CXLV La obra

—Vamos a tener una conversación de madre a hija —le dijo Libi a Espi cuando la llamó a la sala.

La niña se sentó junto a ella, abrazando a su conejito, y la miró con atención. Se había quedado con Lucy mientras su madre salía y ahora regresaba con los ojos rojos y el cabello despeinado. Quiso ordenárselo con los dedos, pero no se atrevió.

—Yo confío en ti porque eres una niña muy buena y quiero que me digas la verdad, no voy a enojarme.

Espi asintió. Con su teléfono, Libi le mostró una foto de Irum. La claridad cristalina de los ojos de Espi se oscureció con el dilatar de sus pupilas.

—¿Lo conoces?

La niña miró a Libi con su cara de póker, que no daba una respuesta negativa ni afirmativa. Era una mueca de incomprensión, como si le estuvieran hablando en otro idioma.

—Quiero la verdad, Espi. ¿Lo habías visto antes?

—En la cafetería —recordó ella.

—¿Y después de eso? ¿Con Miranda, tal vez?

Espi negó. Tanto había deseado Libi que llegara el día en que su hija dijera sus primeras pal
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