CAPÍTULO 2

—¿Estás segura? —preguntó Alice que, a pesar de la diferencia de edad, era la mejor amiga de Estrella, con quien hablaba—. Tal vez en algunos años, cuando encuentres el amor, te arrepientas de esta decisión. 

—Si me encuentro el amor en unos años, espero que sea un amor tan verdadero que me quiera con todo y todo —resolvió la joven no tan convencida de querer una pareja. 

Serían sus traumas por todo lo que vio a su madre sufrir, pero ella no aspiraba a una pareja romántica que pudiera hacerle pedazos; sin embargo, madre si quería ser, de preferencia de alguien que caminara, que tuviera dientes, fuera al baño solo y se pudiera comunicar con ella, pues los bebés no le gustaban desde que le tocó soportar a su hermano Chase.

» Si te confieso algo —habló Estrella para su tía paterna—, estoy emocionada con esto... Ya medio decoré las habitaciones en el depa de mi mamá, me lo regaló, y ellas pasarán el fin de semana conmigo, para ver si se adaptan a mí, así que me muero de emoción en serio.

—Ay, Estrella, estás loca —declaró la mayor, negando con la cabeza—. En serio no lo entiendo. Niña, no necesitas adoptar para ser mamá, puedes simplemente buscar un procedimiento médico, o una noche de locura; yo sé que amarás sentirlo crecer en tu interior, y te aseguro que cada cosa que superen juntos te hará amar a tu bebé cada vez más... La verdad, no imagino posible amar como a un hijo a alguien que no lleva tu sangre.

Estrella sonrió, entendía la postura de su tía, porque racionalmente sí parecía improbable, pero ella bien sabía que era posible, porque su madre la amaba demasiado, aun cuando no compartían ni una sola gota de sangre.

—Ay, Alice —soltó la castaña, riéndose de la molesta reacción de quien mencionaba, pues la mayor odiaba que Estrella la llamara por su nombre en lugar de tía—, si me puedo ahorrar diez meses de incomodidades, un doloroso parto, berridos y pañales, amaré mucho más a mis hijos, lo sé bien.

Alice negó con la cabeza, era difícil para ella aceptarlo, pero Estrella quería ser mamá, y había niños que no tenían una, así qué, ¿cuál era la dificultad? Según ella, y sus padres que la apoyaban por completo, ninguna.

Y es que Estrella creía que la felicidad se basaba en decidir ser feliz y en decidir las condiciones para ello que, por supuesto, eran diferentes para cada persona. Estrella había decidido que era momento de devolverle al mundo lo que recibió de su madre del corazón, así que amaría muchísimo a quien se convirtiera en sus hijos del corazón.

**

Con el estómago hecho un nudo, la joven ingresó al departamento de cuidados infantiles de su ciudad, lugar donde terminaría con todo el papeleo requerido para poder llevarse a Roberta y Rebeca a su hogar temporal.

Desde atrás de un ventanal pudo ver a su amiga charlando con dos niñas, una de ellas continuaba llorando, así que no pudo evitar enternecerse y una imperiosa necesidad de abrazarla nació en ella; si alguien le hubiera preguntado a su parte más romántica lo que estaba ocurriendo, Estrella Bianco hubiera podido responder sin problemas que era amor a primera vista.

Kenya vio a su amiga mirándolas, entonces pidió a las niñas que se quedaran solas por un rato, pues ella debía recibir a una persona muy importante que les quería presentar, pero con quien necesitaba hablar primero, así que las dejó en esa oficina que más parecía un aula de clases.

—Gracias por ayudarme —dijo la trabajadora social, abrazándose a su amiga—, el corazón de ese par está tan roto que me rompe el mío también. 

Estrella sonrió a penas, y entonces escuchó la historia de Rebeca y Roberta, un par de hermanitas gemelas que sobrevivieron casi ilesas al accidente que les arrancó la vida a sus dos padres, con quienes viajaban; sin embargo, sería porque estaban fuera de su hogar, nadie sabía quiénes eran ellos, ni de donde venían o a donde iban, y ni con las correspondientes alertas nacionales e internacionales habían logrado encontrar algún pariente que se pudiera hacer cargo de ellas. 

» Entonces —continuó hablando Kenya—, al final, si nadie aparece, y si tú quieres, podrías adoptarlas de verdad.

—Ya veremos —musitó Estrella tras obligarse a respirar, pues la propuesta de su amiga les robó el aire a sus pulmones—, ya veremos.

Kenya sonrió con melancolía pues, a decir verdad, no sabía qué esperar de su mejor amiga pues, aunque la castaña había mencionado desde siempre que solo se convertiría en madre por medio de la adopción, la verdad es que nunca le vio demasiadas ganas de hacerlo, de otra forma al menos se habría informado al respecto.

Pero Estrella Bianco era una gran persona, más buena que muchos que conocía, así que sabía que las gemelas estarían bien pues, independientemente a si la castaña lograba amoldarse al rol de tutora y las cuidaba personalmente, ella tenía el dinero y las posibilidades de darles una estadía cómoda a ese par.

Así, tras llenar y firmar papeles, tras escuchar recomendaciones y sus deberes y obligaciones, Estrella pudo acercarse al par de niñas que, tal como a su gran amiga Kenya, le rompieron el corazón.

Estrella no recordaba mucho de su infancia, así que se había olvidado de lo pequeños que son los niños de dos años, sobre todo cuando, en lugar de ser regordetes, son tan delgados; y es que Roberta y Rebecca habían pasado más de mes y medio sin comer bien, sin dormir bien y llorando más de la mitad del tiempo, así que habían perdido peso.

» No hablan mucho —explicó Kenya—, no sabemos si es cosa de su desarrollo o si es por la situación, pero creo de corazón que no hay nada que no cure el amor, por eso quiérelas mucho, y protégelas, por favor.

Estrella asintió, respiró profundo y dobló sus rodillas para quedar a la altura de dos niñas que la veían con algo parecido al miedo mezclado con curiosidad.

—Hola —dijo la castaña, sonriendo amablemente y con la voz más suave que había usado en su vida—, me llamo Estrella, y quiero llevarlas a vivir conmigo, ¿quieren ir? Mi casa no es muy grande, pero es muy bonita. ¿Vienen conmigo?

Al hacer la invitación, la joven estiró sus manos al frente, esperando que las niñas las tomaran, pero lo que ellas hicieron fue mirar a la mujer que las había estado medio cuidando en todo el tiempo que ellas estuvieron en el albergue en que ya no querían estar más.

—Está bien —aseguró Kenya, empujando suavemente a las niñas para que se acercaran a su actual tutora legal—, Estrella es una buena chica, las cuidará y querrá mucho, se los prometo.

Las gemelas asintieron, y caminaron hasta donde su nueva cuidadora continuaba extendiendo los brazos para ella, entonces la tomaron de la mano y la castaña sonrió aliviada, emocionada y preocupada, también, pues lo que significaba eso era que algo grande estaba iniciando, y recordaba declararse no lista para nada grande en su vida, aún.

Pero ya estaba ahí, sosteniendo las manitas más frágiles y pequeñas que había sostenido en su vida, deseando que su emoción por lo que ocurría fuera suficiente para soportar y superar todo lo que viniera con su nueva vida como mamá, porque, si algo sabía bien ella, eso era que ser mamá no era la cosa más fácil ni más placentera de hacer; es más, más de una vez Estrella Bianco se había preguntado por qué las mujeres decidían ser mamás con lo horrible que parecía ser, deseaba descubrirlo pronto. 

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