CL La visita

En la mesa de centro de la sala de Libi, junto a un plato de galletas, estaba la credencial de Espi, el lápiz con el logo de empresas HK y la corbata de Irum, que Libi tiraría en cuanto tuviera oportunidad; en cuanto Espi dejara de hablar de ellos y de su día en el trabajo, firmando documentos y de su tío Alejandro y sus risas. ¿Desde cuándo ese robot se reía?

Apenas una hora había pasado con Irum en su empresa y había hablado de ello durante tres.

«A mi papi le gustan mucho tus cuadros, mami. Están por todos lados».

Un obsesivo, eso era Irum, un manipulador incorregible, pero no ganaría la batalla por el corazón de Espi. Él jamás se pasaría una tarde entera viendo caricaturas con ella.

—Qué leoncito más bonito, mami. ¿Puedo tener un leoncito?

—Mañara iremos al centro comercial y te compraré uno.

—¿Los venden allí? ¿Los de verdad y que hacen Grrrrrrauw?

—No vas a tener uno de verdad, te compraré uno de peluche.

—Buuuu, yo quería uno de verdad.

—Los leones se comen a los conejitos
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