CAPÍTULO 6

Benjamín Anguiano, futuro socio del Corporativo Bianco, por necesidad, entró a su auto y, tras quien sabe cuánto tiempo mirando a la nada, sin saber siquiera si de verdad respiraba, tomó una enorme bocanada de aire y sacó su teléfono celular para revisar en su galería la única foto de ese par de niñas que su hermano mayor, y único hermano, le había enviado una vez.

En esa imagen estaban las niñas que acababa de ver correr hacia una completa desconocida, estaba seguro de ello a pesar de que en la foto ellas se veían evidentemente más pequeñas, teniendo en cuenta que la imagen la había recibido casi dos años atrás.

Esas niñas tenían que ser Bety y Becky, como se las había presentado su hermano mayor en la fotografía que le envío la única vez que lo contactó por cuenta propia, pues, por lo regular, él simplemente daba respuestas cortas a algo que él le preguntara; que usualmente era si estaba bien.

Y es que, luego de que los padres de los hermanos Anguiano no aceptaran que el mayor se casara con alguien que no era quienes ellos aprobaban, Bernardo Anguiano abandonó la casa y se negó al contacto con casi todos, pero no con él, a él siempre le contestaba los mensajes, o al menos fue así hasta casi ocho meses atrás.

Esa vez, al principio Benjamín no le dio importancia, porque incluso él a veces no respondía los mensajes pronto, y también a veces se olvidaba de que había mensajes que no respondió, por eso, cuando recordó que su hermano no había respondido a su mensaje de días atrás, envió uno nuevo, y lo mismo ocurrió de nuevo hasta que decidió mejor llamar.

Sin embargo, la llamada no conectó jamás, y, al paso de los días, eso le preocupó demasiado pues, como si no fuera poco el solo tener monosílabos de vez en cuando de parte de su hermano, su hermano y su amada esposa se dedicaban a viajar por el mundo caminando, al parecer, porque en su búsqueda no encontró registros de algún vehículo a su nombre o su nombre registrado en medios de transporte.

Benjamín sintió el cuerpo estremecerse, fue solo entonces que se dio cuenta de que estaba llorando y que era por sus fluidos nasales por lo que no podía respirar adecuadamente, entonces pegó la frente a la parte alta del volante de su coche y lloró hasta que se cansó.

Él estaba casi seguro de que ese par de preciosas niñas eran sus sobrinas, pero necesitaba asegurarse primero, porque no podía llegar a preguntarle a una extraña si era la mujer de su hermano, de la cual no conocía ni el nombre, mucho menos la cara, por eso llamó a su investigador privado y le pidió que investigara a esa mujer.

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“No hay nada” fue la respuesta del investigador y Benjamín suspiró. No es como que no lo hubiera esperado, es decir, la información de la hija de uno de los hombres más poderosos del país y nieta de uno de los hombres más poderosos del continente no podía ser del dominio público, y preguntar abiertamente levantaría sospechas, lo confirmó cuando recibió la llamada de sus futuros socios preguntando por qué estaba investigando sobre su hija.

Benjamín se talló la frente con frustración, el negocio que esperaba concretar con ellos era de suma importancia, de esa colaboración dependería gran parte de su estabilidad financiera futura, así que debía irse con tientos; pero de verdad ansiaba confirmar que ellas eran sus sobrinas y así poder preguntar por su hermano mayor.

Sin embargo, hacer eso no sería fácil, porque había cosas que no cuadraban, la principal era que esa joven no parecía de las que siguieran la aventura, de otra manera no caminaría tan bien en esos enormes tacones en que se paseaba por la oficina, y tampoco la habría visto en absolutamente todas las fotografías de los eventos de su empresa en los años anteriores. Sí, definitivamente fácil no iba a ser.

Y, a pesar de que sabía bien que no sería cosa fácil, no podía simplemente decidir que ellas no eran sus sobrinas y que no obtendría información de su hermano, algo que necesitaba desesperadamente.

En la llamada no supo qué decir, por eso decidió invitar a su tal vez socio fallido a cenar para poderle explicar cara a cara sus intenciones reales, las cuales se aseguró de recalcar que no eran para nada maliciosas.

Alessandro aceptó, si había algo por lo que de verdad se preocupaba, y a quienes defendería con su vida, eso eran su familia, por eso se aseguraría de que a ese joven le quedara bien claro que no podía tocar a Estrella Bianco, antes de ello acabaría con él en tantos aspectos que Benjamín Anguiano no se levantaría jamás del agujero donde lo enterraría; después de todo, jugar sucio era algo que sabía hacer bien.

**

—Buenas noches —saludó el joven Anguiano al par de hombres de apellido Bianco que aparecían al fin frente a él—, me disculpo de antemano por las molestias causadas y les ruego escuchen mi explicación.

Alessandro no dijo nada, él no había ido a ese lugar para charlar en forma amistosa, había ido a escuchar para poder tomar una decisión, por eso solo tomó asiento al lado de su hijo menor quien, por pura cortesía, asintió con una ligera sonrisa.

» Ellas son mis sobrinas —informó Benjamín a sus acompañantes luego de entregar a cada uno de ellos esa única fotografía que tenía de las hijas de su hermano mayor—, han estado desaparecidas desde hace ocho meses y, hace un par de días, me pareció verlas corriendo hacia la joven Bianco, llamándola mamá.

—Estas niñas tienen como un año —declaró Chase, que no lograba apartar los ojos de la fotografía debido al inmenso parecido entre las sobrinas de ese hombre y las que ya amaba como suyas—, mis sobrinas tienen más de tres.

—Es la única fotografía que tengo de ellas —declaró el joven de cabello castaño, sintiendo cómo un nudo en la garganta le aguaba los ojos—, mi hermano abandonó la familia por la mujer que amaba, y esta foto me la envió hace dos años, después de eso solo recibí de él respuestas cortas a mis preguntas, él no quería que mi padre lo encontrara y lo obligara a volver a casa separándolo de su amada y sus hijas. Yo...

—Un segundo —pidió Chase, viendo como en la pantalla de su celular aparecía la notificación de un mensaje de parte de su hermana, y poniéndose en pie para poder alertarla.

Y es que, ahora que la inconsistencia de las edades había desaparecido, ese perspicaz joven no tenía duda alguna de que las niñas en la foto y las niñas en casa de su hermana eran las mismas.

Alessandro, de quien Chase había heredado la perspicacia, supo que ese joven se comunicaría con su hija, por eso decidió alentar a Benjamín Anguiano a contar toda la historia para distraerlo.

—Tienes que acelerar la adopción —dijo de la nada el joven en cuanto su llamada fue tomada por alguien—, creo que el tío de las niñas las está buscando y te las va a quitar.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Rebecca a su hijo, pues había sido ella quien contestó el teléfono de su hija al ver que era su hijo quien llamaba—. Chase, explícame de qué hablas, por favor.

Y, tras informar de todo, su madre le solicitó que regresara a la mesa y se informara con más detalle de lo que ese joven quería... conocer sus intenciones era vital para tomar una decisión, y, también, antes de colgar, Rebecca pidió que no volviera a intentar empujar a su hermana a una decisión tan precipitada, pues si ese hombre era pariente de las niñas, y las buscaba con buenas intenciones, nadie se debería interponer entre ellos, ni siquiera ellos que tanto querían a las niñas.

Chase no pudo hacer más que reclamar al cielo por como ocurrieron las cosas, pues, debido a que él jamás haría algo que lastimara a la mujer que más amaba en la vida, su madre, ahora Estrella no sabría por él que alguien peligroso para su relación con sus hijas acababa de aparecer. 

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