CAPÍTULO 38

—Tal vez no sea demasiado tarde —sugirió Rubén tras escuchar el sonoro suspiro de su mejor amigo, pero Leobardo no lo podía ver de esa manera, pues, tras todo lo que había pasado, y con lo bien que conocía a Estrella Miller, él podía hacerse una buena idea de lo que había ocurrido con sus hijos.

—Ella dijo que no quería ser mamá —soltó Leobardo, mirando los resultados de su seminograma, ese que se había realizado un par de días atrás, luego de haber pasado días sin beber alcohol, en algún tipo de rehabilitación y donde confirmaba lo que no se atrevió a imaginar jamás: podía ser padre—, nunca quiso serlo y, luego de que yo la mandara al carajo pensando que me engañó, no debió haber nadie que la detuviera de interrumpir el embarazo.

—Eres un idiota, amigo —declaró el médico y el que lo escuchaba asintió, pues idiota era justamente como se estaba sintiendo—. Entonces, ¿qué planeas hacer?

—Nada —respondió Leobardo, sintiendo desde lo más profundo de su corazón que eso era lo único que po
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