capitulo 4

Me levanto por los rayos del sol que entran por la ventana. Abro mis ojos lentamente y me quedo en seco cuando veo que este no es mi cuarto.

—Mierda... es la habitación de Adam. —Siento cómo alguien entra por la puerta.

—Luz, qué bueno que ya despertaste. Me asustaste ayer. - ¿Ayer? ¿Qué pasó ayer?

—¿Cómo que te asusté?

—¿No te acuerdas de nada? —Creo que me perdí, no sé de lo que habla.

—No.

—Tuviste un ataque de pánico y te desmayaste. - ¡Mierda, qué vergüenza! Adam me vio en ese estado.

—Adam, yo... Ay, por Dios, qué vergüenza. —Digo, tapándome con las sábanas, pero él las retira.

—No digas eso, es normal que tengas esas cosas por lo que pasó con tu padre. Pero tenemos que solucionar eso.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo?

—Tengo un colega que es muy buen psicólogo. Quiero que vayas para que él te pueda ayudar y me oriente a mí también.

—¡No! Yo no quiero un psicólogo.

—Adam, no es necesa...

—Sí es necesario. Eso no es tema de negociación. Vas a ir sí o sí, ¿entendido, Luz? —Yo suspiro, derrotada, y asiento.

—Perfecto. Ahora arréglate que vamos a ir a verlo.

—Está bien. —Me levanto y me meto al baño. Cuando salgo, corro a mi cuarto y busco algo que ponerme.

—Ya estoy lista, Adam. —Él me repasa con la mirada de pies a cabeza y luego se aclara la garganta.

—Vamos.

Llegamos a un edificio gigante, y mis nervios comienzan a aumentar.

—Hola, Liam. —Saluda Adam de manera amistosa.

—Hola, Adam. ¿Y tú? —Me mira.

—Tú debes ser Luz.

—Sí, mucho gusto. —Él toma mi mano.

—El gusto es mío. Ahora pasen. —Adam y yo entramos, y me doy cuenta de que el lugar es muy grande.

—¿Qué los trae por aquí? —pregunta Liam.

—Como sabes, soy el tutor de Luz, y creo que necesita la ayuda de un profesional.

Liam posa su mirada en mí y pregunta:

—¿Quieres estar aquí? —Adam me mira, como advirtiéndome.

—Sí, creo que esto me ayudará. —Saco la sonrisa más falsa que tengo, pero sé que el doctorcito no me creyó.

—Adam, necesito que me dejes solo con Luz.

—Está bien. —Él se para y sale, dejándome con un completo extraño.

—Bueno, Luz, sé que no te agrada la idea de estar aquí, pero por lo menos deberías hacer el esfuerzo.

—Está bien, doctor. —Él sonríe.

—Bueno, cuéntame cómo la estás pasando con Adam. Sé sincera.

—Pues... Adam tiene cambios de humor muy raros. Creo que el que necesita psicólogo es él, y además, ni siquiera respeta que yo estoy en su casa porque mete a cualquier mujer a tener sexo, y eso es molesto. —Él me mira como si analizara cada palabra que digo.

—Dale tiempo, Luz. Adam tenía una vida llena de excesos, y con tu llegada, su vida cambió.

—Lo sé, pero odio que traiga mujeres.

—¿Acaso estás celosa, Luz?

—¿Celosa? No, eso jamás.

—No, claro que no. Solo me parece incómodo escuchar sus gemidos cuando intento dormir. —Liam se ríe.

—Te entiendo. Pero bueno, ahora háblame de tu familia - Me tenso en ese momento, ya que no quiero hablar de eso.

—Paso. No quiero hablar de mi familia.

—¿Por qué no, Luz? —Suspiro, frustrada.

—Porque no. —Digo, seria.

—Luz, quiero ayudarte, pero necesito que colabores.

Odio esto, no entiendo por qué Adam me trajo aquí.

—Solo le diré algo, doctor. Mi madre murió hace años, y desde entonces mi padre se dedicó a maltratarme. La última vez casi me mata. —Él me mira, y parece sentir lástima por mí.

—Sé que es difícil lo que te pasó, pero tienes que aprender a superar eso y seguir adelante.

Trago saliva con dificultad porque siento ganas de llorar, pero me aguanto.

—Lo sé, solo necesito tiempo. - Salgo del consultorio y nos despedimos de Liam.

—¿Cómo te fue? —pregunta Adam.

—Bien. Liam es muy buena gente.

—¿Ah, sí? ¿Te parece buena gente?

—Sí, sabe escuchar a la gente. —Veo cómo aprieta el volante, pero no dice más.

Llegamos a casa, y Adam toma mi mano.

—Necesito que me acompañes a un evento.

—¿En serio? —digo, emocionada.

—Sí, así que sube y arréglate. - Asiento y subo.

Después de media hora, me maquillo un poco y me coloco el vestido que Adam me dijo que usara.

Cuando bajo, veo a Adam sentado, hablando por celular. Pero cuando me ve, sonríe, y noto cómo su mirada se oscurece.

—Estás hermosa. —Toma mi mano y la besa. Su gesto hace que me sonroje.

—Gracias.

Llegamos al lugar, y todo está súper decorado. Varios colegas saludan a Adam, y él me presenta a todos. Sin embargo, cada vez que alguno me miraba de más, Adam me tomaba de la cintura y me pegaba a su cuerpo.

—Creo que este vestido está trayendo muchos problemas —dice Adam entre dientes.

—Tú lo elegiste. —Le sonrío, triunfante.

—¿Me esperas? Quiero ir al baño.

Asiento, y él se va. Mientras tanto, camino un poco. Al salir del baño, busco a Adam, pero no lo veo por ningún lado. Salgo al patio y escucho unos gemidos. Luego, reconozco la voz de Adam.

—Dios, Jessica, no podemos aquí. La niñata me espera. - ¿Me dijo niñata?

—No entiendo por qué la llevaste a tu casa si solo es un estorbo.

Siento cómo mi corazón comienza a latir con fuerza.

—Me dio lástima. Estaba sola; su estúpido padre está pudriéndose en la cárcel. —Cuando lo dice, suelta una risa y la vuelve a besar.

—No la quiero cerca de ti —dice Jessica.

—Tranquila. Solo estará en casa por un tiempo. Después veré cómo me deshago de ella.

Una lágrima corre por mi mejilla, y con mis manos tapo un sollozo que quiere escapar de mi boca. Siento un dolor inmenso en el pecho. No puedo creer que Adam haya dicho eso. Este no puede ser el Adam que conocí en el hospital.

Llego a la barra y le pido al mesero una margarita. Me la da, y comienzo a tomarla tranquila, hasta que siento la presencia de alguien.

—Hola, hermosa. —Cuando volteo, veo a un hombre alto, musculoso y de ojos azules.

—Hola —digo, seria, mientras pido otra margarita.

—¿Puedo acompañarte?

—Claro, ¿por qué no? —Él sonríe, y comenzamos a hablar.

—¿Cómo te llamas?

—Luz. ¿Y tú?

—Eliot. Es un placer, Luz. —Toma mi mano y la besa.

—El placer es mío.

Ya llevo tres margaritas, y siento cómo el licor comienza a afectarme. Eliot es muy chistoso y trabaja en el mismo hospital que Adam, en el área de pediatría.

—¿Quieres salir? —Tomo su mano, y salimos. Cuando llegamos al patio, saca un paquete. —¿Te importa si fumo?

—Solo si me das uno. —Pero qué m****a, yo no fumo. Bueno, no estará mal probar. Veo cómo Eliot me mira como si tuviera dos cabezas.

—¿No eres muy joven para tomar y fumar?

—Sí, lo soy, pero eso no es problema tuyo. ¿Me vas a dar uno o no?

Él sonríe y me pasa uno.

—Me encantan las chicas rudas. - Querido, si supieras que todo esto es producto del alcohol.

—¿Te ayudo a prenderlo?

Asiento, y él me lo prende. Inhalo el humo, pero al principio me ahogo. Después lo hago mejor.

—¿Es la primera vez que fumas? —pregunta con una sonrisa traviesa.

—Sí, y no te rías. —Ambos reímos mientras seguimos tomando y fumando, hasta que escucho a alguien gritar:

—¡Luz! ¡¿Qué mierdas haces?!

Joder.

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