—¡Libi! Ha salido el sol en este día gris con tu llegada —exclamó Josh al verla en un nuevo turno laboral. —Buenos días, Josh. ¿Cómo estás?—Aburrido. En la semana vienen pocos clientes y la jornada se pasa muy lenta, pero tú has llegado para salvarme del tedio. Ella fue a dejar sus cosas a su casillero en el área de descanso, se puso su delantal y se ubicó junto a Josh tras las cajas. Las expectativas que tenía sobre ella estaban muy infladas, estaba lejos de ser el alma de la fiesta. El primer cliente que Libi atendió fue un hombre. Él buscó sus productos sin hacer preguntas, pagó por ellos sin inconvenientes y, pese a la amabilidad de Libi, se fue sin dar las gracias. —Cretinos maleducados y arrogantes hay en todos lados, que no te afecte, tú lo hiciste genial.Las palabras de ánimo de Josh eran muy bienvenidas. La siguiente en llegar fue una mujer. —Necesito un destornillador o algo, no estoy muy segura de cómo se llame, pero que encaje con esto —tenía en sus manos un tornil
—Ya barriste y está todo ordenado, Libi. Puedes irte —le dijo su jefe luego de varios minutos viéndola ir de un lado a otro—. Con Josh vamos a cerrar. Nos vemos mañana. —Es que no puede vivir sin mí —repuso Josh.Libi fue a buscar sus cosas al área de descanso. Allí también cogió una escoba y barrió hasta que se sintió ridícula. Era una adulta y debía enfrentar los embrollos en lo que se metía por beber de más. El auto de Irum era uno negro, de vidrios polarizados. El chofer le hizo señas y le abrió la puerta. Irum la esperaba en el asiento trasero. —¿Qué tal te ha ido en tu nuevo trabajo? —fue lo primero que dijo Irum para romper la palpable tensión entre ellos. Libi se relajó de momento.—Bien, todos son muy amables y ya tengo experiencia en ventas, así que no ha sido algo tan nuevo para mí.Luego de eso, Irum fue directo al grano. —¿Conoces desde antes a ese vendedor? Libi negó.—¿Y por qué te llama cariño?La pregunta le llegó con el mismo tono brusco y autoritario que Damie
Si alguien no se sentía descansado luego de sus vacaciones es porque tenía un problema. Y para una mujer que lo tenía todo, como Lucy, tener un problema que se prolongara más allá de una semana era inconcebible.Para rematar, le había ido mal en el examen, a diferencia de Libi, a quien las sonrisas se le escapaban solas. No quiso preguntarle por la razón, no quería oír nada que tuviera que ver con Damien, los hombres la tenían harta. Ellos se peleaban por ser las alimañas más detestables sobre la faz de la tierra, peor que los gusanos que comían carne humana.Entró a la tienda donde Libi trabajaba decidida a animarse con una noche de fiesta con su amiga. Si Libi no quería ir, estaba dispuesta a secuestrarla. Y que se atreviera a venir Damien a reclamarle, le daría su merecido. —Hola, estoy buscando a Libi —le dijo al vendedor.Josh le dio un buen vistazo de arriba abajo. El escaneo lo satisfizo gratamente y le sonrió. —Libi está atendiendo a un cliente, pero yo puedo ayudarte, soy J
—Esto es absurdo —reclamó Libi a lo lejos, sentada del otro extremo de la larga mesa de Irum.Sin exagerar, los separaban al menos cinco metros.—No es absurdo —espetó Irum desde el otro lado del mundo—, es strogonoff.Esperó a que Libi riera. Él no solía hacer bromas y cuando las hacía, nadie se reía. No sabía por qué. —¿Por qué tengo que sentarme acá? —siguió reclamando ella. —Porque eres mi única invitada y tu lugar debe ser equivalente al mío, un lugar de honor. Así funciona el protocolo.Ella ya no quiso seguir reclamando, cogió su plato, los cubiertos, la copa de vino y fue a sentarse a la izquierda de Irum.—Eres muy indisciplinada.—Y tú muy estricto. Estamos los dos solos, ¿a quién le importa el protocolo? ¿Tienes por ahí dentro a algún inspector de protocolos? —Me gusta el orden. —Pues yo soy muy desordenada, así que o chocamos o encontramos el equilibrio. Sin querer pensar que podían acabar encontrando el equilibrio a choques, Irum estuvo de acuerdo. Que no se sentara
Libi despertó abrazada de Irum y sonrió, no recordaba haber dormido tan bien en mucho tiempo. Las preocupaciones que le tenían el ánimo por los suelos ya estaban en el olvido. Su primera vez con Irum había estado bien. Habría que ver cómo resultaba hacerlo con mejor iluminación. Y con Irum en un rol más activo. Mientras lo observaba dormir, un horroroso pensamiento le oprimió el pecho y tuvo miedo de poder haberlo matado en el atropello. Terminar en una fría celda era lo de menos si consideraba como opción jamás llegar a conocerlo y acabar con su futuro cuando había tanto que él tenía que hacer por el mundo todavía. Su necesidad de sentirlo la hizo abrazarlo. Un beso en el cuello fue el inicio de sus arrumacos mañaneros, que le dibujaron a Irum una sonrisa nada más abrió los ojos. —Qué agradable manera de despertarse —exclamó él. Libi le besaba el vientre. Los dedos de Irum le acariciaron la cabeza, juguetearon con sus cabellos rojos. —¿Te gustaría que te trajera el desayuno a
—¡Dios mío! ¡No me digas que terminaste con Damien! —fue la eufórica reacción de Lucy al ver a Libi llegar con un vestido corto y coqueto.No había visto tanta piel expuesta desde que eran niñas y se bañaban juntas.—¿Por qué piensas eso?—Porque dejaste de mostrar las piernas en cuanto empezaste a salir con él. Siempre pensé que te lo había prohibido.—Son ideas tuyas —aseguró ella—, pero en algo tienes razón, ya no estamos juntos.Lucy alzó las manos, victoriosa. Ahora tenía motivos para celebrar durante una semana entera. Librarse de un hombre tóxico era muy difícil para algunas mujeres y su amiga por fin lo había logrado. Llamó al mesero y pidió champagne, que poco combinaba con las papas fritas que humeaban en sus platos, pero no importaba. —Hay que brindar por la soltería. ¡Que tiemble esta ciudad porque allá vamos!Tan feliz estaba Lucy que Libi no fue capaz de hablarle de su nueva conquista y arruinarle el almuerzo. Soltó la bomba en la tienda, mientras pensaba en Irum con ca
Libi seguía lamentándose por el atroz episodio, con la cabeza escondida debajo de la almohada.—Si todavía quieres prestarme tu tarjeta de crédito, podría hacerme una cirugía plástica y cambiarme el nombre.En su torpe intento de ser una mujer sensual y desinhibida, Libi había descubierto que no había límites para la vergüenza que podía llegar a sentir. —No te mortifiques —la consoló Irum—, despediré a la criada y ya, fin del asunto. —No. No puedes hacer eso. Esto fue mi culpa por... por indecente.Irum se carcajeó. —Las criadas deben pensar que eres una depredadora sexu4l, aprovechándote de un pobre lisiado.Libi volvió a esconderse bajo la almohada, mortificada por las risas de Irum. Otra que estaba lejos de reír era Pepa.—Ni en mis peores pesadillas esperé ver algo así, Conchis y tú no querías creerme. Ese tipo no es el jefe. —Haber estado tan cerca de la muerte puede haber cambiado su perspectiva de las cosas —reflexionó Conchita, con sus estudios de psicología obtenidos en l
—¿Te han comido la lengua los ratones?En el despacho, Alejandro todavía parecía descolocado por la presencia de Libi allí. Miraba como si se hubiera equivocado de casa, pero no se atreviera a hacer patente su error.—¿Me traes buenas noticias sobre Ángel?Alejandro se acomodó las gafas, recuperando la templanza que siempre dominaba su expresión de hombre listo, pero demasiado aburrido para ser tan joven.—Pensé que el plan era olvidarte de la señorita Arenquette.—Así era, pero ella se las ha arreglado para que eso no ocurra —señaló la silla en la que estaba prisionero—. Además, tengo una cicatriz de veinte centímetros en la espalda que me la recuerda cada día.—¿Entonces? ¿Retomaste tu venganza?—La venganza es un término tan infantil, yo no soy un niño enojado, Alejandro. Soy un hombre práctico que ha decidido que hacer el amor es más redituable que la guerra. Alejandro tosió, incómodo. ¿Irum había dicho "hacer el amor"? No creía él que tales términos existieran en su vocabulario.