—¡Bienvenidas! —dijo Estrella, abriendo la puerta de un departamento del que ni siquiera recordaba bien cómo se había ido—. Aquí viviremos juntas por un tiempo, espero puedan sentirse cómodas.
Roberta y Rebeca no dijeron nada, simplemente miraron a todas partes, y al no percibir el ruido de muchas personas que tanto las inquietaba en el albergue, ambas pudieron respirar un poco de paz, quizá por eso relajaron sus manitas, cosa que no pasó desapercibida para Estrella Bianco, quien no pudo evitar sonreír.
» Vamos —pidió la joven, volviendo a caminar para adentrarse un poco más en su nuevo hogar—, arriba están las habitaciones.
Subieron juntas, tomadas de la mano, lo que era un poco incómodo y hasta medio peligroso, pero las niñas estaban temerosas, así que Estrella decidió continuar con el contacto físico un poco más, siendo en extremo cuidadosa al pisar esas escaleras de las que tanto ella, como su hermano y su mamá se habían caído alguna vez.
» Esta es mi habitación —informó la mayor, abriendo la primera de cuatro puertas—, pueden venir cuando quieran y —dijo ella alargando el sonido mientras caminaban hacia la segunda puerta—, esta es la de ustedes... ¿Les gusta?
La habitación era preciosa, con ese color rosa en las paredes que ella misma había elegido aquella vez que, junto a su mamá, decidieron redecorar la habitación, incluso conservaba en el techo las estrellas luminiscentes y detrás de la puerta una enorme pegatina de princesas.
La tercera y última habitación de ese lado del pasillo había sido de su hermano Chase, así que estaba decorada para un bebé y, debido al poco tiempo que Estrella tuvo para prepararlo todo, continuaba exactamente igual a cómo se quedó cuando ellos se fueron; igual que la habitación frente a la de su hermano, esa que su padre utilizó durante todo el tiempo que vivieron en ese lugar.
Lo único que hizo fue amueblar con dos camas esa habitación que ella amó tanto, pues consideró que tal vez ellas no se sentirían seguras estando separadas, y el resto del departamento con todo lo necesario para estar cómodas por el tiempo que vivieran en ese lugar.
La habitación era muy linda, incluso estaba llena de juguetes que alegrarían a cualquier niño y, aunque Roberta y Rebeca no sonrieron, en ambas se notaba un poco de curiosidad en sus ojos.
» Es un regalo para ustedes —informó la mayor, soltándolas al fin para poder bajar las dos mochilas que traía colgando en los brazos y que pertenecían a ese par de preciosas niñas—, los compraron mis papás para ustedes, así que pueden explorar todo en lo que acomodo sus cosas en el closet.
Las bellas gemelas hicieron lo que la única adulta en esa habitación les pidió, y caminaron hasta sus nuevas camas para tomar las lindas muñecas de trapo que estaban en ellas, esas que, aunque Estrella no lo sabía, habían sido compradas por Chase para sus temporales sobrinas postizas.
Estrella terminó de guardar todas las cosas de las niñas, cosas que, en realidad, no era muchas, y les mostró a las niñas su baño, pidiéndoles que lavaran sus manos para poder ir a comer juntas algo que habían comprado de camino a casa y que la joven había dejado sobre una mesa de la sala cuando llegaron a su nuevo hogar.
Cocinar no era algo que Estrella disfrutara hacer, es más, probablemente ni siquiera supiera hacerlo bien, así que decidió contratar a alguien para ello pues, definitivamente, ella no quería tener que estresarse por algo que podía evitarse; lo mismo fue con el aseo de la casa; es decir, si tenía las posibilidades económicas para ahorrárselo, definitivamente se lo ahorraría.
Sin embargo, eso sería a partir del día lunes, ese fin de semana, ellas sobrevivirían de comida de restaurantes, comida rápida y lo que sus padres les invitaran el domingo que fueran a pasar el día con ellos.
Tal como Estrella le había dicho a Alice, sus padres le apoyaron con la decisión que había tomado al punto de comprar cosas para ese par de niñas de las que no sabían mucho, en realidad.
La investigación de sus antecedentes continuaba activa, pero parecía que esa pequeña familia había salido de la nada, por eso no había resultados que pudieran ubicar a las pequeñas con alguien de su familia, como usualmente ocurría en dichos casos.
El estado, procurando siempre el bienestar de los niños, los ponía donde mejor podían estar, era por eso que no siempre los niños estaban con sus familias, y también era por eso que a veces les buscaban hogares temporales y definitivos, pues la vida en un albergue podía ser dura para algunos de ellos, caso que parecía ser el de Roberta y Rebeca Glez, según las identificaciones de la que parecía ser su madre, pues del hombre que murió en el accidente no encontraron identificación alguna.
Estrella ayudó a las niñas a lavar sus manos y las ayudó también a bajar a la cocina, donde sirvió esa comida que las niñas comieron con gusto, al parecer, esto mientras la mayor las miraba con esa ternura y algo de pena que ellas despertaban en su corazón.
Era muy triste saber que, siendo tan pequeñas, lo habían perdido todo; eso seguro era doloroso y les provocaba miedo, tal vez por eso ellas no decían ni media palabra, a pesar de que su comunicación no verbal demostraba que entendían bien lo que les indicaban y pedían.
De todas formas, por recomendación de la psicóloga que las había estado atendiendo en el albergue infantil, y que la seguiría viendo una vez a la semana en su consultorio personal, Estrella continuó hablando para ellas, preguntándoles cosas y sonriéndoles demasiado para asegurarles de esa manera que todo estaba bien.
Y así pasaron dos días, en un silencio que solo era roto por la voz de Estrella o por la televisión, esa en que las niñas no estaban demasiado interesadas, pero el abrumador silencio las ponía nerviosas, igual que a su tutora temporal, por eso de pronto Estrella la encendía, para tampoco verla, mientras observaba como las niñas jugaban juntas sin decirse nada.
Viéndolas compartir juguetes sin decir ni media palabra, Estrella se preguntó si eso que presenciaba era la tan famosa conexión entre gemelos, esa que no necesitaba palabras para comunicarse; sin embargo, al recibir un teléfono de juguete y fingir hablar por teléfono, aun sin que ellas dijeran nada, la rubia pensó que tal vez era simple comunicación adecuada debido a que convivían mucho tiempo.
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—Vamos a ir a casa de mis papás —informó Estrella al par de niñas que la observaban mientras ella les escogía la ropa que usarían ese día del abundante guardarropa que junto a su madre había comprado días atrás—, ellos son muy buenos, y también estará mi hermano Chase, él es un poco tonto, pero es muy divertido, creo que les va a gustar.
Las gemelas se miraron entre sí, entonces se dejaron cambiar el pijama por esos hermosos vestidos que su cuidadora eligió para ellas y, antes de salir de su habitación, Roberta y Rebeca abrazaron las muñecas que solían cargar consigo todo el tiempo, entonces bajaron a desayunar cereal, pues el almuerzo lo tomarían en la casa Bianco.
Conocer un nuevo espacio fue toda una conmoción, no solo para las pequeñas, que al ver a tres adultos desconocidos se aterraron un poco, pero al paso del tiempo, y al ver el enorme jardín que rodeaba esa enorme casa, las niñas se relajaron mucho, sobre todo cuando Chase les presentó a Bolo, su perro, uno enorme, peludo y juguetón con el que las niñas rieron por primera vez en sabrá el cielo cuanto tiempo.
Cuando Estrella las vio correr divertidas, riendo a carcajadas luego de todo el silencio que soportó por dos días enteros, sintió un nudo en la garganta dejarla sin aire, por eso casi lloró cuando su mamá le sonrió, pues Rebecca podía leer el corazón de su nena y entendió su sentir.
Rebecca tomó la mano de su ya nada pequeña Estrella, y la acarició con suavidad, entonces le dijo que esas eran las pequeñas cosas que harían que valiera la pena.
“No he podido dejar de llorar —le respondió en un mensaje Kenya a Estrella horas después de haber recibido y visto ese vídeo donde un par de gemelas, de las que solo conocía el llanto, corrían atrás de un perro riendo a carcajadas, incluso no se sorprendían cuando el hermano menor de su mejor amiga las atrapaba luego de correr detrás de ellas—. ¿Cómo le hizo?” “No sé —respondió Estrella—, pero por primera vez en mi vida siento que en serio amo a mi hermano.” La joven tutora no pudo evitar sonreír con ese comentario y, sería porque ella no era tan sentimental, simplemente se sintió feliz por ellas y les pidió a sus padres que le permitieran quedarse en esa casa algunos días, pues ese enorme y precioso perro, junto a su fastidioso hermano, parecía hacerles mucho bien a las niñas. Estrella había tomado un par de semanas de descanso, con posibilidad de convertirse en tres, para que las niñas pudieran adaptarse a ella al estar todo el tiempo a su lado; sin embargo, dos días a solas con
Las cosas comenzaron a ir de viento en popa, Estrella se comenzó a convertir en la madre de dos niñas que no tenían a nadie más que a ella, y a su familia, porque, sin duda alguna, si a alguien querían ese par de niñas definitivamente era a Chase y a Rebecca, que las querían demasiado también. Poco a poco, con el paso de los días, ellas no solo comenzaron a responder a las preguntas que los de a su alrededor les hacían, también comenzaron a dar pie a conversaciones, y ver eso siempre le llenó el corazón a Estrella; y a Kenya, que no se perdía de nada de lo que con ellas pasaba gracias a que la tutora temporal del par de niñas le compartía vídeos y mensaje de su crecimiento. Y así, tras dos semanas en casa de sus padres, y media semana en su departamento, Estrella decidió darle un poco de normalidad a su vida regresando a su trabajo, por eso buscó y visitó guarderías que cuidaran a las niñas parte del día. Durante tres días la joven tutora, acompañada de dos niñas medio temerosas d
Benjamín Anguiano, futuro socio del Corporativo Bianco, por necesidad, entró a su auto y, tras quien sabe cuánto tiempo mirando a la nada, sin saber siquiera si de verdad respiraba, tomó una enorme bocanada de aire y sacó su teléfono celular para revisar en su galería la única foto de ese par de niñas que su hermano mayor, y único hermano, le había enviado una vez.En esa imagen estaban las niñas que acababa de ver correr hacia una completa desconocida, estaba seguro de ello a pesar de que en la foto ellas se veían evidentemente más pequeñas, teniendo en cuenta que la imagen la había recibido casi dos años atrás.Esas niñas tenían que ser Bety y Becky, como se las había presentado su hermano mayor en la fotografía que le envío la única vez que lo contactó por cuenta propia, pues, por lo regular, él simplemente daba respuestas cortas a algo que él le preguntara; que usualmente era si estaba bien.Y es que, luego de que los padres de los hermanos Anguiano no aceptaran que el mayor se ca
—No fue la manera correcta de hacerlo —declaró Alessandro al joven hombre que le acompañaba en la mesa a la que, después de una llamada que no terminó como él lo esperaba, se integraba—, pudiste simplemente acercarte a Estrella y preguntar.—No podía acercarme a ella, que no me conoce, a preguntar si sus hijas son mis sobrinas —explicó Benjamín, que, por supuesto que compartía la idea de que su forma de abordar la situación había sido incorrecta y, hasta cierto punto, sospechosa—, además, una parte de mí asegura que no pueden ser ellas, porque su hija no parece ser la mujer que mi hermano me describió cuando se enamoró, ni la que lo siguió por años recorriendo el mundo a pie.—¿A pie? —preguntó Chase, intrigado por esa parte mucho más que por el resto de lo que el hombre frente a &eac
Estrella Bianco, con las manos temblorosas, se acomodó en una silla de plástico que chirriaba cada vez que cambiaba de posición, añadiendo incomodidad a la situación que enfrentaba; frente a ella, Kenya observaba con fingida tranquilidad a su amiga, pues sus ojos evidenciaban la preocupación que sentía por su mejor amiga.Y es que Kenya definitivamente podía entender la angustia de su amiga, es decir, luego de meses considerándolo ella se había decidido a que las gemelas fueran suyas incluso legalmente, porque en su corazón se habían convertido en sus hijas desde que las vio, si lo sabría ella que atestiguó ese primer encuentro que las convirtió en familia y, de la nada, había aparecido un supuesto tío biológico y había sacudido todo lo que Estrella creía seguro.— Kenya —comenzó Estrella con voz tensa—, he estado pensando en todo esto desde que Benjamín apareció. Si él de verdad es su pariente, seguro debe tener derechos sobre mí, pero las niñas... ellas me necesitan, ¿eso no contaría
Estrella, tras escuchar algo que Benjamín le hubiera contado a su padre y su hermano antes, aunque con muchos más detalles, sintió una nueva oleada de ansiedad recorriéndole, pues, tal como ella declaró antes, él recalcó su intención de no perder a sus sobrinas una vez que las encontrara.Y es que, aun cuando Benjamín Anguiano no tenía la certeza de nada, por su mente había pasado la posibilidad de que algo malo hubiera pasado con su hermano y sobrinas, y ahora había algo casi seguro, y eso era que ellas podrían estar bien y mucho más cerca de lo que había imaginado tenerlas justo en ese momento.— Cuando niños, él y yo teníamos una relación realmente cercana, Estrella, pero crecimos, y había muchos problemas familiares que pusieron distancia no solo física entre nosotros —declaró Benjamín, como excusando todo el tiempo transcurrido en que él no supo nada de ellas—, pero, si las niñas son mis sobrinas, voy a reclamar lo que es mío, por eso quiero hacer una prueba de ADN, para confirma
Benjamín recibió una carpeta de investigación de los peritos que atendieron el accidente en que había muerto su presunto hermano, y no tuvo más que ver la primera hoja para cerciorarse de que era él; definitivamente, los cuerpos que figuraban en primera plana de dicho expediente eran los de Bernardo Anguiano y la que suponía que era su esposa, pues a ella nunca la conoció. El hombre sintió como si algo pesado le cayera encima, aplastándolo por completo, por eso ni siquiera pudo llorar, pues su cuerpo dejó de reaccionar, él ni siquiera era capaz de respirar, mucho menos podría sollozar. Conocer la posibilidad de que su hermano no estuviera con vida lo estaba volviendo loco, y pensó que la incertidumbre era peor de lo que sería la certeza, pero se equivocó; el saber a su hermano muerto de verdad era cien mil veces peor que pensar en la posibilidad, pues en la posibilidad de que él estuviera muerto también estaba la posibilidad de que no lo estuviera, en la certeza no quedaba nada. —¿
Estrella vio a sus hijas emocionarse y soltar ese par de ramos que llevaban a la tumba, como ya era costumbre hacerlo cada dos semanas, entonces las vio correr en dirección a un hombre que creía solo ella conocía, y las vio abrazarse a sus piernas luego de llamarle papá.Ese hombre, que en su primer y único encuentro la hizo temblar de miedo, justo en ese momento estaba mucho más que despedazado, abrazando a un par de niñas que, de alguna manera, parecía amar, a pesar de que no era lo que Estrella quería creer o necesitaba saber.—No eres papá —dijo la triste voz de una niña que parecía llorar, aunque sus labios eran delineados por una sonrisa—, ¿quién eres?—Soy hermano de tu papá —informó Benjamín que, acuclillado, sostenía con sumo cuidado las manos de sus dos sobrinas—, él era mi hermano mayor, así que soy su tío.—¿Cómo Chase? —preguntó Beca, mirando a la mujer que llamaban mamá y que les había dado una nueva y hermosa familia.Estrella asintió sin decir nada, si incluso ellas lo