CXLIX La hija del jefe

—¿Está todo listo para la reunión con los inversionistas? —preguntó Alejandro.

—Todo listo. El señor Klosse lo espera en su oficina con una señorita —le contó Ana.

Había cosas en la vida que era mejor mantener alejadas. Por separado funcionaban de maravillas, pero cuando se juntaban eran un verdadero desastre y así ocurría con Irum y las mujeres. Qué mal gusto tenía su hermano para emparejarse.

A medida que subía en el ascensor, aumentaba el temor de que la señorita que lo acompañaba pudiera tratarse de Libertad, su pesadilla habitual. Al llegar a la oficina ya había pensado en tres planes de contingencia para enfrentar la situación, cada uno más desesperado y radical que el anterior, pero necesarios para proteger a su hermano. No permitiría que volvieran a herirlo, menos ahora, que la melancolía y el ensimismamiento lo dejaban tan expuesto y vulnerable.

Al abrir la puerta, la eficiente máquina cerebral de Alejandro detuvo su marcha y se quedó con la mente en blanco. Tres planes no
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