—Esa mujer estaba parada justo ahí, ¿cómo se atreve? ¡¿Por qué no tenía una orden de alejamiento después de lo que me hizo?! —reclamaba todavía Irum, exasperado, recordando el fugaz encuentro con su victimaria. Alejandro se acomodó las gafas y fue a sentarse al sillón. Ni que se enterara Irum de que, como resultado del juicio, habían tenido hasta que pagar los arreglos del auto de la mujer. —Ella está muy apenada por lo que sucedió.—¿Has hablado con ella?... ¡¿Acaso sabías que venía a visitarme?!—Pues claro, hombre. Sé todo respecto a ti, excepto lo que hacías en esa carretera. La señorita Arenquette no sólo te traía flores, pasaba horas hablando contigo. Incluso te leyó varios libros, es un encanto.—Es una psicópata. En el inhóspito mundo de Irum, la amabilidad desinteresada era tan escasa de encontrar como una flor en el desierto. Cuando alguien te tendía una mano era esperando recibir algo de vuelta y eso estaba bien, las relaciones estaban claras y no había malos entendidos.
Irum abrió la boca cuando la cuchara se acercó lo suficiente y recibió una porción insípida de algo que parecía un puré de verduras. Él, con su fino paladar acostumbrado a las más exclusivas delicias ahora comía algo digno de un bebé, que no podía quejarse de la ausencia de sabor y consistencia. La humillación era un trago amargo que tenía atravesado en la garganta. —Así, muy bien. Una más —dijo la enfermera, llenando otra vez la cuchara. —Deje de decir eso, no soy un bebé —reclamó él, luchando por conservar algo de su dignidad.—Mira nada más, ya te ensuciaste por andar de reclamón —le limpió el puré que se salpicó en el cuello—. Sólo te queda la mitad.—No quiero más, esa b4sura es incomible.La enfermera se levantó con cara de pocos amigos. Dejó el plato sobre el velador.—Tarde o temprano te lo tendrás que comer y frío sabrá peor.Irum le dedicó la mirada que tenía reservada para personas como ella, ineptos tan útiles y detestables como tener arena en los zapatos.—Volveré para
Como si naciera de nuevo, así se sintió Irum cuando por fin dejó la camilla y pudo avanzar sus primeros metros sobre la silla de ruedas, impulsado por la mano derecha que, poco a poco, ya empezaba a usar. Luego de desterrar de su mente las ideas de venganza, se concentró en sanar. Según el informe que Alejandro le había dado sobre la causante de sus desdichas, ella tenía un novio de muy buen pasar económico y una amiga rica. Jamás acabaría debajo de un puente, por mucho que se esforzara en cerrarle las puertas del mundo laboral, así que dejó el asunto en manos del destino, el karma o lo que fuera. Y no necesitó su riñón ni el de nadie porque el que le quedaba estaba recuperándose de maravillas y podría suplir la función del otro por un largo tiempo si llevaba hábitos de vida saludables. Lo mejor de todo era que con la mano derecha funcional y la silla ya no necesitaba de los invasores cuidados de las enfermeras, comía y se encargaba del resto de sus necesidades fisiológicas por cue
—¿Cómo ocurrió el accidente? —preguntó el médico tras examinar a Libi una vez que ella se despertó. —Iba bajando las escaleras y pisé mal, resbalé y rodé hasta el descanso del segundo piso, donde choqué con el muro. —Le asusta usar los ascensores —agregó Damien, sentado junto a ella, rodeándola protectoramente con su brazo. —Ya veo. Tendrás que hacer algo con ese miedo. Con un esguince de tobillo y un brazo roto no podrás subir escaleras en un buen tiempo. —Ella planeaba irse de vacaciones a Brasil —se apresuró a comentar Damien—. ¿Es recomendable en su estado? —No dentro de las próximas semanas. El ajetreo del viaje, los traslados. Tu cuerpo necesita descansar para sanar. Te indicaré reposo por al menos dos semanas y luego lo que hagas dependerá de cómo te sientas. Libi asintió. El viaje con Lucy sería en tres días. Comenzó a llorar en cuanto el médico los dejó a solas. —Vamos, cariño. Esta es una señal de que no debías ir a ese viaje, yo ya te lo había dicho, pero te gusta
El frío aire nocturno que llegaba hasta el piso seis erizó los vellos de la piel de Libi. Tenía medio cuerpo asomado fuera de la ventana. Damien no había vuelto, no sabía nada de Lucy y el vacío enloquecedor la tenía al borde del abismo. Sólo un paso más y todo acabaría. Sólo un poco de valor o quizá fuera cobardía, no importaba. La aterradora certeza de que jamás dejaría de sufrir por la pérdida del bebé oscurecía su futuro, le nublaba la cabeza. Jamás dejaría de sangrar esa herida, jamás cerraría. Apretó los ojos y levantó un pie. La noche y su gélido abrazo clamaban por ella...—¡Hey!El grito de Irum la sobresaltó. Entró bruscamente y se golpeó la cabeza con el marco superior de la ventana. Él avanzó con su silla y la hizo retroceder. Se ubicó entre ella y la ventana. Las manos le temblaban. —Si te tiras desde esta altura, tus órganos no le servirán a nadie.—No iba a saltar —dijo ella, incapaz de mirarlo. —Eres muy mala mintiendo. De todos modos, no es asunto mío, pero creo
Reunión de la junta directiva de empresas Klosse. Amaro Villablanca, CEO suplente, tomó la palabra.—Caballeros, tengo dos noticias para ustedes, una buena y otra mala. Empezaré con la mala: nuestro estimado jefe Irum no ha muerto.Risas generalizadas entre hombres de miradas cínicas y billeteras abultadas. —La buena es que no volverá en un buen tiempo, está en silla de ruedas y el edificio no tiene rampa de acceso.Más risas, sobre todo considerando que el propio Irum había prohibido la contratación de personas con movilidad reducida u otro tipo de discapacidad. El contador que quedó ciego en un accidente, despedido, la analista que se lesionó la columna al hacer un clavado en un lago, despedida, el ejecutivo que se cortó un dedo con la guillotina era la excepción porque había disimulado bastante bien lo ocurrido y escondía la mano cada vez que veía a Irum. —De todos modos y ante un eventual regreso, que podría ocurrir a fin de año, debemos prepararnos. Propongo que interpongamos u
Libi se bebió su segundo vaso de tequila y sonrió con entusiasmo. Las fotos que Lucy le había enviado de sus vacaciones le cerrarían la boca a Damien. Al final había partido sola en un viaje introspectivo porque su nueva conquista no había querido acompañarla.Si un hombre rechazaba a una mujer tan bella y divertida como Lucy, todo podía pasar. En las fotos, su amiga aparecía con monos en una selva y posando junto a las bellas pinturas de un museo. De Damien seguía sin saber nada. La última llamada que le hizo hacía una semana se había quedado sin respuesta y su ausencia le dolía menos cada día. Se estaba acostumbrando a vivir sin él y eso era bueno. Se sirvió otro vaso y su sonrisa se ensanchó. Dos correos para entrevistas de trabajo en su bandeja de entrada la llenaron de esperanza. Una galería de arte buscaba una anfitriona y una tienda de artículos de construcción una vendedora. Esperaba que la aceptaran en la galería.Se atoró con el tequila cuando alguien llamó a la puerta. F
—¡Una fiesta! ¿Desde cuándo el jefe hace fiestas en su casa? ¿Qué podría querer celebrar en su estado? —Nada de eso es asunto tuyo, Pepa. Lleva pronto estos aperitivos, ya casi es la hora. El regreso de Irum a su casa había producido una pequeña revolución en el personal de servicio, que incluía dos sirvientas, un guardia, un conductor y un jardinero que iba algunas veces al mes. La adaptación de los accesos había comenzado hacía algunos meses, así como el traslado de su habitación y oficina al primer piso, no era algo improvisado. Lo que tenía a las sirvientas alborotadas era él mismo. Era tener que verlo hacia abajo cuando siempre les pareció tan inalcanzable. —¿Y desde cuando juega póker? —seguía cuestionándose Josefa o Pepa, la más joven y ferviente lectora de ciencia ficción—. Ese tipo no es el jefe. —¿Y quién más sería? No digas idioteces, por Dios.Pepa dispuso todo en la mesa de póker que había llegado durante la mañana. Definitivamente no imaginaba a su jefe reunido con a