mi salvacion
mi salvacion
Por: sara o
capitulo 1

Soy Luz, tengo 17 años, y mi vida es un infierno. Hace 7 años mi madre murió, dejándonos a mi padre y a mí solos. Desde ese momento, mi vida cambió por completo. Mi padre empezó a tomar y, con el tiempo, comenzó a maltratarme física y psicológicamente, convirtiéndome en una persona tímida e insegura. No tengo casi amigos en el instituto, solo una amiga: Hanna. Ella ha sido mi gran apoyo, siempre está ahí para mí. Me ha ayudado cuando más lo he necesitado, curando mis heridas después de que mi padre me golpea casi hasta matarme. Más de una vez me ha dicho que lo denuncie, pero no soy capaz, tengo demasiado miedo de lo que él podría hacerme.

—¡Niñata, ya llegué! - ¡Mierda! No hice la comida, se me pasó el tiempo.

—¿Dónde está la comida? —grita mi padre, y yo comienzo a temblar.

—Papá... Se me pasó... Yo... - Siento cómo me golpea en la mejilla, haciéndome caer al suelo.

—¡Eres una inútil! —grita enfurecido mientras me da una patada en el estómago, dejándome sin aire.

—Basta, por favor... —le digo en un susurro, pero no me escucha. Sigue dándome patadas hasta que un golpe en la cabeza me hace perder el conocimiento.

Adam Black

Son las 6 a. m., me despierto con un fuerte dolor de cabeza. Cuando miro a mi lado, hay una mujer desnuda. La muevo para que se levante.

—Vístete y lárgate —le digo seco.

—¿Es en serio? —grita enfadada.

—Te quiero fuera de mi casa. Si sigues aquí cuando salga del baño, te las verás conmigo.

Entro a la ducha, escucho sus gritos, pero cuando salgo, ya no está. Respiro con tranquilidad. Odio dormir con esas mujeres.

Hoy me toca la ronda nocturna en el hospital. Aunque es agotador, me gusta. Me subo a mi Audi y en 15 minutos llego.

—Doctor Black, buenas noches —saludan las enfermeras de forma coqueta.

—Buenas noches, señoritas —respondo, poniendo mi sonrisa "moja-bragas". Todas se sonrojan.

De repente, escuchamos los gritos de un hombre que entra al hospital llevando a una joven en sus brazos. Los enfermeros la ponen en una camilla y la llevan a una sala, dejando al hombre afuera.

—Esa te toca a ti —me dice la doctora Nora.

—Ok, voy yo.

Me coloco unos guantes y entro a la habitación. Hay enfermeras por todas partes, así que no logro verla bien.

—Necesito espacio para revisar a la paciente.

Cuando se hacen a un lado, me acerco y quedo pasmado: es una joven de unos 17 o 16 años, llena de golpes en el rostro, con una herida sangrante en la cabeza. Levanto su blusa y veo que tiene hemorragia interna.

—Hay que llevarla al quirófano. Tiene una costilla fracturada que parece haber perforado algo. Necesitamos radiografías.

La operamos. Todo sale bien, pero quedo perplejo al ver la cantidad de moratones en su cuerpo. Está claro que esta joven es víctima de maltrato, y eso me llena de furia.

—¿Señor, usted es el padre de Luz? —pregunto al hombre.

—Sí, soy yo. ¿Cómo está mi hija? —responde, visiblemente nervioso.

—Tiene una costilla fracturada, varios hematomas en el cuerpo y un golpe en la cabeza. Dígame, ¿cómo se hizo eso su hija?

El hombre se pone más nervioso y pálido.

—Tuvo un accidente, doctor.

—¿Ah, sí? ¿Qué tipo de accidente?

—De... de carro. Se estrelló. - No le creo ni una sola palabra.

—Mire, señor, no le creo. Esos golpes no son de un accidente. Además, su hija tiene cicatrices antiguas. Dígame, ¿usted le hizo esto a su hija? - Abre los ojos como platos.

—¡¿Está insinuando que yo maltrato a mi hija?! —grita.

—Sí, ¿acaso no ve el estado en el que está?- Llega Nora, alarmada.

—¿Qué está pasando aquí?

—Este doctor insinúa que yo le pego a mi hija.

—Cálmese, señor. Pero entienda que su hija llegó con múltiples lesiones.

—¡Fue un accidente de carro!

—Bueno, si es así, no le importará que llamemos a Servicios Sociales.

El hombre palidece.

—No es necesario, ya le dije que fue un accidente.

—Insisto, señor, hay que llamar - Salimos, dejando al hombre hecho una furia.

—Hay que llamar. Estoy 100 % seguro de que ese infeliz golpea a su hija —le digo a Nora.

Al otro día, antes de irme a casa, me informan que la paciente ha despertado, así que decido ir a revisarla y asegurarme de que todo esté bien. Cuando abro la puerta, veo que está con su padre, quien le aprieta la mano con fuerza mientras ella intenta quitársela.

—¡¡Suéltela! —lo tomo del cuello y lo estampo contra la pared. Escucho cómo entra el de seguridad.

—Quiero que saquen a este hombre ahora mismo.

—¡Hija, dile que no te estaba haciendo nada malo! —grita el hombre, pero ella no dice nada.

—¡Díselo! —ella tiembla.

—Él... él no hizo nada, por favor —dice con una voz hermosa, como música para mis oídos.

—Sáquenlo. Quiero hablar con ella —ordeno.

Lo sacan, y yo tomo una silla y la coloco al lado de su cama. Ella no me mira; juega con sus dedos nerviosamente.

—Voy a revisarte, ¿ok? —ella asiente con la cabeza. Reviso su costilla y noto que hace muecas de dolor.

—Tranquila, pronto pasará el dolor.

Tomo su rostro y quedo maravillado al ver sus preciosos ojos grises. A pesar de que está llena de golpes, se ve hermosa. Por Dios, Adam, ¿en qué mierdas piensas? Ella es muy joven para ti.

—Bien, tus heridas están sanando bien.

—Gracias —responde bajando la mirada, pero yo se la levanto suavemente.

—Nunca bajes la mirada, Luz.

Ella se pone roja, y ese gesto me parece tierno.

—Ahora necesito que me digas algo. Dime, ¿quién te hizo todo esto? —Señalo su cuerpo y noto cómo se tensa.

—¿Fue tu padre?

—¿Qué? No, él no fue, ¿cómo crees? —se pone nerviosa. La tomo por los hombros, y una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo.

—Hey, tranquila. Dime la verdad. Yo puedo ayudarte para que ese infeliz no te vuelva a tocar, pero necesito que confíes en mí.

Ella me mira con cara de pánico.

—Me encerrarán en un albergue para niños —dice en un susurro.

—No, tranquila. No dejaré que eso pase. Yo te cuidaré. —M****a, ¿por qué dije eso?

—¿No dejarás que me lleven a ese lugar? —pregunta, mirándome como si fuera su única salvación.

—No, Luz, no te dejaré.

Ella toma aire, y cuando levanta la mirada, tiene los ojos llenos de lágrimas.

—Fue mi padre... Él me golpea todos los días y... —Se pone a llorar, y siento que el alma se me rompe al verla tan destrozada. La abrazo para consolarla.

En ese momento, entra la doctora Nora y se sorprende al verme en esa situación con la paciente.

—Lo necesito, doctor Adam —dice. Yo asiento y salgo.

—No permitiré que tu padre entre a esta habitación, ¿ok? —Ella asiente y me da las gracias.

Fuera, le hablo a Nora:

—El infeliz de su padre sí le hizo eso.

—Hay que llamar a Servicios Especiales —responde ella.

—Sí, hazlo.

—Me da tristeza, porque la pequeña pasará a esos albergues para menores, y no son buenos que digamos —dice Nora.

—Lo sé, pero es mejor eso que permitir que su padre la siga maltratando.

—Tienes razón. Voy a marcar.

Dios, espero que todo salga bien.

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