—Paulo, dime qué está pasando. ¿Por qué Assim dice que eres su hijo? —Las lágrimas resbalaban por su rostro, mientras el nerviosismo la invadía y sus esperanzas se desmoronaban.
—Lo siento, Amira…
—¡Cállate! —Amira lo interrumpió con voz temblorosa—. ¿Todo este tiempo has sabido lo que tu padre me ha hecho y nunca hiciste nada? ¡Eres un desgraciado, igual que tu padre!
—Amira, por favor, detente. Déjame explicarte. Yo no sabía que eras la esposa de mi padre ni que estabas asi, en estas condiciones… —Luego volteó a mirar a su padre con los ojos llenos de traición —. ¿Por qué nunca me dijiste que te habías casado? ¿Por qué le has hecho esto a ella?
Assim se acercó a Amira, deslizando su brazo alrededor de su espalda con falsa ternura:
—Lamento no haberte invitado a nuestra boda, hijo. Estabas tan ocupado estudiando en Italia que no quisimos distraerte. Además, ella está perfectamente bien —miró a Amira con una sonrisa forzada—. ¿Verdad, cariño? —La miró mientras sonreía.
Amira observó a Assim con los ojos entristecidos, conteniendo las ganas de llorar. Luego miró a Paulo y le dijo:
—Sí, así es. Lamentamos no haberte invitado.
Assim acaricio el vientre de Amira y añadió:
—Además, tendrás a un nuevo hermanito a quien le podrás enseñar todo lo que aprendiste en Italia—dijo con una gran sonrisa.
Paulo no apartaba la mirada de Amira. Trago saliva antes de responder:
—Felicidades a los dos —clavo los ojos en Assim, con rabia y decepción contenida — Tengo asuntos pendientes. Volveré más tarde a casa.
Salió de la habitación, conteniendo el dolor y la decepción que sentía por dentro al saber lo que su padre había hecho aun sabiendo que, desde la infancia, él estuvo enamorado de Amira, aunque ella nunca lo supo.
Amira apenas podía respirar, sin entender todo lo que acababa de pasar. En segundos, su ultimo rayo de esperanza se había esfumado. No podía creer que Paulo, su posible salvador, era hijo del hombre que había convertido su vida en un infierno.
Assim, al ver a Paulo marcharse del cuarto, agarro a Amira por el cuello, y la estrello contra la pared, ella forcejeo mientras intentaba respirar y zafarse de sus garras. Assim clavó su mirada en ella, mientras le escupía con odio:
—¿Qué pretendías? ¿Convencer al imbécil de mi hijo para que te ayudara a salir de aquí? ¿De tu hogar? ¡Maldita ingrata! — La abofeteo con tanta fuerza que la hizo caer al suelo.
De inmediato, Amira se levanto exhausta, pero desafiante. Se puso frente a Assim y le dijo:
—Mátame… Eso es lo que quieres hacer, ¿cierto? Pues hazlo y acaba con esto de una vez por todas. —Ella sentía que ya no habría forma de salir de tanto sufrimiento más que con la muerte.
Assim comenzó a reír mientras la estrangulaba de nuevo:
—Matarte sería algo muy fácil… Pero tranquila, cuando nazca mi hijo, te cumpliré ese gran sueño tan anhelado, y te enviare al otro mundo, si es lo que quieres. Pero, por ahora, me obedecerás, harás todo lo que yo te pida, ¿ok? —su sonrisa se tornó sádica—Por cierto, me di cuenta de que recibiste muy bien el “regalito” que te envié. Espero que lo hayas disfrutado tanto como ellos… Pronto recibirás otros regalitos más, así te mantendrás ocupada y no andarás pensando tonterías.
Amira, llena de pánico, sufrió en silencio mientras sus lágrimas corrían por su rostro palidecido.
—¿Cómo puedes lastimarme así, sabiendo que estoy esperando un hijo tuyo? Esos hombres casi matan a tu hijo. Si de verdad te importara, no me torturarías, sabiendo que eso lastimará a nuestro bebé —dijo con una voz quebrada pero desafiante.
Assim la soltó de golpe, la observó detenidamente y luego se marchó sin decir ni una sola palabra más.
Amira se dejo caer en la cama, respirando agitadamente mientras trataba de calmar sus nervios en ese instante.
Luego se cubrió con su manta, abrazando su vientre. Las lagrimas ya no cesaban. Sus chances de escapar de ese lugar con vida eran casi nulas. El agotamiento la consumía cada instante; solo le quedaba llorar en silencio, aferrándose a lo único puro que le quedaba.
Dos horas después, se levantó para ducharse. Al mirarse desnuda en el espejo, rompió en llanto silencioso al ver los moretones que cubrían su cuerpo, huellas del abuso que aquellos hombres le habían infligido. Sabía que no soportaría otra violación de Assim o sus cómplices. Y por un momento pensó que acabar con su vida seria la única forma de terminar con tanto sufrimiento.
Con lágrimas ardientes recorriendo su rostro, acarició su vientre y murmuró: "Perdón, mi niño". Luego se acerco al espejo del baño y lo destrozo de un puñetazo, cortándose la mano. Los cortes en su mano sangraban, pero el dolor físico era nada comparado con su angustia. Tomó un trozo de vidrio y volvió al espejo del dormitorio, se observo con angustia y llevo el filo a su muñeca, llorando desconsoladamente mientras comenzaba a cortarse, cuando de pronto sintió un movimiento en su vientre. Se detuvo de inmediato y, al mirar su barriga, comprendió que su bebé se estaba moviendo después de tanto tiempo.
Rápidamente soltó el vidrio y apoyó sus manos sobre su vientre, sintiendo cada patadita desesperada, como si su hijo suplicara: "No lo hagas". En ese instante se dejo caer al suelo, llorando desconsoladamente mientras le hablaba a su pancita:
—Perdóname, mi niño… Perdóname por querer abandonarte….
Las lágrimas la ahogaban, hasta que comprendió que debía seguir luchando, tanto por su bebé como por si misma. Ahora mas que nunca había una razón por la cual luchar. Finalmente se levantó y, mirando su vientre dijo con determinación:
—Gracias, mi ángel… Gracias por salvarme… Gracias por salvar a mamá. Te prometo que hare lo imposible para sacarnos de este infierno. No permitiré que nos lastimen de nuevo, te lo juro, mi bebe. Nadie volverá a lastimarnos.
Amira fue al baño, limpio sus heridas de su muñeca y mano, y se coloco una venda. Estaba decidida a encontrar la forma de escapar de ese lugar. La debilidad había dado paso a la furia.
Al día siguiente, Paulo entró sin llamar, cargando bolsas de comida. Amira lo miró con desprecio y le espetó:
—¿Ahora se te olvido tocar la puerta? ¿Qué haces aquí? ¿Tu padre te envió a espiarme? —Apartó la vista hacia la pared, ignorándolo deliberadamente.
La barbilla de Amira temblaba mientras procesaba las palabras de su padre, ella estaba muriendo por dentro, su pecho se encogía bruscamente siendo doloroso —Por favor— les suplico, pero pudo ver en sus ojos que ya no había marcha atrás—Lo siento mucho, hija, pero la decisión ya está tomada y no puedo echarme atrás. Ya hablamos con el señor, y él está por llegar. Así podrás conocerlo. Te prometo que no te pasará nada, hija. Estarás muy bien. El señor Assim es una buena persona, y sé que cuidará de ti—sus ojos reflejaban el dolor que sentía por la decisión que su esposa lo llevo a tomarAmira miro a su padre a los ojos y pudo ver que, en él, se reflejaba el mismo dolor que ella estaba sintiendo, pero aun sabiendo lo que pasaría con ese matrimonio, ella no podía aceptar esa decisión, sabía que su madrastra quería cortarle las alas, ya que, al casarse con ese hombre, toda su vida ya planeada se derrumbaría hasta los escombrosLa puerta sonó y el sonido hizo que los latidos del corazón de
—No vuelvas a buscarme nunca más, zorra mentirosa. —Se marchó con el peso de la culpa sobre sus hombros, sabiendo que Amira jamás lo perdonaría. Con el corazón destrozado, Amira salió corriendo, sumida en un dolor insoportable. Quería cancelar la boda, desaparecer de todas sus vidas... Pero luego se detuvo. Tal vez casarse era la solución: nunca más tendría que ver el rostro de su madrastra o de su traidora media hermana. Además, ahora no sentiría remordimientos por dejar atrás al hombre que amaba, quien resultó ser un vil mentiroso. Secó sus lágrimas con determinación y continuó con los preparativos nupciales. La boda se celebró exactamente como Amira siempre la había soñado... excepto por el hombre a su lado. Aunque la ceremonia era perfecta, la ausencia de amor verdadero la hacía sentirse vacía. Sin embargo, siguió adelante, convencida de que era lo mejor para su futuro. Al mirar a Assim, su nuevo esposo, contuvo un sollozo. Ahora estaba atada a un hombre que bien podría ser su
Juntos la llevaron al establo y la colocaron sobre la mesa. Emilio acarició el rostro pálido de Amira, mientras lágrimas silenciosas caían por sus mejillas. Sintiendo culpa por no poder protegerla de las garras de Assim… Continúo observándola mientras sus lágrimas empañaban su visión…Era el único que realmente se preocupaba por ella.De pronto, Emilio se acercó a Jim, con los ojos brillantes de angustia: —Por favor... Haz lo posible por salvarla. Sé que no es tu especialidad, pero... —La rabia ahogaba su voz.—Tranquilo, hermano —respondió Jim, apretándole el hombro— Haré todo lo que pueda. Ve por agua y paños limpios, ayúdame a estabilizarla.Emilio asintió y salió corriendo. Durante horas, trabajaron juntos hasta que, al fin, lograron estabilizarla. La llevaron a su habitación, donde Emilio montó guardia afuera, listo para ayudarla si ella lo necesitaba.Pero entonces llegó Assim. Emilio se sorprendió y apretó los puños en silencio, conteniendo la furia mientras el hombre entraba en
Emilio salió rápidamente y lo hizo entrar. Jim palideció al ver el estado de Amira y, sin perder tiempo, comenzó a limpiar la sangre que manaba de su vagina y ano, además de atender los golpes en su rostro. Los dos trabajaron en silencio. Emilio lleno de rabia, contenía sus lágrimas mientras oía a Amira quejarse por el dolor punzante que sentía en su vagina, de inmediato le administraron un calmante y, cuando por fin se durmió, salieron sigilosamente.Emilio se quedó de guardia frente a la habitación, mientras Jim regresaba al establo, con el peso de la impotencia sobre sus hombros.Luego de varios meses Amira cumplió sus veinte años. Assim sabía que ahora, más que nunca, podía hacer lo que se le antojase con ella, así que continuó abusándola sexualmente y maltratándola de diversas formas. Ella ya no se resistía; sabía que, si lo hacía, sería peor. Mientras tanto, Emilio, consumido por el dolor y el odio, planeaba cada día cómo poder escapar con Amira y rescatarla del infierno en el q
Emilio sintió que el mundo se detenía. La abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla de todo el mal, y juró entre dientes:—Escúchame bien. Te sacaré de aquí. No permitiré que ese demonio o cualquiera vuelva a tocarte. Perdóname por no haber estado cuando más me necesitaste y por todas las veces que no pude defenderte de ese desgraciado. Pero esta vez será diferente. Encontraremos a tu familia. Huiré contigo al fin del mundo si es necesario. Todo va a mejorar. Te lo prometo con mi vida. —Volvió abrazarla, como si el abrazo pudiera sanar sus heridas.—Gracias, Emilio. Confío en ti y sé que todo lo que me dices es cierto. No tienes que pedirme perdón por nada. Sé que si hubieras intervenido cuando Assim me maltrataba, él te habría matado sin pensarlo. No te preocupes, más bien soy yo quien debe agradecerte por curar mis heridas y por esos dulces tan deliciosos que siempre me traes. Gracias por todo. —Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras ambos sonreían entre sollozos.De
—Ya no podemos hacer nada por Jim, Emilio. Él se sacrificó por nosotros. No dejemos que su muerte sea en vano. ¡Vámonos antes de que Assim nos alcance! —exclamó Amira mientras las lágrimas bañaban su rostro.Emilio la tomó con fuerza de la mano y continuaron corriendo. Aunque el miedo los invadía, él intentaba mantenerse fuerte por ella. Amira miraba hacia atrás constantemente, temerosa de ser seguida. Corrían con tal desesperación que no notó cuando perdió sus zapatillas. Sus pies descalzos sangraban, dejando un rastro en el camino pedregoso.El sonido de una camioneta y disparos al aire los sobresaltó. Amira, a pesar del dolor, seguía adelante llena de miedo. Sabía que detenerse significaba la muerte. Emilio, al ver acercarse el vehículo, sintió lágrimas de impotencia. Sabía que Assim llevaba ventaja, pero no se rendirían.De pronto, Amira sintió un agudo dolor en la espalda. Aunque intentó seguir corriendo, sus fuerzas flaqueaban. Emilio trató de jalarla, pero ella se detuvo brusca
Amira se echó hacia atrás, dejando caer el pañuelo al suelo. Su rostro se tornó muy pálido, sus manos comenzaron a temblar. Ella no podía creer lo que estaba viendo en ese instante, entrando en shock de inmediatamente, sin aún poder creer que en el plato más esperado de la noche habían... restos de partes humanas.Assim pinchó un ojo con el tenedor, haciendo brotar la sangre de él.—¿No te gusta? Mira bien: un ojo, dedos, una lengua muy larga... hasta un pequeño pene —asiente con una carcajada— Pensé que apreciarías este "postre" especial de tu querido Emilio.Amira entró en shock al escuchar lo que Assim acababa de decir, ella no podía creer que eso pudiera ser cierto, nunca se imaginó que Assim sería capaz de hacer algo tan macabro como eso, así que de inmediato llena de pánico intenta levantarse, pero los guardias de Assim la sujetaron con fuerza, obligándola a seguir mirando fijamente sin desviar la mirada.Él continuó riendo mientras jugueteaba con los restos y le dice:—¿Por qué
—Me aferro al valor, solo por mi hijo. Aunque cada amanecer en este lugar maldito me hace desear desaparecer. —Rompió en llanto, liberando años de silencio.Amira, con los ojos humedecidos, observó a la señora Ligia. Sin pronunciar palabra alguna, le seco las lágrimas y la abrazó con fuerza. La mujer sollozó contra su hombro desconsoladamente:—Perdóname por contarte todo esto, nunca había podido hablar con nadie de todo este dolor que llevo dentro, ya que Assim me prohibió poder hablar de todo lo que me ha hecho pasar. Pero no soporto verte sufrir como yo sufrí. Por favor, escapa. Tú aún puedes hacerlo.Amira apretó el abrazo, conteniendo sus propias lágrimas. Tomó las manos callosas de Ligia y murmuró:—No tengo nada que perdonarle, al contrario. Gracias por confiar en mí. Se que juntas saldremos de aquí... y usted encontrará a su hijo. Lo prometo.—No, mi niña —La señora apretó sus manos con angustia— Yo no puedo irme de acá. Assim mataría a Alejandro y a mí me usaría de carne para