Emilio sintió que el mundo se detenía. La abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla de todo el mal, y juró entre dientes:
—Escúchame bien. Te sacaré de aquí. No permitiré que ese demonio o cualquiera vuelva a tocarte. Perdóname por no haber estado cuando más me necesitaste y por todas las veces que no pude defenderte de ese desgraciado. Pero esta vez será diferente. Encontraremos a tu familia. Huiré contigo al fin del mundo si es necesario. Todo va a mejorar. Te lo prometo con mi vida. —Volvió abrazarla, como si el abrazo pudiera sanar sus heridas.
—Gracias, Emilio. Confío en ti y sé que todo lo que me dices es cierto. No tienes que pedirme perdón por nada. Sé que si hubieras intervenido cuando Assim me maltrataba, él te habría matado sin pensarlo. No te preocupes, más bien soy yo quien debe agradecerte por curar mis heridas y por esos dulces tan deliciosos que siempre me traes. Gracias por todo. —Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras ambos sonreían entre sollozos.
De pronto, escucharon la voz de Assim. Emilio salió rápidamente de la habitación, mientras Amira escondía los dulces en el armario y se hacía la dormida.
Assim entró bruscamente, la agarró del cabello y la arrojó al suelo, dándole una fuerte bofetada que retumbó en el cuarto
—Te advertí que atendieras bien a mi invitado, pero tú siempre haces lo contrario. ¿Verdad?
—¡Yo lo atendí como me pediste! No sé de qué hablas —gritó Amira llena de miedo, protegiéndose el rostro.
—¿Así que mi amigo miente? ¿No lo golpeaste con una lámpara? ¡Puta mentirosa! —Le propinó una patada en la cara —Que sea la última vez que tratas así a mis amigos. ¿Entendido?
La sangre brotaba de su nariz y boca mientras intentaba recuperar el equilibrio. Otra patada la derribó de nuevo y ella suplicó entre lágrimas:
—¡Por favor, basta! No me golpees más —protegiendo instintivamente su vientre mientras su fuerza de desvanecía completamente
—¿Quedó claro? —rugió Assim.
—¡Sí, sí! ¡No lo volveré a hacer! — con voz quebrada lo prometió, encogida en posición fetal.
—Así me gusta, perra asquerosa. Mañana atenderás a dos de mis amigos como castigo. Y hazlo bien. Ahora ve a ducharte, hueles a m****a —Dio media vuelta y salió de la casa.
Amira lloró con más fuerza, cansada de tanto abuso. La rabia hervía en su interior, pero sabía que no tenía fuerza para enfrentarlo, y menos arriesgando a su bebé. Debía escapar esa noche. No soportaría lo que le esperaba al día siguiente, así que esperó ansiosamente a Emilio.
Horas después, los golpes en la puerta la sobresaltaron:
—Emilio, entra. Necesito hablar contigo —susurró, temblando.
Él abrió la puerta y Amira la cerró rápidamente:
—Los planes cambiaron. Debemos irnos hoy. No aguanto más este infierno.
Emilio palideció al ver su rostro hinchado y ensangrentado:
—¿Qué pasó? —preguntó, limpiándole la sangre con cuidado.
—Assim me matará. Me golpeó por negarme a complacer a su amigo como él quería y por castigo, mañana debo acostarme con dos de sus amigos. Prefiero morir antes de tener que hacerlo. Por favor, Emilio, tenemos que huir esta noche —confesó, deshecha en llanto mientras todo su cuerpo temblaba de pavor.
—No entiendo... ¿Qué te pidió exactamente?
—¡Que los satisfaga en todo! ¡Me da asco solo pensarlo! Si no vienes, lo entiendo... pero yo debo irme. —Su voz se quebró de terror.
Emilio se pasó las manos por el rostro, abrumado. Sabía que esa noche no era ideal, con los amigos de Assim en la casa... Pero la tomó de los brazos y, acariciándole la mejilla, le dijo:
—Tranquila, no tendrás que estar con ninguno de esos hombres. ¿Entendido? Esta misma noche nos iremos de este horrible lugar. Te lo prometo. Confía en mí —dijo mientras la abrazaba con fuerza antes de marcharse.
Amira rompió a llorar de felicidad. Por fin escaparía de la pesadilla que había vivido durante años. Rápidamente, reunió sus pertenencias más valiosas en una bolsa, preparándose para cuando Emilio volviera por ella.
Las horas pasaron lentamente hasta las tres de la madrugada. La angustia invadió a Amira al ver que Emilio no llegaba. Los sollozos la sacudieron al pensar que la había abandonado. Se tumbó en la cama, acariciando su vientre entre lágrimas, resignada al terrible destino que le esperaba.
De pronto, oyó que alguien abría la puerta. El corazón le dio un vuelco al creer que era Assim. Se envolvió en la cobija, temblando de miedo, sin atreverse a mirar. Entonces reconoció la voz de Emilio:
—Amira, levántate. Debemos irnos ahora mismo —susurró, mirando nervioso hacia el pasillo.
Ella saltó de la cama y se abrazó a él, ahogando un grito de alivio:
—¡Pensé que no vendrías! Me asustaste tanto... —sus ojos mostraban un brillo natural.
—Perdón por la demora. Pero tuve que esperar a que Assim y sus amigos estuvieran borrachos. Pero ahora sí, ¡vámonos!
Salieron sigilosamente de la habitación, esquivando las carcajadas que resonaban en la casa. Aunque el terror la paralizaba, Amira siguió adelante, decidida a escapar. Al salir, ellos mantenían la calma ya que Jim estaría esperándolos junto al portón.
De inmediato echaron a correr, pero inesperadamente un trabajador los vio y comenzó a gritar fuertemente, soltando a los perros guardianes.
Emilio apretó la mano de Amira con fuerza, arrastrándola consigo. Cuando ella miró atrás y vio las bestias acercándose, el pánico la dominó:
—¡No lo lograremos, Emilio! ¡Assim nos matará! ¡No puedo correr más! —gritó, sintiendo cómo las fuerzas la abandonaban.
—¡No mires atrás! ¡Sigue corriendo! ¡Lo conseguiremos! —le ordenó, empujándola hacia adelante, tratando de no mostrar el miedo que el llevaba por dentro.
Al llegar al portón, Jim los ayudó a cruzar de inmediato, pero Emilio, al ver los perros acercarse, observo a Jim y le suplicó:
—¡Jim, ven con nosotros! ¡Assim te matará por ayudarnos! ¡Por favor! No te quedes allí, ven con nosotros —Él sabía que esa sería la última vez que volvería a ver a su amigo.
Jim conteniendo su llanto lo empujó con fuerzas hacia fuera y cerró el portón de golpe. Él sabía que debía ayudarlos, aunque le costara su vida. Emilio golpeó la puerta con desesperación, sabiendo el destino que le esperaba a su amigo. Los alaridos de Jim retumbaron en la noche, mientras los perros lo destrozaban por completo. De pronto, unos disparos silenciaron todo. Amira tomó a Emilio del brazo con fuerza y le dijo entre lágrimas:
—Ya no podemos hacer nada por Jim, Emilio. Él se sacrificó por nosotros. No dejemos que su muerte sea en vano. ¡Vámonos antes de que Assim nos alcance! —exclamó Amira mientras las lágrimas bañaban su rostro.Emilio la tomó con fuerza de la mano y continuaron corriendo. Aunque el miedo los invadía, él intentaba mantenerse fuerte por ella. Amira miraba hacia atrás constantemente, temerosa de ser seguida. Corrían con tal desesperación que no notó cuando perdió sus zapatillas. Sus pies descalzos sangraban, dejando un rastro en el camino pedregoso.El sonido de una camioneta y disparos al aire los sobresaltó. Amira, a pesar del dolor, seguía adelante llena de miedo. Sabía que detenerse significaba la muerte. Emilio, al ver acercarse el vehículo, sintió lágrimas de impotencia. Sabía que Assim llevaba ventaja, pero no se rendirían.De pronto, Amira sintió un agudo dolor en la espalda. Aunque intentó seguir corriendo, sus fuerzas flaqueaban. Emilio trató de jalarla, pero ella se detuvo brusca
Amira se echó hacia atrás, dejando caer el pañuelo al suelo. Su rostro se tornó muy pálido, sus manos comenzaron a temblar. Ella no podía creer lo que estaba viendo en ese instante, entrando en shock de inmediatamente, sin aún poder creer que en el plato más esperado de la noche habían... restos de partes humanas.Assim pinchó un ojo con el tenedor, haciendo brotar la sangre de él.—¿No te gusta? Mira bien: un ojo, dedos, una lengua muy larga... hasta un pequeño pene —asiente con una carcajada— Pensé que apreciarías este "postre" especial de tu querido Emilio.Amira entró en shock al escuchar lo que Assim acababa de decir, ella no podía creer que eso pudiera ser cierto, nunca se imaginó que Assim sería capaz de hacer algo tan macabro como eso, así que de inmediato llena de pánico intenta levantarse, pero los guardias de Assim la sujetaron con fuerza, obligándola a seguir mirando fijamente sin desviar la mirada.Él continuó riendo mientras jugueteaba con los restos y le dice:—¿Por qué
—Me aferro al valor, solo por mi hijo. Aunque cada amanecer en este lugar maldito me hace desear desaparecer. —Rompió en llanto, liberando años de silencio.Amira, con los ojos humedecidos, observó a la señora Ligia. Sin pronunciar palabra alguna, le seco las lágrimas y la abrazó con fuerza. La mujer sollozó contra su hombro desconsoladamente:—Perdóname por contarte todo esto, nunca había podido hablar con nadie de todo este dolor que llevo dentro, ya que Assim me prohibió poder hablar de todo lo que me ha hecho pasar. Pero no soporto verte sufrir como yo sufrí. Por favor, escapa. Tú aún puedes hacerlo.Amira apretó el abrazo, conteniendo sus propias lágrimas. Tomó las manos callosas de Ligia y murmuró:—No tengo nada que perdonarle, al contrario. Gracias por confiar en mí. Se que juntas saldremos de aquí... y usted encontrará a su hijo. Lo prometo.—No, mi niña —La señora apretó sus manos con angustia— Yo no puedo irme de acá. Assim mataría a Alejandro y a mí me usaría de carne para
La barbilla de Amira temblaba mientras procesaba las palabras de su padre, ella estaba muriendo por dentro, su pecho se encogía bruscamente siendo doloroso —Por favor— les suplico, pero pudo ver en sus ojos que ya no había marcha atrás—Lo siento mucho, hija, pero la decisión ya está tomada y no puedo echarme atrás. Ya hablamos con el señor, y él está por llegar. Así podrás conocerlo. Te prometo que no te pasará nada, hija. Estarás muy bien. El señor Assim es una buena persona, y sé que cuidará de ti—sus ojos reflejaban el dolor que sentía por la decisión que su esposa lo llevo a tomarAmira miro a su padre a los ojos y pudo ver que, en él, se reflejaba el mismo dolor que ella estaba sintiendo, pero aun sabiendo lo que pasaría con ese matrimonio, ella no podía aceptar esa decisión, sabía que su madrastra quería cortarle las alas, ya que, al casarse con ese hombre, toda su vida ya planeada se derrumbaría hasta los escombrosLa puerta sonó y el sonido hizo que los latidos del corazón de
—No vuelvas a buscarme nunca más, zorra mentirosa. —Se marchó con el peso de la culpa sobre sus hombros, sabiendo que Amira jamás lo perdonaría. Con el corazón destrozado, Amira salió corriendo, sumida en un dolor insoportable. Quería cancelar la boda, desaparecer de todas sus vidas... Pero luego se detuvo. Tal vez casarse era la solución: nunca más tendría que ver el rostro de su madrastra o de su traidora media hermana. Además, ahora no sentiría remordimientos por dejar atrás al hombre que amaba, quien resultó ser un vil mentiroso. Secó sus lágrimas con determinación y continuó con los preparativos nupciales. La boda se celebró exactamente como Amira siempre la había soñado... excepto por el hombre a su lado. Aunque la ceremonia era perfecta, la ausencia de amor verdadero la hacía sentirse vacía. Sin embargo, siguió adelante, convencida de que era lo mejor para su futuro. Al mirar a Assim, su nuevo esposo, contuvo un sollozo. Ahora estaba atada a un hombre que bien podría ser su
Juntos la llevaron al establo y la colocaron sobre la mesa. Emilio acarició el rostro pálido de Amira, mientras lágrimas silenciosas caían por sus mejillas. Sintiendo culpa por no poder protegerla de las garras de Assim… Continúo observándola mientras sus lágrimas empañaban su visión…Era el único que realmente se preocupaba por ella.De pronto, Emilio se acercó a Jim, con los ojos brillantes de angustia: —Por favor... Haz lo posible por salvarla. Sé que no es tu especialidad, pero... —La rabia ahogaba su voz.—Tranquilo, hermano —respondió Jim, apretándole el hombro— Haré todo lo que pueda. Ve por agua y paños limpios, ayúdame a estabilizarla.Emilio asintió y salió corriendo. Durante horas, trabajaron juntos hasta que, al fin, lograron estabilizarla. La llevaron a su habitación, donde Emilio montó guardia afuera, listo para ayudarla si ella lo necesitaba.Pero entonces llegó Assim. Emilio se sorprendió y apretó los puños en silencio, conteniendo la furia mientras el hombre entraba e
Emilio salió rápidamente y lo hizo entrar. Jim palideció al ver el estado de Amira y, sin perder tiempo, comenzó a limpiar la sangre que manaba de su vagina y ano, además de atender los golpes en su rostro. Los dos trabajaron en silencio. Emilio lleno de rabia, contenía sus lágrimas mientras oía a Amira quejarse por el dolor punzante que sentía en su vagina, de inmediato le administraron un calmante y, cuando por fin se durmió, salieron sigilosamente.Emilio se quedó de guardia frente a la habitación, mientras Jim regresaba al establo, con el peso de la impotencia sobre sus hombros.Luego de varios meses Amira cumplió sus veinte años. Assim sabía que ahora, más que nunca, podía hacer lo que se le antojase con ella, así que continuó abusándola sexualmente y maltratándola de diversas formas. Ella ya no se resistía; sabía que, si lo hacía, sería peor. Mientras tanto, Emilio, consumido por el dolor y el odio, planeaba cada día cómo poder escapar con Amira y rescatarla del infierno en el q