Reunión de la junta directiva de empresas Klosse. Amaro Villablanca, CEO suplente, tomó la palabra.—Caballeros, tengo dos noticias para ustedes, una buena y otra mala. Empezaré con la mala: nuestro estimado jefe Irum no ha muerto.Risas generalizadas entre hombres de miradas cínicas y billeteras abultadas. —La buena es que no volverá en un buen tiempo, está en silla de ruedas y el edificio no tiene rampa de acceso.Más risas, sobre todo considerando que el propio Irum había prohibido la contratación de personas con movilidad reducida u otro tipo de discapacidad. El contador que quedó ciego en un accidente, despedido, la analista que se lesionó la columna al hacer un clavado en un lago, despedida, el ejecutivo que se cortó un dedo con la guillotina era la excepción porque había disimulado bastante bien lo ocurrido y escondía la mano cada vez que veía a Irum. —De todos modos y ante un eventual regreso, que podría ocurrir a fin de año, debemos prepararnos. Propongo que interpongamos u
Libi se bebió su segundo vaso de tequila y sonrió con entusiasmo. Las fotos que Lucy le había enviado de sus vacaciones le cerrarían la boca a Damien. Al final había partido sola en un viaje introspectivo porque su nueva conquista no había querido acompañarla.Si un hombre rechazaba a una mujer tan bella y divertida como Lucy, todo podía pasar. En las fotos, su amiga aparecía con monos en una selva y posando junto a las bellas pinturas de un museo. De Damien seguía sin saber nada. La última llamada que le hizo hacía una semana se había quedado sin respuesta y su ausencia le dolía menos cada día. Se estaba acostumbrando a vivir sin él y eso era bueno. Se sirvió otro vaso y su sonrisa se ensanchó. Dos correos para entrevistas de trabajo en su bandeja de entrada la llenaron de esperanza. Una galería de arte buscaba una anfitriona y una tienda de artículos de construcción una vendedora. Esperaba que la aceptaran en la galería.Se atoró con el tequila cuando alguien llamó a la puerta. F
—¡Una fiesta! ¿Desde cuándo el jefe hace fiestas en su casa? ¿Qué podría querer celebrar en su estado? —Nada de eso es asunto tuyo, Pepa. Lleva pronto estos aperitivos, ya casi es la hora. El regreso de Irum a su casa había producido una pequeña revolución en el personal de servicio, que incluía dos sirvientas, un guardia, un conductor y un jardinero que iba algunas veces al mes. La adaptación de los accesos había comenzado hacía algunos meses, así como el traslado de su habitación y oficina al primer piso, no era algo improvisado. Lo que tenía a las sirvientas alborotadas era él mismo. Era tener que verlo hacia abajo cuando siempre les pareció tan inalcanzable. —¿Y desde cuando juega póker? —seguía cuestionándose Josefa o Pepa, la más joven y ferviente lectora de ciencia ficción—. Ese tipo no es el jefe. —¿Y quién más sería? No digas idioteces, por Dios.Pepa dispuso todo en la mesa de póker que había llegado durante la mañana. Definitivamente no imaginaba a su jefe reunido con a
Libi no llevaba su vestido cuando se despertó en una cama que no era la suya. Los pensamientos se le enturbiaron. Se aferró la cabeza y luego las sábanas cuando oyó que Irum llegaba.—¿Qué pasó? —preguntó ella, con el pánico de sospechar una atrocidad.La expresión desenfadada de Irum la asustó más todavía.—¿Qué iba a pasar? Tú estabas en coma etílico y yo en silla de ruedas. Mis empleadas te trajeron y te quitaron la ropa. Libi no podía más con la vergüenza.—Ya no querrás volver a invitarme a tu casa.—¿Bromeas? Te invitaré cada vez que esté aburrido. Lo más divertido de la noche fue verte bailar sobre mi sillón. A Libi le faltaban sábanas para cubrirse la cara. Algunos ebrios no recordaban nada de lo que hacían en su estado de intemperancia, Libi no era tan afortunada. Ella solía recordar bastante, muy a su pesar. Y recordaba su baile de festejo, pero eso no le importaba. Ella pensaba en el beso de Irum.Y como si le leyera la mente, Irum dijo:—A mí me gustó, ¿a ti te gustó?Li
—¡Libi! Ha salido el sol en este día gris con tu llegada —exclamó Josh al verla en un nuevo turno laboral. —Buenos días, Josh. ¿Cómo estás?—Aburrido. En la semana vienen pocos clientes y la jornada se pasa muy lenta, pero tú has llegado para salvarme del tedio. Ella fue a dejar sus cosas a su casillero en el área de descanso, se puso su delantal y se ubicó junto a Josh tras las cajas. Las expectativas que tenía sobre ella estaban muy infladas, estaba lejos de ser el alma de la fiesta. El primer cliente que Libi atendió fue un hombre. Él buscó sus productos sin hacer preguntas, pagó por ellos sin inconvenientes y, pese a la amabilidad de Libi, se fue sin dar las gracias. —Cretinos maleducados y arrogantes hay en todos lados, que no te afecte, tú lo hiciste genial.Las palabras de ánimo de Josh eran muy bienvenidas. La siguiente en llegar fue una mujer. —Necesito un destornillador o algo, no estoy muy segura de cómo se llame, pero que encaje con esto —tenía en sus manos un tornil
—Ya barriste y está todo ordenado, Libi. Puedes irte —le dijo su jefe luego de varios minutos viéndola ir de un lado a otro—. Con Josh vamos a cerrar. Nos vemos mañana. —Es que no puede vivir sin mí —repuso Josh.Libi fue a buscar sus cosas al área de descanso. Allí también cogió una escoba y barrió hasta que se sintió ridícula. Era una adulta y debía enfrentar los embrollos en lo que se metía por beber de más. El auto de Irum era uno negro, de vidrios polarizados. El chofer le hizo señas y le abrió la puerta. Irum la esperaba en el asiento trasero. —¿Qué tal te ha ido en tu nuevo trabajo? —fue lo primero que dijo Irum para romper la palpable tensión entre ellos. Libi se relajó de momento.—Bien, todos son muy amables y ya tengo experiencia en ventas, así que no ha sido algo tan nuevo para mí.Luego de eso, Irum fue directo al grano. —¿Conoces desde antes a ese vendedor? Libi negó.—¿Y por qué te llama cariño?La pregunta le llegó con el mismo tono brusco y autoritario que Damie
Si alguien no se sentía descansado luego de sus vacaciones es porque tenía un problema. Y para una mujer que lo tenía todo, como Lucy, tener un problema que se prolongara más allá de una semana era inconcebible.Para rematar, le había ido mal en el examen, a diferencia de Libi, a quien las sonrisas se le escapaban solas. No quiso preguntarle por la razón, no quería oír nada que tuviera que ver con Damien, los hombres la tenían harta. Ellos se peleaban por ser las alimañas más detestables sobre la faz de la tierra, peor que los gusanos que comían carne humana.Entró a la tienda donde Libi trabajaba decidida a animarse con una noche de fiesta con su amiga. Si Libi no quería ir, estaba dispuesta a secuestrarla. Y que se atreviera a venir Damien a reclamarle, le daría su merecido. —Hola, estoy buscando a Libi —le dijo al vendedor.Josh le dio un buen vistazo de arriba abajo. El escaneo lo satisfizo gratamente y le sonrió. —Libi está atendiendo a un cliente, pero yo puedo ayudarte, soy J
—Esto es absurdo —reclamó Libi a lo lejos, sentada del otro extremo de la larga mesa de Irum.Sin exagerar, los separaban al menos cinco metros.—No es absurdo —espetó Irum desde el otro lado del mundo—, es strogonoff.Esperó a que Libi riera. Él no solía hacer bromas y cuando las hacía, nadie se reía. No sabía por qué. —¿Por qué tengo que sentarme acá? —siguió reclamando ella. —Porque eres mi única invitada y tu lugar debe ser equivalente al mío, un lugar de honor. Así funciona el protocolo.Ella ya no quiso seguir reclamando, cogió su plato, los cubiertos, la copa de vino y fue a sentarse a la izquierda de Irum.—Eres muy indisciplinada.—Y tú muy estricto. Estamos los dos solos, ¿a quién le importa el protocolo? ¿Tienes por ahí dentro a algún inspector de protocolos? —Me gusta el orden. —Pues yo soy muy desordenada, así que o chocamos o encontramos el equilibrio. Sin querer pensar que podían acabar encontrando el equilibrio a choques, Irum estuvo de acuerdo. Que no se sentara