Soy Luz, tengo 17 años, y mi vida es un infierno. Hace 7 años mi madre murió, dejándonos a mi padre y a mí solos. Desde ese momento, mi vida cambió por completo. Mi padre empezó a tomar y, con el tiempo, comenzó a maltratarme física y psicológicamente, convirtiéndome en una persona tímida e insegura. No tengo casi amigos en el instituto, solo una amiga: Hanna. Ella ha sido mi gran apoyo, siempre está ahí para mí. Me ha ayudado cuando más lo he necesitado, curando mis heridas después de que mi padre me golpea casi hasta matarme. Más de una vez me ha dicho que lo denuncie, pero no soy capaz, tengo demasiado miedo de lo que él podría hacerme.
—¡Niñata, ya llegué! - ¡Mierda! No hice la comida, se me pasó el tiempo.
—¿Dónde está la comida? —grita mi padre, y yo comienzo a temblar. —Papá... Se me pasó... Yo... - Siento cómo me golpea en la mejilla, haciéndome caer al suelo. —¡Eres una inútil! —grita enfurecido mientras me da una patada en el estómago, dejándome sin aire. —Basta, por favor... —le digo en un susurro, pero no me escucha. Sigue dándome patadas hasta que un golpe en la cabeza me hace perder el conocimiento.Adam Black
Son las 6 a. m., me despierto con un fuerte dolor de cabeza. Cuando miro a mi lado, hay una mujer desnuda. La muevo para que se levante.
—Vístete y lárgate —le digo seco. —¿Es en serio? —grita enfadada. —Te quiero fuera de mi casa. Si sigues aquí cuando salga del baño, te las verás conmigo. Entro a la ducha, escucho sus gritos, pero cuando salgo, ya no está. Respiro con tranquilidad. Odio dormir con esas mujeres.Hoy me toca la ronda nocturna en el hospital. Aunque es agotador, me gusta. Me subo a mi Audi y en 15 minutos llego.
—Doctor Black, buenas noches —saludan las enfermeras de forma coqueta. —Buenas noches, señoritas —respondo, poniendo mi sonrisa "moja-bragas". Todas se sonrojan.De repente, escuchamos los gritos de un hombre que entra al hospital llevando a una joven en sus brazos. Los enfermeros la ponen en una camilla y la llevan a una sala, dejando al hombre afuera.
—Esa te toca a ti —me dice la doctora Nora. —Ok, voy yo.Me coloco unos guantes y entro a la habitación. Hay enfermeras por todas partes, así que no logro verla bien.
—Necesito espacio para revisar a la paciente. Cuando se hacen a un lado, me acerco y quedo pasmado: es una joven de unos 17 o 16 años, llena de golpes en el rostro, con una herida sangrante en la cabeza. Levanto su blusa y veo que tiene hemorragia interna. —Hay que llevarla al quirófano. Tiene una costilla fracturada que parece haber perforado algo. Necesitamos radiografías.La operamos. Todo sale bien, pero quedo perplejo al ver la cantidad de moratones en su cuerpo. Está claro que esta joven es víctima de maltrato, y eso me llena de furia.
—¿Señor, usted es el padre de Luz? —pregunto al hombre.
—Sí, soy yo. ¿Cómo está mi hija? —responde, visiblemente nervioso. —Tiene una costilla fracturada, varios hematomas en el cuerpo y un golpe en la cabeza. Dígame, ¿cómo se hizo eso su hija? El hombre se pone más nervioso y pálido. —Tuvo un accidente, doctor. —¿Ah, sí? ¿Qué tipo de accidente? —De... de carro. Se estrelló. - No le creo ni una sola palabra. —Mire, señor, no le creo. Esos golpes no son de un accidente. Además, su hija tiene cicatrices antiguas. Dígame, ¿usted le hizo esto a su hija? - Abre los ojos como platos. —¡¿Está insinuando que yo maltrato a mi hija?! —grita. —Sí, ¿acaso no ve el estado en el que está?- Llega Nora, alarmada. —¿Qué está pasando aquí? —Este doctor insinúa que yo le pego a mi hija. —Cálmese, señor. Pero entienda que su hija llegó con múltiples lesiones. —¡Fue un accidente de carro! —Bueno, si es así, no le importará que llamemos a Servicios Sociales. El hombre palidece. —No es necesario, ya le dije que fue un accidente. —Insisto, señor, hay que llamar - Salimos, dejando al hombre hecho una furia. —Hay que llamar. Estoy 100 % seguro de que ese infeliz golpea a su hija —le digo a Nora.Al otro día, antes de irme a casa, me informan que la paciente ha despertado, así que decido ir a revisarla y asegurarme de que todo esté bien. Cuando abro la puerta, veo que está con su padre, quien le aprieta la mano con fuerza mientras ella intenta quitársela.
—¡¡Suéltela! —lo tomo del cuello y lo estampo contra la pared. Escucho cómo entra el de seguridad.
—Quiero que saquen a este hombre ahora mismo. —¡Hija, dile que no te estaba haciendo nada malo! —grita el hombre, pero ella no dice nada. —¡Díselo! —ella tiembla. —Él... él no hizo nada, por favor —dice con una voz hermosa, como música para mis oídos. —Sáquenlo. Quiero hablar con ella —ordeno.Lo sacan, y yo tomo una silla y la coloco al lado de su cama. Ella no me mira; juega con sus dedos nerviosamente.
—Voy a revisarte, ¿ok? —ella asiente con la cabeza. Reviso su costilla y noto que hace muecas de dolor.
—Tranquila, pronto pasará el dolor.Tomo su rostro y quedo maravillado al ver sus preciosos ojos grises. A pesar de que está llena de golpes, se ve hermosa. Por Dios, Adam, ¿en qué mierdas piensas? Ella es muy joven para ti.
—Bien, tus heridas están sanando bien.
—Gracias —responde bajando la mirada, pero yo se la levanto suavemente. —Nunca bajes la mirada, Luz.Ella se pone roja, y ese gesto me parece tierno.
—Ahora necesito que me digas algo. Dime, ¿quién te hizo todo esto? —Señalo su cuerpo y noto cómo se tensa.
—¿Fue tu padre? —¿Qué? No, él no fue, ¿cómo crees? —se pone nerviosa. La tomo por los hombros, y una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo. —Hey, tranquila. Dime la verdad. Yo puedo ayudarte para que ese infeliz no te vuelva a tocar, pero necesito que confíes en mí.Ella me mira con cara de pánico.
—Me encerrarán en un albergue para niños —dice en un susurro. —No, tranquila. No dejaré que eso pase. Yo te cuidaré. —M****a, ¿por qué dije eso? —¿No dejarás que me lleven a ese lugar? —pregunta, mirándome como si fuera su única salvación. —No, Luz, no te dejaré.Ella toma aire, y cuando levanta la mirada, tiene los ojos llenos de lágrimas.
—Fue mi padre... Él me golpea todos los días y... —Se pone a llorar, y siento que el alma se me rompe al verla tan destrozada. La abrazo para consolarla.En ese momento, entra la doctora Nora y se sorprende al verme en esa situación con la paciente.
—Lo necesito, doctor Adam —dice. Yo asiento y salgo.—No permitiré que tu padre entre a esta habitación, ¿ok? —Ella asiente y me da las gracias.
Fuera, le hablo a Nora:
—El infeliz de su padre sí le hizo eso. —Hay que llamar a Servicios Especiales —responde ella. —Sí, hazlo. —Me da tristeza, porque la pequeña pasará a esos albergues para menores, y no son buenos que digamos —dice Nora. —Lo sé, pero es mejor eso que permitir que su padre la siga maltratando. —Tienes razón. Voy a marcar.Dios, espero que todo salga bien.
LuzLlevo una semana en este hospital. Todos los días viene una señora del servicio social a hacerme preguntas acerca de mi padre y mi relación con él. El doctor Adam ha sido muy amable y me ha acompañado en todo el proceso; no me ha dejado sola.Hoy, la trabajadora social entra acompañada del doctor Adam, pero él no parece estar de buen humor.—Hola, Luz. —Hola —digo, algo asustada. —Hoy te dan de alta, ¿no estás contenta? —pregunta Marta, la trabajadora social. —Este… sí —respondo, forzando una pequeña sonrisa fingida. —Bien, entonces vámonos. —¿A dónde? ¿A dónde me llevará? —La miro a ella y luego al doctor Adam. —Vamos a un lugar donde vas a conocer a otras personas y estarás mejor.Miro al doctor Adam buscando su ayuda, pero él no es capaz de mirarme.—No, no quiero ir con usted —grito desesperada. —Luz, no te puedes quedar sola —dice la trabajadora social.En medio de mi desesperación, corro hacia el doctor Adam y rodeo su cintura con mis brazos. Él se sorprende ante mi re
LuzDespués de que el doctorcito se fue, regresé a mi habitación hecha una furia. ¿Quién se cree que es para venir aquí después de abandonarme, cuando me prometió que no me iba a dejar? Siento cómo tocan la puerta y veo a la directora.—Luz, empaca tus cosas y ven a la rectoría. —¿Qué? ¿Por qué? —Solo haz caso.Asiento y empaco lo poco que traje. Salgo del cuarto y comienzo a morderme las uñas del susto que tengo.—Pasa, Luz.Cuando entro, veo al doctor Adam sentado mirándome.—¿Pasó algo, directora? —Sí, te presento a tu nuevo tutor, el señor Black. —¿Qué? Esto tiene que ser una broma. —No, ni loca. —Luz, no hagas esto difícil. Ahora estás bajo mi cuidado, te guste o no - Maldito.—Ok.Adam le da las gracias a la directora y nos despedimos.Llegamos al carro, y durante todo el camino ninguno dice nada hasta que llegamos a un edificio gigante, como de 30 pisos.—¿Vives aquí? —digo sorprendida. —Sí. Ven, vamos, te muestro el lugar. - Marcamos el piso número 30 y, cuando se abren
Me levanto por los rayos del sol que entran por la ventana. Abro mis ojos lentamente y me quedo en seco cuando veo que este no es mi cuarto.—Mierda... es la habitación de Adam. —Siento cómo alguien entra por la puerta.—Luz, qué bueno que ya despertaste. Me asustaste ayer. - ¿Ayer? ¿Qué pasó ayer?—¿Cómo que te asusté?—¿No te acuerdas de nada? —Creo que me perdí, no sé de lo que habla.—No.—Tuviste un ataque de pánico y te desmayaste. - ¡Mierda, qué vergüenza! Adam me vio en ese estado.—Adam, yo... Ay, por Dios, qué vergüenza. —Digo, tapándome con las sábanas, pero él las retira.—No digas eso, es normal que tengas esas cosas por lo que pasó con tu padre. Pero tenemos que solucionar eso.—¿Ah, sí? ¿Y cómo?—Tengo un colega que es muy buen psicólogo. Quiero que vayas para que él te pueda ayudar y me oriente a mí también.—¡No! Yo no quiero un psicólogo.—Adam, no es necesa...—Sí es necesario. Eso no es tema de negociación. Vas a ir sí o sí, ¿entendido, Luz? —Yo suspiro, derrotada,
Cuando escucho la voz de Adam gritándome, siento cómo todo mi cuerpo se tensa, y mis manos comienzan a sudar. Él se acerca rápidamente, toma el cigarrillo y lo tira al suelo.—¿Qué mierdas crees que haces fumando? —me dice, tomando mi brazo con fuerza. Suelto un gemido de dolor.—¡Oye, imbécil! ¿No ves que la lastimas? —interviene Eliot, intentando evitar que me toque.—Tú no te metas. Soy su tutor y veré cómo la trato —responde Adam con un tono autoritario. Eliot abre los ojos, sorprendido.—¿Eres menor de edad? —me pregunta Eliot, y yo bajo la cabeza. —Lo siento, no debí darte el cigarro —añade él, con arrepentimiento.Adam me ordena que recoja mis cosas y, sin despedirme de Eliot, me saca del evento.Cuando llegamos a casa, toma mi brazo con fuerza y me voltea, obligándome a mirarlo.—Escúchame, niñata. Estoy harto de ti. No quiero que te acerques a Eliot, y la próxima vez que te vea haciendo algo como lo de hoy, te las verás conmigo.En ese momento, recuerdo todo lo que le dijo a e
Tengo cuatro ojos observándome y siento cómo mis mejillas se empiezan a poner rojas de la vergüenza que siento.-¿Luz, qué estabas haciendo? - dice Adam acercándose a mí.-Este... nada. - Él da un suspiro.-Padre, te presento a Luz. - Su padre me mira de arriba a abajo.-Hola, Luz, soy Rafael. - El hombre saluda formalmente, aunque sé que está haciendo un esfuerzo por mantener la m*****a sonrisa. -¿Cuántos años tienes, Luz?-17, señor.-Vaya, ya casi cumples los 18. - Adam lo mira en modo de advertencia.-Papá, no empieces.-Lo siento, ¿qué les parece si vamos a comer algo? ¿Te gustaría salir, Luz?-Claro, ¿por qué no? - Subo a mi habitación y me cambio de ropa.Llegamos a un restaurante grande y muy lujoso. Nos sentamos en una mesa apartada y pedimos nuestras comidas.-Y dime, Luz, ¿dónde conociste a mi hijo?-En el hospital, señor Rafael. - Él mira a su hijo.-¿Y qué hacías en el hospital? - ¡Wow! Esto se está tornando incómodo.-Mi padre me golpeó hasta casi matarme. - Lo digo trata
Adam-Adam, sí, dame más - grita la chica que tengo empotrada contra la pared. Ella grita mi nombre pidiendo que le dé más, y eso me excita mucho. Pero en ese momento imagino a Luz con su perfecto cuerpo pegado al mío, sintiendo cada centímetro de su cuerpo. Por Dios, Adam, ¿por qué estás pensando en eso mientras tienes sexo con una desconocida?-¡Ahhh sí! - La penetro más fuerte y siento cómo mi liberación llega.-¡Wow, me encantó!- dice la chica.-Toma tus cosas y vete - le digo serio mientras me pongo mi ropa.-¿Disculpa? ¿O sea, me follas y después me echas de tu casa? -dice algo indignada.-¿Qué esperabas, que te pidiera matrimonio? ¡Largo de mi casa!-Salgo de la habitación y me dirijo a mi cuarto para darme una ducha. Espero que cuando salga esa molestia ya no esté aquí. Me doy una ducha relajante y, cuando salgo, mi teléfono empieza a sonar.-¿Hola?-Buenas, habla con la familia de la señorita Luz.-Soy su tutor, ¿qué pasa con ella?-Tiene que venir al hospital central, la señ
Entró hecha furia a mi habitación. ¿Cómo puede ser tan tierno en algunos momentos y en otros una completa bestia? Me tiene cansada su m*****a bipolaridad. Toqué mis labios con mis dedos, sintiendo todavía los de Adam, y cerré los ojos, imaginándome ese momento. Dios, Adam, ¿qué me estás haciendo?Me levanté por unos ruidos que provenían de la sala, así que decidí salir para ver qué era. Cogí mi bata y me la puse para después salir y bajar con cuidado las escaleras. Cada vez que me acercaba más, podía escuchar que eran los gemidos de una mujer hasta que me paré en seco al ver a Adam teniendo sexo con una rubia. Ella gritaba como loca y le pedía que lo hiciera más fuerte. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero rápidamente las sequé. No permitiré que él me lastime; por mí, que haga lo que se le dé la gana. Así que subí a mi habitación y me volví a dormir, bueno, si los ruidos de la m*****a no me dejaban.Me desperté por el sonido de mi alarma y, con mucho esfuerzo, me levanté de la cama p
Al escuchar su voz, todo mi cuerpo comienza a temblar, mis manos sudan y mi corazón se acelera hasta sentir que va a salir.—¿No me responderás, hija? —dice mi padre en un tono suave. —¿Qué... qué haces aquí? —pregunto asustada. —¿Acaso no me esperabas, pequeña? —Se acerca lentamente, pero yo me alejo. —Tranquila, mi niña, no te haré daño. —Da otro paso, y yo retrocedo. —¡No te acerques a mí! —Rápidamente toma mi cabello con brusquedad y me arrastra a un callejón. Comienzo a gritar, pero de inmediato me propina un puñetazo en el estómago, dejándome sin aire. —¿Te atreviste a demandarme, pequeña estúpida? —me tira al suelo y después me da una patada en las costillas. Suelto un grito de dolor. —¡Basta! ¡No más! —digo sollozando. Él toma mi cabello y me obliga a mirarlo. —Esto te pasa por denunciarme, perra. —Me golpea en la cara, y siento cómo la vista se me nubla. —Levántate. Nos vamos. —No, no quiero irme con él. —¡Nooo! ¡Ni loca vuelvo a tu infierno! —Me da otra patada, y el