capitulo 3

Luz

Después de que el doctorcito se fue, regresé a mi habitación hecha una furia. ¿Quién se cree que es para venir aquí después de abandonarme, cuando me prometió que no me iba a dejar?

Siento cómo tocan la puerta y veo a la directora.

—Luz, empaca tus cosas y ven a la rectoría.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Solo haz caso.

Asiento y empaco lo poco que traje. Salgo del cuarto y comienzo a morderme las uñas del susto que tengo.

—Pasa, Luz.

Cuando entro, veo al doctor Adam sentado mirándome.

—¿Pasó algo, directora?

—Sí, te presento a tu nuevo tutor, el señor Black. —¿Qué? Esto tiene que ser una broma.

—No, ni loca.

—Luz, no hagas esto difícil. Ahora estás bajo mi cuidado, te guste o no - Maldito.

—Ok.

Adam le da las gracias a la directora y nos despedimos.

Llegamos al carro, y durante todo el camino ninguno dice nada hasta que llegamos a un edificio gigante, como de 30 pisos.

—¿Vives aquí? —digo sorprendida.

—Sí. Ven, vamos, te muestro el lugar. - Marcamos el piso número 30 y, cuando se abren las puertas, veo un enorme salón.

—¡Wow! Qué grande es tu apartamento.

—Gracias. Ven para que te instales.

Asiento y voy detrás de él. El doctor abre una habitación y me quedo sorprendida por lo grande que es.

—¿Esta es mi habitación? —digo mirando todo.

—¿Te gusta?

—Sí, es muy linda.

—Me alegro. Baja en 15 minutos para que comas y hablemos de algunas reglas.

Asiento, y él sale dejándome sola. Decido darme una ducha y luego ponerme unos pantalones sueltos, ya que es lo único que tengo. Bajo y observo a Adam sentado, leyendo unos papeles.

—Hola —digo.

—Ven, siéntate, come.

Comemos en completo silencio. De vez en cuando lo miro, pero rápidamente aparto la mirada.

—Ya acabé. Ahora sí, dime, ¿de qué querías hablar?

—Te voy a dar las reglas de la casa.

—Genial, reglas.

—Primero: tienes que estudiar y ser la mejor; Segundo: nada de fiestas; Tercero: harás caso a todo lo que te diga; Cuarto: nada de noviecitos. ¿Entendiste, Luz? - Respiro profundo y asiento.

—Perfecto. Mañana iremos a comprar ropa e inscribirte en un instituto. Ahora sí, vete a dormir - Asiento y subo a mi habitación.

Al día siguiente, veo en una silla una nota con una bolsa.

Póntelo y arréglate.

Adam.

Entro al baño y me pongo lo que Adam me compró.

Bajo las escaleras y veo a una señora mayor preparando el desayuno.

—Buenos días. - Ella se voltea y me saluda.

—Tú debes ser Luz. Mi nombre es Lila, soy el ama de llaves. Lo que necesites, me dices.

—Gracias, Lila.

Escucho cómo baja Adam hablando por teléfono. Cuando me ve, noto cómo observa mi cuerpo, pero rápidamente aparta la mirada.

—Buenos días, doctor.

—Luz, puedes llamarme Adam. Ahora soy tu tutor.

—Está bien, Adam.

Él sonríe y se sienta a desayunar. Cuando terminamos, nos dirigimos al instituto, que es bastante grande y está lleno de gente rica.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta? —pregunta Adam al ver mi cara.

—Sí, es solo que no encajo en este lugar.

Él toma mis hombros.

—No digas eso. Ya verás que todos te van a adorar.

—Mejor vamos a comprar ropa.

Estamos en el centro comercial comprando ropa que, a mi parecer, es bastante cara, pero a Adam no le importa. Estoy midiéndome un vestido, pero tengo problemas con el cierre, así que salgo.

—Adam, ¿puedes ayudarme?

Me volteo y, a los segundos, siento las manos de Adam en mi espalda. No sé por qué, pero mi piel se eriza al sentir su contacto. Él sube el cierre del vestido con mucha delicadeza.

—Listo, te queda perfecto —dice con la mirada oscurecida.

—Gracias —digo ruborizada.

Cuando llegamos a casa, le agradezco por las cosas y subo a mi habitación. A la media hora, Adam abre la puerta.

—Luz, voy a salir. Pórtate bien, llegaré tarde.

—Ok. Adiós.

Él se va, y yo quedo aburrida en este enorme apartamento.

Estoy dormida cuando escucho ruidos que vienen de abajo. Con mucho cuidado, me levanto de la cama y salgo para ver qué es. A medida que me acerco, escucho gemidos y ruidos. Me quedo helada al ver la escena: Adam está teniendo sexo con una rubia. Ella lo monta mientras él mete sus senos en su boca. Una ola de calor y rabia me inunda, así que me encierro en mi habitación escuchando sus gemidos.

Maldito Adam.

A la mañana siguiente, me levanto, me doy una ducha y bajo a desayunar. Veo a Adam sentado, tomando café.

—Buenos días, Luz —sonríe.

—Hola —respondo seca, y él me mira con el ceño fruncido.

—¿Pasa algo? —pregunta.

—Pasa que me parece una falta de respeto que vengas a follar a la sala mientras yo estoy aquí.

Él abre los ojos como platos.

—¿Nos viste?

—¡Lo vi y lo escuché!

—Mira, Luz, a mí no me importa lo que pienses. Esta casa es mía y puedo hacer lo que quiera en ella.

—¡Pero yo estoy aquí y merezco respeto! De haber sabido que me tratarías así, me hubiera quedado en ese maldito orfanato. - Le grito, y él me toma fuerte de los brazos.

—¡Cuida tu boca, Luz! - Adam grita tan fuerte que me vienen recuerdos de cuando mi padre me golpeaba. Comienzo a temblar.

—¿Luz, estás bien?

No soy capaz de hablar. Siento cómo mi garganta se cierra y mi respiración se vuelve pesada.

—¡Oh, por Dios, Luz! ¡Respira! - Toma mi rostro y trata de hacer que respire, pero no lo logra. - ¡Luz, respira!

Siento cómo mis ojos se van cerrando poco a poco, y lo último que escucho son los gritos de Adam.

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