesto.

—Me he pasado un poco, cariño, lo lamento, ya sabes cómo me pongo. —Voy a regresar con tu padre; ya me debe extrañar — dijo y se marchó.

Ángel y Daryl la miraron y no daban crédito de lo que acababan de oír; Karina no había cambiado ni un poco su manera de ser.

—Tu madre es increíble, Daryl, es idéntica a mi padre. — Ja, ja, ja.

—Su abolengo no la deja ver más allá; pobre Karen, debió asustarse mucho.

—Demasiado, estaba pálida; yo le he ayudado. Por cierto, es bastante bonita tu asistente.

—Ja, ja, ja. —¿Te ha gustado, Karen? —preguntó Daryl, sorprendido.

—Solo he dicho que es bonita; ya sabes, como cirujano plástico valoro mucho la belleza natural de la mujer — respondió Ángel, sonriente.

—Tenemos gustos distintos, pero se respetan. —Voy a regresar a mi mesa; ha sido un gusto saludarte.

—El gusto ha sido mío. A ver cuándo nos reunimos y nos tomamos algo.

—Cuando gustes, Ferrer, mantengo el mismo número.

Los dos se despidieron y cada uno se fue a su lugar; a diferencia de Daryl, Ángel era más sensible, así que se fue directo a la entrada. Con suerte se volvería a encontrar con Karen; necesitaba saber que ella estaba bien, pero al salir no encontró lo que estaba buscando. Sin más, se dio la vuelta y regresó a la gala.

En el auto de Karen, Megan conducía callada; no daba crédito a lo que le había tocado vivir a su amiga en tan solo unos minutos. Alejandro las seguía en su auto; al no saber lo que había sucedido, se sentía bastante confundido y, al mismo tiempo, mal por no haber llegado a tiempo para acompañarlas en el evento.

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