Luz
Llevo una semana en este hospital. Todos los días viene una señora del servicio social a hacerme preguntas acerca de mi padre y mi relación con él. El doctor Adam ha sido muy amable y me ha acompañado en todo el proceso; no me ha dejado sola.
Hoy, la trabajadora social entra acompañada del doctor Adam, pero él no parece estar de buen humor.
—Hola, Luz.
—Hola —digo, algo asustada. —Hoy te dan de alta, ¿no estás contenta? —pregunta Marta, la trabajadora social. —Este… sí —respondo, forzando una pequeña sonrisa fingida. —Bien, entonces vámonos. —¿A dónde? ¿A dónde me llevará? —La miro a ella y luego al doctor Adam. —Vamos a un lugar donde vas a conocer a otras personas y estarás mejor.Miro al doctor Adam buscando su ayuda, pero él no es capaz de mirarme.
—No, no quiero ir con usted —grito desesperada.
—Luz, no te puedes quedar sola —dice la trabajadora social.En medio de mi desesperación, corro hacia el doctor Adam y rodeo su cintura con mis brazos. Él se sorprende ante mi reacción.
—Por favor, doctor, no deje que me lleven —le ruego entre lágrimas.
—Luz, tienes que irte con ella. Te prometo que estarás bien.Niego con la cabeza, llorando más fuerte.
—¡No! Por favor, lléveme con usted. - Él se tensa ante mis palabras - Juro no ser una molestia, pero no deje que me lleven.
Adam me mira con seriedad antes de responder.
—Luz, escúchame. Yo no puedo cuidar de ti. Soy un hombre muy ocupado y no tengo tiempo para educar adolescentes.
Sus palabras me hieren profundamente. Me suelto de golpe y lo miro con rabia.
—Usted es un mentiroso —escupo con todo el dolor que siento.
—No lo soy, Luz. —¡Sí lo es! Prometió no dejarme sola y ahora lo está haciendo —le grito, enfurecida.La trabajadora social nos interrumpe.
—Luz, es hora de irnos - Tomo mis pocas cosas y le lanzo una mirada asesina al doctor Adam, pero él toma mi brazo.
—No te vayas enojada conmigo. Por favor, entiende que esto es por tu bien.
Me mira como si le doliera mi actitud, pero me suelto bruscamente.
—Hasta luego, doctor Adam - Salgo del lugar, dejándolo con la cara triste.
Llevo dos malditas semanas en este sitio. Odio este lugar con todo mi ser. Esta gente me maltrata, pero no puedo decir nada porque me amenazan con hacerme daño. Por las noches, no duermo, y tampoco como. Ya no sé si fue buena idea denunciar a mi padre, porque aquí vivo casi el mismo infierno.
Llego al comedor y tomo mi comida. Cuando voy a sentarme, me topo con Melany, la chica que siempre me acosa.
—Fíjate por dónde vas, estúpida —dice, empujándome y haciendo que mi comida caiga al suelo.
—¡Oye! ¡Eres una m*****a! Mira lo que hiciste —le grito, furiosa.Ella me mira con odio y, sin que lo espere, me da un golpe en el pómulo. Al tocarme, noto que me ha sacado sangre.
—Ahí tienes, por contestona —se ríe antes de salir del lugar.
Ahora estoy en la enfermería, esperando que me suturen la herida. Mientras estoy sola, no puedo evitar pensar en el doctor Adam.
—¿Por qué no me ayudó?
Adam Black
Han pasado dos semanas desde que se llevaron a Luz. Desde ese día, no he tenido paz. He llamado al lugar varias veces, y me dicen que ella está muy contenta y que se adaptó rápidamente. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en la manera en que me miró aquel día, suplicándome que no la dejara ir.
—Hola, hermano —dice Tomás, mi mejor amigo y cirujano.
—Hey, Tomás, ¿cómo estás? —Bien, amigo. ¿Y tú? —Todo tranquilo en el hospital. —Me refiero a ti. Desde lo que pasó con la niña has estado pensativo, como ido.Suspiro profundamente.
—No dejo de pensar en la forma en que me miró. Le dije que la ayudaría y no lo hice.
—Amigo, sí lo hiciste. La liberaste de las garras de su padre. —Sí, pero ella no quería ir a ese lugar. —Era lo mejor. Tú no podías cargar con esa responsabilidad.Tomás tiene razón. Apenas puedo conmigo mismo, como para hacerme cargo de una adolescente.
—Me gustaría saber cómo está.
—¿Por qué no vas a verla? Así dejas de preocuparte. —Tienes razón. Mañana a primera hora voy.Al día siguiente, llego a una casa grande. Una trabajadora me recibe.
—¿A quién busca?
—A Luz Adams. —¿Es usted familiar? —No, soy su médico, pero le tengo mucho cariño.Pasan unos minutos, y Luz aparece acompañada de una señora. Ella camina con la mirada baja.
—¿Luz?
Al escucharme, se tensa y levanta el rostro con cuidado. Cuando la veo, noto que ha perdido peso y parece descuidada.
—¿Qué haces aquí? —pregunta, seca.
—Vine a ver cómo estás - Me acerco, pero no me mira.—Ya me vio. Puede irse.
Da la vuelta, pero tomo su brazo y la hago mirarme. Entonces noto el golpe en su pómulo.
—Dios mío, ¿qué te pasó? —Toco su rostro, y ella hace una mueca de dolor.
—Nada que le importe, doctor Adam. —Claro que me importa. Dime qué te pasó —demando, enojado.Sus ojos se llenan de lágrimas antes de responder:
—¡Todo es su culpa! ¡Odio este lugar! - Se suelta de mi agarre y corre.
Voy directo a hablar con la directora.
—Es increíble que permitan agresiones como esta aquí.
—Señor, como entenderá, son muchos niños. No podemos estar pendientes de todos. —¿Entonces tiene que pasar algo grave para que hagan algo? - Estoy lleno de ira.—Quiero ser el tutor legal de Luz.
LuzDespués de que el doctorcito se fue, regresé a mi habitación hecha una furia. ¿Quién se cree que es para venir aquí después de abandonarme, cuando me prometió que no me iba a dejar? Siento cómo tocan la puerta y veo a la directora.—Luz, empaca tus cosas y ven a la rectoría. —¿Qué? ¿Por qué? —Solo haz caso.Asiento y empaco lo poco que traje. Salgo del cuarto y comienzo a morderme las uñas del susto que tengo.—Pasa, Luz.Cuando entro, veo al doctor Adam sentado mirándome.—¿Pasó algo, directora? —Sí, te presento a tu nuevo tutor, el señor Black. —¿Qué? Esto tiene que ser una broma. —No, ni loca. —Luz, no hagas esto difícil. Ahora estás bajo mi cuidado, te guste o no - Maldito.—Ok.Adam le da las gracias a la directora y nos despedimos.Llegamos al carro, y durante todo el camino ninguno dice nada hasta que llegamos a un edificio gigante, como de 30 pisos.—¿Vives aquí? —digo sorprendida. —Sí. Ven, vamos, te muestro el lugar. - Marcamos el piso número 30 y, cuando se abren
Me levanto por los rayos del sol que entran por la ventana. Abro mis ojos lentamente y me quedo en seco cuando veo que este no es mi cuarto.—Mierda... es la habitación de Adam. —Siento cómo alguien entra por la puerta.—Luz, qué bueno que ya despertaste. Me asustaste ayer. - ¿Ayer? ¿Qué pasó ayer?—¿Cómo que te asusté?—¿No te acuerdas de nada? —Creo que me perdí, no sé de lo que habla.—No.—Tuviste un ataque de pánico y te desmayaste. - ¡Mierda, qué vergüenza! Adam me vio en ese estado.—Adam, yo... Ay, por Dios, qué vergüenza. —Digo, tapándome con las sábanas, pero él las retira.—No digas eso, es normal que tengas esas cosas por lo que pasó con tu padre. Pero tenemos que solucionar eso.—¿Ah, sí? ¿Y cómo?—Tengo un colega que es muy buen psicólogo. Quiero que vayas para que él te pueda ayudar y me oriente a mí también.—¡No! Yo no quiero un psicólogo.—Adam, no es necesa...—Sí es necesario. Eso no es tema de negociación. Vas a ir sí o sí, ¿entendido, Luz? —Yo suspiro, derrotada,
Cuando escucho la voz de Adam gritándome, siento cómo todo mi cuerpo se tensa, y mis manos comienzan a sudar. Él se acerca rápidamente, toma el cigarrillo y lo tira al suelo.—¿Qué mierdas crees que haces fumando? —me dice, tomando mi brazo con fuerza. Suelto un gemido de dolor.—¡Oye, imbécil! ¿No ves que la lastimas? —interviene Eliot, intentando evitar que me toque.—Tú no te metas. Soy su tutor y veré cómo la trato —responde Adam con un tono autoritario. Eliot abre los ojos, sorprendido.—¿Eres menor de edad? —me pregunta Eliot, y yo bajo la cabeza. —Lo siento, no debí darte el cigarro —añade él, con arrepentimiento.Adam me ordena que recoja mis cosas y, sin despedirme de Eliot, me saca del evento.Cuando llegamos a casa, toma mi brazo con fuerza y me voltea, obligándome a mirarlo.—Escúchame, niñata. Estoy harto de ti. No quiero que te acerques a Eliot, y la próxima vez que te vea haciendo algo como lo de hoy, te las verás conmigo.En ese momento, recuerdo todo lo que le dijo a e
Tengo cuatro ojos observándome y siento cómo mis mejillas se empiezan a poner rojas de la vergüenza que siento.-¿Luz, qué estabas haciendo? - dice Adam acercándose a mí.-Este... nada. - Él da un suspiro.-Padre, te presento a Luz. - Su padre me mira de arriba a abajo.-Hola, Luz, soy Rafael. - El hombre saluda formalmente, aunque sé que está haciendo un esfuerzo por mantener la m*****a sonrisa. -¿Cuántos años tienes, Luz?-17, señor.-Vaya, ya casi cumples los 18. - Adam lo mira en modo de advertencia.-Papá, no empieces.-Lo siento, ¿qué les parece si vamos a comer algo? ¿Te gustaría salir, Luz?-Claro, ¿por qué no? - Subo a mi habitación y me cambio de ropa.Llegamos a un restaurante grande y muy lujoso. Nos sentamos en una mesa apartada y pedimos nuestras comidas.-Y dime, Luz, ¿dónde conociste a mi hijo?-En el hospital, señor Rafael. - Él mira a su hijo.-¿Y qué hacías en el hospital? - ¡Wow! Esto se está tornando incómodo.-Mi padre me golpeó hasta casi matarme. - Lo digo trata
Adam-Adam, sí, dame más - grita la chica que tengo empotrada contra la pared. Ella grita mi nombre pidiendo que le dé más, y eso me excita mucho. Pero en ese momento imagino a Luz con su perfecto cuerpo pegado al mío, sintiendo cada centímetro de su cuerpo. Por Dios, Adam, ¿por qué estás pensando en eso mientras tienes sexo con una desconocida?-¡Ahhh sí! - La penetro más fuerte y siento cómo mi liberación llega.-¡Wow, me encantó!- dice la chica.-Toma tus cosas y vete - le digo serio mientras me pongo mi ropa.-¿Disculpa? ¿O sea, me follas y después me echas de tu casa? -dice algo indignada.-¿Qué esperabas, que te pidiera matrimonio? ¡Largo de mi casa!-Salgo de la habitación y me dirijo a mi cuarto para darme una ducha. Espero que cuando salga esa molestia ya no esté aquí. Me doy una ducha relajante y, cuando salgo, mi teléfono empieza a sonar.-¿Hola?-Buenas, habla con la familia de la señorita Luz.-Soy su tutor, ¿qué pasa con ella?-Tiene que venir al hospital central, la señ
Entró hecha furia a mi habitación. ¿Cómo puede ser tan tierno en algunos momentos y en otros una completa bestia? Me tiene cansada su m*****a bipolaridad. Toqué mis labios con mis dedos, sintiendo todavía los de Adam, y cerré los ojos, imaginándome ese momento. Dios, Adam, ¿qué me estás haciendo?Me levanté por unos ruidos que provenían de la sala, así que decidí salir para ver qué era. Cogí mi bata y me la puse para después salir y bajar con cuidado las escaleras. Cada vez que me acercaba más, podía escuchar que eran los gemidos de una mujer hasta que me paré en seco al ver a Adam teniendo sexo con una rubia. Ella gritaba como loca y le pedía que lo hiciera más fuerte. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero rápidamente las sequé. No permitiré que él me lastime; por mí, que haga lo que se le dé la gana. Así que subí a mi habitación y me volví a dormir, bueno, si los ruidos de la m*****a no me dejaban.Me desperté por el sonido de mi alarma y, con mucho esfuerzo, me levanté de la cama p
Al escuchar su voz, todo mi cuerpo comienza a temblar, mis manos sudan y mi corazón se acelera hasta sentir que va a salir.—¿No me responderás, hija? —dice mi padre en un tono suave. —¿Qué... qué haces aquí? —pregunto asustada. —¿Acaso no me esperabas, pequeña? —Se acerca lentamente, pero yo me alejo. —Tranquila, mi niña, no te haré daño. —Da otro paso, y yo retrocedo. —¡No te acerques a mí! —Rápidamente toma mi cabello con brusquedad y me arrastra a un callejón. Comienzo a gritar, pero de inmediato me propina un puñetazo en el estómago, dejándome sin aire. —¿Te atreviste a demandarme, pequeña estúpida? —me tira al suelo y después me da una patada en las costillas. Suelto un grito de dolor. —¡Basta! ¡No más! —digo sollozando. Él toma mi cabello y me obliga a mirarlo. —Esto te pasa por denunciarme, perra. —Me golpea en la cara, y siento cómo la vista se me nubla. —Levántate. Nos vamos. —No, no quiero irme con él. —¡Nooo! ¡Ni loca vuelvo a tu infierno! —Me da otra patada, y el
LuzHa pasado un mes desde que vi a mi padre. Hoy regreso al instituto, y Adam, como medida de seguridad, colocó a una persona que se encargará de mi protección.Salgo de la ducha y me pongo una falda con una blusa.Escucho cómo tocan la puerta y después veo a Adam vestido con su traje de doctor. —Nos vamos, pequeña —me sonríe, y yo asiento. —Pequeña, no te despegues de Mike, por favor. No quiero que nada te pase —dice Adam, tocando mi mano. —Tranquilo, Adam, no me despegaré de Mike. Ahora sí, adiós.Me acerco a su mejilla y lo beso. Desde el accidente, nuestra relación mejoró notablemente. Él sigue con su novia, Jessica, que me cae como una patada en el culo, pero debo respetarla, aunque algo dentro de mí siempre parece quebrarse cada vez que los veo juntos.—¡Luz! —veo a mi amiga Mía correr hacia mí. —¡Mía! —Ambas nos fundimos en un gran abrazo. —Luz, te extrañé tanto... Bueno, en realidad todos te extrañamos.En ese momento aparecen mis otros amigos y me dan un gran abrazo cada