Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera». Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniz
Sábado. Irum había invitado a Libi y a Espi a almorzar con él en el pent-house y ellas habían aceptado. Les sirvió la comida una sirvienta que no era Conchita. —¿Qué pasó con ella?—Terminó cambiándose de bando y se fue a trabajar para Jack y Josefa. No la culpo, ¿quién querría trabajar en una casa vacía? Yo ya no regresé. —¿Y Braulio?—Se jubiló, ahora se dedica a sus pasatiempos y a su nieta. Eran buenas personas, atadas todas por un pasado espantoso. Poco a poco ese nudo se estaba soltando y ellos ya se habían liberado. Cada minuto que pasaba junto a Irum, Libi estaba menos convencida de ser capaz de lograrlo ella también.Después de comer, Espi se fue a jugar a su habitación, que Libi encontró preciosa, y ellos se fueron a la terraza, aprovechando que no estaba tan frío. Y si lo hubiera estado, el calor que brotaba del roce de sus cuerpos era capaz de derretir hasta el hielo, no habría importado. —Quédate conmigo esta noche. —Vas muy rápido, Irum.—Hemos invertido cuatro años
Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera».Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniza
Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera». Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniz
Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera».Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniza
Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera».Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniza
Irum reapareció en casa de Libi una mañana de viernes, sin aviso, pero tocando el timbre. —Vine porque contestar todos los mensajes que me enviaste me habría tomado mucho tiempo. Libi rodó los ojos, ella sólo estaba preocupada como lo estaría por cualquiera. Hizo énfasis en la palabra «cualquiera».Pero Irum no era cualquiera y él lo sabía. Con la autoridad que le confería el sentirse apreciado nuevamente por ella, acortó la distancia y le dio un beso. Medio beso, en realidad, la otra mitad se lo dio ella. ¿En qué había quedado eso de no cometer los errores del pasado? Libi lo seguía teniendo presente, pero cada vez le parecía menos erróneo dejarse seducir por Irum. Además, ésta vez sería diferente. Se besaron como si no hubiera un mañana y las manos de Irum se reencontraron con aquel cuerpo, fragmentado en sus memorias, pero que conocía a la perfección. Lo revivió con sus caricias, lo hizo vibrar con cada toque porque del fuego que los había consumido no quedaban sólo las ceniza
—Amor, no es lo que parece... Esas fueron las palabras que pronunció Damien, el novio de Libi desde hacía un año y medio, irguiéndose sobre la mujer que segundos antes embestía con frenesí en aquella noche tormentosa. Libi lo observaba desde la puerta de la habitación, consternada. Todo su mundo se le vino encima. Ella había dicho que no iría a la fiesta. ¿Para qué ir si su novio estaría fuera de la ciudad? Pero fue, e intentó divertirse. Incluso lo defendió de las mujeres que, con malicia, lo acusaban de engañarla. «Tú estás aquí bebiendo sola, como una tonta, mientras tu novio goza como nunca». «¡Eso no es cierto! Él está de viaje». «Por supuesto, dentro del coño de una puta». Libi, dudando todavía de la realidad de la horrorosa escena, se talló los ojos. Luego hizo acopio de su fuerza y corrió como lo hacía en sus peores pesadillas. Tropezó varias veces, abriéndose paso con desesperación entre la gente. Emergió a la noche húmeda, que lloraba como ella e inhaló su aliento g