Como si naciera de nuevo, así se sintió Irum cuando por fin dejó la camilla y pudo avanzar sus primeros metros sobre la silla de ruedas, impulsado por la mano derecha que, poco a poco, ya empezaba a usar. Luego de desterrar de su mente las ideas de venganza, se concentró en sanar. Según el informe que Alejandro le había dado sobre la causante de sus desdichas, ella tenía un novio de muy buen pasar económico y una amiga rica. Jamás acabaría debajo de un puente, por mucho que se esforzara en cerrarle las puertas del mundo laboral, así que dejó el asunto en manos del destino, el karma o lo que fuera. Y no necesitó su riñón ni el de nadie porque el que le quedaba estaba recuperándose de maravillas y podría suplir la función del otro por un largo tiempo si llevaba hábitos de vida saludables. Lo mejor de todo era que con la mano derecha funcional y la silla ya no necesitaba de los invasores cuidados de las enfermeras, comía y se encargaba del resto de sus necesidades fisiológicas por cue
—¿Cómo ocurrió el accidente? —preguntó el médico tras examinar a Libi una vez que ella se despertó. —Iba bajando las escaleras y pisé mal, resbalé y rodé hasta el descanso del segundo piso, donde choqué con el muro. —Le asusta usar los ascensores —agregó Damien, sentado junto a ella, rodeándola protectoramente con su brazo. —Ya veo. Tendrás que hacer algo con ese miedo. Con un esguince de tobillo y un brazo roto no podrás subir escaleras en un buen tiempo. —Ella planeaba irse de vacaciones a Brasil —se apresuró a comentar Damien—. ¿Es recomendable en su estado? —No dentro de las próximas semanas. El ajetreo del viaje, los traslados. Tu cuerpo necesita descansar para sanar. Te indicaré reposo por al menos dos semanas y luego lo que hagas dependerá de cómo te sientas. Libi asintió. El viaje con Lucy sería en tres días. Comenzó a llorar en cuanto el médico los dejó a solas. —Vamos, cariño. Esta es una señal de que no debías ir a ese viaje, yo ya te lo había dicho, pero te gusta
El frío aire nocturno que llegaba hasta el piso seis erizó los vellos de la piel de Libi. Tenía medio cuerpo asomado fuera de la ventana. Damien no había vuelto, no sabía nada de Lucy y el vacío enloquecedor la tenía al borde del abismo. Sólo un paso más y todo acabaría. Sólo un poco de valor o quizá fuera cobardía, no importaba. La aterradora certeza de que jamás dejaría de sufrir por la pérdida del bebé oscurecía su futuro, le nublaba la cabeza. Jamás dejaría de sangrar esa herida, jamás cerraría. Apretó los ojos y levantó un pie. La noche y su gélido abrazo clamaban por ella...—¡Hey!El grito de Irum la sobresaltó. Entró bruscamente y se golpeó la cabeza con el marco superior de la ventana. Él avanzó con su silla y la hizo retroceder. Se ubicó entre ella y la ventana. Las manos le temblaban. —Si te tiras desde esta altura, tus órganos no le servirán a nadie.—No iba a saltar —dijo ella, incapaz de mirarlo. —Eres muy mala mintiendo. De todos modos, no es asunto mío, pero creo
Reunión de la junta directiva de empresas Klosse. Amaro Villablanca, CEO suplente, tomó la palabra.—Caballeros, tengo dos noticias para ustedes, una buena y otra mala. Empezaré con la mala: nuestro estimado jefe Irum no ha muerto.Risas generalizadas entre hombres de miradas cínicas y billeteras abultadas. —La buena es que no volverá en un buen tiempo, está en silla de ruedas y el edificio no tiene rampa de acceso.Más risas, sobre todo considerando que el propio Irum había prohibido la contratación de personas con movilidad reducida u otro tipo de discapacidad. El contador que quedó ciego en un accidente, despedido, la analista que se lesionó la columna al hacer un clavado en un lago, despedida, el ejecutivo que se cortó un dedo con la guillotina era la excepción porque había disimulado bastante bien lo ocurrido y escondía la mano cada vez que veía a Irum. —De todos modos y ante un eventual regreso, que podría ocurrir a fin de año, debemos prepararnos. Propongo que interpongamos u
Libi se bebió su segundo vaso de tequila y sonrió con entusiasmo. Las fotos que Lucy le había enviado de sus vacaciones le cerrarían la boca a Damien. Al final había partido sola en un viaje introspectivo porque su nueva conquista no había querido acompañarla.Si un hombre rechazaba a una mujer tan bella y divertida como Lucy, todo podía pasar. En las fotos, su amiga aparecía con monos en una selva y posando junto a las bellas pinturas de un museo. De Damien seguía sin saber nada. La última llamada que le hizo hacía una semana se había quedado sin respuesta y su ausencia le dolía menos cada día. Se estaba acostumbrando a vivir sin él y eso era bueno. Se sirvió otro vaso y su sonrisa se ensanchó. Dos correos para entrevistas de trabajo en su bandeja de entrada la llenaron de esperanza. Una galería de arte buscaba una anfitriona y una tienda de artículos de construcción una vendedora. Esperaba que la aceptaran en la galería.Se atoró con el tequila cuando alguien llamó a la puerta. F
—¡Una fiesta! ¿Desde cuándo el jefe hace fiestas en su casa? ¿Qué podría querer celebrar en su estado? —Nada de eso es asunto tuyo, Pepa. Lleva pronto estos aperitivos, ya casi es la hora. El regreso de Irum a su casa había producido una pequeña revolución en el personal de servicio, que incluía dos sirvientas, un guardia, un conductor y un jardinero que iba algunas veces al mes. La adaptación de los accesos había comenzado hacía algunos meses, así como el traslado de su habitación y oficina al primer piso, no era algo improvisado. Lo que tenía a las sirvientas alborotadas era él mismo. Era tener que verlo hacia abajo cuando siempre les pareció tan inalcanzable. —¿Y desde cuando juega póker? —seguía cuestionándose Josefa o Pepa, la más joven y ferviente lectora de ciencia ficción—. Ese tipo no es el jefe. —¿Y quién más sería? No digas idioteces, por Dios.Pepa dispuso todo en la mesa de póker que había llegado durante la mañana. Definitivamente no imaginaba a su jefe reunido con a
Libi no llevaba su vestido cuando se despertó en una cama que no era la suya. Los pensamientos se le enturbiaron. Se aferró la cabeza y luego las sábanas cuando oyó que Irum llegaba.—¿Qué pasó? —preguntó ella, con el pánico de sospechar una atrocidad.La expresión desenfadada de Irum la asustó más todavía.—¿Qué iba a pasar? Tú estabas en coma etílico y yo en silla de ruedas. Mis empleadas te trajeron y te quitaron la ropa. Libi no podía más con la vergüenza.—Ya no querrás volver a invitarme a tu casa.—¿Bromeas? Te invitaré cada vez que esté aburrido. Lo más divertido de la noche fue verte bailar sobre mi sillón. A Libi le faltaban sábanas para cubrirse la cara. Algunos ebrios no recordaban nada de lo que hacían en su estado de intemperancia, Libi no era tan afortunada. Ella solía recordar bastante, muy a su pesar. Y recordaba su baile de festejo, pero eso no le importaba. Ella pensaba en el beso de Irum.Y como si le leyera la mente, Irum dijo:—A mí me gustó, ¿a ti te gustó?Li
—¡Libi! Ha salido el sol en este día gris con tu llegada —exclamó Josh al verla en un nuevo turno laboral. —Buenos días, Josh. ¿Cómo estás?—Aburrido. En la semana vienen pocos clientes y la jornada se pasa muy lenta, pero tú has llegado para salvarme del tedio. Ella fue a dejar sus cosas a su casillero en el área de descanso, se puso su delantal y se ubicó junto a Josh tras las cajas. Las expectativas que tenía sobre ella estaban muy infladas, estaba lejos de ser el alma de la fiesta. El primer cliente que Libi atendió fue un hombre. Él buscó sus productos sin hacer preguntas, pagó por ellos sin inconvenientes y, pese a la amabilidad de Libi, se fue sin dar las gracias. —Cretinos maleducados y arrogantes hay en todos lados, que no te afecte, tú lo hiciste genial.Las palabras de ánimo de Josh eran muy bienvenidas. La siguiente en llegar fue una mujer. —Necesito un destornillador o algo, no estoy muy segura de cómo se llame, pero que encaje con esto —tenía en sus manos un tornil