CLXI Esa verdad no

Irum jugueteaba con un lápiz sentado a la gran mesa en el salón de reuniones del sexto piso. Su cuerpo estaba allí, pero su mente no. Lo mantenían distraído pensamientos del futuro, de la audiencia de formalización de cargos en contra de Libi y del rumbo que tomarían sus planes. Detestaba cuando las circunstancias terminaban apremiándolo y lo hacían acelerar el transcurso de los mismos. ¿Por qué nadie podía respetar sus tiempos?

—Como pueden ver en esta gráfica, el balance de...

La puerta de la sala de reuniones se abrió de golpe, atrayendo todas las adormiladas miradas de los ejecutivos que presenciaban una magistral presentación sobre los balances del último mes, que no resultó ser ni por asomo tan estimulante como la mujer que entró cargando una pistola.

Fuera de sí, los ojos enloquecidos de la pelirroja recorrieron los rostros de los asistentes, que brincaron de sus sillas, sin saber si salir corriendo o meterse debajo de la mesa. Se detuvieron al encontrar a Irum y a él lo apuntó
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