Estrella llegó a la casa de las gemelas con el corazón latiendo a mil por hora, todo el camino había sido una tortura, pensando en lo mal que estaban si la voz del siempre sonriente Benjamín Anguiano sonaba de tal manera.Todo era difícil, las náuseas no menguaban, así que su estómago estaba vuelto loco, y algo en su interior le decía que ese malestar no era por las turbulencias del vuelo o porque algo le hubiera caído mal al estómago, todo se solucionaría en cuanto sus ojos pudieran volver a ver al par de dos, como siempre las llamaba Chase, que amaba demasiado.Benjamín y Estrella llegaron hasta la habitación de las chicas y a la rubia se le partió el corazón, las dos estaban dormiditas juntas, tomadas de las manos y con sus ojitos hinchados de, seguramente, tanto llorar, entonces ella sintió las ganas de llorar y no pudo detener la contracción de su rostro, ni esa horrible sensación de ahogo que aumentó sus ganas de vomitar.—¿Y el baño? —cuestionó la rubia en cuanto pudo hablar de
La despedida fue triste, pero ya no tan angustiosa; aunque la ansiedad por la separación se hizo notar al instante, pues las pequeñas le marcaron a su madre ni bien ella desapareció de su vista en ese aeropuerto; sin embargo, escuchar su voz aun cuando no se podían ver les hizo sentir que de verdad todo estaría bien, que seguían estando unidas porque eran una familia para siempre.Las gemelas se quedaron mucho más tranquilas, casi bien, al contrario de Estrella que, definitivamente, parecía estarle tomando alguna clase de aversión a los vuelos, o tal vez se había centrado tanto en que ellas aceptaran la distancia que no logró trabajar en sí misma, y por eso continuaba sintiéndose angustiada y triste, y ni qué decir lo mal que estaba su estómago que le prometía que vomitaría si descuidaba solo un poco su respiración.Mientras Estrella se acomodaba en su asiento trataba de calmarse respirando profundamente y recordando las palabras de consuelo que había dado a sus hijas, pero el mareo t
—¿Estás bien? —preguntó Rebecca a su hija cuando esta al fin abrió los ojos—. El médico no tarda en llegar, ¿necesitas algo mientras?Estrella negó con la cabeza. Se continuaba sintiendo mal, pero eso no era algo que se le fuera a quitar con algo que tuvieran en casa, lo sabía bien porque ella misma lo había intentado todo en su propia casa: agua fría, tés, jugos, frutas, galletas, frituras saladas y picantes, incluso una vez tomó alcohol, pero todo la hacía sentir mal, con el alcohol incluso vomitó, así que seguramente nada que su madre le intentara dar funcionaría para ella. Lo mejor era esperar a que el médico llegara y le dijera qué hacer.» Nena, necesitas poner un poco de tu parte —recomendó la buena madre de Estrella llegando hasta ella y tomando su mano, viendo muy de cerca la mala cara de su hija—, sí, lo sé, no es fácil, te sientes tan mal que sientes que no tienes fuerza para poner nada de tu parte, pero te juro que eres fuerte, solo que no lo estás viendo, pero ocupas busca
—Estoy aterrada —dijo al fin Estrella, tras demasiados minutos de silencio que se sintieron como horas—, esto no debía de pasar, así que no sé qué debo hacer.—Bueno —dijo Rebecca, sintiendo al fin que respiraba, pues, todo el tiempo en que su amada hija se ahogaba entre sollozos, ella sentía que tampoco podía respirar—, si no sabes qué debes de hacer, deberías empezar a preguntarte qué es lo que quieres hacer.—No quiero ser mamá —respondió Estrella y el aire se agolpó de nuevo en sus pulmones con una fuerza tan impresionante que le dolía hasta el corazón— yo…—Amor —habló la madre de la rubia—, sabes, sé que nunca lo quisiste, pero, no sé, llámalo intuición femenina, o que tu madre te conoce muy bien, pero no te puedo creer eso que dices con tanto dolor; porque, además, tú ya eres mamá… Tienes dos niñas preciosas, ¿lo recuerdas?Y, contrario a lo que Estrella pensó minutos atrás que se sintió tan cansada de llorar que pensó que ya no lo haría más en un muy buen rato, la rubia volvió
El médico frunció el entrecejo al observar algo que tal vez ni él mismo entendía del todo, porque definitivamente ni Estrella ni su madre comprendían qué pasaba en ese monitor negro que de pronto mostraba manchas grises; y lo que parecía preocupación en el rostro del médico se transformó en preocupación en el corazón de las dos mujeres que acompañaban al médico que revisaba a la más joven de las dos. —Sí, esto confirma lo que sospeché por tus estudios —declaró el médico girando un poco la pantalla para que Estrella la pudiera apreciar mejor—, ¿puedes ver esta bolsita? Ese es uno de tus bebés…El corazón de estrella se detuvo por completo, igual que su respiración, porque escuchar la frase "uno de tus bebés" implicaba que había más de uno, y se lo confirmó el médico al mover un poco el aparato sobre su abdomen y mostrar otra de esas bolsitas que el médico mencionaba.» Y aquí está el otro —informó y terminó por sonreír, pero no de felicidad, sino por la gracia que le causaba la expres
Abrió la puerta y lo primero que vio fue a ella, al gran amor de su vida, sentada en el sofá pequeño de su sala, mirando a, aparentemente, la nada; o fue así hasta que Estrella respiró tan profundo que su cuerpo se estiró un poco y abrió los ojos enormes antes de ponerlos sobre de él.—Siéntate, por favor —pidió Estrella, indicando con su mano el lugar que debía tomar.Eso fue extraño, demasiado, tanto que a Leobardo incluso se le olvidó lo aliviado que se sintió al no verla tan apagada y triste como se veía cuando él debió irse a ese viaje de negocios.—¿Sucede algo? —preguntó el hombre, atendiendo a su confusión—, ¿cómo te sientes?—Me siento mal —respondió la joven a pesar de que, en realidad, no se veía para nada mal; por el contrario, se veía un poco radiante y bastante firme y fuerte, como si estuviera muy bien.—Pues te ves muy bien —aseguró el hombre y la rubia inspiró hondo de nuevo, era como si buscara que el aire fresco que respiraba apagara algo en su interior, no sabía bi
—Insiste en que es estéril —respondió Estrella a la pregunta de su madre de cómo le había ido hablando con Leobardo Alarcón—, incluso me preguntó si mi hijo es de Benjamín, ¿puedes creer tal descaro?—No lo sé —respondió la madre de una joven que, como si fuera una leona enjaulada, iba y venía en un espacio de, si acaso, dos metros de largo—, yo no lo conozco mucho, ¿tú se lo crees?—¡No lo engañé, mamá! —explicó la rubia casi molesta, pues su madre no parecía estar enojada aun cuando le explicaba que Leobardo le había acusado de ser infiel.—Sé que no lo hiciste —aseguró la mayor—, te conozco bien, amor, solo digo que tal vez él cree en serio que no puede tener hijos, pero el cuerpo humano es tan impredecible y maravilloso que pudo haber cambiado sin que él se diera cuenta.—¿De qué estás hablando? —preguntó la rubia, caminando hasta su madre y tomando asiento a su lado—. ¿Qué tiene que ver el maravilloso cuerpo humano con lo que pasa conmigo y con Leobardo?—Bueno —habló Rebecca—, y
—Tal vez no sea demasiado tarde —sugirió Rubén tras escuchar el sonoro suspiro de su mejor amigo, pero Leobardo no lo podía ver de esa manera, pues, tras todo lo que había pasado, y con lo bien que conocía a Estrella Miller, él podía hacerse una buena idea de lo que había ocurrido con sus hijos.—Ella dijo que no quería ser mamá —soltó Leobardo, mirando los resultados de su seminograma, ese que se había realizado un par de días atrás, luego de haber pasado días sin beber alcohol, en algún tipo de rehabilitación y donde confirmaba lo que no se atrevió a imaginar jamás: podía ser padre—, nunca quiso serlo y, luego de que yo la mandara al carajo pensando que me engañó, no debió haber nadie que la detuviera de interrumpir el embarazo.—Eres un idiota, amigo —declaró el médico y el que lo escuchaba asintió, pues idiota era justamente como se estaba sintiendo—. Entonces, ¿qué planeas hacer?—Nada —respondió Leobardo, sintiendo desde lo más profundo de su corazón que eso era lo único que po