capitulo 2

Luz

Llevo una semana en este hospital. Todos los días viene una señora del servicio social a hacerme preguntas acerca de mi padre y mi relación con él. El doctor Adam ha sido muy amable y me ha acompañado en todo el proceso; no me ha dejado sola.

Hoy, la trabajadora social entra acompañada del doctor Adam, pero él no parece estar de buen humor.

—Hola, Luz.

—Hola —digo, algo asustada.

—Hoy te dan de alta, ¿no estás contenta? —pregunta Marta, la trabajadora social.

—Este… sí —respondo, forzando una pequeña sonrisa fingida.

—Bien, entonces vámonos.

—¿A dónde? ¿A dónde me llevará? —La miro a ella y luego al doctor Adam.

—Vamos a un lugar donde vas a conocer a otras personas y estarás mejor.

Miro al doctor Adam buscando su ayuda, pero él no es capaz de mirarme.

—No, no quiero ir con usted —grito desesperada.

—Luz, no te puedes quedar sola —dice la trabajadora social.

En medio de mi desesperación, corro hacia el doctor Adam y rodeo su cintura con mis brazos. Él se sorprende ante mi reacción.

—Por favor, doctor, no deje que me lleven —le ruego entre lágrimas.

—Luz, tienes que irte con ella. Te prometo que estarás bien.

Niego con la cabeza, llorando más fuerte.

—¡No! Por favor, lléveme con usted. - Él se tensa ante mis palabras - Juro no ser una molestia, pero no deje que me lleven.

Adam me mira con seriedad antes de responder.

—Luz, escúchame. Yo no puedo cuidar de ti. Soy un hombre muy ocupado y no tengo tiempo para educar adolescentes.

Sus palabras me hieren profundamente. Me suelto de golpe y lo miro con rabia.

—Usted es un mentiroso —escupo con todo el dolor que siento.

—No lo soy, Luz.

—¡Sí lo es! Prometió no dejarme sola y ahora lo está haciendo —le grito, enfurecida.

La trabajadora social nos interrumpe.

—Luz, es hora de irnos - Tomo mis pocas cosas y le lanzo una mirada asesina al doctor Adam, pero él toma mi brazo.

—No te vayas enojada conmigo. Por favor, entiende que esto es por tu bien.

Me mira como si le doliera mi actitud, pero me suelto bruscamente.

—Hasta luego, doctor Adam - Salgo del lugar, dejándolo con la cara triste.

Llevo dos malditas semanas en este sitio. Odio este lugar con todo mi ser. Esta gente me maltrata, pero no puedo decir nada porque me amenazan con hacerme daño. Por las noches, no duermo, y tampoco como. Ya no sé si fue buena idea denunciar a mi padre, porque aquí vivo casi el mismo infierno.

Llego al comedor y tomo mi comida. Cuando voy a sentarme, me topo con Melany, la chica que siempre me acosa.

—Fíjate por dónde vas, estúpida —dice, empujándome y haciendo que mi comida caiga al suelo.

—¡Oye! ¡Eres una m*****a! Mira lo que hiciste —le grito, furiosa.

Ella me mira con odio y, sin que lo espere, me da un golpe en el pómulo. Al tocarme, noto que me ha sacado sangre.

—Ahí tienes, por contestona —se ríe antes de salir del lugar.

Ahora estoy en la enfermería, esperando que me suturen la herida. Mientras estoy sola, no puedo evitar pensar en el doctor Adam.

—¿Por qué no me ayudó?

Adam Black

Han pasado dos semanas desde que se llevaron a Luz. Desde ese día, no he tenido paz. He llamado al lugar varias veces, y me dicen que ella está muy contenta y que se adaptó rápidamente. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en la manera en que me miró aquel día, suplicándome que no la dejara ir.

—Hola, hermano —dice Tomás, mi mejor amigo y cirujano.

—Hey, Tomás, ¿cómo estás?

—Bien, amigo. ¿Y tú?

—Todo tranquilo en el hospital.

—Me refiero a ti. Desde lo que pasó con la niña has estado pensativo, como ido.

Suspiro profundamente.

—No dejo de pensar en la forma en que me miró. Le dije que la ayudaría y no lo hice.

—Amigo, sí lo hiciste. La liberaste de las garras de su padre.

—Sí, pero ella no quería ir a ese lugar.

—Era lo mejor. Tú no podías cargar con esa responsabilidad.

Tomás tiene razón. Apenas puedo conmigo mismo, como para hacerme cargo de una adolescente.

—Me gustaría saber cómo está.

—¿Por qué no vas a verla? Así dejas de preocuparte.

—Tienes razón. Mañana a primera hora voy.

Al día siguiente, llego a una casa grande. Una trabajadora me recibe.

—¿A quién busca?

—A Luz Adams.

—¿Es usted familiar?

—No, soy su médico, pero le tengo mucho cariño.

Pasan unos minutos, y Luz aparece acompañada de una señora. Ella camina con la mirada baja.

—¿Luz?

Al escucharme, se tensa y levanta el rostro con cuidado. Cuando la veo, noto que ha perdido peso y parece descuidada.

—¿Qué haces aquí? —pregunta, seca.

—Vine a ver cómo estás - Me acerco, pero no me mira.

—Ya me vio. Puede irse.

Da la vuelta, pero tomo su brazo y la hago mirarme. Entonces noto el golpe en su pómulo.

—Dios mío, ¿qué te pasó? —Toco su rostro, y ella hace una mueca de dolor.

—Nada que le importe, doctor Adam.

—Claro que me importa. Dime qué te pasó —demando, enojado.

Sus ojos se llenan de lágrimas antes de responder:

—¡Todo es su culpa! ¡Odio este lugar! - Se suelta de mi agarre y corre.

Voy directo a hablar con la directora.

—Es increíble que permitan agresiones como esta aquí.

—Señor, como entenderá, son muchos niños. No podemos estar pendientes de todos.

—¿Entonces tiene que pasar algo grave para que hagan algo? - Estoy lleno de ira.

—Quiero ser el tutor legal de Luz.

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