Amira no aguanta las náuseas y sale corriendo al baño. Assim ordena a Sam que la siga. Al llegar, Amira vomita y rompe en llanto desconsolado al comprender que Emilio estaba consciente de su tortura... No entendía por qué Assim hacía esto, y menos aún por qué la había llevado a presenciarlo.
Sam toca la puerta:
—Señorita, por favor salga. Debemos regresar —dice con voz firme.
Amira se mira en el espejo mientras seca sus lágrimas, luego regresa a la sala y, al ver a Assim, le espeta:
—¿Por qué me trajiste aquí? ¿Disfrutas verme sufrir?
—¿En serio querías perderte este maravilloso espectáculo? —replica él con sarcasmo— ¿No querías ver a Emilio? Pues obsérvalo bien, será la última vez que lo verás. ¿Ves qué buen esposo soy? Te traje a despedirte de tu amante... puta asquerosa. Así que te quedarás aquí hasta que yo lo decida —su mirada gélida la atraviesa.
Amira sentía que enloquecía. Quería huir, desaparecer de ese lugar, pero la ansiedad y la impotencia la paralizaban.
Tras subastar los órganos de Emilio, comenzaron con otros "lotes". Assim se inclina hacia Amira y susurra:
—Obsérvalos bien. Te presento a la familia de tu querido amante —sonríe burlonamente.
—¿La familia de Emilio? —gime Amira muy sorprendida— ¿Cómo pudiste hacer esto? Me dijiste que todos estaban muertos... Esto es peor que la muerte. Ellos no tienen culpa. Por favor, te lo suplico, haré lo que sea, lo que tú me pidas, pero déjalos vivir. Sé que todo es mi culpa, pero te lo ruego por lo que más quieras...déjalos que se marchen — dijo con voz quebrada.
—Sí, quería matarlos —admite Assim mientras saborea su vino— Pero luego pensé que sería algo tan injusto desperdiciar tantos órganos que podrían servirle a alguien más, así que decidí subastarlos para darle una mejor vida a quienes lo necesiten por una fuerte cantidad de dinero ¿No es un negocio brillante? —continuó tomando sorbos de vino.
Amira se levanta de un salto y corre al escenario, interponiéndose entre los subastadores y la familia de Emilio, que yacía sedada, pero consciente.
—¡Basta! —grita desesperada—¿No se dan cuenta de lo que está sucediendo? —los observa detenidamente — ¿No ven que ellos están vivos? ¿Cómo van a dejar que los asesinen de esta manera tan cruel? ¿Cómo pueden ser cómplices de esto? ¡Han perdido la razón! —sus gritos retumbaban el lugar, mientras que sus lágrimas corren libremente por sus mejillas.
Una mujer del público enfurecida le replica:
—Todos sabemos que están vivos. Así deben estar hasta la extracción. ¡Quítate de ahí!
Amira se quedó paralizada, observándolos llena de miedo, no podía creer que todas esas personas estaban conscientes de lo que estaba sucediendo. Así que de inmediato se desploma, horrorizada al comprender que todos eran cómplices. Sam se acerca rápidamente y la arrastra fuera del escenario.
Assim sube al escenario con falsa modestia:
—Señoras y señores, disculpen el espectáculo. Tomaremos un receso de veinte minutos, y continuaremos con nuestra gran subasta como siempre —anuncia con una sonrisa antes de retirarse.
Al ser llevada a una habitación posterior, donde la familia de Emilio yace en camillas, Amira es atada a una silla. Assim se acerca y, sin mediar palabra, le propina una bofetada brutal.
—Te lo advertí, maldita zorra... Te dije que no hicieras nada estúpido. ¡Me humillaste frente a todas esas personas! —Le propinó otra violenta bofetada.
Amira, aterrorizada por lo que Assim pudiera hacerle, seguía llorando mientras la sangre brotaba de su nariz y labios partidos. Assim la agarró con fuerza del cabello, obligándola a mirar a la familia de Emilio que yacía en las camillas frente a ellas, y le escupió:
—Míralos bien. ¿Crees que sus vidas valen más que la tuya? ¿De verdad quieres intercambiar tu vida por la de ellos?
Amira no dejaba de llorar mientras contemplaba a la familia de Emilio, sabiendo que por su culpa ellos estaban allí, al borde de la muerte. Con voz temblorosa y llena de terror, suplicó:
—Por favor, Assim, ya basta... Me estás lastimando.
—¡Responde lo que te pregunté! —aumentó la presión en su cabello— ¿De verdad quieres sacrificarte por ellos? Si es así, dilo ahora y haremos el cambio. Tu vida por la de ellos. ¡Contesta! ¿Es eso lo que quieres?
—Assim, por favor, te lo ruego... Basta ya —imploró entre sollozos desgarradores.
—Si no respondes ahora, los mataré a todos, incluyéndote a ti. Así que contesta: ¿Elijes salvar sus vidas o la de tu hijo? —Colocó un cuchillo afilado contra su garganta— ¡Responde inmediatamente!
Al sentir el frío metal del cuchillo en su cuello, Amira entró en pánico. No quería ser responsable de la muerte de la familia de Emilio, pero tampoco podía permitir que Assim lastimara a su bebé. Sabía que él era capaz de cualquier cosa, y debía proteger a su hijo, ante todo. Con el corazón destrozado, cerró los ojos y, con voz quebrada por el dolor, respondió:
—Elijo a mi bebé... Por favor, no le hagas daño a mi hijo. Lo elijo a él —Estalló en llanto al comprender que había condenado a la familia de Emilio.
Assim soltó el cuchillo y río con desprecio:
—¿Ves? No fue tan difícil. Nadie arriesga su vida o la de los suyos por otros... Solo tu estúpido amante Emilio hizo esa tontería, y mira lo que provocó: su familia exterminada por intentar salvarte a ti. Pero así no funciona esto. Nadie se burla de mí y sale impune.
Amira, entre lágrimas, miró con angustia a cada miembro de la familia de Emilio: su madre, su padre, su abuelo, su hermano, su cuñada y sus dos pequeños sobrinos de tres y ocho años. Solo podía pensar en que aquellos niños inocentes no merecían tal sufrimiento, como tampoco los demás. Sabía que todo era su culpa y que jamás podría perdonarse el dolor que había causado a toda esa familia.
Sam la desató y, por órdenes de Assim, otros dos hombres llevaron a la familia de Emilio de vuelta al escenario para continuar con la subasta de órganos. Cuando Amira pidió regresar a casa, Assim la obligó a presenciar toda la subasta como castigo por su desafío.
La barbilla de Amira temblaba mientras procesaba las palabras de su padre, ella estaba muriendo por dentro, su pecho se encogía bruscamente siendo doloroso —Por favor— les suplico, pero pudo ver en sus ojos que ya no había marcha atrás—Lo siento mucho, hija, pero la decisión ya está tomada y no puedo echarme atrás. Ya hablamos con el señor, y él está por llegar. Así podrás conocerlo. Te prometo que no te pasará nada, hija. Estarás muy bien. El señor Assim es una buena persona, y sé que cuidará de ti—sus ojos reflejaban el dolor que sentía por la decisión que su esposa lo llevo a tomarAmira miro a su padre a los ojos y pudo ver que, en él, se reflejaba el mismo dolor que ella estaba sintiendo, pero aun sabiendo lo que pasaría con ese matrimonio, ella no podía aceptar esa decisión, sabía que su madrastra quería cortarle las alas, ya que, al casarse con ese hombre, toda su vida ya planeada se derrumbaría hasta los escombrosLa puerta sonó y el sonido hizo que los latidos del corazón de
—No vuelvas a buscarme nunca más, zorra mentirosa. —Se marchó con el peso de la culpa sobre sus hombros, sabiendo que Amira jamás lo perdonaría. Con el corazón destrozado, Amira salió corriendo, sumida en un dolor insoportable. Quería cancelar la boda, desaparecer de todas sus vidas... Pero luego se detuvo. Tal vez casarse era la solución: nunca más tendría que ver el rostro de su madrastra o de su traidora media hermana. Además, ahora no sentiría remordimientos por dejar atrás al hombre que amaba, quien resultó ser un vil mentiroso. Secó sus lágrimas con determinación y continuó con los preparativos nupciales. La boda se celebró exactamente como Amira siempre la había soñado... excepto por el hombre a su lado. Aunque la ceremonia era perfecta, la ausencia de amor verdadero la hacía sentirse vacía. Sin embargo, siguió adelante, convencida de que era lo mejor para su futuro. Al mirar a Assim, su nuevo esposo, contuvo un sollozo. Ahora estaba atada a un hombre que bien podría ser su
Juntos la llevaron al establo y la colocaron sobre la mesa. Emilio acarició el rostro pálido de Amira, mientras lágrimas silenciosas caían por sus mejillas. Sintiendo culpa por no poder protegerla de las garras de Assim… Continúo observándola mientras sus lágrimas empañaban su visión…Era el único que realmente se preocupaba por ella.De pronto, Emilio se acercó a Jim, con los ojos brillantes de angustia: —Por favor... Haz lo posible por salvarla. Sé que no es tu especialidad, pero... —La rabia ahogaba su voz.—Tranquilo, hermano —respondió Jim, apretándole el hombro— Haré todo lo que pueda. Ve por agua y paños limpios, ayúdame a estabilizarla.Emilio asintió y salió corriendo. Durante horas, trabajaron juntos hasta que, al fin, lograron estabilizarla. La llevaron a su habitación, donde Emilio montó guardia afuera, listo para ayudarla si ella lo necesitaba.Pero entonces llegó Assim. Emilio se sorprendió y apretó los puños en silencio, conteniendo la furia mientras el hombre entraba e
Emilio salió rápidamente y lo hizo entrar. Jim palideció al ver el estado de Amira y, sin perder tiempo, comenzó a limpiar la sangre que manaba de su vagina y ano, además de atender los golpes en su rostro. Los dos trabajaron en silencio. Emilio lleno de rabia, contenía sus lágrimas mientras oía a Amira quejarse por el dolor punzante que sentía en su vagina, de inmediato le administraron un calmante y, cuando por fin se durmió, salieron sigilosamente.Emilio se quedó de guardia frente a la habitación, mientras Jim regresaba al establo, con el peso de la impotencia sobre sus hombros.Luego de varios meses Amira cumplió sus veinte años. Assim sabía que ahora, más que nunca, podía hacer lo que se le antojase con ella, así que continuó abusándola sexualmente y maltratándola de diversas formas. Ella ya no se resistía; sabía que, si lo hacía, sería peor. Mientras tanto, Emilio, consumido por el dolor y el odio, planeaba cada día cómo poder escapar con Amira y rescatarla del infierno en el q
Emilio sintió que el mundo se detenía. La abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla de todo el mal, y juró entre dientes:—Escúchame bien. Te sacaré de aquí. No permitiré que ese demonio o cualquiera vuelva a tocarte. Perdóname por no haber estado cuando más me necesitaste y por todas las veces que no pude defenderte de ese desgraciado. Pero esta vez será diferente. Encontraremos a tu familia. Huiré contigo al fin del mundo si es necesario. Todo va a mejorar. Te lo prometo con mi vida. —Volvió abrazarla, como si el abrazo pudiera sanar sus heridas.—Gracias, Emilio. Confío en ti y sé que todo lo que me dices es cierto. No tienes que pedirme perdón por nada. Sé que si hubieras intervenido cuando Assim me maltrataba, él te habría matado sin pensarlo. No te preocupes, más bien soy yo quien debe agradecerte por curar mis heridas y por esos dulces tan deliciosos que siempre me traes. Gracias por todo. —Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras ambos sonreían entre sollozos.De
—Ya no podemos hacer nada por Jim, Emilio. Él se sacrificó por nosotros. No dejemos que su muerte sea en vano. ¡Vámonos antes de que Assim nos alcance! —exclamó Amira mientras las lágrimas bañaban su rostro.Emilio la tomó con fuerza de la mano y continuaron corriendo. Aunque el miedo los invadía, él intentaba mantenerse fuerte por ella. Amira miraba hacia atrás constantemente, temerosa de ser seguida. Corrían con tal desesperación que no notó cuando perdió sus zapatillas. Sus pies descalzos sangraban, dejando un rastro en el camino pedregoso.El sonido de una camioneta y disparos al aire los sobresaltó. Amira, a pesar del dolor, seguía adelante llena de miedo. Sabía que detenerse significaba la muerte. Emilio, al ver acercarse el vehículo, sintió lágrimas de impotencia. Sabía que Assim llevaba ventaja, pero no se rendirían.De pronto, Amira sintió un agudo dolor en la espalda. Aunque intentó seguir corriendo, sus fuerzas flaqueaban. Emilio trató de jalarla, pero ella se detuvo brusca
Amira se echó hacia atrás, dejando caer el pañuelo al suelo. Su rostro se tornó muy pálido, sus manos comenzaron a temblar. Ella no podía creer lo que estaba viendo en ese instante, entrando en shock de inmediatamente, sin aún poder creer que en el plato más esperado de la noche habían... restos de partes humanas.Assim pinchó un ojo con el tenedor, haciendo brotar la sangre de él.—¿No te gusta? Mira bien: un ojo, dedos, una lengua muy larga... hasta un pequeño pene —asiente con una carcajada— Pensé que apreciarías este "postre" especial de tu querido Emilio.Amira entró en shock al escuchar lo que Assim acababa de decir, ella no podía creer que eso pudiera ser cierto, nunca se imaginó que Assim sería capaz de hacer algo tan macabro como eso, así que de inmediato llena de pánico intenta levantarse, pero los guardias de Assim la sujetaron con fuerza, obligándola a seguir mirando fijamente sin desviar la mirada.Él continuó riendo mientras jugueteaba con los restos y le dice:—¿Por qué
—Me aferro al valor, solo por mi hijo. Aunque cada amanecer en este lugar maldito me hace desear desaparecer. —Rompió en llanto, liberando años de silencio.Amira, con los ojos humedecidos, observó a la señora Ligia. Sin pronunciar palabra alguna, le seco las lágrimas y la abrazó con fuerza. La mujer sollozó contra su hombro desconsoladamente:—Perdóname por contarte todo esto, nunca había podido hablar con nadie de todo este dolor que llevo dentro, ya que Assim me prohibió poder hablar de todo lo que me ha hecho pasar. Pero no soporto verte sufrir como yo sufrí. Por favor, escapa. Tú aún puedes hacerlo.Amira apretó el abrazo, conteniendo sus propias lágrimas. Tomó las manos callosas de Ligia y murmuró:—No tengo nada que perdonarle, al contrario. Gracias por confiar en mí. Se que juntas saldremos de aquí... y usted encontrará a su hijo. Lo prometo.—No, mi niña —La señora apretó sus manos con angustia— Yo no puedo irme de acá. Assim mataría a Alejandro y a mí me usaría de carne para