Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera». Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniz
Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera».Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniza
Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera».Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniza
Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera».Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniza
—Amor, no es lo que parece... Esas fueron las palabras que pronunció Damien, el novio de Libi desde hacía un año y medio, irguiéndose sobre la mujer que segundos antes embestía con frenesí en aquella noche tormentosa. Libi lo observaba desde la puerta de la habitación, consternada. Todo su mundo se le vino encima. Ella había dicho que no iría a la fiesta. ¿Para qué ir si su novio estaría fuera de la ciudad? Pero fue, e intentó divertirse. Incluso lo defendió de las mujeres que, con malicia, lo acusaban de engañarla. «Tú estás aquí bebiendo sola, como una tonta, mientras tu novio goza como nunca». «¡Eso no es cierto! Él está de viaje». «Por supuesto, dentro del coño de una puta». Libi, dudando todavía de la realidad de la horrorosa escena, se talló los ojos. Luego hizo acopio de su fuerza y corrió como lo hacía en sus peores pesadillas. Tropezó varias veces, abriéndose paso con desesperación entre la gente. Emergió a la noche húmeda, que lloraba como ella e inhaló su aliento g
Un agudo dolor acompañó el despertar de Libi y supo que seguía viva. En la camilla de la clínica se iba haciendo consciente de su cuerpo a medida que más dolores aparecían. No le faltaba nada, le dolía todo. —Disminuimos los analgésicos para que despertaras —dijo el médico. Su rostro difuso flotaba sobre el campo visual de Libi. El collarín no la dejaba mover la cabeza y tampoco tenía ganas de hacerlo. Creía que se le caería. «Vuelva a dormirme, no quiero estar despierta en esta pesadilla». Creyó que lo había dicho, pero sólo fueron sus pensamientos. El médico comprobó su estado, le iluminó los ojos, le hizo preguntas, que ella respondió con balbuceos y quejidos. Le dieron más analgésicos. En la solitaria habitación, se sumergió en un neblinoso estado entre el sueño y la vigilia. Soñó con Damien y su boda, perfecta en cada detalle hasta que le levantaban el velo a la novia y resultaba ser una mujer sin rostro, la mujer de la fiesta que gemía entre los brazos de su novio. A veces s
—Fui a ver a Irum a la clínica, qué espanto. No podrá volver a la empresa en un buen tiempo, si es que vuelve —dijo Amaro Villablanca, abogado y director comercial de empresas Klosse, recorriendo con sus dedos el escritorio.Una excelente pieza de roble caoba, firme y distinguida como una reina. —Ya convoqué a una reunión de emergencia de la junta directiva. Debemos decidir quién estará a cargo en su ausencia —convino Paul Estes, director de operaciones. —Yo me postulo como candidato —Amaro abrió un cajón y miró dentro—. Sé que Irum lo habría querido así, hay que concederle su última voluntad —del minibar a un costado de su escritorio (del escritorio de Irum) sacó una botella de champagne. La descorchó y le sirvió una copa también a Paul—. Por Irum —brindó.—Por Irum —lo secundó Paul.—Para que nunca vuelva y descanse en paz, si es que puede. —Y para que se lleve su mala fama consigo —agregó Paul entre risas. —Lo primero que haré como nuevo CEO será tirar esa fea pintura. Qué mal
Tres meses pasaron desde el accidente y, contra todo pronóstico, Irum Klosse despertó y sin secuelas neurológicas. La primera persona a quien pidió dar aviso fue a Alejandro Hutt, su prestigioso abogado. Tres meses de su vida le habían sido arrebatados, sin mencionar que estaba prostrado, atrapado en un cuerpo inútil, impotente ante lo ocurrido. Él, que era un hombre tan activo. Cada segundo que pasaba en esa camilla iba llenándose de ira. —¿Cuántos años de prisión le dieron a quien me hizo esto? ¿Cuántas cadenas perpetuas? Porque una no iba a bastar. Alejandro se acomodó la corbata. Conocía a Irum desde la universidad. Muy probablemente lo conocía mejor que nadie, en los triunfos y en el escarnio del juicio público, con sus luces y sus sombras. Sobre todo con las sombras. Abrió la ventana por algo de aire fresco. —No le dieron ninguno. —¡¿Cómo?! Auch... Ni gritar podía sin sentir un tirón en los músculos agarrotados. Jamás se sintió tan impotente. —Estabas en medio de la ca