CAPÍTULO 4

“No he podido dejar de llorar —le respondió en un mensaje Kenya a Estrella horas después de haber recibido y visto ese vídeo donde un par de gemelas, de las que solo conocía el llanto, corrían atrás de un perro riendo a carcajadas, incluso no se sorprendían cuando el hermano menor de su mejor amiga las atrapaba luego de correr detrás de ellas—. ¿Cómo le hizo?”

“No sé —respondió Estrella—, pero por primera vez en mi vida siento que en serio amo a mi hermano.”

La joven tutora no pudo evitar sonreír con ese comentario y, sería porque ella no era tan sentimental, simplemente se sintió feliz por ellas y les pidió a sus padres que le permitieran quedarse en esa casa algunos días, pues ese enorme y precioso perro, junto a su fastidioso hermano, parecía hacerles mucho bien a las niñas.

Estrella había tomado un par de semanas de descanso, con posibilidad de convertirse en tres, para que las niñas pudieran adaptarse a ella al estar todo el tiempo a su lado; sin embargo, dos días a solas con ella se sintieron como un desperdicio ahora que veía que su familia les hacía el mismo bien a las gemelas que el que le hacían a ella. 

—¡Lista! —dijo Estrella tras terminar de secar el cabello de Rebeca luego de bañarla, entonces la niña corrió a una cama king size donde su hermana ya la esperaba.

En todo el día las vio sonreír, jugar e incluso hablar entre ellas, pero a ella seguían sin responderle nada, por eso, la joven, aunque mucho menos intranquila, decidió que aun las cosas no estaban bien y que se seguiría esforzando por ellas, así que les sonreía y acariciaba el rostro constantemente.

Rebeca se abrazó a Roberta, entonces ambas se recostaron en una enorme cama, donde Estrella dormiría también pues, a pesar de que en la casa de sus padres había innumerables habitaciones, había decidido que la cercanía sería su aliada en conquistar el par de niñas que serían suyas por tiempo indefinido. 

La joven se sentó en un sofá cerca de la cama, observando cómo el par de hermanas eran presas del sueño poco a poco; Estrella supuso que las niñas debían estar agotadas luego de tanto esfuerzo, así que decidió no molestar su burbuja y esperar pacientemente a que se durmieran bien antes de entrar a la cama también.

Estrella simplemente disfrutó del silencio que se comenzó a establecer a su alrededor, quedándose dormida sin querer, y también sin percatarse de que la puerta de su antigua habitación estaba abierta, fue por eso por lo que su madre, que pasaba por el pasillo para dirigirse a su habitación, se detuvo y la miró con la ternura que solo su amor por ella podía provocar.

—¿Me ayudas? —preguntó Rebecca a su marido, que iba detrás de ella, él asintió y, sonriendo también, entró a la habitación para tomar a la mayor de sus dos hijos y llevarla al extremo de la cama que no ocupaban las niñas que ella cuidaba y que su amada esposa ya había acomodado.

Ni siquiera dijeron nada más, simplemente sonrieron al ver a su amada Estrella dormir y dejaron la habitación luego de mirarse agradecidos.

**

—La maternidad es agotadora —declaró Alessandro Bianco, preparando su propia cama para dormir, también.

—Y aterradora, según recuerdo —añadió Rebecca, mirando a su esposo a través del espejo de su tocador, mientras se comenzaba a poner todas esas cremas y aceites en la cara que le prometían devolverle un poco de juventud—. Pero sí, a esa edad es agotadora, aunque satisfactoria... ver a los niños crecer siempre llena algo en el corazón.

—¿No te preocupa que eligiera ser madre de niños que no son de ella? —preguntó Alessandro, sentándose en la cama que acababa de destender, viendo también a su esposa por medio del reflector que ella miraba—. ¿No crees que será difícil?

—Parece, querido compañero, que se te olvida que también elegí ser madre de niños que no eran míos —declaró una mujer que antes de ser quien era llevaba el nombre de Roberta Franco—, y no fue nada difícil... excepto un tiempo con Chase, pero cuando creció todo estuvo bien, por eso agradezco que ellas sean niñas grandes, de otra forma no le hubiera dicho que sí a mi preciosa Estrella el día de hoy sobre quedarse unos días. 

Alessandro no dijo nada, no es que se le hubiera olvidado, aunque mentiría si dijera que no era algo que quisiera olvidar, porque algo dentro de él dolía cada que la imagen de su perfecta familia se distorsionaba con el recuerdo de su primer amor, pero no el más grande, ese era y para siempre sería su nueva Rebecca Morelli.

—Entonces, ¿no crees que le será difícil? —preguntó Alessandro, fingiendo que el comentario de su amada ni siquiera existió, para de esa manera poder fingir que no había algo que le había molestado. 

—No, yo sé que va a ser difícil —responde la mayor, terminando de guardar cremas y demás en el cajón para levantarse de donde estaba y dirigirse a la cama que compartía con su amado—, la maternidad es difícil, cuidar de otra persona es difícil, sin importar si nacieron de tu vientre o no, cuidar niños es difícil, y se podría poner peor, por eso ella necesita apoyo, porque más que creer que se podría poner peor estoy casi segura de que va a suceder así.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Alessandro a la mujer a su lado.

—Alessandro, no es difícil ser madre de niños que no nacieron de una, sí es difícil ser madre, pero, lo más difícil de todo, es tener que dejar ir a los hijos que amas, y esas niñas, que se podrían robar el corazón de nuestra niña, no serán de ella para siempre, y eso va a ser en serio difícil cuando llegue el momento —explicó Rebecca, con una auténtica expresión de preocupación.

Y es que ella lo sabía bien, ella que lloró por días antes de dejar, mientras la dejaba y luego de recuperar a Estrella, sabía bien lo duro que era tener que dejar ir a quien amaba, y su corazón de madre sabía que, por haber elegido seguir sus pasos de enamorarse de lo que no era de ella, su hija lloraría por eso también. 

—Entonces no debimos apoyarla con esto —declaró Alessandro, un tanto preocupado—. ¿Por qué le dijiste que sí? Si sabías que esto iba a ser así. Y, antes de que me devuelvas la pregunta, yo dije que sí porque tú dijiste que sí... Siempre he creído que lo mejor para ellos es lo que tú decides. 

Rebecca no dijo nada, miró a su amado con los ojos entrecerrados y suspiró. 

—Lo cierto es que, en realidad, no pensé que Estrella se enamoraría de un niño tan fácilmente —declaró la madre de dos ahora adultos—, pero hoy que la vi sonreír y casi llorar cuando las vio jugando con Chase, me arrepentí un poco de haber pensado que ella podría seguir siendo ese hierro duro que siempre ha sido.

Y es que era así, Estrella, desde pequeña, siempre fue firme con sus decisiones y relajada con el resto de las cosas, incluyendo las opiniones de los demás; además, la joven castaña nunca mostró intensiones de ser madre, ni siquiera le gustaban los niños, según ella, por sus traumas con Chase, o al menos era lo que le andaba contando a todo el mundo cuando decía que no sería mamá jamás.

Sí, esa fue la postura de Estrella Bianco desde muy joven; sin embargo, en algún momento, le agregó que a menos que adoptara niños que ya caminaran, ya hablaran y, de preferencia, que fueran solos al baño, pero eso tampoco sonaba muy convincente en ella con su sonrisita burlona, esa que se le escapaba inconscientemente cada que mentía. 

Ahora estaban ahí, con una Estrella completamente diferente derritiéndose por dos niñas sonriendo alegremente en el jardín de la casa de sus padres, y eso le hizo sospechar a Rebecca que nada sería tan fácil como ella pensó que sería. 

Rebecca había pensado que era bueno que ella probara un poco de eso con lo que a veces bromeaba, para que entendiera lo que era ser madre de verdad, y así pudiera decidir si luego lo haría realidad, esto sin imaginar que su hija podría tener roto el corazón en el proceso, porque definitivamente iba a batallar con la maternidad, eso era siempre inevitable.

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