—¿Estás segura? —preguntó Alice que, a pesar de la diferencia de edad, era la mejor amiga de Estrella, con quien hablaba—. Tal vez en algunos años, cuando encuentres el amor, te arrepientas de esta decisión.
—Si me encuentro el amor en unos años, espero que sea un amor tan verdadero que me quiera con todo y todo —resolvió la joven no tan convencida de querer una pareja.
Serían sus traumas por todo lo que vio a su madre sufrir, pero ella no aspiraba a una pareja romántica que pudiera hacerle pedazos; sin embargo, madre si quería ser, de preferencia de alguien que caminara, que tuviera dientes, fuera al baño solo y se pudiera comunicar con ella, pues los bebés no le gustaban desde que le tocó soportar a su hermano Chase.
» Si te confieso algo —habló Estrella para su tía paterna—, estoy emocionada con esto... Ya medio decoré las habitaciones en el depa de mi mamá, me lo regaló, y ellas pasarán el fin de semana conmigo, para ver si se adaptan a mí, así que me muero de emoción en serio.
—Ay, Estrella, estás loca —declaró la mayor, negando con la cabeza—. En serio no lo entiendo. Niña, no necesitas adoptar para ser mamá, puedes simplemente buscar un procedimiento médico, o una noche de locura; yo sé que amarás sentirlo crecer en tu interior, y te aseguro que cada cosa que superen juntos te hará amar a tu bebé cada vez más... La verdad, no imagino posible amar como a un hijo a alguien que no lleva tu sangre.
Estrella sonrió, entendía la postura de su tía, porque racionalmente sí parecía improbable, pero ella bien sabía que era posible, porque su madre la amaba demasiado, aun cuando no compartían ni una sola gota de sangre.
—Ay, Alice —soltó la castaña, riéndose de la molesta reacción de quien mencionaba, pues la mayor odiaba que Estrella la llamara por su nombre en lugar de tía—, si me puedo ahorrar diez meses de incomodidades, un doloroso parto, berridos y pañales, amaré mucho más a mis hijos, lo sé bien.
Alice negó con la cabeza, era difícil para ella aceptarlo, pero Estrella quería ser mamá, y había niños que no tenían una, así qué, ¿cuál era la dificultad? Según ella, y sus padres que la apoyaban por completo, ninguna.
Y es que Estrella creía que la felicidad se basaba en decidir ser feliz y en decidir las condiciones para ello que, por supuesto, eran diferentes para cada persona. Estrella había decidido que era momento de devolverle al mundo lo que recibió de su madre del corazón, así que amaría muchísimo a quien se convirtiera en sus hijos del corazón.
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Con el estómago hecho un nudo, la joven ingresó al departamento de cuidados infantiles de su ciudad, lugar donde terminaría con todo el papeleo requerido para poder llevarse a Roberta y Rebeca a su hogar temporal.
Desde atrás de un ventanal pudo ver a su amiga charlando con dos niñas, una de ellas continuaba llorando, así que no pudo evitar enternecerse y una imperiosa necesidad de abrazarla nació en ella; si alguien le hubiera preguntado a su parte más romántica lo que estaba ocurriendo, Estrella Bianco hubiera podido responder sin problemas que era amor a primera vista.
Kenya vio a su amiga mirándolas, entonces pidió a las niñas que se quedaran solas por un rato, pues ella debía recibir a una persona muy importante que les quería presentar, pero con quien necesitaba hablar primero, así que las dejó en esa oficina que más parecía un aula de clases.
—Gracias por ayudarme —dijo la trabajadora social, abrazándose a su amiga—, el corazón de ese par está tan roto que me rompe el mío también.
Estrella sonrió a penas, y entonces escuchó la historia de Rebeca y Roberta, un par de hermanitas gemelas que sobrevivieron casi ilesas al accidente que les arrancó la vida a sus dos padres, con quienes viajaban; sin embargo, sería porque estaban fuera de su hogar, nadie sabía quiénes eran ellos, ni de donde venían o a donde iban, y ni con las correspondientes alertas nacionales e internacionales habían logrado encontrar algún pariente que se pudiera hacer cargo de ellas.
» Entonces —continuó hablando Kenya—, al final, si nadie aparece, y si tú quieres, podrías adoptarlas de verdad.
—Ya veremos —musitó Estrella tras obligarse a respirar, pues la propuesta de su amiga les robó el aire a sus pulmones—, ya veremos.
Kenya sonrió con melancolía pues, a decir verdad, no sabía qué esperar de su mejor amiga pues, aunque la castaña había mencionado desde siempre que solo se convertiría en madre por medio de la adopción, la verdad es que nunca le vio demasiadas ganas de hacerlo, de otra forma al menos se habría informado al respecto.
Pero Estrella Bianco era una gran persona, más buena que muchos que conocía, así que sabía que las gemelas estarían bien pues, independientemente a si la castaña lograba amoldarse al rol de tutora y las cuidaba personalmente, ella tenía el dinero y las posibilidades de darles una estadía cómoda a ese par.
Así, tras llenar y firmar papeles, tras escuchar recomendaciones y sus deberes y obligaciones, Estrella pudo acercarse al par de niñas que, tal como a su gran amiga Kenya, le rompieron el corazón.
Estrella no recordaba mucho de su infancia, así que se había olvidado de lo pequeños que son los niños de dos años, sobre todo cuando, en lugar de ser regordetes, son tan delgados; y es que Roberta y Rebecca habían pasado más de mes y medio sin comer bien, sin dormir bien y llorando más de la mitad del tiempo, así que habían perdido peso.
» No hablan mucho —explicó Kenya—, no sabemos si es cosa de su desarrollo o si es por la situación, pero creo de corazón que no hay nada que no cure el amor, por eso quiérelas mucho, y protégelas, por favor.
Estrella asintió, respiró profundo y dobló sus rodillas para quedar a la altura de dos niñas que la veían con algo parecido al miedo mezclado con curiosidad.
—Hola —dijo la castaña, sonriendo amablemente y con la voz más suave que había usado en su vida—, me llamo Estrella, y quiero llevarlas a vivir conmigo, ¿quieren ir? Mi casa no es muy grande, pero es muy bonita. ¿Vienen conmigo?
Al hacer la invitación, la joven estiró sus manos al frente, esperando que las niñas las tomaran, pero lo que ellas hicieron fue mirar a la mujer que las había estado medio cuidando en todo el tiempo que ellas estuvieron en el albergue en que ya no querían estar más.
—Está bien —aseguró Kenya, empujando suavemente a las niñas para que se acercaran a su actual tutora legal—, Estrella es una buena chica, las cuidará y querrá mucho, se los prometo.
Las gemelas asintieron, y caminaron hasta donde su nueva cuidadora continuaba extendiendo los brazos para ella, entonces la tomaron de la mano y la castaña sonrió aliviada, emocionada y preocupada, también, pues lo que significaba eso era que algo grande estaba iniciando, y recordaba declararse no lista para nada grande en su vida, aún.
Pero ya estaba ahí, sosteniendo las manitas más frágiles y pequeñas que había sostenido en su vida, deseando que su emoción por lo que ocurría fuera suficiente para soportar y superar todo lo que viniera con su nueva vida como mamá, porque, si algo sabía bien ella, eso era que ser mamá no era la cosa más fácil ni más placentera de hacer; es más, más de una vez Estrella Bianco se había preguntado por qué las mujeres decidían ser mamás con lo horrible que parecía ser, deseaba descubrirlo pronto.
—¡Bienvenidas! —dijo Estrella, abriendo la puerta de un departamento del que ni siquiera recordaba bien cómo se había ido—. Aquí viviremos juntas por un tiempo, espero puedan sentirse cómodas. Roberta y Rebeca no dijeron nada, simplemente miraron a todas partes, y al no percibir el ruido de muchas personas que tanto las inquietaba en el albergue, ambas pudieron respirar un poco de paz, quizá por eso relajaron sus manitas, cosa que no pasó desapercibida para Estrella Bianco, quien no pudo evitar sonreír. » Vamos —pidió la joven, volviendo a caminar para adentrarse un poco más en su nuevo hogar—, arriba están las habitaciones. Subieron juntas, tomadas de la mano, lo que era un poco incómodo y hasta medio peligroso, pero las niñas estaban temerosas, así que Estrella decidió continuar con el contacto físico un poco más, siendo en extremo cuidadosa al pisar esas escaleras de las que tanto ella, como su hermano y su mamá se habían caído alguna vez. » Esta es mi habitación —informó la
“No he podido dejar de llorar —le respondió en un mensaje Kenya a Estrella horas después de haber recibido y visto ese vídeo donde un par de gemelas, de las que solo conocía el llanto, corrían atrás de un perro riendo a carcajadas, incluso no se sorprendían cuando el hermano menor de su mejor amiga las atrapaba luego de correr detrás de ellas—. ¿Cómo le hizo?” “No sé —respondió Estrella—, pero por primera vez en mi vida siento que en serio amo a mi hermano.” La joven tutora no pudo evitar sonreír con ese comentario y, sería porque ella no era tan sentimental, simplemente se sintió feliz por ellas y les pidió a sus padres que le permitieran quedarse en esa casa algunos días, pues ese enorme y precioso perro, junto a su fastidioso hermano, parecía hacerles mucho bien a las niñas. Estrella había tomado un par de semanas de descanso, con posibilidad de convertirse en tres, para que las niñas pudieran adaptarse a ella al estar todo el tiempo a su lado; sin embargo, dos días a solas con
Las cosas comenzaron a ir de viento en popa, Estrella se comenzó a convertir en la madre de dos niñas que no tenían a nadie más que a ella, y a su familia, porque, sin duda alguna, si a alguien querían ese par de niñas definitivamente era a Chase y a Rebecca, que las querían demasiado también. Poco a poco, con el paso de los días, ellas no solo comenzaron a responder a las preguntas que los de a su alrededor les hacían, también comenzaron a dar pie a conversaciones, y ver eso siempre le llenó el corazón a Estrella; y a Kenya, que no se perdía de nada de lo que con ellas pasaba gracias a que la tutora temporal del par de niñas le compartía vídeos y mensaje de su crecimiento. Y así, tras dos semanas en casa de sus padres, y media semana en su departamento, Estrella decidió darle un poco de normalidad a su vida regresando a su trabajo, por eso buscó y visitó guarderías que cuidaran a las niñas parte del día. Durante tres días la joven tutora, acompañada de dos niñas medio temerosas d
Benjamín Anguiano, futuro socio del Corporativo Bianco, por necesidad, entró a su auto y, tras quien sabe cuánto tiempo mirando a la nada, sin saber siquiera si de verdad respiraba, tomó una enorme bocanada de aire y sacó su teléfono celular para revisar en su galería la única foto de ese par de niñas que su hermano mayor, y único hermano, le había enviado una vez.En esa imagen estaban las niñas que acababa de ver correr hacia una completa desconocida, estaba seguro de ello a pesar de que en la foto ellas se veían evidentemente más pequeñas, teniendo en cuenta que la imagen la había recibido casi dos años atrás.Esas niñas tenían que ser Bety y Becky, como se las había presentado su hermano mayor en la fotografía que le envío la única vez que lo contactó por cuenta propia, pues, por lo regular, él simplemente daba respuestas cortas a algo que él le preguntara; que usualmente era si estaba bien.Y es que, luego de que los padres de los hermanos Anguiano no aceptaran que el mayor se ca
—No fue la manera correcta de hacerlo —declaró Alessandro al joven hombre que le acompañaba en la mesa a la que, después de una llamada que no terminó como él lo esperaba, se integraba—, pudiste simplemente acercarte a Estrella y preguntar.—No podía acercarme a ella, que no me conoce, a preguntar si sus hijas son mis sobrinas —explicó Benjamín, que, por supuesto que compartía la idea de que su forma de abordar la situación había sido incorrecta y, hasta cierto punto, sospechosa—, además, una parte de mí asegura que no pueden ser ellas, porque su hija no parece ser la mujer que mi hermano me describió cuando se enamoró, ni la que lo siguió por años recorriendo el mundo a pie.—¿A pie? —preguntó Chase, intrigado por esa parte mucho más que por el resto de lo que el hombre frente a &eac
Estrella Bianco, con las manos temblorosas, se acomodó en una silla de plástico que chirriaba cada vez que cambiaba de posición, añadiendo incomodidad a la situación que enfrentaba; frente a ella, Kenya observaba con fingida tranquilidad a su amiga, pues sus ojos evidenciaban la preocupación que sentía por su mejor amiga.Y es que Kenya definitivamente podía entender la angustia de su amiga, es decir, luego de meses considerándolo ella se había decidido a que las gemelas fueran suyas incluso legalmente, porque en su corazón se habían convertido en sus hijas desde que las vio, si lo sabría ella que atestiguó ese primer encuentro que las convirtió en familia y, de la nada, había aparecido un supuesto tío biológico y había sacudido todo lo que Estrella creía seguro.— Kenya —comenzó Estrella con voz tensa—, he estado pensando en todo esto desde que Benjamín apareció. Si él de verdad es su pariente, seguro debe tener derechos sobre mí, pero las niñas... ellas me necesitan, ¿eso no contaría
Estrella, tras escuchar algo que Benjamín le hubiera contado a su padre y su hermano antes, aunque con muchos más detalles, sintió una nueva oleada de ansiedad recorriéndole, pues, tal como ella declaró antes, él recalcó su intención de no perder a sus sobrinas una vez que las encontrara.Y es que, aun cuando Benjamín Anguiano no tenía la certeza de nada, por su mente había pasado la posibilidad de que algo malo hubiera pasado con su hermano y sobrinas, y ahora había algo casi seguro, y eso era que ellas podrían estar bien y mucho más cerca de lo que había imaginado tenerlas justo en ese momento.— Cuando niños, él y yo teníamos una relación realmente cercana, Estrella, pero crecimos, y había muchos problemas familiares que pusieron distancia no solo física entre nosotros —declaró Benjamín, como excusando todo el tiempo transcurrido en que él no supo nada de ellas—, pero, si las niñas son mis sobrinas, voy a reclamar lo que es mío, por eso quiero hacer una prueba de ADN, para confirma
Benjamín recibió una carpeta de investigación de los peritos que atendieron el accidente en que había muerto su presunto hermano, y no tuvo más que ver la primera hoja para cerciorarse de que era él; definitivamente, los cuerpos que figuraban en primera plana de dicho expediente eran los de Bernardo Anguiano y la que suponía que era su esposa, pues a ella nunca la conoció. El hombre sintió como si algo pesado le cayera encima, aplastándolo por completo, por eso ni siquiera pudo llorar, pues su cuerpo dejó de reaccionar, él ni siquiera era capaz de respirar, mucho menos podría sollozar. Conocer la posibilidad de que su hermano no estuviera con vida lo estaba volviendo loco, y pensó que la incertidumbre era peor de lo que sería la certeza, pero se equivocó; el saber a su hermano muerto de verdad era cien mil veces peor que pensar en la posibilidad, pues en la posibilidad de que él estuviera muerto también estaba la posibilidad de que no lo estuviera, en la certeza no quedaba nada. —¿