—No fue la manera correcta de hacerlo —declaró Alessandro al joven hombre que le acompañaba en la mesa a la que, después de una llamada que no terminó como él lo esperaba, se integraba—, pudiste simplemente acercarte a Estrella y preguntar.
—No podía acercarme a ella, que no me conoce, a preguntar si sus hijas son mis sobrinas —explicó Benjamín, que, por supuesto que compartía la idea de que su forma de abordar la situación había sido incorrecta y, hasta cierto punto, sospechosa—, además, una parte de mí asegura que no pueden ser ellas, porque su hija no parece ser la mujer que mi hermano me describió cuando se enamoró, ni la que lo siguió por años recorriendo el mundo a pie.
—¿A pie? —preguntó Chase, intrigado por esa parte mucho más que por el resto de lo que el hombre frente a él había mencionado.
—Desde que no logré contactar con mi hermano lo he estado buscando, pero no parece haber volado y no hay vehículos a su nombre, sin contar con que no tiene un empleo formal, así que supuse que él recorría el mundo a pie, cargando a una gemela mientras su esposa cargaba a la otra y caminaba a su lado —informó el joven Anguiano y Chase alzó las cejas.
Definitivamente, Estrella no era esa mujer, ni podría haberlo sido, porque esa joven que recorría en tacones altos tanto su casa como la oficina no ponía un tacón en la calle, ni aunque le pagaran, lloraría si algo inesperado se los arruinara.
—Habla con ella —indicó Alessandro, dejando la mesa, pues, aunque se reunieron en un restaurante, él no había ido ahí con la intención de compartir cena con ese hombre—, de frente.
Benjamín no dijo nada, que ese hombre no le negara en la cara que esas niñas fueran sus sobrinas le hacía pensar que posiblemente era así, y Chase, por su parte, se mordió la lengua para no reclamarle a su padre que no negara rotundamente que las niñas fueran parientes de ese hombre, pues eso, a su ver, sonaba a que, tal como su madre, no apoyaría a Estrella en quedarse con esas niñas que seguro ya eran suyas en su corazón.
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—¿Le dirás a Estrella? —preguntó Chase a su padre una vez que ambos estuvieran en el auto del mayor—... Si Benjamín Anguiano le soltará tremenda bomba, ella debería estar preparada para recibirla, ¿no crees?
—¿No le dijiste tú? —preguntó el mayor de los dos de apellido Bianco—. Pensé que la habías llamado cuando dejaste la mesa.
Chase respiró profundo mientras cerraba los ojos y levantaba el rostro al techo del auto; él no le había mencionado la llamada a su padre para que no se pusiera del lado de su madre, pero al parecer eso era inevitable.
—Me respondió mamá —explicó el joven—, dijo que no debía empujar a Tella a tomar decisiones precipitadas al respecto de las niñas.
—¿Por qué te dijo eso? —cuestionó Alessandro Bianco, medio perdido por falta de información—. ¿Pues qué le dijiste?
—No sabía que ella respondió —declaró el cuestionado—, le dije a Tella que debía acelerar el proceso de adopción porque el tío de las niñas venía por ellas y se las iba a quitar.
Alessandro miró a su hijo por medio segundo, luego devolvió la mirada al camino por el que conducía y terminó por respirar profundo también.
—Supongo que es lo correcto —soltó Alessandro y Chase estuvo seguro entonces de que nadie estaba del lado de su hermana, porque, aunque él quería que ella se quedara con las niñas, él no iría en contra de sus padres—. Si ese hombre las está buscando con buenas intenciones, lo correcto es que él las tenga.
—Eso dijo mamá —dijo Chase y Alessandro asintió, tragándose ese mal sabor de boca que le daba el no poder ayudar a su pequeña Estrella.
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—¿Me llamó Chase? —preguntó Estrella a su madre, que esperaba en la sala a que ella bajara de hacer dormir a las niñas—. ¿Le respondiste? ¿Qué quería?
Rebecca lo pensó un poco más, porque desde que le pidió a Chase que no se metiera en lo que seguía no había dejado de pensar en las intenciones de su hijo ni en lo que ella le dijo; y, aunque sentía que tenía razón en lo que dijo, podía entender perfectamente el sentir de su hijo, por eso dudaba en lo que debía decirle a su hija.
Al final, pensando en lo que lo mejor para las niñas podría ser estar con un familiar, pero lo mejor para su hija era que ella se preparara para lo que pudiera ocurrir, Rebecca decidió hablar con la verdad, aunque no por eso aceptaría que ella hiciera las cosas de la manera incorrecta que su impulsivo y un poco tonto hermano menor le sugeriría si ella se lo permitiera.
—Ven, amor, siéntate aquí conmigo —pidió Rebecca, dando palmadas lentas y suaves en el espacio a su lado en ese sofá.
Estrella hizo lo que su madre le dijo, preocupándose por su silencio y su misticismo, por eso le preguntó si algo malo ocurría y respiró medio aliviada cuando su madre negó con la cabeza, pero la expresión en el rostro de la mujer que le miraba preocupada no le permitía tranquilizarse del todo.
—Ya dime qué está pasando —pidió Estrella, sintiendo como si una fuerza enorme la presionara hombros abajo—, por favor, mamá, me vas a volver loca.
—¿Conociste al nuevo socio de tu papá? —preguntó la mayor y la joven respondió que aún no tenía el placer, y le preguntó a su madre por qué mencionaba a ese hombre de la nada—, bueno, él tampoco te conoce, pero parece que sí a Beca y Beta.
—¿Qué? —preguntó la más joven, sintiendo que el peso de sus hombros comenzaba a presionar su pecho y estómago al punto de dejarla sin aire—. ¿De qué hablas?
—Chase llamó para informarte que el tío de las niñas las está buscando —respondió Rebecca y el cuerpo de Estrella perdió toda la fuerza que la mantenía erguida, por eso terminó con la espalda pegada al respaldo del sillón—. Les mostró una foto de dos niñas y, parece ser, que son iguales a las niñas.
—¡Tengo que hablar con Kenya! —soltó Estrella, poniéndose en pie con rapidez para poder ir por su teléfono, pues, en su mente, ella no tenía tiempo para perder, pero su madre la detuvo de una mano y no le permitió dejar la sala.
—¿Para qué necesitas llamar a Kenya? —preguntó la madre de la rubia, y la rubia le miró con confusión, como si no entendiera que su madre no imaginara lo que ella estaba a punto de hacer—. Amor, si él es el tío de esas niñas, lo justo es que él tome la custodia.
—Pero mamá —comenzó a hablar la joven, sintiendo que el corazón pretendía abandonar su cuerpo por la boca y lo tenía atorado en la garganta justo en ese momento—... ellas son mis...
Ni siquiera se atrevió a decirlo, porque lo cierto era que no eran sus hijas de verdad, ni siquiera legalmente, solo en su corazón, y eso no ayudaba a que se quedaran con ella.
—Amor, sé que es difícil —aseguró la buena madre de Estrella—, pero te digo esto por si acaso, porque podría ser que solo sean niñas que se parezcan, que no sean sus sobrinas de verdad, pero, si sí es su familia y él tiene buenas intenciones para ellas, tú tienes que dejarlas ir.
Estrella dejó caer su trasero en el sofá que un par de minutos antes dejó, y se cubrió el rostro con las manos para sabrá el cielo lograr qué, pues, justo en ese momento, ni siquiera sabía bien lo que estaba sintiendo, mucho menos podría saber lo que quería hacer.
Estrella Bianco, con las manos temblorosas, se acomodó en una silla de plástico que chirriaba cada vez que cambiaba de posición, añadiendo incomodidad a la situación que enfrentaba; frente a ella, Kenya observaba con fingida tranquilidad a su amiga, pues sus ojos evidenciaban la preocupación que sentía por su mejor amiga.Y es que Kenya definitivamente podía entender la angustia de su amiga, es decir, luego de meses considerándolo ella se había decidido a que las gemelas fueran suyas incluso legalmente, porque en su corazón se habían convertido en sus hijas desde que las vio, si lo sabría ella que atestiguó ese primer encuentro que las convirtió en familia y, de la nada, había aparecido un supuesto tío biológico y había sacudido todo lo que Estrella creía seguro.— Kenya —comenzó Estrella con voz tensa—, he estado pensando en todo esto desde que Benjamín apareció. Si él de verdad es su pariente, seguro debe tener derechos sobre mí, pero las niñas... ellas me necesitan, ¿eso no contaría
Estrella, tras escuchar algo que Benjamín le hubiera contado a su padre y su hermano antes, aunque con muchos más detalles, sintió una nueva oleada de ansiedad recorriéndole, pues, tal como ella declaró antes, él recalcó su intención de no perder a sus sobrinas una vez que las encontrara.Y es que, aun cuando Benjamín Anguiano no tenía la certeza de nada, por su mente había pasado la posibilidad de que algo malo hubiera pasado con su hermano y sobrinas, y ahora había algo casi seguro, y eso era que ellas podrían estar bien y mucho más cerca de lo que había imaginado tenerlas justo en ese momento.— Cuando niños, él y yo teníamos una relación realmente cercana, Estrella, pero crecimos, y había muchos problemas familiares que pusieron distancia no solo física entre nosotros —declaró Benjamín, como excusando todo el tiempo transcurrido en que él no supo nada de ellas—, pero, si las niñas son mis sobrinas, voy a reclamar lo que es mío, por eso quiero hacer una prueba de ADN, para confirma
Benjamín recibió una carpeta de investigación de los peritos que atendieron el accidente en que había muerto su presunto hermano, y no tuvo más que ver la primera hoja para cerciorarse de que era él; definitivamente, los cuerpos que figuraban en primera plana de dicho expediente eran los de Bernardo Anguiano y la que suponía que era su esposa, pues a ella nunca la conoció. El hombre sintió como si algo pesado le cayera encima, aplastándolo por completo, por eso ni siquiera pudo llorar, pues su cuerpo dejó de reaccionar, él ni siquiera era capaz de respirar, mucho menos podría sollozar. Conocer la posibilidad de que su hermano no estuviera con vida lo estaba volviendo loco, y pensó que la incertidumbre era peor de lo que sería la certeza, pero se equivocó; el saber a su hermano muerto de verdad era cien mil veces peor que pensar en la posibilidad, pues en la posibilidad de que él estuviera muerto también estaba la posibilidad de que no lo estuviera, en la certeza no quedaba nada. —¿
Estrella vio a sus hijas emocionarse y soltar ese par de ramos que llevaban a la tumba, como ya era costumbre hacerlo cada dos semanas, entonces las vio correr en dirección a un hombre que creía solo ella conocía, y las vio abrazarse a sus piernas luego de llamarle papá.Ese hombre, que en su primer y único encuentro la hizo temblar de miedo, justo en ese momento estaba mucho más que despedazado, abrazando a un par de niñas que, de alguna manera, parecía amar, a pesar de que no era lo que Estrella quería creer o necesitaba saber.—No eres papá —dijo la triste voz de una niña que parecía llorar, aunque sus labios eran delineados por una sonrisa—, ¿quién eres?—Soy hermano de tu papá —informó Benjamín que, acuclillado, sostenía con sumo cuidado las manos de sus dos sobrinas—, él era mi hermano mayor, así que soy su tío.—¿Cómo Chase? —preguntó Beca, mirando a la mujer que llamaban mamá y que les había dado una nueva y hermosa familia.Estrella asintió sin decir nada, si incluso ellas lo
—¿Sigues con la idea de adoptar? —preguntó Kenya, amiga de Estrella desde que ambas se conocieron al ingresar al bachillerato. Estrella Bianco posó sus azules ojos en su gran amiga, pues esa pregunta había salido de, aparentemente, la nada; sin embargo, sí, esa continuaba siendo su idea. Ella, que había aprendido que el amor fraterno no se condicionaba por la sangre exactamente, y que no soportaba nada a los bebés, decidió que sería madre por adopción cuando se sintiera lista para ser mamá. Pero, a sus veintisiete años y medio, ella aún no tenía la necesidad de cuidar y amar a alguien de manera incondicional, por eso continuaba soltera, por eso no había investigado sobre las adopciones y, por eso también, ni siquiera había dejado la casa de sus padres aún. » ¿Quieres ser víctima del nepotismo? —preguntó Kenya luego de ver a la que consideraba su mejor amiga asintiendo—... No, víctima no, serías más bien beneficiaria. —¿De qué estás hablando? —cuestionó Estrella, sonriendo, pues la
—¿Estás segura? —preguntó Alice que, a pesar de la diferencia de edad, era la mejor amiga de Estrella, con quien hablaba—. Tal vez en algunos años, cuando encuentres el amor, te arrepientas de esta decisión. —Si me encuentro el amor en unos años, espero que sea un amor tan verdadero que me quiera con todo y todo —resolvió la joven no tan convencida de querer una pareja. Serían sus traumas por todo lo que vio a su madre sufrir, pero ella no aspiraba a una pareja romántica que pudiera hacerle pedazos; sin embargo, madre si quería ser, de preferencia de alguien que caminara, que tuviera dientes, fuera al baño solo y se pudiera comunicar con ella, pues los bebés no le gustaban desde que le tocó soportar a su hermano Chase. » Si te confieso algo —habló Estrella para su tía paterna—, estoy emocionada con esto... Ya medio decoré las habitaciones en el depa de mi mamá, me lo regaló, y ellas pasarán el fin de semana conmigo, para ver si se adaptan a mí, así que me muero de emoción en seri
—¡Bienvenidas! —dijo Estrella, abriendo la puerta de un departamento del que ni siquiera recordaba bien cómo se había ido—. Aquí viviremos juntas por un tiempo, espero puedan sentirse cómodas. Roberta y Rebeca no dijeron nada, simplemente miraron a todas partes, y al no percibir el ruido de muchas personas que tanto las inquietaba en el albergue, ambas pudieron respirar un poco de paz, quizá por eso relajaron sus manitas, cosa que no pasó desapercibida para Estrella Bianco, quien no pudo evitar sonreír. » Vamos —pidió la joven, volviendo a caminar para adentrarse un poco más en su nuevo hogar—, arriba están las habitaciones. Subieron juntas, tomadas de la mano, lo que era un poco incómodo y hasta medio peligroso, pero las niñas estaban temerosas, así que Estrella decidió continuar con el contacto físico un poco más, siendo en extremo cuidadosa al pisar esas escaleras de las que tanto ella, como su hermano y su mamá se habían caído alguna vez. » Esta es mi habitación —informó la
“No he podido dejar de llorar —le respondió en un mensaje Kenya a Estrella horas después de haber recibido y visto ese vídeo donde un par de gemelas, de las que solo conocía el llanto, corrían atrás de un perro riendo a carcajadas, incluso no se sorprendían cuando el hermano menor de su mejor amiga las atrapaba luego de correr detrás de ellas—. ¿Cómo le hizo?” “No sé —respondió Estrella—, pero por primera vez en mi vida siento que en serio amo a mi hermano.” La joven tutora no pudo evitar sonreír con ese comentario y, sería porque ella no era tan sentimental, simplemente se sintió feliz por ellas y les pidió a sus padres que le permitieran quedarse en esa casa algunos días, pues ese enorme y precioso perro, junto a su fastidioso hermano, parecía hacerles mucho bien a las niñas. Estrella había tomado un par de semanas de descanso, con posibilidad de convertirse en tres, para que las niñas pudieran adaptarse a ella al estar todo el tiempo a su lado; sin embargo, dos días a solas con