—Esto es absurdo —reclamó Libi a lo lejos, sentada del otro extremo de la larga mesa de Irum.Sin exagerar, los separaban al menos cinco metros.—No es absurdo —espetó Irum desde el otro lado del mundo—, es strogonoff.Esperó a que Libi riera. Él no solía hacer bromas y cuando las hacía, nadie se reía. No sabía por qué. —¿Por qué tengo que sentarme acá? —siguió reclamando ella. —Porque eres mi única invitada y tu lugar debe ser equivalente al mío, un lugar de honor. Así funciona el protocolo.Ella ya no quiso seguir reclamando, cogió su plato, los cubiertos, la copa de vino y fue a sentarse a la izquierda de Irum.—Eres muy indisciplinada.—Y tú muy estricto. Estamos los dos solos, ¿a quién le importa el protocolo? ¿Tienes por ahí dentro a algún inspector de protocolos? —Me gusta el orden. —Pues yo soy muy desordenada, así que o chocamos o encontramos el equilibrio. Sin querer pensar que podían acabar encontrando el equilibrio a choques, Irum estuvo de acuerdo. Que no se sentara
Libi despertó abrazada de Irum y sonrió, no recordaba haber dormido tan bien en mucho tiempo. Las preocupaciones que le tenían el ánimo por los suelos ya estaban en el olvido. Su primera vez con Irum había estado bien. Habría que ver cómo resultaba hacerlo con mejor iluminación. Y con Irum en un rol más activo. Mientras lo observaba dormir, un horroroso pensamiento le oprimió el pecho y tuvo miedo de poder haberlo matado en el atropello. Terminar en una fría celda era lo de menos si consideraba como opción jamás llegar a conocerlo y acabar con su futuro cuando había tanto que él tenía que hacer por el mundo todavía. Su necesidad de sentirlo la hizo abrazarlo. Un beso en el cuello fue el inicio de sus arrumacos mañaneros, que le dibujaron a Irum una sonrisa nada más abrió los ojos. —Qué agradable manera de despertarse —exclamó él. Libi le besaba el vientre. Los dedos de Irum le acariciaron la cabeza, juguetearon con sus cabellos rojos. —¿Te gustaría que te trajera el desayuno a
—¡Dios mío! ¡No me digas que terminaste con Damien! —fue la eufórica reacción de Lucy al ver a Libi llegar con un vestido corto y coqueto.No había visto tanta piel expuesta desde que eran niñas y se bañaban juntas.—¿Por qué piensas eso?—Porque dejaste de mostrar las piernas en cuanto empezaste a salir con él. Siempre pensé que te lo había prohibido.—Son ideas tuyas —aseguró ella—, pero en algo tienes razón, ya no estamos juntos.Lucy alzó las manos, victoriosa. Ahora tenía motivos para celebrar durante una semana entera. Librarse de un hombre tóxico era muy difícil para algunas mujeres y su amiga por fin lo había logrado. Llamó al mesero y pidió champagne, que poco combinaba con las papas fritas que humeaban en sus platos, pero no importaba. —Hay que brindar por la soltería. ¡Que tiemble esta ciudad porque allá vamos!Tan feliz estaba Lucy que Libi no fue capaz de hablarle de su nueva conquista y arruinarle el almuerzo. Soltó la bomba en la tienda, mientras pensaba en Irum con ca
Libi seguía lamentándose por el atroz episodio, con la cabeza escondida debajo de la almohada.—Si todavía quieres prestarme tu tarjeta de crédito, podría hacerme una cirugía plástica y cambiarme el nombre.En su torpe intento de ser una mujer sensual y desinhibida, Libi había descubierto que no había límites para la vergüenza que podía llegar a sentir. —No te mortifiques —la consoló Irum—, despediré a la criada y ya, fin del asunto. —No. No puedes hacer eso. Esto fue mi culpa por... por indecente.Irum se carcajeó. —Las criadas deben pensar que eres una depredadora sexu4l, aprovechándote de un pobre lisiado.Libi volvió a esconderse bajo la almohada, mortificada por las risas de Irum. Otra que estaba lejos de reír era Pepa.—Ni en mis peores pesadillas esperé ver algo así, Conchis y tú no querías creerme. Ese tipo no es el jefe. —Haber estado tan cerca de la muerte puede haber cambiado su perspectiva de las cosas —reflexionó Conchita, con sus estudios de psicología obtenidos en l
—¿Te han comido la lengua los ratones?En el despacho, Alejandro todavía parecía descolocado por la presencia de Libi allí. Miraba como si se hubiera equivocado de casa, pero no se atreviera a hacer patente su error.—¿Me traes buenas noticias sobre Ángel?Alejandro se acomodó las gafas, recuperando la templanza que siempre dominaba su expresión de hombre listo, pero demasiado aburrido para ser tan joven.—Pensé que el plan era olvidarte de la señorita Arenquette.—Así era, pero ella se las ha arreglado para que eso no ocurra —señaló la silla en la que estaba prisionero—. Además, tengo una cicatriz de veinte centímetros en la espalda que me la recuerda cada día.—¿Entonces? ¿Retomaste tu venganza?—La venganza es un término tan infantil, yo no soy un niño enojado, Alejandro. Soy un hombre práctico que ha decidido que hacer el amor es más redituable que la guerra. Alejandro tosió, incómodo. ¿Irum había dicho "hacer el amor"? No creía él que tales términos existieran en su vocabulario.
—¿Sigues entera? —¡Lucy! ¡Qué cosas dices!—Tienes razón, reformularé mi pregunta. ¿El pez gordo lisiado sigue entero?Aquello era mucho peor. A mediodía Lucy la había llamado para chismear y enterarse de los detalles sabrosos de su fin de semana en pareja. —Lo está, no imagines cosas que no son.—No tengo que imaginarme nada, tienes la voz clara y vibrante de una mujer bien follada y eso me complace.—¡Lucy!—Las cosas como son, Libi querida, que no te avergüence vivir una sexualidad plena. ¿No te ha propuesto nada raro?—¿Raro como qué?Para Libi, que Irum quisiera ponerse meloso en la terraza era raro. Hacerlo de día y en un lugar que no fuera la cama también era raro. —Raro como sadomasoquista —explicó Lucy.Libi no pudo evitar reír a carcajadas.—Tienes tanta imaginación, deberías ser escritora.—Soy buena juzgando a la gente en base a mis prejuicios y con verle esa cara que tiene, tan seria y malhumorada, me es inevitable imaginármelo con una fusta en las manos. ¿Te ha nalgu
—Me dieron cinco días de reposo —le contó Libi a Lucy.Su amiga la había llamado al no verla en clases.—Ese lugar es tan peligroso, Libi. Deberías demandarlos por falta de seguridad.—Fue mi culpa, yo resbalé y las cajas se me cayeron encima. Ellos me asistieron de inmediato.—Entonces deberías usar casco cuando estas en la bodega o aceptar de una vez por todas irte a trabajar a empresas Sterling. Allí lo peor que podría pasarte es cortarte con papel. —Me lo pensaré.—¡¿De verdad?! Iré tanteando el terreno con el jefe de recursos humanos.—¿También te has involucrado con él?—Por supuesto que no, con nadie de la empresa. Papá debe seguir pensando que soy una niña buena y virgen.Libi por poco escupió la leche que bebía. Terminó de desayunar y volvió a la cama. Estaba tan adolorida como después del accidente automovilístico. No. Lo estaba mucho más. Las costillas se le habían vuelto a romper, tres puntos de sutura le marcaban la cabeza y se había esguinzado dos dedos, nada que no sa
—¿Qué clase de accidente puede dejarte el rostro así? —cuestionó Irum mirando el penoso estado de Libi.La certeza de que él se mantendría alejado a causa de que su silla no podía cruzar la puerta del departamento duró bastante poco. Él llegó con una silla menos robusta y sofisticada, que entraba a la perfección en cada habitación.No había lugar al que Irum Klosse no pudiera acceder, ni mentira que resistiera a su profundo análisis.Con los ojos amoratados y los labios hinchados y rotos, Libi intentó parecer convincente.—Me aplastaron unas cajas... Se me cayeron encima... —la voz se le quebró pronto y su llanto fluyó con abundancia.De seguro la pobrecilla había creído que moriría aplastada, pensaba Irum. Con tantos accidentes en tan poco tiempo tampoco viviría mucho. Las probabilidades estaban en su contra. —Tranquila, ya todo pasó —le acarició la cabeza con cautela. Tantos golpes que ella recibía acabarían por dejarla bruta si vivía lo suficiente—. Tú y yo no hacemos uno, ¿no? H