XIV Primer día

Libi no llevaba su vestido cuando se despertó en una cama que no era la suya. Los pensamientos se le enturbiaron. Se aferró la cabeza y luego las sábanas cuando oyó que Irum llegaba.

—¿Qué pasó? —preguntó ella, con el pánico de sospechar una atrocidad.

La expresión desenfadada de Irum la asustó más todavía.

—¿Qué iba a pasar? Tú estabas en coma etílico y yo en silla de ruedas. Mis empleadas te trajeron y te quitaron la ropa.

Libi no podía más con la vergüenza.

—Ya no querrás volver a invitarme a tu casa.

—¿Bromeas? Te invitaré cada vez que esté aburrido. Lo más divertido de la noche fue verte bailar sobre mi sillón.

A Libi le faltaban sábanas para cubrirse la cara. Algunos ebrios no recordaban nada de lo que hacían en su estado de intemperancia, Libi no era tan afortunada. Ella solía recordar bastante, muy a su pesar. Y recordaba su baile de festejo, pero eso no le importaba. Ella pensaba en el beso de Irum.

Y como si le leyera la mente, Irum dijo:

—A mí me gustó, ¿a ti te gustó?

Li
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